Día 302 | Juan 11
En los primeros versículos de este capítulo vemos que lo que impulsa y motiva el corazón de Cristo es la gloria de Dios, es decir, Su accionar y Su pensar. Es tan importante que estemos conscientes de esto porque si no, muchas veces podemos malinterpretar Sus obras y Sus respuestas a nuestras oraciones.
Podemos apreciar que la gloria de Dios conlleva el despliegue único y especial de Su grandeza, Su amor, Su poder, Su sabiduría y Su soberanía; lo que claramente resulta en el mejor bien posible para Sus criaturas, para Sus hijos. No interpretemos su «tardanza», o su «falta de respuesta inmediata» como indiferencia o falta de amor. Todo lo contrario mis hermanas, yo lo llamaría «silencios de amor». ¡Oh cuánto nos ama nuestro Padre! Él siempre, siempre, busca reflejar Su gloria para que nosotras le conozcamos y le experimentemos como nunca antes. ¡Confiemos, nuestro Dios es inmutablemente fiel! …
En los primeros versículos de este capítulo vemos que lo que impulsa y motiva el corazón de Cristo es la gloria de Dios, es decir, Su accionar y Su pensar. Es tan importante que estemos conscientes de esto porque si no, muchas veces podemos malinterpretar Sus obras y Sus respuestas a nuestras oraciones.
Podemos apreciar que la gloria de Dios conlleva el despliegue único y especial de Su grandeza, Su amor, Su poder, Su sabiduría y Su soberanía; lo que claramente resulta en el mejor bien posible para Sus criaturas, para Sus hijos. No interpretemos su «tardanza», o su «falta de respuesta inmediata» como indiferencia o falta de amor. Todo lo contrario mis hermanas, yo lo llamaría «silencios de amor». ¡Oh cuánto nos ama nuestro Padre! Él siempre, siempre, busca reflejar Su gloria para que nosotras le conozcamos y le experimentemos como nunca antes. ¡Confiemos, nuestro Dios es inmutablemente fiel!
A veces podemos pensar que hay situaciones en las que Dios no puede intervenir porque ya no hay vuelta atrás, esa enfermedad está avanzando sin control o ese hijo en rebeldía sumergido en adicciones, etc. Pero para Dios, nunca, nunca es tarde, ni siquiera la muerte tiene la última palabra. Oh, mis hermanas, no perdamos la esperanza, pues es necesario que Dios quite todo aquello en lo que humanamente descansamos o de lo que humanamente dependamos para que claramente podamos ver y comprender que solo Dios es suficiente, ¡que solo Él es Dios!
Por eso, Cristo, les dijo claramente: «Lázaro ha muerto; y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean; pero vamos a donde está él» (Jn. 11:14).
Pero en este pasaje, Cristo nos revela una verdad que, como siempre, traspasa los umbrales de este mundo, y fija nuestros ojos en la verdad eterna, Él es «la resurrección y la vida». Aun nosotras estando muertas en nuestros delitos y pecados, sin ninguna esperanza, ¡Él vino a conquistar el poder de la muerte, para que tengamos vida eterna! Y podemos decir junto con Pablo:
«El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?» (Ro. 8:32, 35).
Y no nos sorprendamos cuando se levanten esas voces de duda e incredulidad, tal como lo hicieron aquellos judíos que estaban acompañando a María:
«Pero algunos de ellos dijeron: “¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?”» (Jn.11:37).
No nos avergoncemos porque sabemos en quién hemos creído, sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza; por lo tanto, hagamos uso del escudo de nuestra fe para que esos dardos sean apagados. Hemos creído en Aquel:
- Que es el Verbo encarnado.
- Que aun los vientos y el mar le obedecen.
- Que manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen.
- Que da vista a los ciegos y voz a los mudos.
- Que es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder (He. 1:3).
- Por medio del cual todas las cosas fueron hechas (Jn. 1:3).
- Que ni aun la muerte lo puede retener.
Y quiero resaltar que hemos creído en Aquel que lloró y en Aquel que se conmovió y se conmueve profundamente, Emanuel, Dios con nosotros, el Verbo hecho carne, habitando entre nosotros, siendo tentado en todo. Aquel que es nuestro Sumo Sacerdote, nuestro Salvador, nuestro Señor. Aquel que está con nosotras en cada paso de nuestro peregrinar por esta vida, Aquel que nos guiará aun más allá de nuestra muerte física.
Así como Cristo mandó a que quitaran la piedra que estaba tapando el sepulcro de Lázaro, de la misma manera, hoy Cristo nos está llamando a quitar de nuestro corazón todo obstáculo que esté impidiendo el obrar de Su Palabra de vida en nosotras, de todo prejuicio, toda duda, todo temor, no importa cuánto tiempo llevamos luchando con esa herida, con ese recuerdo, hoy Él nos dice: «¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?».
Parte de nuestra misión como cuerpo de Cristo, como familia de la fe, es ayudar a nuestras hermanas y hermanos en Cristo a quitarse las vendas, aquellas ataduras en las cuales todavía permanecen envueltos. ¿Cómo? Siendo medios de gracia a través de los cuales Su Palabra sea enseñada y compartida.
Para meditar
- ¿Estás tú o algunos de tus seres queridos pasando por alguna situación física o espiritual extrema por la cual has clamado y te estás impacientando? A partir de lo que hoy leímos, ¿cómo responderás al Señor?
- Hermana, ¿cuál es tu tribulación? ¿Cuál es tu angustia? No hay nada que pueda obstaculizar el obrar poderoso, amoroso y fiel de Dios en nuestras vidas, «ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada» (Ro. 8:39). ¿Creemos esto?
- El saber que Cristo lloró, ¿cómo te motiva a buscarlo y recibir de Su consuelo?
«Cuando Jesús lo oyó, dijo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella”». -Juan 11:4
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación