Día 300 | Lucas 14 - 15
En estos dos capítulos, aprenderemos sobre más parábolas de Cristo y enseñanzas sobre la humildad, el costo del discipulado y su encuentro con la ley.
Nuevamente, vemos a Cristo no evitando a los fariseos, sino más bien, comiendo en la casa de uno de los principales fariseos, siendo luz en medio de las tinieblas, mostrando el espíritu de la ley, el corazón del Padre, la gracia, la verdad y la compasión. Qué hermoso, sobrecogedor e impactante es poder apreciar el tenaz compromiso de Jesús con Su misión, con Su identidad, con el Padre y con Su pueblo.
Muchas de nosotras, en cualquier momento, hora o día del año, en medio de nuestra necesidad física, emocional o espiritual, hemos sido abrazadas, sanadas, restauradas y fortalecidas. «Por eso digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, …
En estos dos capítulos, aprenderemos sobre más parábolas de Cristo y enseñanzas sobre la humildad, el costo del discipulado y su encuentro con la ley.
Nuevamente, vemos a Cristo no evitando a los fariseos, sino más bien, comiendo en la casa de uno de los principales fariseos, siendo luz en medio de las tinieblas, mostrando el espíritu de la ley, el corazón del Padre, la gracia, la verdad y la compasión. Qué hermoso, sobrecogedor e impactante es poder apreciar el tenaz compromiso de Jesús con Su misión, con Su identidad, con el Padre y con Su pueblo.
Muchas de nosotras, en cualquier momento, hora o día del año, en medio de nuestra necesidad física, emocional o espiritual, hemos sido abrazadas, sanadas, restauradas y fortalecidas. «Por eso digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno» (Ro. 12:3).
A través de las palabras, nuestro Señor nos sigue enseñando y resaltando los valores del reino de Dios, los cuales son totalmente opuestos a los de este mundo. El mundo valora y aprecia los primeros lugares y el aplauso de la gente porque entiende que su valor e importancia depende de los demás o de sus posesiones, mientras Cristo nos llama a la humildad, es decir, a no tener un concepto más alto de nosotras mismas del que debamos tener; más bien, que pensemos con sensatez.
Hermanas, no necesitamos ser famosas, populares o sentirnos importantes para ser valoradas; pues aun siendo pecadoras, el Dios del universo, nuestro Creador, Salvador y Señor, nos salvó, nos compró y nos redimió. Enfoquémonos en reflejar el amor y el corazón de Aquel que ama nuestra alma.
En cada parte de las Escrituras hay perlas, tesoros de Su amor, de Su sabiduría y de Su corazón que reflejan ese poderoso destello de Su luz, siendo la verdad que alumbra nuestros ojos, como podemos leer en el Salmo 19:7:
«La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo».
Y es que en la parábola de la gran cena, Cristo nos advierte de las consecuencias de descuidar el llamado del Señor por estar envueltas y ocupadas en la parte que nos será quitada, es decir, en los negocios y asuntos de este mundo. A través de esta parábola, Cristo nos está llamando a darle la prioridad a nuestro Dios, a nuestra relación con Él, a nuestros llamados de esposa, madre, etc. Con estas palabras Él está impartiendo sabiduría al sencillo.
Reflexionando sobre los costos del discipulado, puedes apreciar que nuestro Señor es tan fiel y verdadero que nos advierte de las implicaciones de seguirle, es decir, nos explica estos detalles para que no seamos tomadas por sorpresa, sino que estemos conscientes y alertas. Su llamado no tiene esas letras pequeñas que tienen algunos contratos de tarjeta de crédito de los bancos, sino que Él es verdadero y transparente. Solo Él es digno de nuestra confianza, amor y entrega.
No importa cómo luzca el pecador, cómo viva o que lugares frecuente, no importa qué ropa use, las palabras que hable o el aspecto que tenga o los pecados que practique, Dios envió a Cristo a buscar y a salvar a los pecadores. Él vino a buscar a Sus ovejas, Él vino a buscar a Sus hijos. ¡Él vino a buscarte a ti! ¡Qué amor tan grande, tan tenaz! Él va detrás del perdido hasta que lo encuentra, y lo salva.
Cuando perdemos algo de gran valor para nosotros, el anillo de compromiso, nuestras mascotas, nuestra Biblia, nuestra cartera, lo que sea, nos ponemos muy tristes y hacemos todos los esfuerzos que podamos para encontrar lo perdido. Imagina por un momento que en medio de un centro comercial pierdes a tu hijo, ¿cómo te sentirías? ¿Qué harías? ¿Cómo te sentirías al encontrarlo por fin? Ahora podemos comprender un poquito el gran gozo que experimenta nuestro Padre al encontrar y rescatar a unos de sus hijos.
Dios nos ayude a no menospreciar, sino a compartir con ese amor y esa pasión las buenas nuevas a esas personas con las cuales nos encontramos a diario, pues posiblemente sea una oveja perdida de nuestro Padre.
Para meditar:
- ¿Estamos actuando con base en requisitos o presunciones humanas para mostrar la compasión que libremente hemos recibido de nuestro Señor y Salvador?
- ¿Cómo puede la esperanza en la recompensa de Dios en la eternidad hacer que estás dispuesta a servir humildemente sin buscar reconocimientos en esta vida?
- ¿Te gozas en las palabras del Padre para ablandar tu corazón en la conversión del peor pecador o pecadora que conoces?
«De la misma manera, les digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente». - Lucas 15:10
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