Día 201 | Oseas 1-7
Mientras Isaías y Miqueas siguen profetizando, otro profeta entra en la historia: Oseas. La evidencia interna del libro de Oseas enseña que éste profeta ministró por más de 25 años, culminó antes de la caída de Samaria, es decir, del reino del Norte. Oseas profetizó al reino del Norte, Israel. Su profecía traza el cumplimiento de la destrucción de la dinastía de Jehú y luego el final de todo el reino de Israel a través de los asirios (Os. 1:4, 11:5).
Por lo tanto, Oseas habló a un pueblo que estaba al borde del desastre, sin embargo, esas trágicas noticias anticipan la gracia del Evangelio. El territorio de Israel que primero experimentó el juicio de Dios fue la tierra de Neftalí (2 Reyes 15:29) y esta misma tierra fue la primera, que por gracia de Dios, fue testigo del ministerio de Cristo (Mt. 4:12-16). Oseas, por tanto, nos enseñará acerca …
Mientras Isaías y Miqueas siguen profetizando, otro profeta entra en la historia: Oseas. La evidencia interna del libro de Oseas enseña que éste profeta ministró por más de 25 años, culminó antes de la caída de Samaria, es decir, del reino del Norte. Oseas profetizó al reino del Norte, Israel. Su profecía traza el cumplimiento de la destrucción de la dinastía de Jehú y luego el final de todo el reino de Israel a través de los asirios (Os. 1:4, 11:5).
Por lo tanto, Oseas habló a un pueblo que estaba al borde del desastre, sin embargo, esas trágicas noticias anticipan la gracia del Evangelio. El territorio de Israel que primero experimentó el juicio de Dios fue la tierra de Neftalí (2 Reyes 15:29) y esta misma tierra fue la primera, que por gracia de Dios, fue testigo del ministerio de Cristo (Mt. 4:12-16). Oseas, por tanto, nos enseñará acerca del amor de Dios que es rechazado constantemente, pero que resalta Su fidelidad al pacto tanto en términos de juicio como de misericordia.
Casarse es uno de los eventos más importantes en la vida de cualquier persona. Se supone que cada persona escoge por amor, a otra con la cual compartirá toda una vida. Aunque para el mundo el matrimonio ha perdido su valor y relevancia para Dios no es así. Un matrimonio es mucho más que el acto de casarse, ser felices y procrear: Es una viva representación del amor de Dios por Su pueblo y el de Cristo por Su Iglesia (Ef. 5).
En el caso del profeta Oseas, cuyo nombre significa salvación, este no fue el caso, su novia le fue asignada directamente por Dios mismo de una forma dramática e inusual. Su libro inicia con el siguiente mandato:
«Cuando por primera vez el Señor habló por medio de Oseas, el Señor le dijo: “Ve, toma para ti a una mujer ramera y ten con ella hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor». –Oseas 1:2
Sin protesta alguna, aunque quizás sí con perplejidad, el profeta cumple la orden. Me imagino lo difícil que fue esto para él, pues casarse con una mujer, sabiendo de antemano que se prostituía y con la cual procrearon 3 hijos que constantemente le recordarían su desgracia, representaría para él dolor, traición, burlas, desprecio y ser el hazmerreír de todo su entorno.
Diariamente, al llamar a sus hijos, la agonía debió haber sido inmensa, pues el significado de cada nombre implicaba tristeza:
- Jezreel, su primogénito le recordaba que «Dios esparcirá».
- Lo Ruhamá, su hija, que era «Indigna de compasión».
- Lo Ammi, su último hijo era «Pueblo ajeno».
Definitivamente, Dios escoge métodos que muchas veces nos dejan boquiabiertas, aun así, debemos entender que todo lo que Él hace tiene propósito dentro de Su plan redentor, y el matrimonio de Oseas y Gomer representaría algunas cosas tanto para el Señor como para el pueblo. Por ejemplo:
- El amor inalterable de Dios por Su pueblo infiel
- Un Dios accesible y perdonador
- Un pueblo que muy fácilmente se desvía tras ídolos
- Un Dios tan celoso de los Suyos que, por amor, los disciplina con el fin de quebrantar sus duros corazones
Oseas es un relato de amor, juicio, redención y perdón. A pesar de que Israel una y otra vez tropezaba con la idolatría, Dios, de muchas maneras, le insto al arrepentimiento. Como un Esposo amante, deseaba que Su pueblo le fuera fiel, pero este pueblo orgulloso, terco, indómito y porfiado, «se iba tras sus amantes, y se olvidaba de Mí, declara el Señor» (2:13).
Pero Dios, que es rico en misericordia y fiel a Su pacto, no se daría fácilmente por vencido: Seduciría a la nación y la llevaría al desierto para hablarle al corazón (2:14).
En la cultura judía «ir al desierto» era como ir a un lugar reposado para encontrarse con uno mismo. En medio de ese lugar solitario, lejos del mundanal ruido, se podía reflexionar en cosas importantes que quizás con el atareo del día a día no se podían considerar a fondo.
Cuando no se reflexiona, poco a poco se puede perder el enfoque del porqué y el para qué de la existencia en este mundo. Llega la indiferencia y con ella el olvido. Israel, al igual que Adán, transgredió el pacto. Olvidó todo aquello que debía recordar de Dios. Olvidó que fue hecho para adorar a su Hacedor y vivir en comunión con Él, y el resultado fue un ritualismo absurdo y apostasía. Su falta de conocimiento lo llevaría a la destrucción (4:6). Pero, antes de que la destrucción se hiciera realidad por medio de los Asirios, Dios quiso hablarle directamente al corazón para que entrara en razón, reconsiderara las cosas y se volviera del mal camino que había escogido. Su deseo era desposarse con Israel para siempre, que este fuera Su pueblo, y que el pueblo dijera: Túeres mi Dios (2:19, 23).
¿Qué más deseaba Dios de Su pueblo? Lealtad más que sacrificio y conocimiento de Dios más que holocaustos. Él quería darles sanación, pero en su obstinación decidieron seguir enfermos con pecado tras pecado.
En Su gracia, Dios nos sacó de nuestro adulterio y enfermedad espiritual cuando andábamos en nuestros delitos y pecados. Hizo que Cristo, quien no conoció pecado, se hiciera pecado por nosotras, para que ahora fuéramos vistas como justas delante de Él. ¡Gloria a Dios por esto!
Sin embargo, jamás debemos olvidar que, en nosotras, al igual que Israel, existe la continua tendencia de idolatrar personas o cosas. Como bien dijo Juan Calvino, el corazón humano es una fábrica de ídolos. Por lo tanto, cada día nos es necesario tener ese tiempo de soledad y quietud en el desierto para oír Su voz, con el fin de crecer cada vez más en Su conocimiento y en nuestra lealtad a Él.
Para meditar:
- ¿Es tu obediencia como la de Oseas?
- ¿Reflexionas constantemente en el amor de pacto que el Señor tiene por ti?
- ¿Agradeces el hecho de que tu salvación no depende de tu fidelidad, sino porque Él es fiel a lo que prometió?
«Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, Yo también te rechazaré para que no seas Mi sacerdote. Como has olvidado la ley de tu Dios, Yo también me olvidaré de tus hijos». -Oseas 4:6
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