Día 202 | Oseas 8-14
El día de ayer aprendimos sobre la dureza del corazón, cómo esto contribuye a la insensibilidad y crueldad espiritual. Esta nación estaba alejada de Dios, no tomaban en cuenta las advertencias, la misericordia y bondad de Dios que les está concediendo y ha concedido a Su pueblo. Ellos no buscaron a Dios en oración ni le clamaron, por eso, en los últimos capítulos hoy aprendemos que Dios es justo, el pueblo tuvo muchas oportunidades de volverse a Dios, y cada palabra que Él les enviaba era como amontonar argumentos para decir: juicio por su rebelión.
A lo largo del libro de Oseas vemos que Israel es también nombrado Efraín o Jacob. Jacob, el tercero en la cadena del plan divino para crear la nación de Dios es conocido como «el suplantador» o el «engañador». En Génesis 35:10 vemos que su nombre le es cambiado por Israel que significa «que Dios …
El día de ayer aprendimos sobre la dureza del corazón, cómo esto contribuye a la insensibilidad y crueldad espiritual. Esta nación estaba alejada de Dios, no tomaban en cuenta las advertencias, la misericordia y bondad de Dios que les está concediendo y ha concedido a Su pueblo. Ellos no buscaron a Dios en oración ni le clamaron, por eso, en los últimos capítulos hoy aprendemos que Dios es justo, el pueblo tuvo muchas oportunidades de volverse a Dios, y cada palabra que Él les enviaba era como amontonar argumentos para decir: juicio por su rebelión.
A lo largo del libro de Oseas vemos que Israel es también nombrado Efraín o Jacob. Jacob, el tercero en la cadena del plan divino para crear la nación de Dios es conocido como «el suplantador» o el «engañador». En Génesis 35:10 vemos que su nombre le es cambiado por Israel que significa «que Dios prevalezca», y a la vez la promesa hecha a Abraham, que de él saldría una gran nación, le fue ratificada.
Lo cierto es que así sucedió. En Egipto el pueblo se multiplicó en gran manera, y esto no fue del agrado de Faraón. Así que, Dios decide liberarlo de la esclavitud a la que estaba sometido prometiéndole llevarlo a la tierra prometida, cosa que sucedió con suma dificultad debido a la incredulidad de esa primera generación.
Podríamos decir que la incredulidad al igual que la idolatría estaban en el ADN de Israel, esto a su vez, hacia que la violación a los mandamientos divinos fuera una práctica común, a lo cual las siguientes generaciones se acostumbraban.
Parece que todo lo que Dios había hecho por Israel durante años y años, les seguía pasando por encima, tanto así que Oseas le hace un recuento desde Jacob, pasando por la rebelión en el desierto, hasta el desatino de escoger reyes para sí desechando con esto al que ya era su Rey, el Dios Altísimo.
Con razón Dios estaba enardecido. El Dios Santo era despreciado de continuo. Sin embargo, en el capítulo de Oseas 11:1-3 encontramos uno de los pasajes más hermosos y conmovedores de la Escritura en el cual se nos describe el sentir de Dios para con Israel:
«Cuando Israel era niño, Yo lo amé, y de Egipto llamé a Mi hijo. Cuanto más los llamaban los profetas, tanto más se alejaban de ellos; seguían sacrificando a los Baales, y quemando incienso a los ídolos. Sin embargo, Yo enseñé a andar a Efraín, Yo lo llevé en Mis brazos».
¿No suena esto como un lenguaje de amor tierno? Sí que lo es. A pesar de los desplantes que Israel le hacía al Señor, y el severo castigo que sufrirían por esto, Él jamás los abandonaría por completo porque Su corazón se conmovía ardiendo de compasión. Las naciones del reino del Norte fueron dispersadas, algunos creyeron, otros no. Pero ya no hubo reino del Norte ni las diez tribus como nación, solo quedó Judá, quien al tiempo señalado iría al destierro por 70 años, y al tiempo señalado volvería a su tierra. La profecía fue cumplida y el amor de Dios por Su pueblo queda evidenciado una vez más. Sin embargo, esa misma profecía señalaba un día futuro. En Mateo 2:14-15 vemos su cumplimiento:
«Y levantándose José, tomó al Niño y a Su madre, y se trasladó a Egipto; estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: De Egipto llamé a Mi Hijo».
A pesar de todos los intentos por matar a ese Niño también llamado Hijo de Dios, los planes divinos siempre triunfan y se cumplen. Ese Hijo, la representación misma del amor hecho carne, tenía una misión por cumplir. Juan 3:16 nos la declara maravillosamente:
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna».
Por medio de nuestra fe y confianza, y con la ayuda del Espíritu Santo, en ese acto de amor inmenso, ahora nosotras formamos parte de ese nuevo Israel que Dios ha ido conformando generación tras generación. ¡Formamos parte de la promesa hecha a Abraham!
Por lo tanto, todas las enseñanzas de Oseas tienen que ver con nosotras puesto que también formamos parte de la Historia de la Redención, y entender la magnitud de esto nos enseña a ser sabias y a vivir coherentemente.
El libro cierra con un llamado a la sabiduría, en este caso a no hacer las cosas que Israel hizo, pero sí a poner en práctica todo lo que el Señor requiere. Cuando así hacemos somos llamadas prudentes, lo que significa en su original, respetar, poner atención, entrar en cordura, tener entendimiento y discernir. Así que Oseas sigue siendo un mensaje relevante para nuestros días. Al poner en práctica sus enseñanzas somos advertidas de muchos tropiezos.
Viendo el cumplimiento de las profecías anunciadas por este mensajero del Señor, viene a nuestra mente 2 Pedro:1:19 que dice:
«Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en sus corazones».
Por tanto, ser sabias es vivir a la luz de toda la verdad revelada que Oseas solo conoció en parte, pero que nosotras sí conocemos en totalidad.
El día de la redención o restauración final puede suceder en cualquier momento, y por eso debemos vivir velando y esperando. En ese día todos los «Egiptos» serán destruidos, ya no habrá más oscuridad, ni lucha con la incredulidad o con cualquier otro pecado que nos acose. Veremos cara a cara a Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable y gustaremos del amor eterno con que nos ha amado desde antes que existiésemos.
Para meditar:
A la luz de tan grandiosas verdades: ¿agradeces a Dios ser amada con un amor como este? ¿Dejas que el Señor te enseñe a andar en Sus caminos? ¿Son Sus brazos el lugar de tu refugio? ¿Estás cultivando un andar sabio?
«Pero Yo he sido el Señor tu Dios desde la tierra de Egipto; no reconocerás a otro dios fuera de Mí, pues no hay más salvador que Yo». -Oseas 13:4
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