Día 225 | Jeremías 23 - 25
Me encanta leer la historia del Antiguo Testamento porque aprendemos a conocer a Dios, Su carácter y Su obrar. Ciertamente estas cosas «sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos» (1 Cor. 10:11).
Nadie puede esconderse de Dios
El Señor era testigo de la apostasía del pueblo de Judá y el juicio era inevitable.
- Nadie escuchaba Su Palabra, ni las amonestaciones y advertencias a través de los profetas.
- La tierra estaba llena de adúlteros.
- Tanto los profetas como los sacerdotes estaban corrompidos.
- Los sacerdotes no cuidaban el pueblo de Dios.
- Reinaba la mentira; el engaño. Los profetas hablaban cosas que el Señor no les había mandado; profetizaban visiones personales; hablaban de parte del Señor sin haber sido comisionados.
- No alertaban a los que se desviaban acerca de la calamidad que vendría sobre ellos. Le profetizaban «paz» en ausencia de …
Me encanta leer la historia del Antiguo Testamento porque aprendemos a conocer a Dios, Su carácter y Su obrar. Ciertamente estas cosas «sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos» (1 Cor. 10:11).
Nadie puede esconderse de Dios
El Señor era testigo de la apostasía del pueblo de Judá y el juicio era inevitable.
- Nadie escuchaba Su Palabra, ni las amonestaciones y advertencias a través de los profetas.
- La tierra estaba llena de adúlteros.
- Tanto los profetas como los sacerdotes estaban corrompidos.
- Los sacerdotes no cuidaban el pueblo de Dios.
- Reinaba la mentira; el engaño. Los profetas hablaban cosas que el Señor no les había mandado; profetizaban visiones personales; hablaban de parte del Señor sin haber sido comisionados.
- No alertaban a los que se desviaban acerca de la calamidad que vendría sobre ellos. Le profetizaban «paz» en ausencia de arrepentimiento.
Lamentablemente todavía hay muchos maestros y pastores de este tipo entre nosotros. Muchos hoy enseñan y aconsejan distorsionando la Palabra de Dios. Su popularidad no debe sorprendernos (ver 2 Timoteo 4:3). El corazón humano se resiste a ser confrontado y prefiere descansar en falsas esperanzas y ser guiados por el espíritu del mundo y no conforme al Espíritu de Dios. Debemos estar arraigadas en la Palabra para aprender a discernir la verdad del error.
Es de vital importancia que nos rindamos a los propósitos y planes del Señor, aunque luzcan contrarios a toda lógica humana.Sorprendentemente, los que iban exiliados a Babilonia serían el remanente que Dios a la postre bendecirá. Los que permanecen en la tierra serían destruidos. Es una advertencia para nosotros. No tratemos de evitar «las copas» de Dios. Aunque nos sepan amargas, al final es el camino de bendición.
Todos, buenos y malos, somos instrumentos en las manos de Dios.
Tanto Jeremías como Nabucodonosor fueron instrumentos en las manos de Dios. Bajo la perspectiva humana, Jeremías fracasó porque no pudo hacer volver al pueblo de Dios de sus malos caminos. Pero Dios nos juzga por nuestra obediencia y fidelidad a Su llamado, no por nuestro éxito.
Más aún, me llama la atención que Dios llama a Nabucodonosor «su siervo». Aun los reyes y gobernantes impíos sirven como instrumentos divinos, ya sea como juicio, como en el caso de Nabucodonosor, o como bendición (como veíamos en el caso de Ciro el Persa —Isaías 44).
Recuerda: Dios cumple lo que promete
«“El Señor rugirá desde lo alto,
Y dará Su voz desde Su santa morada;
Rugirá fuertemente contra Su rebaño.
Dará gritos como los que pisan las uvas
Contra todos los habitantes de la tierra.
Ha llegado el estruendo hasta el fin de la tierra,
Porque el Señor tiene un pleito contra las naciones;
Entra en juicio contra toda carne;
A los impíos los entrega a la espada”, declara el Señor» (25:30-31).
Las promesas de Dios son verdaderas, y Él cumpliría la advertencia que había dado al pueblo de Judá: serían llevados cautivos por 70 años a Babilonia. Dios es paciente y nos da muchas oportunidades para arrepentirnos, pero eventualmente Él deberá actuar porque Él es justo. Y vemos que el juicio no se limita a Su pueblo, sino que incluye a «todos los moradores de la tierra».
«“Porque Yo comienzo a causar mal en esta ciudad que se llama por Mi nombre, ¿y quedarán ustedes sin castigo alguno? No quedarán sin castigo, porque llamo a la espada contra todos los habitantes de la tierra”, declara el Señor de los ejércitos» (Jer. 25:29).
La Palabra de Dios dice que Él volverá para juzgar a los vivos y los muertos (1 Pd. 4:5), y ese día se acerca. Él juzgará primero a Su iglesia: «Pero el fin de todas las cosas se acerca… es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios. Y si comienza por nosotros primero, ¿cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva, ¿qué será del impío y del pecador?» (1 Pd. 4:7, 17).
Cristo es nuestro refugio
Solo hay un refugio seguro para la ira venidera: Jesucristo. Jeremías lo anticipa en estos versículos:
«“Vienen días”, declara el Señor,
“En que levantaré a David un Renuevo justo;
Y Él reinará como rey, actuará sabiamente,
Y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
En sus días Judá será salvada,
E Israel morará seguro;
Y este es Su nombre por el cual será llamado:
‘El Señor, justicia nuestra’”».
Para meditar:
- ¿Te encuentras tomando una copa difícil? Ríndete a Su obrar, encomiéndate a Dios y espera en Él.
- ¿Te has vuelto al Señor de todo corazón?
- ¿Ha escrito el Señor Su ley en tu corazón?
- ¿Has creído en Jesucristo para el perdón de tus pecados, para ser salvo de la ira venidera y para disfrutar de una vida eterna a Su lado?
«¿No es Mi palabra como fuego», declara el Señor, «y como martillo que despedaza la roca?». (Jer. 23:29)
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