Día 211 | Isaías 54-58
Continuamos enriqueciéndonos del carácter de Dios y Su maravilloso y majestuoso Mensajero. Este pueblo debía escuchar con atención estas promesas de Dios, pero no lo hicieron. Cuidémonos nosotras de leerlas y pasarlas de largo, como si fuera algo común o incluso merecido. ¡Que jamás dejemos de asombrarnos por las promesas de amor, misericordia y fidelidad de Dios al pacto, así como no dejemos de un lado las advertencias de la idolatría y vivir en hipocresía olvidando lo que realmente es justo!
En el capítulo 54, Isaías escribe una exaltación del gozo y la liberación que Dios promete a su pueblo. En este pasaje, podemos percibir la voz amorosa y compasiva del Señor, que consuela a Israel y anuncia una nueva era de gracia y misericordia. Aunque por un momento pareciera que Dios había abandonado a su pueblo, pronto promete recogerlo con gran compasión. Esta imagen refleja el amor inquebrantable de …
Continuamos enriqueciéndonos del carácter de Dios y Su maravilloso y majestuoso Mensajero. Este pueblo debía escuchar con atención estas promesas de Dios, pero no lo hicieron. Cuidémonos nosotras de leerlas y pasarlas de largo, como si fuera algo común o incluso merecido. ¡Que jamás dejemos de asombrarnos por las promesas de amor, misericordia y fidelidad de Dios al pacto, así como no dejemos de un lado las advertencias de la idolatría y vivir en hipocresía olvidando lo que realmente es justo!
En el capítulo 54, Isaías escribe una exaltación del gozo y la liberación que Dios promete a su pueblo. En este pasaje, podemos percibir la voz amorosa y compasiva del Señor, que consuela a Israel y anuncia una nueva era de gracia y misericordia. Aunque por un momento pareciera que Dios había abandonado a su pueblo, pronto promete recogerlo con gran compasión. Esta imagen refleja el amor inquebrantable de Dios hacia su pueblo, que perdona y restaura aun en medio de la aflicción.
«Por un breve momento te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. En un acceso de ira escondí Mi rostro de ti por un momento, pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dice el Señor, tu Redentor». –Isaías 54:7.
Al igual que Israel, nosotros también experimentamos momentos de oscuridad y desolación en nuestras vidas. Sin embargo, la promesa de Dios de compasión eterna nos brinda consuelo y esperanza. Cuando nos acercamos a la cruz y recibimos el Evangelio de salvación, encontramos la liberación del pecado y de la vergüenza. Esta son las Buenas Nuevas que transforman nuestras vidas y nos llena de júbilo.
La imagen de Dios escondiendo su rostro en un acceso de ira, pero luego mostrando misericordia eterna, nos recuerda la fidelidad de Dios a pesar de nuestras fallas. Su amor redentor nos levanta de la desesperación y nos ofrece una nueva vida llena de gracia y restauración. Así como Israel, podemos regocijarnos en la promesa de que el oprobio del pasado será olvidado, y que la compasión eterna del Señor nos acompañará en todo momento.
Que podamos gritar de júbilo, que prorrumpamos en gritos porque hemos sido liberadas, y de eso se trata este capítulo. Israel ya no sería más humillada, ni avergonzada, no más agravio, la promesa del gozo por venir, sería tal, que ya no se acordará del oprobio pasado. De esta misma forma ocurre para nosotras una vez que venimos a los pies de la cruz y conocemos el maravilloso evangelio de Salvación. ¡Esas son las buenas nuevas!
Capítulo 55
Trae paz a mi corazón el saber que por Su misericordia eterna, Dios tendrá compasión de mí, y esa misericordia, como dice el capítulo 55: «es para todos», todo el que esté sediento y que no tenga dinero para pagar, puede venir (v. 1). Cristo, en el Nuevo Testamento, cuando está con la Samaritana le dice que «Él es el Agua Viva y que el que beba de su agua no tendrá sed jamás».
No tienes que ganarte el favor de Dios, de hecho, no puedes, esa salvación que Cristo ofrece es don de Dios para que nadie se gloríe; tú y yo, no podemos ganarnos la salvación, solamente Cristo era quien podía satisfacer al Padre y ser el sacrificio perfecto para que hoy pudiéramos disfrutar de esa agua.
No gastemos nuestras vidas en cosas que no tienen valor, en cosas que no nos van a saciar, Dios nos invita a que inclinemos nuestros oídos, a escucharlo a Él, a deleitarnos en Él, a buscarlo mientras pueda ser hallado y a volvernos a sus caminos. De los versículos más mencionados de este capítulo son el 8 y el 9:
«“Porque Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni sus caminos son Mis caminos”, declara el Señor. “Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos”».
Podemos tener muchas ideas y planes, pero cuando conocemos al Dios al cual servimos, es cuando estos versos toman mejor sentido, es cuando realmente podemos rendir nuestras vidas y confiar en que Él hará y cumplirá sus propósitos para con nosotras.
Capítulo 56
El capítulo 56 de Isaías recalca la fidelidad de Dios a Sus pactos y promesas, infundiendo esperanza en Su pueblo. De manera similar, hoy nosotros podemos descansar en la misma fidelidad de Dios. Cristo mismo prometió regresar por su pueblo una segunda vez, y así como en el pasado Dios rescató a Su pueblo, también seremos rescatados de este mundo un día para morar con Él por la eternidad.
Esta promesa nos ofrece consuelo y certeza en medio de las dificultades y tribulaciones de la vida terrenal. Saber que Dios es fiel a sus promesas nos da esperanza y fortaleza para enfrentar cualquier desafío. Así como Israel confió en la fidelidad de Dios en tiempos difíciles, nosotros también podemos confiar en que Dios cumplirá sus promesas y nos llevará a la vida eterna junto a Él.
El recordatorio de la fidelidad de Dios en el pasado y la promesa de su regreso futuro nos motiva a vivir con fe y perseverancia, sabiendo que nuestra esperanza no está en este mundo pasajero, sino en la eternidad que nos espera en la presencia de Dios.
Lo último que vimos fue a un profeta recordando y reafirmando el amor y la fidelidad de Dios, así como la promesa de un Salvador. Hemos visto todo lo que hace un buen padre amoroso; Él no puede dejar de mencionar lo malo y vuelve a reprender al pueblo por la idolatría. No olvidemos que este ha sido uno de los pecados más recurrentes del pueblo.
Aquí encontramos una descripción gráfica de cómo ve Dios a los impíos, les llama «hijos de la hechicera» y «generación del adúltero y la fornicaria», estos eran los que se habían apartado completamente del Señor y se habían vuelto a la brujería y la magia. No están contentos con el mensaje que Él ha entregado por medio de Sus profetas y han abandonado la Palabra. El pueblo se había desviado, se fue tras dioses paganos y Dios, a través de su profeta, les hace una descripción gráfica de lo horrendo de su pecado.
No pensemos por un momento que somos diferentes a Israel. Nuestro corazón es una fábrica de ídolos, y hacemos ídolos de cualquier cosa, aun de cosas buenas: familia, hijos, esposo, trabajo, ministerio y un largo etcétera.
- Toma un momento y pídele al Señor que revele si hay ídolos en tu corazón. Ven delante de Él y confiesa tu pecado, rinde ese ídolo y pídele a Dios que te ayude a salir de esa esclavitud.
Agustín parafraseó los versículos 20 y 21 de este capítulo cuando escribió: «Nuestros corazones no encuentran la paz hasta que descansan en ti» (traducido del libro Confessions I:1, New York: Penguin Books, p. 21). Solamente cuando conocemos a Cristo es que finalmente nuestros corazones encontrarán paz. El impío seguirá su impetuoso camino, como el mar agitado, pero para nosotros hay esperanza de una paz verdadera.
Capítulo 57
Recordemos que el capítulo 40 inició la primera sección (capítulos 40–48) con estas palabras: «¡Consolad, consolad a mi pueblo!». La segunda parte (capítulos 49–57) comienza diciendo: «Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos». Ahora, este fragmento comienza con el mandato de difundir el mensaje: «Clama a voz en cuello, no te detengas». En cada sección que vimos, esas palabras reflejan el mensaje que el pueblo necesitaba escuchar. Mientras las anteriores, eran un mensaje de consuelo, ánimo y liberación, aquí vemos un llamado enérgico al arrepentimiento. Este es el consenso de los estudiosos en cuanto a estos pasajes, a partir de este capítulo y hasta el final del libro.
El profeta Isaías había sido llamado para advertirle al pueblo de Judá del juicio venidero por causa de su incredulidad, idolatría y rebelión; pero también que consolara al pueblo con la promesa del Mesías nacido de una virgen.
Mientras leía estos capítulos, me sentí como si estuviera leyendo las noticias del momento, muchas cosas con las que podemos identificarnos. Algo que me gustó sobre este capítulo fue la actitud de Isaías, la cual es digna de imitar: Isaías no asume una posición de auto justicia, sino que se identifica con el pecado del pueblo (v. 12); esto debe servirnos de recordatorio, de que si no fuera por la gracia y la misericordia de Dios que nos alcanzó y nos salvó por medio de Cristo, nosotros estaríamos en la condición de muchos que hoy representan esa condición de pecaminosidad descritas aquí, de hecho, nosotros estábamos ahí cuando Cristo nos encontró.
Sí, hay que clamar y declarar lo mal hecho, pero con misericordia, lamentando primero el pecado en mi vida. Soy perdonada, pero sigo siendo pecadora, por eso siempre me vas a escuchar decir, que necesito el evangelio todos los días de mi vida, porque soy pecadora, redimida, pero pecadora.
Si, el pecado aleja a los seres humanos de su Creador porque Él es: santo, perfecto y separado de todo mal y toda imperfección. La humanidad es: pecaminosa, imperfecta y profana. En Romanos 3 Pablo nos dice que «todos somos culpables de pecado, judíos y gentiles»; así que amadas, no creamos por un momento que somos el estándar moral de nadie, el único estándar es Cristo. Te animo a que seamos como Isaías, que apuntemos al Señor, a Su gracia, a Su estándar.
Capítulo 58
El capítulo 58 de Isaías es un llamado poderoso a la verdadera adoración y justicia social. En este pasaje, el profeta confronta la hipocresía del pueblo de Israel, que practicaba rituales religiosos sin verdadero compromiso con la justicia y la misericordia.
Isaías comienza exhortando al pueblo a levantar su voz como una trompeta y proclamar la verdad sin temor. Les dice que su forma de adorar a Dios no es aceptable si no va acompañada de acciones que reflejen su corazón obediente y amoroso. Les muestra que el ayuno que Dios desea no es simplemente abstenerse de comida, sino liberar a los oprimidos, romper las cadenas de la injusticia y compartir con los necesitados.
El capítulo continúa mostrando los beneficios de vivir en justicia y obediencia a Dios. Promete que aquellos que practican la verdadera adoración serán restaurados y bendecidos abundantemente. Además, Dios mismo estará presente para guiarlos y satisfacer sus necesidades. Sin embargo, también advierte sobre las consecuencias de la desobediencia y la hipocresía religiosa.
Para meditar:
- ¿Cómo podemos discernir entre una adoración auténtica que agrada a Dios y una religiosidad vacía que solo busca satisfacer las formalidades externas, a la luz de los mensajes de Isaías 55-58?
- ¿En dónde está tu esperanza? ¿Cómo se ve en tu vida diaria?
- Las promesas que encontramos en el capítulo 54, versículos 5, 11-12, 9-10, y 13 son de mucho ánimo para nuestra alma, ¿cómo puedes usarlas para edificar a otros o incluso para alabar a Dios por quién es Él y lo que ha hecho?
«Busquen al Señor mientras puede ser hallado, llámenlo en tanto que está cerca.Abandone el impío su camino, y el hombre malvado sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar». -Isaías 55:6-7
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