Día 292 | Mateo 15; Marcos 7
Desde el principio de este capítulo, Dios nos llama a no fingir, no aparentar ni a autoengañarnos, pues el hecho de que hagamos cosas para el Señor no implica necesariamente que las hagamos con una motivación correcta. Él desea una entrega sincera y honesta de nuestro corazón y no un cumplimiento mecánico.
¿Estamos sirviendo al Señor para auto complacernos y recibir la aceptación de los demás, o como un acto de adoración y gratitud a nuestro Dios?
La ley de Dios refleja Su carácter y lo que Él es; de la misma manera, su interpretación y aplicación debe llevarnos a reflejar amor a Dios y a nuestro prójimo, fidelidad, gracia, santidad, misericordia, justicia, sabiduría.
Dios nos llama a examinar el verdadero motivo detrás de cada una de nuestras acciones, pues nuestro corazón, producto de la caída, es engañoso. Que al igual que el salmista, esta sea nuestra oración: «Examíname, oh …
Desde el principio de este capítulo, Dios nos llama a no fingir, no aparentar ni a autoengañarnos, pues el hecho de que hagamos cosas para el Señor no implica necesariamente que las hagamos con una motivación correcta. Él desea una entrega sincera y honesta de nuestro corazón y no un cumplimiento mecánico.
¿Estamos sirviendo al Señor para auto complacernos y recibir la aceptación de los demás, o como un acto de adoración y gratitud a nuestro Dios?
La ley de Dios refleja Su carácter y lo que Él es; de la misma manera, su interpretación y aplicación debe llevarnos a reflejar amor a Dios y a nuestro prójimo, fidelidad, gracia, santidad, misericordia, justicia, sabiduría.
Dios nos llama a examinar el verdadero motivo detrás de cada una de nuestras acciones, pues nuestro corazón, producto de la caída, es engañoso. Que al igual que el salmista, esta sea nuestra oración: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos;y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Salmos 139:23-24).
Nuestro Señor nos está enfatizando que, sobre todas las cosas, debemos cuidar y guardar nuestro corazón porque de ahí es que proviene el pecado. Así como nuestro jardín requiere un cuidado diario de regar las plantas, podarlas y arrancar las malezas que crecen, así mismo nuestro corazón requiere un cuidado diario, donde sea regado con la Palabra de Dios, arrancando las malezas al confesar nuestros pecados y preparando el terreno con una actitud de humildad y rendición para que el Espíritu produzca Sus frutos.
Muchas de nosotras tomamos las medidas de higiene y salud necesarias para no contaminarnos a la hora de comer, o también para no contaminarnos con algún virus y bacterias que tanto abundan en nuestros días. De esa misma manera, debemos tomar las medidas necesarias para evitar que nuestros corazones sean contaminados con lo que vemos y escuchamos; sin embargo, esa contaminación proviene de lo que hay dentro de nuestro corazón. El mundo también está lleno de personas con virus y bacterias espirituales que nos pueden contaminar llevándonos a pecar.
Y para llevar a la práctica las instrucciones de nuestro Señor, es decir, para ser hacedoras eficaces, no solamente debemos oír o leer, sino entender, ir más allá de un simple escuchar o leer; detenernos, meditar, escudriñar y profundizar tomando en cuenta el contexto y otros pasajes similares. Nuestro Señor desea que oigamos y entendamos.
En Mateo 15:10 dice: «Llamando junto a Él a la multitud, Jesús les dijo: “Oigan y entiendan”».
Meditando en este pasaje sobre la fe de la mujer sirofenicia, pienso que probablemente Jesús estaba probando su fe; es como si le preguntara: «¿Verdaderamente crees que puedo sanar a tu hija? ¿Verdaderamente crees en Mi bondad y poder?». Ella persistió y perseveró, apelando a Su bondad; y Cristo, porque le agradó el corazón de esta mujer y alabó su fe, sanó a su hija con solo hablar desde la distancia.
¿Estás perseverando en la oración, confiando en Su bondad, o te desanimas y te das por vencida?
También es importante examinarnos y preguntarnos con qué actitud venimos delante del Señor, ¿nos acercamos con un espíritu demandante e irreverente como los fariseos, como si Él nos debiera algo, o como la mujer sirofenicia de manera gentil, sincera y humilde a los pies del Señor?
Dios no solo nos usa como Sus instrumentos para aconsejar, evangelizar, orar, edificar, y servir en los ministerios de nuestras iglesias, sino también en aquellos lugares en los que convivimos con nuestros familiares y amigos día a día; por ejemplo: nuestros lugares de trabajo, en la escuela de nuestros hijos, en las visitas al médico, en las gasolineras, etc.
Así como la vida de Cristo fue un constante servicio, cumpliendo con los propósitos del Padre, así también deben ser nuestras vidas. Dondequiera que Él se encontraba, sanaba, enseñaba y oraba. Llevemos Su palabra, las buenas nuevas de salvación, y reflejemos Su amor, cuidado, compasión, y Su luz donde quiera que vayamos.
Para meditar:
- En tu día a día, ¿estás viendo cada encuentro como una oportunidad para mostrar a Cristo?
- Independientemente de los medios de gracia que Dios, en Su infinita sabiduría, escoge para sanar u obrar en nuestras vidas, nuestra mirada y esperanza debe estar solamente en Él, pues solamente Su poder es el que hace estas cosas. No le cuestionemos, confiemos en Su sabiduría.
- Los escribas y fariseos se centraban en los pecados exteriores, pero Jesús les dijo que todos los males morales de la humanidad proceden del corazón. Cristo debe sanar nuestra ceguera, ¿qué tan anuente estás de cómo ves tu corazón y actuar?
«Este pueblo con los labios Me honra, pero su corazón está muy lejos de Mí. Pues en vano Me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de hombres». - Mateo 15:8-9
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación