Día 206 | Isaías 37-39; Salmos 76
Hemos leído del camino de angustias, ayes, lamentos y lágrimas de parte del pueblo de Dios en este libro. En el día de hoy estaremos viendo 4 capítulos que nos suben a una montaña rusa de emociones.
Iniciamos con el capítulo 37 en el cual vemos a Ezequías desgarrando sus vestidos, cubierto de cilicio y entrando en la casa del Señor, él y todo el mundo. También escuchamos el mensaje que le envían a Isaías diciendo que ese día era día de «angustia, represión y desprecio».
He experimentado días que podrían describirse con esas mismas palabras. Son momentos en los que uno siente que no hay salida, que hemos llegado al límite de lo que podemos soportar, donde el enemigo parece más fuerte y más grande, y creemos que no hay esperanza. Pero entonces nos encontramos con versículos como el 6, que son como un bálsamo para nuestra alma: «Así …
Hemos leído del camino de angustias, ayes, lamentos y lágrimas de parte del pueblo de Dios en este libro. En el día de hoy estaremos viendo 4 capítulos que nos suben a una montaña rusa de emociones.
Iniciamos con el capítulo 37 en el cual vemos a Ezequías desgarrando sus vestidos, cubierto de cilicio y entrando en la casa del Señor, él y todo el mundo. También escuchamos el mensaje que le envían a Isaías diciendo que ese día era día de «angustia, represión y desprecio».
He experimentado días que podrían describirse con esas mismas palabras. Son momentos en los que uno siente que no hay salida, que hemos llegado al límite de lo que podemos soportar, donde el enemigo parece más fuerte y más grande, y creemos que no hay esperanza. Pero entonces nos encontramos con versículos como el 6, que son como un bálsamo para nuestra alma: «Así dice el Señor: No temas por las palabras que has oído…» ¡Qué maravilloso debió ser para Ezequías recibir ese mensaje! Igualmente, en nuestro caso, es increíble saber que nuestro Dios es quien pelea por nosotros.
Este mensaje movió al Rey a realizar lo que se espera de todo aquel que ha puesto su confianza en el Dios de Israel. Vemos al rey orar (vv. 16-17, 20) y clamar al Único que puede librarlo de la mano del hombre; que hasta el momento luce imparable, indetenible y que con orgullo, se sale con la suya. Ante tal fortaleza cualquiera puede temer, pero Dios le recuerda a Su pueblo quién es el Dios que los había salvado tantas veces, y que una vez más lo haría por amor de Su nombre.
Me encanta leer lo que Dios dice en estos versículos del 32-35:
«Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sión sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: “Él no entrará en esta ciudad ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo ni levantará terraplén contra ella. Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad”, declara el Señor. “Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David”».
«El celo del Señor», wow, esa frase siempre me ha impactado y llamado mucho la atención, normalmente se usa en el contexto a la aplicación de una justicia perfecta que viene de parte de Dios, «juicio divino», es algo que se hace con pasión. Este no es el típico celo que sentimos nosotras, no, es el celo que viene de Dios por lo suyo, por lo que le pertenece.
En el libro de Gálatas 6:7 se nos recuerda que Dios no puede ser burlado y que lo que sembremos, eso segaremos. Dios no se queda silente ante la injusticia, y más cuando Su nombre está de por medio. Eso no solo aplica para el impío como en este caso, aplica para nosotras también; por el hecho de que pudiéramos estar llevando una doble vida, una vida cristiana a medias o simplemente viviendo como nos plazca, sin tener en cuenta a Dios, y permitiendo pecado en nuestras vidas o en la vida de otros. Pero hay esperanza, porque el amor por Su nombre no ha cambiado y sigue vigente al día de hoy.
En los capítulos 38 y 39 vemos la enfermedad de Ezequías, y a su vez vemos cómo por causa de su insensatez, es anunciada la cautividad a babilonia; debido a que, en su imprudencia, le mostró todos los tesoros de la casa al enviado del rey. Es en el capítulo 37 en específico que relata este evento significativo en la vida del rey Ezequías de Judá. En este pasaje, Ezequías se enferma gravemente y recibe la noticia de que morirá. En su angustia, el rey clama a Dios y ruega por su misericordia y ayuda.
Dios escucha la oración de Ezequías y decide extender su vida por quince años más como respuesta a su súplica. Como señal de esta promesa, Dios hace retroceder la sombra en el reloj solar de Acaz, confirmando así su intervención milagrosa. La prolongación de la vida de Ezequías es un acto de gracia y misericordia por parte de Dios. Aunque Ezequías estaba gravemente enfermo y la muerte parecía inevitable, su clamor sincero a Dios fue escuchado y respondido con compasión. Por otro lado, cabe mencionar que Manasés, el hijo de Ezequías, nació durante los quince años adicionales que Dios le concedió a Ezequías después de su grave enfermedad. Esto significa que Manasés nació durante el período posterior a la oración de Ezequías y al milagro del retroceso de la sombra en el reloj solar de Acaz, cuando Ezequías aún estaba reinando como rey de Judá. Y pues ya sabemos quién es Manases, pero de él se hablará en detalle más adelante.
Luego vemos que Ezequías recibe una visita de enviados del rey de Babilonia, quienes vienen a felicitarlo por su recuperación de una enfermedad. Ezequías, en su orgullo, muestra a los enviados todos los tesoros de su palacio, incluidos los metales preciosos y los objetos valiosos del templo. Isaías, el profeta, es enviado por Dios para confrontar a Ezequías por su falta de prudencia y por no haber consultado al Señor en este asunto. Isaías le anuncia el juicio de Dios sobre Judá y la futura deportación de los tesoros y de algunos de los habitantes de Jerusalén a Babilonia. Esta predicción se cumpliría más tarde con la invasión de Babilonia y el cautiverio babilónico.
Salmos 76
La relación entre Isaías 37-39 y Salmos 76 radica en el contexto histórico y teológico en el que ambos textos se sitúan. En Isaías 37-39, específicamente en el capítulo 37, se relata la intervención divina en la vida del rey Ezequías y el pueblo de Judá cuando se enfrentaron a una gran amenaza por parte del rey asirio Senaquerib. Ezequías ora fervientemente a Dios y recibe la promesa de que Dios defenderá Jerusalén y derrotará al enemigo. Esta intervención divina se ve reflejada en la derrota milagrosa de Senaquerib y su ejército, narrada en Salmos 76.
El Salmo 76 celebra la victoria de Dios sobre los enemigos de Israel y exalta su poder soberano. En este salmo, se reconoce a Dios como el Rey supremo y el defensor de su pueblo. La derrota de Senaquerib se convierte en un testimonio del poder y la fidelidad de Dios para proteger a quienes confían en Él. Ampliando este mensaje central, podemos explorar varios aspectos:
- La soberanía de Dios sobre las naciones: El Salmo enfatiza que Dios es el gobernante supremo sobre todas las naciones de la tierra. Desde su trono en Sión, Él ejerce su autoridad sobre los reinos terrenales y decide el destino de los pueblos según su voluntad soberana.
- La protección divina: El Salmo resalta cómo Dios defiende a su pueblo de los enemigos. Describe cómo Él interviene en momentos de crisis para librar a los justos y frustrar los planes de los malvados. Esta protección se manifiesta en diversas formas, desde la confusión de los enemigos hasta el uso de la guerra y el juicio de Dios.
- La adoración y el temor reverente: El Salmo invita a la adoración y al temor reverente de Dios. Reconoce que Él es digno de alabanza y reverencia debido a su poder y su justicia. A través de la observación de sus acciones en la historia, el pueblo es inspirado a adorar y confiar en Él como su refugio y fortaleza.
- La confianza en Dios en tiempos de adversidad: Aunque el Salmo celebra la victoria y el juicio de Dios sobre los enemigos, también enseña a confiar en Él en medio de la adversidad. Reconoce que la protección de Dios no significa la ausencia de pruebas, pero asegura al pueblo que Dios está con ellos en cada situación difícil y que finalmente prevalecerá sobre todo mal.
Para meditar:
- En la oración de Ezequías encontramos un patrón importante para nuestras oraciones: Reconoció la gravedad de su necesidad (vv. 1-3). Buscó una palabra del Señor en Isaías, hoy nosotras tenemos la Biblia completa. (v. 2). Encomendó el asunto al Señor (v. 14). Su oración comienza con adoración (v. 16), una petición (v. 17), aboga por la gloria a Dios (v. 20). Recibe la respuesta (v. 21). ¿Cómo este patrón te puede ayudar en tu vida de oración?
- ¿Cómo estás glorificando a Dios cuando Él responde tus oraciones?
- ¿De qué manera estás mortificando el orgullo en tu corazón? ¿Estás anuente de cómo opera en ti? Recuerda que todo pecado lo puedes llevar en arrepentimiento a Cristo y a buscar la ayuda del Espíritu Santo para negarte a ti misma.
«Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David». -Isaías 37:35
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