Día 317 | Lucas 23; Juan 18 - 19
Los capítulos de Lucas 23 y Juan 18 al 19 narran momentos clave de la Pasión de Jesucristo, centrándose en el juicio, la crucifixión y los eventos previos a Su muerte. Ambos pasajes brindan perspectivas diferentes y complementarias sobre los mismos acontecimientos, pero con énfasis y detalles que varían según el autor.
Lucas tiende a resaltar el perdón y la misericordia, mostrando a Jesús orando por Sus enemigos y ofreciendo perdón a uno de los ladrones crucificados con Él.
Juan, por otro lado, se enfoca en aspectos teológicos como la realeza de Jesús, la ironía de la inscripción en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos») y el cumplimiento de las Escrituras (por ejemplo, la no rotura de sus huesos, Juan 19:36).
Además, el evangelio de Juan nos presenta la negación de Pedro, tal como Jesús se lo había dicho. Pedro lo negó en tres ocasiones diferentes en …
Los capítulos de Lucas 23 y Juan 18 al 19 narran momentos clave de la Pasión de Jesucristo, centrándose en el juicio, la crucifixión y los eventos previos a Su muerte. Ambos pasajes brindan perspectivas diferentes y complementarias sobre los mismos acontecimientos, pero con énfasis y detalles que varían según el autor.
Lucas tiende a resaltar el perdón y la misericordia, mostrando a Jesús orando por Sus enemigos y ofreciendo perdón a uno de los ladrones crucificados con Él.
Juan, por otro lado, se enfoca en aspectos teológicos como la realeza de Jesús, la ironía de la inscripción en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos») y el cumplimiento de las Escrituras (por ejemplo, la no rotura de sus huesos, Juan 19:36).
Además, el evangelio de Juan nos presenta la negación de Pedro, tal como Jesús se lo había dicho. Pedro lo negó en tres ocasiones diferentes en esa noche terrible. Los corazones de aquellos hombres debían estar descorazonados, confundidos, atemorizados al ver que el hombre en quien habían creído y esperado, moría miserablemente. Pedro, en su humanidad, prometió no dejar a Jesús nunca; sin embargo, Jesús tenía razón acerca de él, de su condición.
La realidad es que somos pecadoras y muchas veces subestimamos el pecado en nosotras. Pedro pecó, y al darse cuenta, lloró amargamente por negar a Jesús. Ese es el arrepentimiento: reconocer cómo hemos fallado, que nuestro pecado es visible a nosotras y nos causa un dolor enorme porque nos aparta de Dios. Al contrario del remordimiento que sintió Judas al pecar vendiendo al Señor Jesús y que solo lo llevó a lamentarse, pero no a arrepentirse, al punto de quitarse la vida.
El arrepentimiento mira a Cristo con esperanza salvadora, mientras que el remordimiento mira a nuestra reputación y a nosotras mismas.
El otro hecho importante que nos relatan ambos evangelios es que Jesús fue crucificado entre dos malhechores. La muerte de cruz era la peor muerte que se impartía en el Imperio romano y en este tiempo Israel estaba gobernado por ellos.
Uno de los ladrones insulta a Jesús, le dice que haga el milagro de bajarse de la cruz y se salve si realmente es el Cristo. Pero el otro ladrón reconoce la condición de su alma que él se encontraba allí por causa de su pecado, reconoce la deidad de Cristo y le pide compasión para estar con Él en Su reino. Esa fe es la fe salvadora, la fe que no necesita hacer obras para obtener la salvación. Es la fe que estamos llamadas a tener mirando a Cristo, el justo que murió una muerte cruel por darnos vida eterna. Jesús le asegura con amor que ese mismo día estará con Él en el paraíso.
A veces pensamos erróneamente que al morir iremos a una especie de sueño hasta que Jesús regrese por los Suyos, pero Cristo le promete que al cerrar sus ojos en esta tierra estaría en el cielo, disfrutando del paraíso. ¿Qué tuvo que hacer el malhechor o ladrón? Lo mismo que tú y que yo, mirar a Cristo y ser salvo.
Como la serpiente que alzó Moisés en el desierto para detener la mortandad de los israelitas por su pecado, Dios le dio las instrucciones de hacer esa serpiente de bronce y ponerla en una cruz apuntando a Cristo. Esto era una sombra de lo que habría de venir y de esa muerte que es la única que nos da vida (ver Números 21:4-9).
El ladrón a Su lado no tuvo que hacer obras para ganar esta salvación, solo creer. Tú y yo estamos llamadas a mirar a Cristo y ser salvas. Luego esa salvación hará que hagamos obras por la fe y vida nueva que tenemos en Cristo.
«Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.Pero alguien dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras».
-Santiago 2:17-18
Para meditar:
- ¿Cómo las verdades que aprendemos en estos capítulos nos enseñan humildad, nos llaman a humillarnos a Cristo y agradecerle por nuestra salvación?
- Medita en el amor de Dios de enviar a Su Hijo para salvarte. Lee Isaías 53 y agradece a Dios por Su salvación inmerecida.
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». -Lucas 23:34
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