Día 213 | Isaías 64-66
¡Hoy llegamos al fin del libro de Isaías! La teología del libro de Isaías, sin lugar a dudas, es la santidad de Dios, esa visión del templo es impresionante, te deja en un asombro sin igual. La santidad de Dios es un tema central en este libro profético, y la visión del templo en Isaías 6 es realmente impactante y reveladora de la grandeza y majestad de Dios. La descripción de los serafines adorando a Dios como «Santo, Santo, Santo» nos lleva a comprender la trascendencia y pureza absoluta de Dios.
Esta revelación de la santidad de Dios confronta al profeta Isaías y también debiera hacerlo con nosotras. Nos confronta con nuestra propia pecaminosidad y nos lleva a reconocer nuestra necesidad de arrepentimiento y perdón. La respuesta de Isaías al reconocer su pecado y su necesidad de purificación es un ejemplo para nosotras de cómo debemos responder ante la santidad …
¡Hoy llegamos al fin del libro de Isaías! La teología del libro de Isaías, sin lugar a dudas, es la santidad de Dios, esa visión del templo es impresionante, te deja en un asombro sin igual. La santidad de Dios es un tema central en este libro profético, y la visión del templo en Isaías 6 es realmente impactante y reveladora de la grandeza y majestad de Dios. La descripción de los serafines adorando a Dios como «Santo, Santo, Santo» nos lleva a comprender la trascendencia y pureza absoluta de Dios.
Esta revelación de la santidad de Dios confronta al profeta Isaías y también debiera hacerlo con nosotras. Nos confronta con nuestra propia pecaminosidad y nos lleva a reconocer nuestra necesidad de arrepentimiento y perdón. La respuesta de Isaías al reconocer su pecado y su necesidad de purificación es un ejemplo para nosotras de cómo debemos responder ante la santidad de Dios.
Además, el libro de Isaías también enfatiza la exigencia de Dios de obediencia y santidad por parte de Su pueblo. Aunque Dios no pasa por alto el pecado, ofrece esperanza de redención y perdón a través del Mesías prometido. Esta promesa de un Salvador futuro nos da la esperanza de que, a pesar de nuestra pecaminosidad, podemos ser restaurados y reconciliados con Dios a través de Cristo.
Y en esta ocasión quisiera mencionar cosas interesantes que aprendí:
- Isaías significa «Jehová salva», uno de los temas más recurrentes en este libro es precisamente eso, que es Dios quien salva.
- Es un libro altamente histórico.
- Isaías es uno de los profetas mayores, y es el primero entre ellos.
- Algunos estudiosos lo llaman «una pequeña Biblia», por su división y temas que trata.
- Dios es soberano. Nadie está por encima de Dios, y tanto Asiria como Babilonia nos dan un ejemplo de ello.
- Dios es fiel. Su fidelidad es demostrada en todo el libro de Isaías.
- Nos habla del Mesías y lo que haría por nosotros.
- Teología principal: la santidad de Dios.
Sobre ese último punto quiero extender más el carácter santo de Dios; la Santidad de Dios, es esa que vemos desplegada en el capítulo 6. Lo que esta provocó en el profeta siempre me ha impactado y me lleva a pensar en que muchas veces no tenemos presente lo que es esa Santidad. Leer sobre esos serafines decir: «Santo, Santo, Santo», me da escalofríos, es un recordatorio que debemos hacernos todos los días: Dios es trascendente, Dios es diferente, es moralmente puro y separado de todo lo normal.
En este caso en particular, Israel había olvidado lo extraordinario de Dios, se había vuelto a la pecaminosidad que contrastaba evidentemente con este Dios, como lo vio Isaías. Pero lo más maravilloso es que ese Dios, el alto y sublime, que estaba rodeado de gloria, majestad y santidad, buscaba tener y mantener la relación con Su pueblo.
Ese mismo Dios busca mantener una relación contigo y conmigo sin que olvidemos que es a Él a quien servimos. Esto demanda de nosotras una vida que no rebaje Su majestad y que tengamos siempre en mente que es un Dios tres veces santo. No podemos pretender vivir nuestra vida cristiana «como me parezca», ignorando esa santidad que lo caracteriza.
Eso vemos en los últimos capítulos, un llamado a la separación de justos e impíos, ¡debe notarse! Dios exige santidad y obediencia de parte de Su pueblo.
En el capítulo 64 hay un versículo que me encanta porque es un recordatorio a mi vida, de mi verdadera condición y de que siempre debo poner mis ojos en el lugar correcto:
«Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas» (v. 6).
Estos versos realmente nos confrontan con nuestra verdadera condición delante de Dios. Nos recuerda que, a pesar de nuestras mejores obras, seguimos siendo pecadoras necesitadas de la gracia y el perdón de Dios. La metáfora de ser como trapos de inmundicia nos muestra la totalidad de nuestra depravación y la imposibilidad de obtener justicia por nuestros propios medios.
Es fácil caer en la trampa de creer que nuestras obras tienen algún mérito delante de Dios, pero este versículo nos confronta con la realidad de que incluso nuestras acciones más nobles están manchadas por el pecado. Nada de lo que hagamos puede sorprender a Dios o ganarnos Su favor por mérito propio.
Es importante recordar que todas nuestras obras, tanto las buenas como las malas, fueron preparadas por Dios de antemano. Él es el alfarero que nos moldea y nos forma según Su voluntad, y Él es nuestro Padre amoroso que nos cuida y nos guía en cada paso del camino.
Contemplar la grandeza de nuestro Dios nos lleva a una actitud de humildad y adoración. Cuando comprendemos Su majestad y reconocemos nuestra total dependencia de Él, no podemos hacer otra cosa que rendirnos ante Su soberanía y Su gracia. Es en ese lugar de humildad y adoración donde encontramos verdadera paz y esperanza para nuestras vidas.
Trapos de inmundicia eso es lo que son mis mejores obras, nada de lo que yo haga va a sorprender a Dios. ¿Recuerdas el Dios del capítulo 6? ¿Crees en verdad que hay algo que pueda sorprender a ese Dios? Pudiera sonar como un chiste porque quizás dirás que jamás pensarías eso, pero cuando pensamos en la forma que vivimos, notaremos que hay momentos en los que creemos que nuestras obras tienen valor, recuerda que:
- Aun las obras en las que andamos las preparó de antemano el mismo Dios, así que, al fin de cuentas, todo proviene de Él.
- No hay nada en mí que sorprenda a Dios, somos barro y Él nuestro alfarero (v. 8).
- Él es nuestro Padre (v. 8).
¿Has contemplado la grandeza de nuestro Dios? No podemos hacer otra cosa que adorarlo al igual que Isaías cuando entendemos Su majestad.
Capítulo 65
Dios no abandonará Su pacto guardando un remanente, y me encanta una imagen que es expresada aquí de lo que será el futuro, no de Israel sino del pueblo de Dios después del día final. Hay una promesa en el versículo 17 que también la vemos en Apocalipsis:
- Nuevas tierras.
- Nuevos cielos.
- No se recordará lo pasado ni vendrá a la memoria.
Dios cumple Sus promesas. Me encanta la forma en que culmina este capítulo:
«“Y sucederá que antes que ellos clamen, Yo responderé; aún estarán hablando, y Yo habré oído. El lobo y el cordero pastarán juntos, y el león, como el buey, comerá paja, y para la serpiente el polvo será su alimento. No harán mal ni dañarán en todo Mi santo monte”, dice el Señor».
¡Hay esperanza para los que están en Cristo!
Capítulo 66
Llega el final del mensaje de admonición y consuelo por parte de Isaías. El capítulo 66 de Isaías concluye el libro con una visión poderosa y esperanzadora del juicio y la restauración divina. Este capítulo abarca una amplia gama de temas, desde el juicio sobre los enemigos de Israel hasta la promesa de una nueva creación. Muchos estudiosos piensan que en este capítulo hay mucha escatología, pero no vamos a entrar en ese tema. Pero sí resaltaremos lo que mencionaba anteriormente, Dios es Dios y nada ni nadie puede sorprenderlo; Él es el dueño de todo, Su trono es el cielo, y la tierra estrado de Sus pies. no hay casa que pueda contenerlo y no hay lugar que puedan hacer, ya que Él es el creador de todas las cosas.
Comienza con una imagen del juicio de Dios sobre los enemigos de Israel representados simbólicamente por naciones extranjeras que han desafiado a Dios y perseguido a Su pueblo. Sin embargo, esta imagen de juicio se equilibra con la promesa de consuelo para Jerusalén y para aquellos que la aman. Dios promete consolar a Su pueblo como una madre consuela a su hijo y asegura que su prosperidad se renovará como un río que fluye abundantemente.
El capítulo también aborda la idea de la verdadera adoración y el corazón humilde y arrepentido que Dios valora por encima de los rituales religiosos vacíos. Dios desprecia la hipocresía religiosa y busca aquellos que le adoran en espíritu y en verdad.
Uno de los aspectos más destacados del capítulo es la promesa de una nueva creación, donde Dios establecerá un nuevo cielo y una nueva tierra. Esta visión de renovación y restauración muestra el poder redentor y creativo de Dios, que transformará el mundo caído en un lugar de paz y justicia.
Mis amadas, es mi oración que hayan podido ver la majestad de Su nombre, lo glorioso de Su poder y lo inmenso de Su amor y fidelidad. Para mí ha sido maravilloso volver a leer a Isaías y ver todas estas cosas, emocionarme por Su fidelidad, dar gracias por el precioso evangelio, por ese Varón de dolores, ese Mesías que vino a morir por mí y que Su nombre es Cristo. Isaías nos apunta a la salvación, nos apunta al evangelio.
Para meditar:
- ¡Oh que podamos atesorar estas verdades en nuestro corazón y que esperemos ansiosas por la venida de nuestro Salvador! Este es el Dios que adoramos, el Único poderoso, el Único Rey ante el que se doblará toda rodilla. Cerremos juntas en alabanza sobre este gran Dios que vimos en este hermoso libro de Isaías:
- ¿Cuánto estás esperando el regreso del Señor? ¿Cuánto apresuras tus pasos para compartir con otras acerca de Él?
«Por tanto, Yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria». -Isaías 65:17
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