Día 215 | 2 Crónicas 32-33
Estamos aprendiendo sobre el rey Ezequías, su vida de fidelidad, pero también sus desatinos, como leímos ayer. En estos capítulos aprenderemos sobre el carácter fiel de Dios en salvar a Su pueblo a pesar de Ezequías y del imperio Asirio personificado en el rey asirio, Senaquerib.
Reflexionar sobre el ataque de Senaquerib me recuerda que el objetivo del enemigo de nuestras almas es conquistar nuestra mente y corazón, atacando nuestra fidelidad a Dios y a Sus obras para neutralizarnos. Por tanto, debemos ser sobrias y velar, siendo diligentes, identificando y fortaleciendo esas áreas en las que el enemigo puede tomar ventaja, tal como lo hizo con Ezequías.
Debemos eliminar aquellas cosas de nuestras vidas que nos llevan a pecar, ya sean relaciones, cosas materiales o el entretenimiento, ya que pueden ser un punto de apoyo para el enemigo. Notemos lo que Ezequías hizo:
- «Decidió con sus oficiales y guerreros cortar …
Estamos aprendiendo sobre el rey Ezequías, su vida de fidelidad, pero también sus desatinos, como leímos ayer. En estos capítulos aprenderemos sobre el carácter fiel de Dios en salvar a Su pueblo a pesar de Ezequías y del imperio Asirio personificado en el rey asirio, Senaquerib.
Reflexionar sobre el ataque de Senaquerib me recuerda que el objetivo del enemigo de nuestras almas es conquistar nuestra mente y corazón, atacando nuestra fidelidad a Dios y a Sus obras para neutralizarnos. Por tanto, debemos ser sobrias y velar, siendo diligentes, identificando y fortaleciendo esas áreas en las que el enemigo puede tomar ventaja, tal como lo hizo con Ezequías.
Debemos eliminar aquellas cosas de nuestras vidas que nos llevan a pecar, ya sean relaciones, cosas materiales o el entretenimiento, ya que pueden ser un punto de apoyo para el enemigo. Notemos lo que Ezequías hizo:
- «Decidió con sus oficiales y guerreros cortar el agua de las fuentes que estaban fuera de la ciudad» (2 Cro. 32:3).
- «¿Por qué han de venir los reyes de Asiria y hallar tanta agua?» (2 Cro. 32:4).
Recordemos lo que dice en Proverbios 25:28: «Como ciudad invadida y sin murallas es el hombre que no domina su espíritu». Encontremos fortaleza en el poder de la Palabra de Dios y ejercitemos nuestro dominio propio.
- «Y él cobró ánimo y reedificó toda la muralla que había sido derribada y levantó torres en ella, edificó otra muralla exterior, fortificó el Milo en la ciudad de David, e hizo armas arrojadizas y escudos en gran cantidad» (2 Cro. 32:5).
Caminemos juntas con otras hermanas para animarnos mutuamente y orar unas por las otras recordando que todo el poder le pertenece a nuestro Dios.
- «Puso también oficiales militares sobre el pueblo, los reunió a su lado en la plaza a la puerta de la ciudad y habló dándoles ánimo» (2 Cro. 32:6).
Nuestro enemigo siempre va a cuestionar la Palabra de Dios y nuestra confianza en ella, así que debemos estar alertas para usar el escudo de la fe y apagar esos dardos.
- «¿En qué están ustedes confiando para que permanezcan bajo sitio en Jerusalén?» (2 Cro. 32:10).
- «¿No saben lo que yo y mis padres hemos hecho a todos los pueblos de estas tierras?» (2 Cro. 32:11).
- «¿Pudieron los dioses de las naciones de las tierras librar su tierra de mi mano?» (2 Crónicas 32:13).
El hecho de que Dios permite pruebas en nuestras vidas no significa que Él no sepa lo que hay en nuestros corazones. Al contrario, Él nos conoce profundamente y lo sabe todo. Él nos prueba para que veamos y seamos conscientes de la maldad de nuestro corazón. Y cuando lo hacemos, Dios nos capacita para que nos volvamos a Él en arrepentimiento, rendición y dependencia.
- «Aun en el asunto de los enviados por los gobernantes de Babilonia, que los mandaron a él para investigar la maravilla que había acontecido en el país, Dios lo dejó solo para probarlo, a fin de saber todo lo que había en su corazón» (2 Cro. 32:31).
Al reflexionar sobre el reinado de Manasés, pienso en cuán fácil podemos hacer de cualquier cosa un ídolo, y cuán rápido sacrificamos nuestras familias, nuestros hijos y nuestro bienestar espiritual por comodidades, placeres o ambiciones. Dios nos ayude a discernir cuando cruzamos los límites y pecamos de idolatría; no olvidemos que todo pecado es sutil.
Con la oración y humillación de Manasés, Dios nos recuerda que siempre hay esperanza en Él, y aunque las madres o los padres vayan a la presencia de Dios, las vidas de sus hijos seguirán en las manos del Señor como siempre lo han estado. Dios mismo los seguirá cuidando y guiando, ya que Él es el Dueño y Salvador de las almas de nuestros hijos.
Que la luz de Cristo resplandezca en nuestras vidas revelando la poderosa y grandiosa esperanza que hay en Él. No hay vida, por más esclavizada que esté, que Dios no pueda liberar, restaurar y sanar. Por lo tanto, en humildad, recibamos Su gracia y perdón, y actuemos en fe como lo hizo Manasés al derribar esos ídolos. Cuando hagamos eso, solo entonces podremos restaurar nuestra relación con Dios, y con gozo rendiremos y dedicaremos cada área de nuestra vida al Único que es digno. ¡Clamemos a Él!
- «Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios» (2 Cro. 33:13).
- «Después de esto edificó el muro exterior de la ciudad de David» (2 Cro. 33:14).
- «Asimismo quitó los dioses ajenos, y el ídolo de la casa de Jehová, y todos los altares» (2 Cro. 33:15).
- «Reparó luego el altar de Jehová, y sacrificó sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de alabanza; Mandó a Judá que sirviesen a Jehová Dios de Israel» (2 Cro. 33:13-17).
Para meditar:
- ¿Estamos clamando a Dios por liberación y perdón? ¿Estamos actuando en fe basándonos en Su gracia y fidelidad, o estamos anestesiadas y pasivas en nuestra idolatría?
- El genuino arrepentimiento trae como resultado la mortificación del pecado, un día a la vez. ¿Es el arrepentimiento una práctica de tu vida diaria?
- ¿Cómo respondes a la aflicción y a la convicción de pecado que el Espíritu Santo obra en ti? ¿Te has percatado que quizá Dios usa la aflicción para derribar tu orgullo?
«Cuando estaba en angustia, Manasés imploró al Señor su Dios, y se humilló grandemente delante del Dios de sus padres. Y cuando oró a Él, Dios se conmovió por su ruego, oyó su súplica y lo trajo de nuevo a Jerusalén, a su reino. Entonces Manasés reconoció que el Señor era Dios». -2 Crónicas 33:12-13
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