Día 238 | Lamentaciones 3 - 5
El día de ayer nos lamentamos con el pueblo de Israel y con el autor. Quizá, tú también te lamentaste por tu pecado. Aun así, también recordamos como el profeta trajo a memoria la verdad de las promesas misericordiosas de Dios para con Su pueblo. Ahora bien, no solo el pueblo cayó en pecado, también sus líderes. Los efectos del ministerio infiel de estos, tenía al pueblo sin alimento espiritual. En vez de nutrirlos con la Palabra de Dios, ellos fueron crueles, dejando, por un lado, la misericordia y ayuda al pueblo por deleitarse en la riqueza que provenía de la idolatría y sus negocios turbios.
Era mejor morir de una vez, que estar sufriendo por hambre. El sufrimiento de Judá fue lento y prolongado a menos de un cruel enemigo que, aunque por un momento se gozara y alegrara, pronto vendría su sentencia de juicio.
Estamos aprendiendo cómo podemos …
El día de ayer nos lamentamos con el pueblo de Israel y con el autor. Quizá, tú también te lamentaste por tu pecado. Aun así, también recordamos como el profeta trajo a memoria la verdad de las promesas misericordiosas de Dios para con Su pueblo. Ahora bien, no solo el pueblo cayó en pecado, también sus líderes. Los efectos del ministerio infiel de estos, tenía al pueblo sin alimento espiritual. En vez de nutrirlos con la Palabra de Dios, ellos fueron crueles, dejando, por un lado, la misericordia y ayuda al pueblo por deleitarse en la riqueza que provenía de la idolatría y sus negocios turbios.
Era mejor morir de una vez, que estar sufriendo por hambre. El sufrimiento de Judá fue lento y prolongado a menos de un cruel enemigo que, aunque por un momento se gozara y alegrara, pronto vendría su sentencia de juicio.
Estamos aprendiendo cómo podemos aplicar a nuestra vida lo que este pueblo sufrió. Recuerda: no leemos la Palabra solo para adquirir conocimiento intelectual, sino para conocer más íntimamente a Cristo, el personaje central de la Biblia, y para que ese conocimiento se vea reflejado en nuestra vida práctica, en nuestros afectos, prioridades, relaciones, decisiones y todas las áreas de nuestra vida.
El autor reconoce que la ira del Señor ha sido derramada contra Su pueblo como juicio al pecado de profetas y sacerdotes, y la deshonra e impiedad del pueblo. Todos vivían deshonrando a Dios; por tanto, el pueblo fue dispersado y puesto fuera de la presencia de Dios, de la cual ellos pensaban nunca serían separados.
Había desesperanza, tristeza y dolor. Sin embargo, Jeremías sincera su corazón ante el Señor, y de esta forma su pensamiento va siendo transformado hasta llegar a hacer una hermosa plegaria en la que reconoce quien es el Señor:
«Pero Tú, oh Señor, reinas para siempre, Tu trono permanece de generación en generación. ¿Por qué te olvidas para siempre de nosotros, y nos abandonas a perpetuidad? Restáuranos a Ti, oh Señor, y seremos restaurados; renueva nuestros días como antaño, a no ser que nos hayas desechado totalmente, y estés enojado en gran manera contra nosotros». –Lamentaciones 5:19-22.
Recuerda cuán compasivo ha sido el Señor con Su pueblo, recuerda Su inagotable misericordia, amor y fidelidad. Al clamar a Él, el pensamiento del profeta es renovado, y de nuevo sabe que puede confiar en Dios al expresar que Dios es todo para él; ahora tiene una correcta visión de Dios. ¡Cuánta belleza encontramos en medio de la calamidad! ¡Nos encontramos con Dios mismo!
Cuán hermoso es ver que Dios es nuestro Padre y el único lugar seguro en todo tiempo. Podemos ir confiadamente a Él con nuestras dudas, temores, cargas, y hasta en tiempo de incredulidad, como lo hizo con el autor, y nos hará ver quién es Él, nos mostrará su compasión en medio de nuestro sufrimiento.
Solo Dios puede renovar nuestra mente y hacernos pensar con claridad de manera que surja en nosotras la esperanza de que aun el futuro incierto para nosotras, es conocido por Él y no debemos temer. Podemos descansar en que Él hará lo que se ha determinado para Su gloria y nuestro bien.
En Él podemos confiar en todo tiempo, aun cuando estemos siendo afligidos por causa de nuestro pecado o el de alguien más. El autor reconocía que su sufrimiento venía de Dios, que el pueblo y él serían heridos, pero Dios tendrá compasión porque Su amor es grande. Y eso es lo que debemos recordar y es el puerto donde anclamos en medio de la adversidad. Nada pasa que Dios no haya ordenado, pues a través de estas situaciones Dios nos llama a venir a Él para perdonarnos y ser renovadas en Él.
El autor había experimentado la fidelidad de Dios durante todo su tiempo de aflicción y ministerio; ahora, al ver el abatimiento y devastación de su pueblo, clama una vez más confesando el pecado de Judá, reconociendo las consecuencias del mismo, y termina su poema trayendo la esperanza del perdón para ellos, pero también descansando en la venganza que Dios hará contra Sus enemigos.
Quizá hoy veas a tu familia destruyéndose, la rebeldía en esos jóvenes que amas, la incredulidad de tus amigos. O tal vez estés siendo el centro de burla por tu fe. Hermana, no desistas, Dios está contigo, Él traerá la cordura, Él responderá tu clamor por amor a Su Nombre, Él ya ha derrotado al enemigo, te ha dado a Cristo; por lo tanto, te ayudará a mantener la esperanza en tu corazón de que un día clamarás y Él te responderá.
Dios permite cosas que no logramos entender, pero espera en Él, porque el Señor no desecha para siempre, nos aflige y nos hiere por causa de nuestro pecado, pero se compadece de nosotras, porque Su amor, por ti y por mí, es grande. Este sufrimiento no es de muerte eterna, es para vida eterna.
Para meditar:
- Te invito a leer el Salmo 46. Encuentra regocijo para tu alma al recordar quién es Dios.
- Cristo llevó la culpa de Su pueblo. Cuando sientas culpa, ven al Señor con prontitud y halla refugio en Cristo. Valora la herencia que tienes en los cielos que no puedes perder.
- ¡Qué bendición es que Dios tiene propósito en nuestro sufrimiento! No hay verdadero gozo viviendo lejos del Señor, aprendamos que solo cuando llegamos al desarme total de nuestras almas es que estamos listas para recibir de Su gracia y empezar nuevamente a confiar en Dios.
«Restáuranos a Ti, oh Señor, y seremos restaurados; renueva nuestros días como antaño». -Lamentaciones 5:21
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