Día 241 | Ezequiel 9 - 12
Me asombra ver cómo Dios levantó profetas en diversas localidades y ambos profetizaban exactamente lo mismo. ¡Era Dios hablando! Mientras Jeremías profetizaba en Jerusalén, Ezequías lo hacía en Babilonia. Dios no falló en advertir a Su pueblo a través de sus fieles profetas, pero ellos se negaban a ver y oír.
El juicio comienza por la casa de Dios
Ezequiel vuelve a tener otra visión parecida a la del río Quebar, esta vez en el templo. En esta visión, Ezequiel ve un hombre vestido de lino al que se le manda matar a todos los que no tengan una marca en su frente. Estos eran los que sufrían a causa de las abominaciones del pueblo. Pero antes de iniciar la masacre afuera, debía comenzar matando a los líderes infieles dentro del templo.
Ciertamente hay un mundo impío que no conoce a Dios. Muchas veces queremos hacer que ellos vivan y …
Me asombra ver cómo Dios levantó profetas en diversas localidades y ambos profetizaban exactamente lo mismo. ¡Era Dios hablando! Mientras Jeremías profetizaba en Jerusalén, Ezequías lo hacía en Babilonia. Dios no falló en advertir a Su pueblo a través de sus fieles profetas, pero ellos se negaban a ver y oír.
El juicio comienza por la casa de Dios
Ezequiel vuelve a tener otra visión parecida a la del río Quebar, esta vez en el templo. En esta visión, Ezequiel ve un hombre vestido de lino al que se le manda matar a todos los que no tengan una marca en su frente. Estos eran los que sufrían a causa de las abominaciones del pueblo. Pero antes de iniciar la masacre afuera, debía comenzar matando a los líderes infieles dentro del templo.
Ciertamente hay un mundo impío que no conoce a Dios. Muchas veces queremos hacer que ellos vivan y se comporten como cristianos, pero la realidad es que ellos no «tienen la marca». Son enemigos de Dios y Él los juzgará, pero el juicio inicia dentro de la iglesia. Antes de criticar el mundo, debemos mirar hacia dentro y arrepentirnos de los pecados que cometemos como hijos de Dios, dentro de las paredes de nuestras congregaciones y en nuestras propias vidas.
Bien lo expresa el apóstol Pedro en su primera epístola: «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios. Y si comienza pornosotros primero, ¿cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva, ¿qué será del impío y del pecador?» (1 Pd. 4:17-18).
Dios no nos manda a hacer cosas extrañas como le mandó a Ezequiel, pero estamos llamadas a tener un testimonio ante el mundo para que otros puedan ver a Cristo.
En segundo lugar, la lectura de hoy nos recuerda algo muy importante: el Señor ve todas las cosas. Nada está oculto ante Sus ojos.
El pueblo judío pensaba que podía cometer abominaciones, vivir injustamente, adorar ídolos y que Dios lo ignoraría, no lo condenaría o no lo vería. Estaba cegado por su engaño, soberbia, y orgullo. Se sentían a salvo y pensaron que el Señor no los juzgaría. Pero la gloria del Señor (su presencia manifiesta) había abandonado el templo pues Él no comparte Su gloria con ídolos. Sin la presencia del Señor, el templo es solo un edificio vacío.
«Yo soy el Señor, ese es Mi nombre; Mi gloria a otro no daré, ni Mi alabanza a imágenes talladas» (Is. 42:8).
Dios es santo, y Su santidad demanda justicia. Él conoce todas las cosas; nada se escapa de Su mirada. Él conoce no solo nuestros pensamientos, sino las motivaciones del corazón. No podemos escapar de Dios.
«¿Adónde me iré de Tu Espíritu, o adónde huiré de Tu presencia?Si subo a los cielos, allí estás Tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí Tú estás. Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me tomará Tu diestra» (Sal. 139:7-10).
«No hay cosa creada oculta a Su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Heb. 4:13).
El juicio llegará y no tardará.
El pueblo de Israel y Judá había escuchado a múltiples profetas de Dios en el pasado que anunciaban el juicio, pero ellos eran incrédulos. Dudaban de la certeza de ese juicio, ya que parecía nunca llegar, no tomando en cuenta la gran misericordia de Dios dando tiempo para que se arrepintieran de sus pecados.
Dios les manda a adoptar un nuevo proverbio: ¡la hora del juicio había llegado!.
Igual nos pasa hoy; dudamos de la realidad del juicio que se avecina. Pero la Biblia afirma una y otra vez que Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos.
En la segunda carta del apóstol Pedro leemos: «Ante todo, sepan esto: que en los últimos días vendrán burladores con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones, y diciendo: «¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación». Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que los cielos existían desde hace mucho tiempo, y también la tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas por la palabra de Dios, por lo cual el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado por el agua. Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por Su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos. Pero, amados, no ignoren esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 Pd. 3:3-9).
Y en Hebreos 10:37: «Porque dentro de muy poco tiempo, El que ha de venir vendrá y no tardará».
«Tengan cuidado de no rechazar a Aquel que habla. Porque si aquellos no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de Aquel que nos amonesta desde el cielo» (Heb. 12:25).
Finalmente, Dios promete restauración.
En Su misericordia, Dios manda un mensaje con Ezequiel a los desterrados en Babilonia. Ellos serían librados. El pueblo que había quedado en Jerusalén se sentía victorioso; pensaban que estaban a salvo en su tierra. Pero Dios era un santuario para los exiliados y los anima con la promesa de restauración. Ellos regresarían y tendrían un corazón dispuesto a obedecer.
¡Cobra ánimo, hermana! Nuestro consuelo en este peregrinar descansa en esa misma promesa. Nosotros somos peregrinos en esta tierra, pero Dios ha prometido estar con nosotros cada día de nuestra vida, guiándonos de regreso a nuestra Jerusalén celestial.
Para meditar:
- Lee Apocalipsis 7:1-3. ¿Qué similitudes ves con el relato de hoy?
- ¿Cuál es tu reacción ante la apostasía o pecado dentro de la iglesia? ¿Miras hacia el otro lado? ¿Lo condonas o clamas a Dios por misericordia? ¿Oras por un avivamiento?
- ¿Qué implicaciones tiene para ti el saber que Dios conoce todo acerca de ti… tus pensamientos, motivaciones, inclinaciones?
- ¿Estás lista para el juicio inminente de Dios? ¿Has puesto tu fe en el Señor Jesucristo para el perdón de tus pecados?
«Así dice el Señor Dios: “Ninguna de Mis palabras se demorará más. Toda palabra que diga se cumplirá”, declara el Señor Dios». -Ezequiel 12:28
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