Día 261 | Esdras 1-3
El nombre de Esdras significa «Dios ayuda», fue un sacerdote y escriba (7:11) estimado por Artajerjes, rey de Persia, y enviado de regreso a Jerusalén. Con Esdras, nos encontramos con la historia del primer regreso de los exiliados, un aproximado de 50,000 israelitas regresaron. Esdras, como sacerdote, trajo al pueblo la Torá y procuró reformar el culto religioso de los judíos. Este libro es contemporáneo de Nehemías, Ester y Crónicas, y así como Daniel predijo, que el reino de Persia derrotaría al imperio babilónico, después de dos siglos, el imperio persa también sería destruido por otra «bestia» en palabras de la profecía de Daniel, por el imperio griego bajo el liderazgo de Alejandro el Grande.
Este libro nos enseña sobre la fidelidad de Dios en Su Palabra, Él prometió que el pueblo regresaría y así fue. Sin embargo, el mero regreso físico no fue suficiente, el pueblo necesitaba la obra …
El nombre de Esdras significa «Dios ayuda», fue un sacerdote y escriba (7:11) estimado por Artajerjes, rey de Persia, y enviado de regreso a Jerusalén. Con Esdras, nos encontramos con la historia del primer regreso de los exiliados, un aproximado de 50,000 israelitas regresaron. Esdras, como sacerdote, trajo al pueblo la Torá y procuró reformar el culto religioso de los judíos. Este libro es contemporáneo de Nehemías, Ester y Crónicas, y así como Daniel predijo, que el reino de Persia derrotaría al imperio babilónico, después de dos siglos, el imperio persa también sería destruido por otra «bestia» en palabras de la profecía de Daniel, por el imperio griego bajo el liderazgo de Alejandro el Grande.
Este libro nos enseña sobre la fidelidad de Dios en Su Palabra, Él prometió que el pueblo regresaría y así fue. Sin embargo, el mero regreso físico no fue suficiente, el pueblo necesitaba la obra de alguien más grande que Zorobabel, Esdras y Nehemías, de Jesucristo. Todo este panorama viene a ser el contexto que abrazará la primera venida del Hijo de Dios unos 400 años antes, la espera del Mesías se acorta y las promesas de Dios siguen siendo fieles y verdaderas.
Capítulo 1
Este capítulo nos habla acerca del decreto de Ciro, rey de Persia, quien fue movido por Dios para mandar a edificar el templo en Jerusalén y del regreso de un grupo de judios exiliados de Babilonia a Jerusalén, para llevar a cabo esta obra. Esto lo hicieron bajo el liderazgo de Zorobabel, y lo lograron con la guianza y el cuidado de Dios, quien proveyó todo lo necesario para iniciar la edificación del templo. El versículo 11 nos dice que se llevaron 5,400 objetos de oro y plata.
Este capítulo nos lleva a reflexionar en que es Dios quien mueve los corazones para llevar a cabo Su obra y que provee todo lo necesario para hacerlo. Dios es soberano por encima de toda autoridad, así como lo vimos con el rey Ciro. Dios usa a quien quiere para llevar a cabo sus planes. Mira lo que dice Proverbios 21:1: «Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place». Así que estemos siempre con corazones dispuestos para obedecer a nuestro Dios e ir donde sea que Él nos mande.
Capítulo 2
El capítulo 2 nos da una lista detallada de aquellos que volvieron a Jerusalén. Estos eran los desterrados que el rey Nabucodonosor había llevado cautivos a Babilonia. Este grupo regresó a Jerusalén y a Judá, bajo el liderazgo de Zorobabel. Vemos en esta lista distintos grupos de personas, entre ellos, sacerdotes y levitas y a los sirvientes del templo. Estas personas en particular son muy importantes ya que el pueblo iba a edificar un templo en el cuál se necesitaría de ellos para cumplir con distintas funciones.
Al final del capítulo vemos que se hicieron ofrendas voluntarias en la casa de Dios para reedificarla sobre sus mismos cimientos y que cada uno ofrendó según sus medios. Esta parte final del capítulo nos lleva a reflexionar acerca de nuestras ofrendas para la obra de Dios, ya sea en la iglesia local, en misiones, entre otras cosas. A veces ponemos excusa de que no tenemos lo suficiente, pero debemos recordar que el enfoque de la ofrenda no es la cantidad, Dios ve la intención de nuestro corazón y Él conoce nuestra capacidad.
Recuerda a la viuda que dio lo único que tenía y Jesús dice que había dado más que todos los demás, porque ellos daban de lo que les sobraba (Mc. 12:43-44). Recordemos también cuál debe ser nuestra actitud al dar en 2 Corintios 9:7: «Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría».
Capítulo 3
En este capítulo vemos que el pueblo se reunió como un solo hombre en Jerusalén y edificaron el altar de Dios y comenzaron a ofrecer holocaustos al Señor. Los cimientos del templo no se habían echado todavía, así que iniciaron la obra de la casa del Señor. Cuando terminaron de echar los cimientos del templo hicieron una gran celebración, con trompetas, címbalos, todos alababan al Señor.
El versículo 11 nos dice que cantaban: «Porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia sobre Israel». Era un momento de gran gozo y alegría. ¿Te imaginas lo que significó ese momento para ellos? Luego de tantos años cautivos fuera de su tierra sin poder alabar a Su Dios, ahora podían alabarle y agradecerle por traerlos de regreso.
Sin embargo, algunos de los ancianos que recordaban el templo de Salomón y lo comparaban con este, lloraban, mientras los jóvenes que no lo conocieron, cantaban con júbilo. Lo primero que este pueblo hizo fue reconstruir el templo y reiniciar los sacrificios, esto era su seguridad y la manera de restaurar su relación con Dios, era lo que ellos conocían. ¿Te imaginas la mezcla de esta comunidad? Ancianos y jóvenes, familias y niños reconstruyendo lo que para ellos era tan necesario y que los llevaría a tener paz en su tierra.
Para meditar:
- Así como el pueblo de Israel estuvo cautivo lejos de su pueblo y de su Dios, nosotras también estuvimos cautivas por el pecado antes de conocer a Cristo. Ahora, Él habita en nosotras, somos Su templo y podemos relacionarnos con Él todo el tiempo, pero no a través de los sacrificios, sino a través del único sacrificio perfecto y valedero para Dios: la muerte de Cristo.
- Por Su resurrección, hoy tenemos razones para alabar y glorificar a Dios por Su gran misericordia, Él nos salvó y nos dio vida nueva por la fe en Cristo.
- Tomarías unos minutos para orar en agradecimiento por Su obra en tu vida.
- ¿No es cierto que nuestra vida está llena de alegrías y tristezas? ¡Cuánto esta realidad nos ayuda a esperar el día en que ya no habrá más llanto (Ap. 21:4)!
«Y cantaban, alabando y dando gracias al Señor: “Porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia sobre Israel”. Y todo el pueblo aclamaba a gran voz alabando al Señor porque se habían echado los cimientos de la casa del Señor». -Esdras 3:11
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