Día 289 | Mateo 9 - 10
Cristo continúa sanando y enseñando, tanto a Sus discípulos como a las multitudes que se agrupaban para verlo y escucharlo. Nuestros pasajes de hoy enfatizan la autoridad de Cristo en la tierra para perdonar pecados y la misión de Sus discípulos.
Cada día tenemos que recordar que somos ciudadanos de la patria celestial, y que nuestro modelo a seguir y a reflejar es Jesucristo, Su corazón, Su carácter, en lugar de ser simples espectadores que permanecen indiferentes.
Ante un mundo caído lleno de dolor, Dios nos llama a actuar en fe y compasión, no con apatía, incredulidad o rechazo. Como hijas Suyas, estamos llamadas a llorar con los que lloran, a considerar el dolor del otro como nuestro dolor, y así mismo gozarnos si Dios les imparte salvación.
No escatimamos ningún detalle en palabra o acción que pueda guiar a estos corazones a un encuentro personal con Cristo. Y más …
Cristo continúa sanando y enseñando, tanto a Sus discípulos como a las multitudes que se agrupaban para verlo y escucharlo. Nuestros pasajes de hoy enfatizan la autoridad de Cristo en la tierra para perdonar pecados y la misión de Sus discípulos.
Cada día tenemos que recordar que somos ciudadanos de la patria celestial, y que nuestro modelo a seguir y a reflejar es Jesucristo, Su corazón, Su carácter, en lugar de ser simples espectadores que permanecen indiferentes.
Ante un mundo caído lleno de dolor, Dios nos llama a actuar en fe y compasión, no con apatía, incredulidad o rechazo. Como hijas Suyas, estamos llamadas a llorar con los que lloran, a considerar el dolor del otro como nuestro dolor, y así mismo gozarnos si Dios les imparte salvación.
No escatimamos ningún detalle en palabra o acción que pueda guiar a estos corazones a un encuentro personal con Cristo. Y más que cualquier alivio temporal, apuntemos al gran y único regalo de la salvación eterna que Dios ha concedido en Jesús de manera personal.
El corazón de Dios se alegra y conmueve cuando mostramos compasión hacia nuestro prójimo, familiares, amigos y compañeros de trabajo ante sus dolencias físicas, emocionales y espirituales, antes sus necesidades, y cuando damos pasos de fe junto a ellos guiándolos hacia el único sanador y Dios que existe.
«Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: “Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados”». -Mateo 9:2.
Abramos nuestros ojos para que día a día, en medio de nuestras rutinas, podamos ver las oportunidades o llamadas de socorro que Dios nos presenta a través de los diferentes encuentros en nuestra vida diaria con personas que necesitan ser sanadas, restauradas, rescatadas, liberadas o salvadas.
No veamos esos encuentros como molestias o una pérdida de tiempo, sino como parte de Su providencia, recordando que somos instrumentos en las manos de nuestro Redentor.
- «Subiendo Jesús en una barca, pasó al otro lado del mar y llegó a Su ciudad. Y le trajeron un paralítico echado en una camilla» (Mt. 9:1-2).
- «Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: “¡Ven tras Mí!”. Y levantándose, lo siguió» (Mt. 9:9).
- «Mientras Jesús les decía estas cosas, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de Él, diciendo: “Mi hija acaba de morir; pero ven y pon Tu mano sobre ella, y vivirá”» (Mt. 9:18).
Por otro lado, no nos extrañemos ni nos toman por sorpresa los ataques o las palabras desmotivantes, pues el enemigo y el mundo odia todo aquello que ensancha nuestros corazones de amor por Dios y por los demás. Antes bien, perseveremos en Dios, perseveremos en Su Palabra fiel y verdadera, manteniendo el enfoque en la misión sin distraernos con nimiedades.
Nuestra misión es anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz.
Muchas veces Dios permite que experimentemos impotencia, desesperación y dolencias en medio de las pruebas como un instrumento para desarrollar nuestra fe y hacernos volver a Él cuando hemos olvidado que solo nuestro Dios es la única y verdadera fuente de sanación y salvación.
Escuchemos Su voz, no nos quedemos en la queja, en la amargura o en la autocompasión. La desesperación del paralítico y sus amigos los llevó a acercarse al Hijo de Dios creyendo que Él podría sanarlo. ¿Te imaginas qué hubiera sucedido si se hubieran quedado en sus casas lamentándose? Se habrían perdido la bendición de palpar el hermoso atributo de nuestro Señor: Su infinita compasión hacia el pecador.
Cristo tenía bien en claro cuál era Su misión y propósito en esta tierra, y por eso invertía su tiempo sabiamente. ¿Estamos aprovechando bien el tiempo cumpliendo la misión que Dios nos ha encomendado?
«El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos». -Lucas 4:18.
¿Estamos anunciando Su evangelio? ¿Estamos siendo instrumento para llevar libertad a los cautivos y vista a los ciegos espirituales? ¿O estamos mirando desde lejos a aquellos que están en la misma necesidad en la que estábamos nosotras antes de conocer a Cristo?
Tal como los primeros discípulos, nosotras hemos sido llamadas a anunciar a este mundo que «el Reino de los cielos se ha acercado», y esto no lo debemos hacer solamente un día a la semana, sino todos los días. Ese es un llamado que debe convertirse en nuestra filosofía de vida. Y ciertamente este llamado tiene su costo y sus retos, pero la provisión, la gracia, el poder y el cuidado del Señor son más que suficientes para cada una de nosotras.
Acerquémonos a los marginados y rechazados, sentémonos con ellos, escuchemos sus frustraciones y sus corazones y hablemos palabras de vida. La Palabra de Dios es la única que puede transformar el corazón de los hombres.
Para meditar:
- Pensemos por unos momentos: ¿A dónde iremos? ¿A quién iremos? ¿Dónde nos refugiamos? ¿Por cuál causa vale la pena vivir y morir? Que sea Cristo tu respuesta.
Solo Jesús tiene palabras de vida, y vida eterna. Solo Él es el camino, la verdad y la vida.
- ¿Cómo estás cumpliendo la misión de hacer discípulos de Cristo en medio de las dificultades?
- ¿Estás tomando tu cruz y siguiendo a Cristo? ¿Cómo se ve en tu vida diaria? Ora al Señor que te ayude a morir a ti misma para que Él crezca en ti.
«Entonces dijo a Sus discípulos: “La cosecha es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, rueguen al Señor de la cosecha que envíe obreros a Su cosecha”». - Mateo 9:37-38
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