Día 207 | Isaías 40 - 43
El día de ayer aprendimos, en medio de la situación que el pueblo estaba atravesando, sobre cultivar dependencia y una vida de oración, así como de guardarnos del orgullo para no pecar contra Dios. Sin embargo, como hemos aprendido del obrar del Señor, siempre provee consuelo en medio del pecado de Su pueblo, y la manera en que lo hace, es recordarnos Sus promesas que apuntan al Salvador. Esto no ha cambiado, como veremos en nuestros pasajes de hoy.
El capítulo 40 (uno de mis favoritos, definitivamente tengo algo con los capítulos 40 :)). Este capítulo empieza de una manera muy hermosa, tanto, que toca mi corazón de forma muy especial, es uno de los capítulos más conocidos, más recitados y cantados del libro de Isaías. Isaías proclamó un mismo mensaje: el juicio sobre los incrédulos, pero sobre todo, el anuncio del consuelo que Dios les da a los fieles …
El día de ayer aprendimos, en medio de la situación que el pueblo estaba atravesando, sobre cultivar dependencia y una vida de oración, así como de guardarnos del orgullo para no pecar contra Dios. Sin embargo, como hemos aprendido del obrar del Señor, siempre provee consuelo en medio del pecado de Su pueblo, y la manera en que lo hace, es recordarnos Sus promesas que apuntan al Salvador. Esto no ha cambiado, como veremos en nuestros pasajes de hoy.
El capítulo 40 (uno de mis favoritos, definitivamente tengo algo con los capítulos 40 :)). Este capítulo empieza de una manera muy hermosa, tanto, que toca mi corazón de forma muy especial, es uno de los capítulos más conocidos, más recitados y cantados del libro de Isaías. Isaías proclamó un mismo mensaje: el juicio sobre los incrédulos, pero sobre todo, el anuncio del consuelo que Dios les da a los fieles. Así como lo hizo Moisés y Juan, el profeta Isaías anunció la ley y el evangelio. La segunda parte de su profecía comienza con este mandato: «¡Consolad, consolad a mi pueblo!» (40:1).
Él inicia con la palabra consolad, y no lo dice una sola vez, lo dice dos veces: «¡Consolad, consolad…!». De esta manera el Señor comienza con un único y enfático mandato que fluye de su mente y que Él mismo les dio a sus mensajeros, que anunciaran las buenas nuevas de Su amor. Ese llamado es el llamado del creyente hoy en día, a consolar, a no debatir, a no discutir, sino a consolar. Dios les dirigió ese consuelo a quienes Él llama «mi pueblo». Pese a toda la infidelidad, rebelión y el pecado, ellos seguían siendo suyos.
El versículo 2 nos presenta la forma como se debería consolar: «Hablad». Por medio del lenguaje humano, Dios les comunica a otros Su consuelo, algo que vimos a lo largo de todos los capítulos anteriores a través del profeta. El proceso es sencillo: el consuelo proviene de Dios, quien lo revela por medio del lenguaje humano para que alcance a otros. Si leyeron los devocionales de Job, notarán que se hizo mucho énfasis en lo que decían los amigos de Job.
No podemos hablar sin pensar, nuestro llamado a consolar es hablando, pero hablando la palabra de Dios, no de mi corazón, no de mi sabiduría, sino la de Dios, no sea que Dios me diga lo que le dijo a los amigos de Job al final del capítulo 42.
En Isaías 40:6–8, se escucha de nuevo la voz que sobresale con tremendo poder al comienzo del versículo con el mandato: «¡Da voces!», y esta vez Dios le da la orden a un mensajero único, y me encanta, porque cuando leemos descubrimos que la identidad del mensajero desaparece tras las noticias, que son más importantes que quien las anuncia; incluso la personalidad de Isaías se desvaneció tras el glorioso mensaje que proclamó. Así debemos ser nosotras, que nosotras nos borremos del mapa, porque cuando gritemos ese poderoso mensaje del evangelio vean a Cristo, no a nosotras. Nuestros ojos deben mirar a Jehová el Señor y ver su venida. ¿Qué vemos? Al Rey Dios, es decir, el Dios del pacto: poderoso, misericordioso y fiel, que controla todo con su poder, guiando en procesión triunfante a los exiliados, ahora libres del cautiverio.
El evangelio viene en palabras, las palabras son la forma por la cual Dios extiende Su gracia y misericordia. «Hablad al corazón», ordena Dios, y proclamad o llamad en alta voz. En otras palabras, usen su voz. Pero no usar mi voz para irme tras las corrientes y la «sabiduría» del mundo, ya sabemos qué dice Santiago de dicha sabiduría; ni tampoco venir a dar un discurso teológico a las personas, lo que las personas necesitan es: el Evangelio de Cristo, ni más ni menos. Hay que hacerle ver al mundo que su única solución se encuentra en aquella Cruz y que solo Él puede otorgar el perdón de los pecados que es lo que traerá solución a los problemas.
Y luego viene lo más hermoso de este capítulo: ¿Con quién compararemos a Dios? (40:12–31)
La visión del Señor que contemplamos en los versículos anteriores fue: poderosa, tierna y misericordiosa; las secciones restantes del capítulo siguen clarificando la visión del Señor. Isaías comienza con una serie de preguntas retóricas que tienen el propósito de demostrar la grandeza del todopoderoso Creador del universo, parecidas a las que Dios le hizo a Job. Su poder sobrepasa todo cuanto el ser humano pudiera concebir.
Isaías hace una comparación. Nosotros medimos las naciones y los pueblos de modo diferente a como Dios los hace. Para él, todas las naciones son “como la gota de agua que cae del cubo”, lo que no quiere decir que su Creador piense que los pueblos carecen de importancia o de valor. Su amor por el mundo lo motivó a enviar a su Hijo para que todo aquel que en él cree no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3:16). La comparación que Isaías presenta aquí tiene el propósito de acabar con el orgullo y la arrogancia de los hombres. Todas las naciones juntas no llegarían a pesar más que el polvo de la balanza. Las regiones costeras del Mediterráneo, las islas, todas juntas no equivalen a más que una pizca de polvo.
«Kyrie Eleison», es una frase profundamente arraigada en la liturgia cristiana, nos invita a reflexionar sobre la misericordia y el perdón de Dios. Kyrie es el caso vocativo del sustantivo griego κύριος (kyrios: «señor») y significa «¡Oh Señor!», mientras que Eleison, en griego ἐλέησον, es imperativo aoristo del verbo ἐλεέω «compadecerse». Su origen es muy antiguo, incluso precristiano. En los Salmos (6:3; 40:5.11) y Profetas (Is 33:2) encontramos esta misma invocación. Su significado, «¡Oh Señor, ten piedad!», En el contexto de Isaías 40, donde se proclama la grandeza y la compasión de Dios, esta oración cobra un significado aún más profundo.
En medio de un mundo que clama por sanación y restauración, esta invocación nos recuerda que Dios, en su infinita bondad, está siempre dispuesto a mostrarnos misericordia. «Señor, ten piedad» es un eco de nuestra necesidad de la gracia divina, una súplica por la restauración y el perdón que solo Él puede ofrecer.
Cuando combinamos esta invocación con «Kyrie Eleison, ¡Oh Señor, ten piedad!», reconocemos que Jesucristo es la fuente última de nuestra esperanza y salvación. Su sacrificio en la cruz revela el corazón de Dios, lleno de gracia y compasión hacia la humanidad pecadora.
En tiempos de dificultad y aflicción, nuestra oración se eleva hacia Dios pidiendo su misericordia para con nosotros y para nuestro mundo herido. Nos volvemos a Él con humildad, reconociendo nuestra necesidad de perdón y restauración. Que Su bondad nos guíe hacia el arrepentimiento, y que podamos experimentar la plenitud de su gracia una vez más.
Porque su Nombre es grande y su corazón rebosa de gracia, confiamos en su promesa de perdón y renovación. ¡Que la misericordia de Dios sea nuestra fortaleza y nuestra esperanza en todo momento!
El capítulo termina con palabras de ánimo y esperanza para nosotras, es así como deseo que termines este día, te invito a que medites y atesores las palabras en Isaías 40:28-31 en tu corazón:
«¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra, no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable.Él da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor. Aún los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan,pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán».
Capítulos 41
Estos capítulos llenan mis ojos de asombro y lágrimas ante la majestad y el poderío de nuestro Señor; pero también llenan mi corazón de esperanza al ver Su fidelidad para con Su pueblo. Me imagino que estas palabras para el pueblo de Israel, por el momento en el que estaban viviendo, debieron ser como un bálsamo. No sé si a ti te pasa, pero al ver frases como:
- No temas.
- Yo, el Señor.
- Yo estoy contigo.
- Yo te he escogido y no te he rechazado.
- Yo soy tu Dios.
- Te ayudaré, te fortaleceré.
- Te sostendré con la diestra de Mi justicia.
- Yo soy el Señor, el primero y el postrero (alpha y omega).
- Yo, el Señor, les responderé.
Mi corazón estalla de gozo. Si esto, mi amada, no te hace estallar en alabanzas a nuestro Padre Celestial, entonces no sé que lo hará. ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos! Estas son las verdades en las que debemos meditar y recordarle a nuestra alma cuando nos sentimos rodeadas y pensamos que no tenemos salida.
Capítulo 42
La promesa de Su Siervo, oh ese bendito Siervo, ese Mesías prometido, ese que llevaría a cabo la voluntad del Padre. Nos hace una descripción detallada de este Siervo:
- Tiene al Espíritu de Dios sobre Él (v. 1).
- Traerá justicia a las naciones (v. 1).
- Carácter calmado (vv. 2-3).
- No desmayaría jamás (v. 4).
Qué bueno es saber que podemos confiar en ese Siervo. En ese momento el pueblo no sabía quién sería ese Siervo, pero tú y yo hoy sí sabemos quién es. Alabado sea su nombre por permitirnos vivir luego de que esa promesa fue cumplida y saber en quién hemos puesto nuestra fe.
En los siguientes versículos del 8 al 9 Dios una vez más les recuerda que Él es el Dios que guarda el pacto con Israel. Su fidelidad desplegada una vez más.
Luego nos encontramos un cántico escrito por el profeta, uno de celebración, de triunfo, pero del triunfo del Mesías. Alabemos a nuestro Dios porque a pesar de nuestra incapacidad, así como el pueblo de Israel de cumplir con el estándar divino, Dios en Su misericordia envió a ese Siervo que recibió toda la ira de Dios en el lugar tuyo y mío.
Capítulo 43
Que bueno que Dios no dejó al pueblo con el final del capítulo anterior, que bueno es ver y encontrar los «pero Dios» o «Ms ahora, así dice el Señor», aquí volvemos a leer las palabras de aliento que también son para ti y para mí:
- Tu Creador, el que te formó.
- No temas.
- Yo te he redimido.
- Mío eres tú.
- Tu Salvador.
- Eres precioso a Mis ojos.
- Yo te amo.
En el contexto histórico que está viviendo Israel aquí, a punto de salir del exilio, el Señor los anima y exhorta a que no teman, Él le mostrará al mundo que Él es el Único Dios verdadero (vv. 10-13), Dios será quien los va a liberar de Babilonia y los volverá a llevar a su tierra en lo que pudiera ser llamado un nuevo «éxodo», y si nos ponemos en los zapatos del pueblo cautivo por Babilonia, quien en su momento era un imperio, poderoso e invencible, cualquiera se desmaya de miedo; es por eso que Dios les repite una vez más todas estas verdades y así su corazón no temiera.
Para meditar:
- ¿Cómo estás consolando a los que están alrededor de ti?
- ¿Cómo ha sido Dios tu consuelo en estos meses en tu vida?
- ¿Cómo te ha mostrado Dios Su fidelidad el día de hoy?
«“Consuelen, consuelen a Mi pueblo”, dice su Dios». -Isaías 40:1
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