Día 187 | 2 Reyes 14; 2 Crónicas 25
En los libros de Reyes y Crónicas podemos ver que el pueblo de Israel tiene que enfrentar con frecuencia muchas batallas, pues están rodeados de enemigos que buscan derrotarlos y conquistarlos. Sin embargo, a pesar de estar constantemente asediados por el enemigo, en cada momento se les llama a seguir al pie de la letra las instrucciones del Gran Capitán, dando un paso de fe tras otro.
Estos libros nos recuerdan que todo lo que Dios nos ha dejado en Su Palabra es para nuestra enseñanza y nos hace un llamado a caminar en fe y obediencia, nunca olvidando que Él es quien va delante. No sea que nos suceda como a Amasías, que empezando bien, terminó mal.
Esto me lleva a meditar en que nosotras, como parte del pueblo y la familia de Dios, también estamos en guerra constante con el príncipe de este mundo y su ejército. Así …
En los libros de Reyes y Crónicas podemos ver que el pueblo de Israel tiene que enfrentar con frecuencia muchas batallas, pues están rodeados de enemigos que buscan derrotarlos y conquistarlos. Sin embargo, a pesar de estar constantemente asediados por el enemigo, en cada momento se les llama a seguir al pie de la letra las instrucciones del Gran Capitán, dando un paso de fe tras otro.
Estos libros nos recuerdan que todo lo que Dios nos ha dejado en Su Palabra es para nuestra enseñanza y nos hace un llamado a caminar en fe y obediencia, nunca olvidando que Él es quien va delante. No sea que nos suceda como a Amasías, que empezando bien, terminó mal.
Esto me lleva a meditar en que nosotras, como parte del pueblo y la familia de Dios, también estamos en guerra constante con el príncipe de este mundo y su ejército. Así que el Señor nos llama a estar siempre alertas y ser intencionales en combatir mediante la oración, y fortalecer nuestras debilidades, y ser radicales con nuestros enemigos. Eso fue lo que hizo Amasías, él no dudó en cumplir los mandatos del Señor cuando de pecado se trata, y podemos ver eso cuando eliminó a los que habían matado a sus padres.
Así mismo, nosotras estamos llamadas a luchar y a eliminar en el poder del Espíritu, a aquellos dioses y hábitos pecaminosos que nos han esclavizado, como por ejemplo: la idolatría al alcohol, el cigarrillo, el robo, la ira descontrolada, la falta de integridad, y la lista puede continuar.
Parte de las estrategias de nuestro enemigo es sembrar la mentira de que el cristianismo no es una relación personal y real con Dios que debe involucrar todo nuestro ser, incluyendo nuestro corazón: el enemigo quiere que lo veamos como una lista de cosas que hacer y nada más, como requisitos que cumplir, algo mecánico o algo que simplemente «nos conviene». ¡Estemos siempre alertas porque Satanás anda como león rugiente buscando a quién devorar! Esta es la verdad: nuestro corazón fue diseñado para servir y adorar a Dios; ambas cosas provienen de tener una relación íntima con Él.
Cuando descuidamos nuestra relación con el Señor, esto solo refleja que estamos tratando de servir a dos señores, es decir, a Dios y al mundo. Esto solo provoca que nuestro corazón se divida y terminemos convirtiéndonos en cristanos superficiales, tibios, y, como consecuencia, no hacemos nada como para el Señor. En última instancia, vivimos vidas derrotadas en las que los frutos del Espíritu no abundan ni son visibles a aquellos que nos rodean.
«Amasías hizo lo recto ante los ojos del Señor, aunque no de todo corazón». –2 Crónicas 25:2
Cuando no vivimos ni caminamos en intimidad con nuestro Dios, empezamos a alejarnos de Su Palabra y eso hace que nos volvamos indiferentes al pecado, tomando decisiones necias, y justificando nuestras faltas; vivimos la vida en este mundo alejadas del Señor.
Y parte de la superficialidad que viene cuando descuidamos nuestra relación con Dios, ha contribuido a la creación de una cultura de «excusas», donde la mayoría tenemos el hábito de no asumir o ejercer nuestras responsabilidades ante nuestros comportamientos, pensamientos, compromisos, fallas o faltas. Todo esto se debe a que hemos descuidado nuestra comunión con Dios, así que siempre buscamos excusarnos con algo externo, ya sea una situación o persona, culpando a todo lo demás, no asumiendo nada de responsabilidad y negando que nuestro problema principal está en nuestro propio corazón.
¡Y, ojo! Ciertamente hay cosas que no podemos controlar; durante nuestras vidas nos enfrentaremos a personas y situaciones que provocarán pecado en nosotras. Pero Dios nos da la gracia y el poder para ejercer dominio propio y controlar nuestros pensamientos y acciones, de tal manera que podamos siempre honrarlo. Sin embargo, el poder del Espíritu solo puede manifestarse en nuestras vidas cuando hemos cultivado una relación íntima con nuestro Señor.
«El Señor ordenó: “No se dará muerte a los padres por culpa de los hijos, ni se dará muerte a los hijos por culpa de los padres, sino que a cada uno se le dará muerte por su propio pecado”». –2 Crónicas 25:4
Dios mismo se encarga de que Su ley se cumpla (Deuteronomio 24:16), puesto que la responsabilidad de nuestra vida es nuestra, de nadie más. No podemos culpar a nadie de lo que hemos decidido hacer y cómo decidimos vivir, así como en quién ponemos nuestra fe.
Aunque estamos en este mundo y padecemos aflicciones (maltratos, injusticias, enfermedades, etc.), como creyentes, no debemos ni tenemos por qué sufrir o reaccionar como lo harían los que no conocen a Dios, pues nuestro Buen Pastor y Padre nos ha provisto de Su poder, de Su fuerza, Su Espíritu y de Sus promesas a través de Su palabra. ¿Te sumerges en la Palabra cada día, o lo ves como algo más que hacer en tu lista del día?
No creamos la mentira del enemigo que solo provoca que nos hagamos las víctimas en medio de esta guerra espiritual, más bien, recordemos que en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Para meditar:
- ¿Estamos usando la espada del Espíritu y el escudo de la fe para erradicar y dar muerte a las mentiras que estos hábitos pecaminosos siembran en nosotras y que nos esclavizan, estamos dormidas en nuestros laureles, siendo perezosas espiritualmente?
- Muchas de nosotras luchamos con la duda, la incredulidad y frialdad hacia Dios y Su Palabra, ¡pero esto, de ninguna manera, es una excusa para no buscarle intencionalmente simplemente porque no tengamos el deseo! Dios pone el querer como el hacer, y solo Él puede derribar estas fortalezas. ¡Su poder es más que suficiente!
- ¿Te quedarás en las sombras, en la oscuridad de tu pecado, o vendrás ante el trono del único Dios que quiere y puede salvar y liberar tu vida del pecado que te asedia?
- No recurramos a los dioses de este siglo como lo son el entretenimiento, las drogas, relaciones prohibidas o el materialismo, buscando en ellos refugio o alivio. Hoy quiero preguntarte aquello que Dios dice en Su Palabra:
«¿Por qué has buscado a los dioses de otro pueblo que no pudieron librar a su propio pueblo de tu mano?». –2 Crónicas 25:15
«Amasías hizo lo recto ante los ojos del Señor, aunque no de todo corazón». -2 Crónicas 25:2
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