Día 286 | Mateo 12:22–50, Lucas 11
Jesús enseña sobre la oración (Lucas 11:1–13)
Si te preguntara qué tan consistente es tu vida de oración, ¿qué responderías? Aunque sabemos que orar es bueno y necesario, quizá no le damos la importancia que requiere. Este es un buen momento para examinar tu vida de oración. Frecuentemente, los relatos nos dicen que Jesús «se apartaba para orar», «iba a lugares solitarios y allí oraba», «despertaba muy temprano cuando aún no amanecía y lo hacía para orar». ¡Cuán importante es la oración!
Lucas 11:1 comienza diciendo que «Cristo oraba en cierto lugar». Su vida de oración era de testimonio para Sus discípulos, tanto que ellos le pidieron que les enseñara a orar. De igual modo, ellos sabían que Juan enseñaba a Sus discípulos a orar, así que no dudaron de que Cristo podía hacer lo mismo. ¿Y no podría también enseñarnos a nosotras? Sin duda puede, ¡y cuánto lo necesitamos! …
Jesús enseña sobre la oración (Lucas 11:1–13)
Si te preguntara qué tan consistente es tu vida de oración, ¿qué responderías? Aunque sabemos que orar es bueno y necesario, quizá no le damos la importancia que requiere. Este es un buen momento para examinar tu vida de oración. Frecuentemente, los relatos nos dicen que Jesús «se apartaba para orar», «iba a lugares solitarios y allí oraba», «despertaba muy temprano cuando aún no amanecía y lo hacía para orar». ¡Cuán importante es la oración!
Lucas 11:1 comienza diciendo que «Cristo oraba en cierto lugar». Su vida de oración era de testimonio para Sus discípulos, tanto que ellos le pidieron que les enseñara a orar. De igual modo, ellos sabían que Juan enseñaba a Sus discípulos a orar, así que no dudaron de que Cristo podía hacer lo mismo. ¿Y no podría también enseñarnos a nosotras? Sin duda puede, ¡y cuánto lo necesitamos! Creo que muchas veces nuestras oraciones pueden llegar a ser repetitivas y automáticas. La Palabra de Dios tiene mucha sabiduría y verdad para nuestros tiempos de oración. Sin duda, la oración del Padre Nuestro es un modelo que podemos seguir.
- «Padre»: Todo aquel que ha creído en Cristo como su único y suficiente Salvador, puede estar seguro de que tiene un Padre eterno en los cielos a quien se puede acercar. Él es un Padre amoroso que no nos señala por nuestro pecado, antes bien nos extiende gracia por los méritos de Cristo para cambiarnos. Ya no somos extrañas, ahora somos hijas, y podemos llamarlo Padre nuestro.
- «Santificado sea Tu nombre»: Esta porción nos anima a que nuestra primera petición delante de nuestro Padre sea que Su nombre sea santificado, ¿cuándo fue la última vez que oraste por esto? Que el Señor nos ayude a ser un testimonio vivo de que Su Nombre es santo, y que nosotras busquemos en oración antes que cualquier otra oración personal, que Su Nombre sea santificado.
- «Venga tu reino»: ¿Cuál es tu mayor deseo? ¿Qué cosa crees que debería cumplirse en tu vida para tener el mayor gozo que jamás hayas tenido? ¿Es tu petición que el Señor venga y reine para siempre?
- «Danos hoy el pan nuestro de cada día»: Esta petición nos ayuda a confiar y depender del Señor cada día, a recordar que Él es la provisión diaria que nuestra alma necesita y que igualmente Él tiene el poder y autoridad para proveer el alimento diario que nuestros cuerpos necesitan. ¡Ven a Él en plena confianza de que Él proveerá!
- «Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que nos deben»: Jesús al enseñarles esta porción, en su forma de expresarse, asume que los discípulos perdonaban a aquellos que les debían o que les habían ofendido. Por lo tanto, también es un llamado de atención, si había alguien con quien no estaban a cuentas, era momento de buscar restauración.
Jesús y Beelzebú (Mateo 12:22– y Lucas 11:14–26)
Tanto Mateo como Lucas nos relatan cómo Jesús sanó a un endemoniado que era ciego y mudo. El milagro fue tal que aquel hombre al ser libre hablaba y veía. Cuando las multitudes vieron este milagro de parte del Señor, afirmaban ¿no es este el Hijo de David? Por otro lado, para los fariseos también era evidente que un milagro había ocurrido, pero en lugar de atribuir que este se había realizado por el poder de Dios, decían que había sido hecho por Beelzebú, el príncipe de los demonios.
¿Y quién era Beelzebú? El Antiguo Testamento nos enseña que era un dios de los filisteos que se adoraba en Ecrón. Era también conocido como «El señor de las moscas». Uno de los reyes de Israel le consultó sobre su enfermedad en lugar de consultar al Dios de Israel (2 Reyes 1). Pasaron los años y los judíos atribuyeron que Beelzebú era no solo un dios extranjero, sino también el príncipe de los demonios, como leemos en nuestro pasaje de hoy.
¿Cómo pensar en esto puede ser relevante para nosotras? A Jesús le apuntaban diciendo que los milagros que realizaba en realidad eran ejecutados por Belzebú. Un par de capítulos atrás, en Mateo 10:24 y 25, cuando Jesús estaba encomendando a Sus discípulos al ministerio les dijo:
«Un discípulo no está por encima del maestro, ni un siervo por encima de su señor. Le basta al discípulo llegar a ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!».
Él los preparó para la realidad de que si a Jesús mismo le habían llamado Beelzebú, o que expulsaba demonios por él, seguramente a ellos también los acusarían de lo mismo en su ministerio. Ante esto, ellos no debían tambalear. Ellos tenían una misión y no importaba cómo les llamaran, tenían que cumplirla.
Esta realidad es también verdad para nosotras hoy. Hemos sido llamadas a predicar el evangelio en cualquiera que sea la esfera en la que nos encontremos. No tengamos temor de ser señaladas. Seamos fieles en la encomienda que se nos ha dado y tengamos a Cristo como nuestro modelo.
Lámpara del cuerpo
«La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando está malo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad». -Lucas 11:34
¿Qué codician tus ojos? Intencionalmente o no, todo el tiempo que estamos despiertas estamos viendo algo. Anuncios en la calle, la primera plana del periódico, la revista en la fila del supermercado. En otras ocasiones vemos algo intencionalmente: series en la televisión, el perfil de alguien en las redes sociales, algún canal de alguien famoso en YouTube. Siempre estás viendo; lo que ves, ¿es luz y verdad en tu vida?
Me llama la atención lo que Jesús continúa diciendo en el versículo 35: «Mira, pues, que la luz que en ti hay no sea oscuridad». Hermanas, hay cosas que podemos ver y consideramos «sanas» o que son «luz», pero en realidad son oscuridad. El llamado de Jesús es: Mira, pues, que no vayas a estar alimentando tu cuerpo a través de tus ojos de oscuridad, pensando que es luz o verdad a tu vida.
Que el Espíritu del Señor nos ayude a caminar en la Verdad, a buscar la Verdad que traerá luz a nuestras vidas.
Juicio contra los fariseos y escribas
Vuelve a leer Lucas 11:37 al 54 y reflexiona en lo siguiente:
- ¿He fingido piedad en mi caminar cristiano? O, ¿estoy viviendo con base en la verdad que me ha sido revelada?
- ¿Busco el reconocimiento de las personas en lugar de desear ser conocida por mi Creador?
- ¿Pongo en mis hijos o en las personas a mi cargo demandas morales que ni siquiera yo pudiera cumplir o no estoy cumpliendo?
¿Has ignorado en tu caminar con el Señor que Él conoce aun los pecados que tú desconoces? Reconoce hoy que Él es el Señor sabio, presente en todo lugar y conocedor de tu más íntimo pensamiento, y ríndete a Él en reconocimiento de que tú no puedes vivir la vida cristiana en tus fuerzas o sobre la base de tus estándares, sino solo en el poder de Su Espíritu en ti.
Para meditar:
- Te animo a tomar un tiempo para hacer la oración del Padre Nuestro. Medita en cada frase que lees y pide al Señor que te enseñe lo que puedes aprender de la misma. Que revele tu corazón y pueda esta oración ser un medio para que puedas crecer en intimidad de oración con Él.
Recursos adicionales:
- Serie, «El Padre Nuestro»
- Libro, «Orando la Biblia»
«…dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan». –Lucas 11:28
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