Día 221 | Jeremías 7 - 9
En la lectura de hoy continuamos viendo a Jeremías trayendo las acusaciones de Dios hacia el pueblo, pues no estaba adorando al Señor; Judá estaba totalmente ciego. Todos se habían desviado, desde el menor hasta el mayor, desde el profeta hasta el sacerdote; todos practicaban engaño. Habían desechado la sabiduría de Dios y estaban adorando otros dioses, edificando en lugares altos, sacrificando hasta sus propios hijos al fuego como ofrenda a Moloc, adorando la luna, el sol y todo el ejército del cielo.
Aun así, iban a la casa del Señor como si nada estuviera pasando. Pensaban que podían servir a Dios y a sus ídolos. Pensaban que su pecado y prácticas idolátricas fuera del templo se compensaba con venir a la casa del Señor; su confianza estaba en el templo mismo y no en el Dios del templo. Lo vemos claramente en los versículos 9-11 del capítulo 7:
«“¿Robarán, …
En la lectura de hoy continuamos viendo a Jeremías trayendo las acusaciones de Dios hacia el pueblo, pues no estaba adorando al Señor; Judá estaba totalmente ciego. Todos se habían desviado, desde el menor hasta el mayor, desde el profeta hasta el sacerdote; todos practicaban engaño. Habían desechado la sabiduría de Dios y estaban adorando otros dioses, edificando en lugares altos, sacrificando hasta sus propios hijos al fuego como ofrenda a Moloc, adorando la luna, el sol y todo el ejército del cielo.
Aun así, iban a la casa del Señor como si nada estuviera pasando. Pensaban que podían servir a Dios y a sus ídolos. Pensaban que su pecado y prácticas idolátricas fuera del templo se compensaba con venir a la casa del Señor; su confianza estaba en el templo mismo y no en el Dios del templo. Lo vemos claramente en los versículos 9-11 del capítulo 7:
«“¿Robarán, matarán, cometerán adulterio, jurarán falsamente, ofrecerán sacrificios a Baal y andarán en pos de otros dioses que no habían conocido? ¿Y vendrán luego y se pondrán delante de Mí en esta casa, que es llamada por Mi nombre, y dirán: ‘Ya estamos salvos’; para después seguir haciendo todas estas abominaciones?¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por Mi nombre, en cueva de ladrones delante de sus ojos? Yo mismo lo he visto”, declara el Señor».
La única manera de poder venir a Su casa era si enmendaban sus caminos y sus obras, pero ellos no aceptaban corrección; no querían escuchar a los profetas de Dios. Pensaban que podían servir a Dios y a sus ídolos.
La casa del Señor se había convertido en una cueva de ladrones. Te invito a comparar esta historia con el relato de Jesús en el templo (Mt. 21:12-13; Mc. 11:15-17; Lc. 19:45-47). ¿Qué similitudes ves?
Dios amenaza con castigar, arruinar y desterrar el pueblo:
Dios es misericordioso y está siempre listo para perdonar, pero el pueblo debía devolverse de sus malos caminos. Ante el endurecimiento del pueblo, Dios le pide a Jeremías que ni siquiera interceda por ellos (7:16). Sin embargo, Jeremías estaba verdaderamente angustiado y conmovido por el pecado de Judá y por el destino que le esperaba a su pueblo.
Ellos se gloriaban en su propia sabiduría y su propio poder, pero desecharon los caminos de Dios y abrazaron todo tipo de engaños, por tanto, Dios amenazaba con destruirlos, mira como lo expresa en el capítulo 9, versos 15-16:
«Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Yo daré de comer ajenjo a este pueblo y le daré a beber agua envenenada. Los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos”».
Definitivamente este era un tiempo para lamentarse. Las plañideras eran «lloronas profesionales» que gritaban y clamaban en tiempos de dolor. El Señor les convoca a través del profeta Jeremías: «Consideren, llamen a las plañideras, que vengan; envíen por las más hábiles, que vengan, que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros…» (9:17-18). Las invita a llorar de verdad por la vergüenza del pueblo y por los muertos.
Dios causa tiempos de dolor aun entre Su pueblo y a Sus hijos, no como castigo, sino como una forma de llamar nuestra atención para que podamos reconocer nuestros desvíos y nos volvamos a Él, reconociéndole como nuestro dueño y Señor.
«Así dice el Señor: “No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; pero si alguien se gloría, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues Yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco”, declara el Señor» (Jer. 9:23-24).
Para meditar:
- ¿Ha usado Dios el dolor en tu propia vida como un megáfono para hacerte regresar a Sus caminos?
- ¿Te lamentas por tu pecado o por el pecado a tu alrededor?
- Dios acusó al pueblo de ser «circuncidados en la carne» y no en el corazón (9:25-26). ¿Qué quiere decir esto?
- ¿Qué similitudes puedes ver entre el pueblo de Israel con los «cristianos domingueros» o nominales de hoy?
«No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; pero si alguien se gloría, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues Yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco», declara el Señor». -Jeremías 9:23-24
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