Día 203 | Isaías 28-30
Ayer terminamos de leer el libro de Oseas, y hoy regresamos a Isaías. Estos libros están conectados históricamente por el contexto en el que fueron escritos y por el mensaje de advertencia y juicio que comparten. Ambos libros fueron escritos en un período de gran crisis espiritual y moral para el pueblo de Israel. Oseas profetizó durante el reinado de Jeroboam II en el reino del norte, mientras que Isaías ejerció su ministerio durante los reinados de varios reyes de Judá, incluido Ezequías.
En ambos casos, los profetas enfrentaron la realidad del alejamiento del pueblo de Dios y su confianza en otras naciones y en prácticas religiosas falsas. Oseas denunció la infidelidad espiritual de Israel, utilizando su propio matrimonio como una metáfora de la relación entre Dios y su pueblo. Isaías, por otro lado, confrontó a Judá por su confianza en alianzas humanas en lugar de confiar en Dios.
Ambos …
Ayer terminamos de leer el libro de Oseas, y hoy regresamos a Isaías. Estos libros están conectados históricamente por el contexto en el que fueron escritos y por el mensaje de advertencia y juicio que comparten. Ambos libros fueron escritos en un período de gran crisis espiritual y moral para el pueblo de Israel. Oseas profetizó durante el reinado de Jeroboam II en el reino del norte, mientras que Isaías ejerció su ministerio durante los reinados de varios reyes de Judá, incluido Ezequías.
En ambos casos, los profetas enfrentaron la realidad del alejamiento del pueblo de Dios y su confianza en otras naciones y en prácticas religiosas falsas. Oseas denunció la infidelidad espiritual de Israel, utilizando su propio matrimonio como una metáfora de la relación entre Dios y su pueblo. Isaías, por otro lado, confrontó a Judá por su confianza en alianzas humanas en lugar de confiar en Dios.
Ambos profetas advirtieron sobre las consecuencias del pecado y la rebelión, anunciando juicio y llamando al arrepentimiento. Aunque los mensajes pueden diferir en detalles y enfoque, comparten la misma preocupación por el retorno del pueblo a Dios y la restauración de su relación con Él.
En los capítulos del 28 al 30 de Isaías, vemos una serie de mensajes proféticos dirigidos a diferentes naciones, incluyendo a Efraín (el reino del norte), Jerusalén y Judá. En el capítulo 28, se pronuncia un juicio contra Efraín debido a su desviación de Dios y su confianza en líderes y alianzas terrenales en lugar de confiar en el Señor. Aunque se enfrentan a la destrucción, hay una promesa de esperanza para aquellos que confían en Dios como su fundamento seguro. También vemos la piedra angular (vv. 5-6), Isaías presenta una imagen de Dios como una «piedra preciosa» en Sión, una fuente de estabilidad y refugio para aquellos que confían en él. Sin embargo, aquellos que rechazan esta piedra serán juzgados. Es esta misma referencia que Jesús usa en el Nuevo Testamento.
En los evangelios, específicamente en los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, Jesús se identifica a sí mismo como la piedra angular mencionada en estos versículos. Esta conexión entre Isaías 28 y el ministerio de Jesús resalta la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, así como la afirmación de Jesús de su papel como cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento.
En el capítulo 29, Jerusalén es el foco del juicio y está siendo advertida por su hipocresía religiosa y su confianza en alianzas con otras naciones en lugar de depender de Dios. A pesar de sus intentos de buscar seguridad en Egipto, se les recuerda que solo Dios es su verdadero refugio y protector. Este capítulo destaca la importancia de confiar en Dios en lugar de en la sabiduría y la fuerza humana. El nombre «Ariel» salta a la vista, este significa «altar para el holocausto», también pudiera significar «la ciudad donde acampó David». Si leemos la historia de este reino dividido podemos notar que:
- Jeroboam hizo dos becerros de oro uno en Dan y otro en Betel para evitar que el pueblo fuera a adorar a Jerusalén. Puso sacerdotes que no eran de los hijos de Leví (1 Reyes 12:25-33).
- Mientras que en el sur estaba el centro de adoración, el templo y los sacerdotes levitas. Para el reino del sur ser la ciudad de David era motivo de orgullo.
- En el reino del norte todos los reyes hicieron lo malo delante del Señor.
- En Judá hubo reyes que hicieron lo recto delante de Dios.
Aparentemente, el reino del sur pudiera parecer más justo, pero no. Aunque algunos de sus reyes removieron la adoración pagana en lo externo, su corazón estaba apartado de Dios. Ellos no cumplieron la ley del Señor cuando les mandó a no adorar a otro Dios fuera de Yahweh, así que, no escaparían del juicio de Dios. Pero vemos una promesa de ayuda de parte de Dios, en Isaías 30:17:
«Por tanto, el Señor espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros. Porque el Señor es un Dios de justicia; ¡cuán bienaventurados son todos los que en Él esperan!».
Dios no puede dejar a Su pueblo sin castigo y disciplina, pero Él es misericordioso como leemos en Lamentaciones 3:31:
«Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias».
Probablemente ya has notado el patrón: así como vemos juicio, vemos redención; así como vemos castigo, vemos bendición.
En el capítulo 30, se continúa con el tema de buscar ayuda en Egipto en lugar de en Dios. A pesar de las advertencias contra confiar en alianzas humanas, el pueblo persiste en su desobediencia. Sin embargo, hay una promesa de gracia y perdón para aquellos que se vuelvan sinceramente a Dios en arrepentimiento. Entre los planes que tramaban, estaba buscar una alianza con Egipto para refugiarse. Tanto en el capítulo 30 como en el 31 vemos este deseo de refugiarse en Egipto. Buscaban abrigo a la sombra de Faraón (30:2) pero al pueblo se le olvidaba quién debía ser su Sombra, quien era su Guardador, bajo quien debían buscar abrigo y protección.
Egipto no era un buen refugio para ellos, su Protector, su Ayudador era Dios. En los versos 3 y 5 del capítulo 30 leemos que:
- Abrigarse a la sombra de Egipto sería su humillación.
- El amparo de Faraón su vergüenza.
- No les sirve de ayuda ni de utilidad, sino de oprobio.
- La ayuda de Egipto es vana y vacía.
Es impresionante ver cómo después de tantos años, el pueblo sigue mencionando a Egipto. Esta vez no recordando la carne y las cebollas como sus antepasados, sino que querían amparo político. Los asirios vendrían a destruirlos, pero ellos querían ampararse en Egipto y no clamar y arrepentirse y pedir ayuda a su Ayudador. Qué prestos fueron para olvidar que su amparo era el Señor.
Todo nos invita a preguntarnos, ¿en qué lugar buscas refugio? ¿En tus posesiones? ¿En tu trabajo, en el dinero? ¿En tu esposo o tus hijos?
Estos capítulos nos recuerdan la importancia de confiar en Dios como nuestro único fundamento y protector, y nos desafían a apartarnos de la confianza en el poder humano y buscar, en cambio, la ayuda y la dirección de Dios en todas las áreas de nuestras vidas. Quizás ni tú ni yo seamos tentadas a entrar a una mezquita o un templo budista a adorar a otros dioses. Pero nuestros ídolos, nuestro «Egipto» muchas veces son todo lo externo que ocupa el lugar de Dios en nuestros corazones. Identifica estos placeres mundanos y confiesa que el Omnipotente es tu Guardador y el único digno de tu rendición.
Para meditar:
- ¿Cómo podemos evitar caer en la trampa de la hipocresía religiosa, asegurándonos de que nuestra adoración a Dios sea genuina y sincera?
- ¿Qué lecciones podemos extraer de la ceguera espiritual del pueblo de Jerusalén en el capítulo 29, y cómo podemos aplicarlas a nuestra propia vida espiritual?
- En el contexto de la confianza del pueblo en las alianzas humanas en lugar de en Dios, ¿cómo podemos fortalecer nuestra confianza en la provisión y protección divinas en lugar de depender de recursos terrenales?
«Por tanto, el Señor desea tener piedad de ustedes, y por eso se levantará para tener compasión de ustedes. Porque el Señor es un Dios de justicia; ¡cuán bienaventurados son todos los que en Él esperan!». -Isaías 30:18
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