Día 253 | Ezequiel 42 - 43
Hoy continuamos viendo la descripción detallada del altar del templo. Vimos que existe un muro perfectamente cuadrado que rodea el templo, «para hacer separación entre el santuario y el lugar profano» (RV20); para «separar lo santo de lo común» (42:20, NTV). Esto quizás para plasmar claramente la santidad de Dios. Esto apunta hacia una realidad espiritual importante: aunque Dios habita en medio de nosotros, Él es santo. Aunque podemos acercarnos al trono con confianza, nunca debemos olvidar que Él es Dios y nosotras no.
El templo, incluyendo sus atrios, era un lugar santo que estaba separado de todo lo común (vv. 14, 20). El templo necesitaba cámaras para que los sacerdotes comieran y trabajaran (v.13), Dios está interesado en todo. Esta ilustración nos recuerda que hemos sido apartadas para santidad y servicio a Dios y a nuestros hermanos y hermanas en la iglesia local.
Ezequiel relata cómo la gloria del …
Hoy continuamos viendo la descripción detallada del altar del templo. Vimos que existe un muro perfectamente cuadrado que rodea el templo, «para hacer separación entre el santuario y el lugar profano» (RV20); para «separar lo santo de lo común» (42:20, NTV). Esto quizás para plasmar claramente la santidad de Dios. Esto apunta hacia una realidad espiritual importante: aunque Dios habita en medio de nosotros, Él es santo. Aunque podemos acercarnos al trono con confianza, nunca debemos olvidar que Él es Dios y nosotras no.
El templo, incluyendo sus atrios, era un lugar santo que estaba separado de todo lo común (vv. 14, 20). El templo necesitaba cámaras para que los sacerdotes comieran y trabajaran (v.13), Dios está interesado en todo. Esta ilustración nos recuerda que hemos sido apartadas para santidad y servicio a Dios y a nuestros hermanos y hermanas en la iglesia local.
Ezequiel relata cómo la gloria del Señor volvería a llenar el templo luego de haberlo abandonado debido a los pecados y la idolatría de los líderes y del pueblo. Un temor reverencial inunda a Ezequiel y cae rostro en tierra cuando la gloria del Señor llena el templo.
La gracia de Dios, manifestada en Cristo por nosotras, no disminuye Su santidad porque, de todos modos, nadie puede aumentar algo de ella ¡Él es Dios! Su presencia ahora mismo habita en nosotras por la fe en Cristo; Su gloria manifestada está en la faz de Su Hijo (Hb. 1:3). Nosotras hoy podemos admirar y quedarnos asombradas de la maravillosa Persona y obra de Cristo a través de la revelación de la Palabra de Dios y nuestro testimonio de salvación.
¿Te imaginas lo que sería experimentar esa presencia de la gloria de Dios (Shekinah) como Ezequiel la experimentó? ¿Recuerdas a Job cuando Dios finalmente le concedió una audiencia y le reveló Su grandeza? ¡Job solo tuvo que callar y echarse polvo y ceniza!
Cuando Dios se nos revela en Su Palabra y nos revela Su grandeza y majestad lo único que podemos hacer es reconocer que somos polvo y avergonzarnos de nuestros pecados y de nuestra arrogancia humana para voltearnos enteramente a adorarlo con todo nuestro ser y limpiarnos de toda la suciedad, la cual, no podemos hacer solas ¡Hasta para esto lo necesitamos a Él! Su Espíritu nos purifica de toda maldad a medida que nos acercamos más a Él en obediencia, fidelidad y adoración en lo cotidiano de nuestros días.
Para meditar:
- ¿Cuándo fue la última vez que experimentaste la presencia de Dios?
- ¿Cuándo fue la última vez que en tu iglesia se manifestó la presencia de Dios de forma extraordinaria trayendo convicción de pecado, arrepentimiento y avivamiento? La belleza, tamaño o estrategias humanas de una iglesia nunca podrán sustituir la presencia manifiesta de Dios en medio de ella.
- Oremos que esto sea una realidad en nuestras vidas y en medio de las iglesias locales que viven en santidad y predican su Palabra fielmente.
Y recuerda que tú formas parte del templo del Espíritu de Dios. Todas debemos vivir en santidad, consagrar nuestras vidas a Él, y apuntar a Él en todo lo que hagamos y digamos, para así traer gloria a Su nombre.
«Su voz era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía de Su gloria…Entonces me postré sobre mi rostro. La gloria del Señor entró en el templo…». -Ezequiel 43:2-4
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