Día 306 | Lucas 18:15-43; 19
Nuestros pasajes de hoy presentan varios eventos y enseñanzas de Jesús en Su camino hacia Jerusalén. Estos pasajes abordan temas como la humildad, el joven rico, el reino de Dios, la salvación y la misión de Jesús como el Mesías. Hemos leído sobre Zaqueo, la entrada triunfal, la misión de Cristo de traer el reino de Dios y Su viaje intencional hacia el cumplimiento de Su propósito redentor en Jerusalén.
Al leer los capítulos de hoy, recuerdo esas películas que te trasladan del presente al pasado para que puedas ver otros aspectos de una verdad que no habías visto antes. Lucas inicia recordándonos que Jesús nos llama a una fe verdadera como la de los niños que se acercan a Él y que Él se los permite para ilustrarnos esto. Es una fe humilde y sencilla, pero en la persona correcta: en Jesús mismo. Qué contraste tan grande con la …
Nuestros pasajes de hoy presentan varios eventos y enseñanzas de Jesús en Su camino hacia Jerusalén. Estos pasajes abordan temas como la humildad, el joven rico, el reino de Dios, la salvación y la misión de Jesús como el Mesías. Hemos leído sobre Zaqueo, la entrada triunfal, la misión de Cristo de traer el reino de Dios y Su viaje intencional hacia el cumplimiento de Su propósito redentor en Jerusalén.
Al leer los capítulos de hoy, recuerdo esas películas que te trasladan del presente al pasado para que puedas ver otros aspectos de una verdad que no habías visto antes. Lucas inicia recordándonos que Jesús nos llama a una fe verdadera como la de los niños que se acercan a Él y que Él se los permite para ilustrarnos esto. Es una fe humilde y sencilla, pero en la persona correcta: en Jesús mismo. Qué contraste tan grande con la fe que tenía el joven rico, porque su fe estaba en sus posesiones. Lo cierto es que, a veces nos parecemos más al joven rico, olvidamos que hemos sido creadas para adorar, por eso debemos escudriñar nuestro corazón si es que adoramos a Dios o las cosas creadas. Esto nos enseña que debemos apreciar los bienes que Dios nos da, pero nuestra alma no puede estar apegada a las posesiones materiales. Debemos anhelar a Cristo por sobre todas las cosas.
Uno de mis himnos favoritos dice:
«Dame a Cristo
Dame a Cristo
Nada más deseo yo
Dame a Cristo».
Es un recordatorio constante de que mi alma solo debe anhelar a Cristo. Lo demás es pasajero. Solo Él cuenta.
Y en contraste a este rico que tenía en tan alto lugar sus riquezas, nos encontramos con el ciego que clamaba con desesperación por la atención de Jesús. Su fe estaba en la persona correcta, y por eso, recibe la vista. Su respuesta es hermosa: «Recobró la vista y lo seguía glorificando a Dios. Cuando toda la gente vio aquello, dieron gloria a Dios». ¡Cuánto necesitamos testificar de la fe que nos ha sido dada para la gloria de Dios y que otros lo glorifiquen! No se trata de nosotras, sino que solo somos recipientes de Su gracia para que otros glorifiquen a Dios.
Todo esto nos llama a meditar y preguntarnos sobre nuestra fe y adoración: ¿está mi confianza siempre en el poder de Jesús, que no solo me ha dado vida eterna, sino que puede sanar cada área de mi vida, cada relación, cada herida; que puede darme el poder para abrazar lo que Él permita que sea parte de mi vida para adorarlo? Esta es la fe verdadera, Hebreos 11:6 nos recuerda:
«Y sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan».
La historia de Zaqueo, un judío que cobraba impuestos a su mismo pueblo para entregarlos a las autoridades romanas, era despreciado por su gente. No fue hasta que supo de Cristo que esas riquezas ya no saciaban su alma, necesitaba de Cristo como tú y como yo.
Este relato nos muestra a Dios como un Dios personal, cercano y relacional, quien nos busca en la condición de pecado en que estamos, pero no nos deja de la misma manera. Conocer y amar a Jesús implica ser transformadas radicalmente por Él al tenerlo en nuestras vidas.
Por esto, cuando la salvación llegó a la vida de Zaqueo, él no dudó en repartir los bienes adquiridos. Su declaración fue llena de júbilo y contundente para los que escuchaban: al que había robado le devolverá cuatro veces lo que le había tomado y dará de su fortuna a los pobres.
Jesús quiere mostrarnos el uso correcto de los bienes que Él nos da. Somos administradores de los recursos que Dios pone en nuestras manos. Con la parábola de las diez minas, Jesús nos habla de usar correctamente esos bienes y ser diligentes en usarlos para el avance de Su reino.
¿Has pensado que todo lo que Dios te da es de Él, viene de Él a tu mano y debe ser de Él? (Ro. 11:36). Es correcto usar esos recursos para nuestra vida diaria, pero también necesitamos invertir en el avance de Su reino, amar la misericordia supliendo a los que tienen menos. Mi deseo y oración es que estas cosas sean una prioridad en mi vida como hija de Dios.
La verdadera felicidad no está en esas posesiones, sino en poseer a Cristo.
«“Hoy ha venido la salvación a esta casa”, le dijo Jesús, “ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”» - Lucas 19:9-10.
Entre estas historias, Lucas nos relata que cuando Jesús entra a Jerusalén, no solo se lamenta de verlos (19:41-44), pues al entrar en el Templo, echó fuera a los que vendían porque cumple la Escritura que dijo en Isaías 56:7 sobre la purificación y recreación de Su iglesia como casa de oración. No es un arrebato emocional de Jesús, es cumplimiento de Su Palabra y el propósito de Dios: purificación de una religión vana y contaminada.
Estas historias que se entremezclan son un eco de las enseñanzas de Jesús sobre la humildad, la fiel administración de los recursos que Él nos da, atesorar a Cristo por sobre todo, y tener una vida que muestra la relación verdadera y profunda con Dios por Cristo. Nuestra fe tiene como objeto a Cristo, Él vino a hacer todo nuevo, a rehacer todo lo que nosotras hemos estropeado o lo que nosotras no hemos vivido conforme a Su voluntad por vivir conforme a las enseñanzas del mundo.
En Lucas 18:31-34 Jesús anuncia Su muerte por tercera vez. Cristo les advirtió lo que le harían, lo dijo claramente, y a nosotras no los relata claramente, así como nos relata claramente que Él regresará. Estemos preparadas para Su segunda venida, no sea que nos pase como a ellos que no reconocieron el tiempo de su visitación. Que lo reconozcamos y digamos de todo corazón: «¡BENDITO EL REY QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».
Para meditar:
- ¿Cómo te hablan a ti estos dos capítulos?
- ¿Cómo administras lo que Dios te da?
- ¿De qué manera estás adorando a Cristo? Lee Apocalipsis 19:6-7 y adora a tu Señor.
Deseo terminar mi reflexión con la misma canción que inicié, aunque esta estrofa no está en la versión traducida al español. Pero quiero que siempre sea mi oración:
«Dame a Cristo,
Dame a Cristo,
Tú puedes tener todo lo que este mundo da,
Pero a mí dame a Cristo».
«…porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido». -Lucas 19:10
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