Día 172 | 1 Reyes 10-11; 2 Crónicas 9
Ciertamente, Dios nos ha regalado dones y talentos específicos a cada una de nosotras, y cuando caminamos en su voluntad, Él se goza en usarnos para mostrar la gloria de su nombre, la hermosura de su carácter. Pero como nuestro cuerpo es débil, debemos ser intencionales, no solamente en ser buenos mayordomos, sino también en guardar nuestros corazones estando alerta y orando para no caer en la tentación de la vanagloria o la idolatría. Esta es la forma de iniciar, perseverar y finalizar bien la carrera de la fe.
Durante gran parte de su vida, Salomón rindió honor a Dios en todo lo que hizo. Como dice en 1 Corintios 10:31, todo lo hacía «para la gloria de Dios».
Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era Salomón, y vio el palacio que él había construido, quedó atónita. También estaba asombrada por la …
Ciertamente, Dios nos ha regalado dones y talentos específicos a cada una de nosotras, y cuando caminamos en su voluntad, Él se goza en usarnos para mostrar la gloria de su nombre, la hermosura de su carácter. Pero como nuestro cuerpo es débil, debemos ser intencionales, no solamente en ser buenos mayordomos, sino también en guardar nuestros corazones estando alerta y orando para no caer en la tentación de la vanagloria o la idolatría. Esta es la forma de iniciar, perseverar y finalizar bien la carrera de la fe.
Durante gran parte de su vida, Salomón rindió honor a Dios en todo lo que hizo. Como dice en 1 Corintios 10:31, todo lo hacía «para la gloria de Dios».
Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era Salomón, y vio el palacio que él había construido, quedó atónita. También estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey. La forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida que usaban. Y por las ofrendas quemadas que ofrecía Salomón en el templo del Señor.
Como resultado de todo esto, hombres y mujeres, incluyendo la reina de Saba, fueron atraídos a conocer al Dios de Salomón, y a reconocer que Él era la fuente de la sabiduría y de toda riqueza.
«Bienaventurados sus hombres, bienaventurados estos tus siervos que están delante de ti continuamente y oyen su sabiduría.Bendito sea el Señor su Dios que se agradó de usted, poniéndole sobre Su trono como rey para el Señor su Dios; porque su Dios amó a Israel afirmándolo para siempre, por lo cual la he puesto por rey sobre ellos para hacer derecho y justicia». -2 Crónicas 9:7-8
«Y toda la tierra procuraba ver a Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. Cada uno de ellos traía su presente: objetos de plata y objetos de oro, vestidos, armas, especias, caballos y mulos; y así año tras año». -1 Reyes 10:25
¿La forma en la que vestimos, comemos, adoramos, usamos los dones y administramos los recursos, están apuntando a otros a Dios?
Este templo y el glorioso reino de Salomón solo es un mero reflejo del reino glorioso de Cristo. La reina de Sabá quedó admirada de tal reino, imagina cuán hermoso será ver el Reino de los cielos. Lo cierto es que nada se compara con ese día ni con nuestro Rey. Lastimosamente, mientras estamos en este mundo, la tentación de la vanagloria de los ojos, el gusto por este mundo y el pecado sexual nos tienta. Ninguna persona que ha existido en la faz de este planeta está exenta de ser tentada para pecar contra Dios. Y Salomón, no fue la excepción.
El hecho de que hayamos tenido un verdadero encuentro con Dios, o prosperidad ministerial, no nos protege de la tentación y el pecado, Dios nos llama a perseverar viviendo en rendición, amor y obediencia al Él de manera total; no solo es algo de un día, sino de todos los días de nuestra vida porque sino, tarde o temprano caeremos en la idolatría tratando de servir a dos, a tres o más señores. Hermanas, no podemos servir a dos señores. Por lo tanto, cuidémonos de pensar que estamos firmes y exentas de caer en tentación. Las tentaciones que nosotras enfrentamos no son distintas de las que otras mujeres y hombres han enfrentado.
«Salomón hizo lo malo a los ojos del Señor, y no siguió plenamente al Señor. . .». -1 Reyes 11:6
La inmensa riqueza nubló su vista y la comprensión de quién procedía. La caída de Salomón se veía venir. Por ejemplo, No debía casarse con la hija del faraón (1 R. 3:1), quizá en ese momento no fue gran cosa, pero ahora leemos que además de la hija de Faraón, Salomón amó a muchas mujeres extranjeras y unió su alma a ellas. Luego, vemos como la vanagloria se apodera de él, al reunir muchos caballos (1 R. 10:26-29) que no necesitaba (1 R. 4:26). No solo fue un pecado de idolatría, sino también una desobediencia a la ley de Dios (Dt. 17-16; 7:3).
Al meditar en estos versículos sobre la caída de Salomón, viene a mi mente las letras de la canción «Slow fade» o «Caída lenta» de un grupo de adoración llamado Casting Crowns:
Cuidado, pequeños ojos, con lo que ven
Es la segunda mirada la que ata tus manos
mientras la oscuridad tira de las cuerdas
Cuidado, pequeños pies, por donde van
pues las pisadas hacia atrás
son las más seguras de seguir
Es una caída lenta
cuando te dejas llevar,
es una caída lenta
cuando el blanco y negro se vuelve gris
Te invaden pensamientos,
tomas decisiones
y hay un precio que pagar
cuando te dejas llevar
La gente nunca se derrumba en un día
es una caída lenta,
es una caída lenta
Cuidado si crees que estás firme
Puede que te estés hundiendo
Tenemos que ser radicales al cuidar de nuestros pensamientos, lo que vemos, y lo que escuchamos, porque si no lo hacemos, le damos espacio a la tentación; esta entra y comienza a anestesiar todos nuestros sentidos espirituales. Así que debemos identificar y reconocer nuestras debilidades, nuestras áreas vulnerables, confesarlas a nuestro Dios, y seguir las instrucciones que nuestro Gran Consejero nos ha provisto en Su Palabra.
Para meditar:
- Estemos alerta no exponiéndonos al objeto de nuestra tentación y oremos con fe en Sus promesas (Mateo 26:41).
- Resistamos la tentación usando la vía de escape que Dios nos ha dado y recordemos que Él no permitirá que seamos tentadas más allá de lo que podamos resistir (1 Cor. 10:13).
- Recordemos que toda decisión tiene una consecuencia, un precio y la paga del pecado es muerte y destrucción.
- Vistámonos con la armadura de Dios, usando la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios para desenmascarar las mentiras, y el escudo de la fe para apagar los dardos de duda del enemigo. Atesoremos Su palabra en nuestros corazones (Ef. 6:10-18).
Que Dios nos ayude a ser sabias, prudentes, a amar Su Palabra siendo diligentes en conocerle, y practicando en todo tiempo el dominio propio, perseverando con fe en Sus promesas.
No existe nada más valioso o placentero que el gran y fiel amor de nuestro Dios en Jesucristo.
«De las naciones acerca de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: “No se unirán a ellas, ni ellas se unirán a ustedes, porque ciertamente desviarán su corazón tras sus dioses”. Pero Salomón se apegó a ellas con amor». -1 Reyes 11:2
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