Día 281 | Juan 5

Jesús censurado por curar a un paralítico en el día de reposo

Tenemos a un hombre que ha sido paralítico por 38 años. Por la narrativa del capítulo entendemos que este hombre no nació así, sino que adquirió esta condición en algún momento de su vida.

Cristo lo encuentra junto con otra multitud de enfermos en el estanque de Betesda, el cual era famoso porque de vez en cuando bajaba un ángel del Señor y agitaba las aguas, y el primer enfermo que tocara las aguas era curado. Cuando Cristo le pregunta si quiere ser sanado, él responde que no tiene quien lo acerque al estanque cuando el agua es agitada y en lo que él baja solo, alguien más ya llegó primero. Ante esta respuesta, Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Es asombroso que «al instante», en ese mismo momento, después de 38 años, el hombre quedó sano, tomó su camilla y comenzó a caminar.

Hay otro dato importante que encontramos en este capítulo, y es que Cristo hizo este milagro en un día de reposo. Cuando los judíos vieron que él cargaba su camilla lo reprendieron, según ellos este tipo de «labor» no se debía hacer en un día de reposo. Mientras seguimos leyendo los evangelios, aprenderás que, entre muchas otras cosas, los judíos (especialmente los fariseos) eran conocidos por imponer o agregar sus propias leyes a la ley de Dios y Jesús muchas veces los reprendió por esto.

Cuando los judíos ven al paralítico cargando su camilla y le dicen que esto no le es permitido, la respuesta de él fue: «El mismo que me sanó, me dijo: “Toma tu camilla y anda”». En lo que resta del capítulo podemos observar cómo los judíos pierden de vista el hecho de que este hombre estuvo enfermo por 38 años y fue sanado, y se enfocan solamente en perseguir a Cristo porque hacía estas cosas en el día de reposo. 

La respuesta de Cristo ante la incomodidad de los judíos fue: «Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo». Esto molestó aún más a los judíos porque no solo ante sus ojos Cristo violaba el día de reposo al hacer milagros en el día sábado, sino que también se hacía igual a Dios al llamarlo Su propio Padre y por esto ellos querían matar a Cristo.

El enfoque de los fariseos es que la ley fue quebrantada porque, según ellos, el sábado exigía una inactividad total. Esta era una visión distorsionada de la ley, pues Cristo dijo en otra ocasión: «¿Qué hombre habrá de ustedes que tenga una sola oveja, si ésta se le cae en un hoyo en el día de reposo, no le echa mano y la saca? Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en el día de reposo» (Mt. 12:11-12). Cristo no quebrantaba la ley, Él vino a mostrar la esencia de la ley: la ley es buena y para el bien del hombre (Dt. 6:24; Ro. 7:12).

Dios Padre e Hijo son uno solo

Cristo enseñó que Él y el Padre eran uno, esta es una verdad que también es un buen recordatorio para nosotras hoy:

1. Cristo tiene al Padre como modelo a seguir y por el hecho de ser Su Hijo, Él también puede hacer las obras que el Padre hace. Por amor al Hijo, el Padre le muestra Sus obras.
2. Por ser Hijo, Cristo tiene el poder de dar vida a los muertos y todo juicio le ha sido confiado a Él para que sea honrado como el Padre es honrado. Cristo afirmaba que si ellos no le daban honra a Él, tampoco honraban al Padre.

Después de aclarar a los judíos la autoridad que Él tiene como Hijo de Dios, comenzó a enseñarles que todo aquel que oye su Palabra y cree que Dios lo envió, tiene vida eterna y no habrá condenación. Es interesante porque se podría asumir por lo que leímos en el versículo 21 que Cristo se refería a que daba vida a los que habían muerto físicamente, pero por lo que les comienza a enseñar en los versículos 24 al 27, podemos percibir que también se refiere a aquellos que en ese momento están vivos. Estos que lo escuchan, si creen en Sus palabras y en que Dios lo envió, tendrían vida eterna.

Después de esto, en los versículos 28 y 29 vuelve al tema de aquellos en los sepulcros que escucharán Su voz y vendrán a resurrección de vida o de juicio. ¡Cristo tiene el poder para dar vida no solo a los muertos físicamente, sino también a aquellos muertos espiritualmente!

La última porción de este capítulo, los versículos 30 al 47, son un buen llamado de atención. En esta porción encontramos que Jesús reprende a los fariseos porque estaban dispuestos a creer en el mensaje de Juan el Bautista y también eran capaces de creer en las palabras de cualquier otro. Sin embargo, teniendo a Cristo frente a ellos, viendo Sus prodigios, milagros y señales, y escuchando Sus palabras, no creían en Él; antes bien, lo acusaban, buscaban matarlo y condenarlo. Seamos fieles en aprender del testimonio de Cristo y recordemos que todas las Escrituras nos apuntan a Él.

Para meditar:

• ¿Qué tan intencional eres en hacer la voluntad de Dios cada día? Sé animada al tomar a Jesús como ejemplo. Lee Juan 5:30.
• Quizá comenzaste el plan de lectura el primero de enero de este año y has sido fiel en cada día de la lectura pero, ¿has creído de todo corazón en el testimonio del Hijo de Dios? ¿Has puesto tu esperanza y gozo en Aquél que tiene palabras de vida eterna? ¿Has puesto tu fe en Cristo?

«Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí!». –Juan 5:39

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