Día 163 | 1 Reyes 7; 2 Crónicas 4
En esta era donde el tomarnos nuestro tiempo se ve como sinónimo de lentitud, ineficiencia o falta de productividad, donde todo lo queremos para ayer, rápido, al instante, ese fruto del Espíritu que es la paciencia, es totalmente desplazado por el control y la autosuficiencia. Pero debemos recordar que Dios nos llama a cumplir con nuestro llamado con paciencia, dependencia y humildad. Él es quien marca los tiempos, las etapas y la duración de cada una; no nosotras.
Salomón duró trece años en construir su casa, lo que implica que se tomó su tiempo en el diseño, planificación de las estructuras, tamaño, y selección de buenos materiales. Fue un proceso en etapas que requirió largo tiempo de construcción. Salomón cuidó de cada detalle con paciencia y esmero, y eso reflejaba su amor por el Señor.
«Todas estas obras eran de piedras valiosas, cortadas a la medida, cortadas con sierras por …
En esta era donde el tomarnos nuestro tiempo se ve como sinónimo de lentitud, ineficiencia o falta de productividad, donde todo lo queremos para ayer, rápido, al instante, ese fruto del Espíritu que es la paciencia, es totalmente desplazado por el control y la autosuficiencia. Pero debemos recordar que Dios nos llama a cumplir con nuestro llamado con paciencia, dependencia y humildad. Él es quien marca los tiempos, las etapas y la duración de cada una; no nosotras.
Salomón duró trece años en construir su casa, lo que implica que se tomó su tiempo en el diseño, planificación de las estructuras, tamaño, y selección de buenos materiales. Fue un proceso en etapas que requirió largo tiempo de construcción. Salomón cuidó de cada detalle con paciencia y esmero, y eso reflejaba su amor por el Señor.
«Todas estas obras eran de piedras valiosas, cortadas a la medida, cortadas con sierras por dentro y por fuera, desde el cimiento hasta la cornisa, y por fuera hasta el gran atrio…El gran atrio tenía en derredor tres hileras de piedras talladas y una hilera de vigas de cedro, igual que el atrio interior de la casa del Señor y el pórtico de la casa». -1 Reyes 7:9, 12
Es sabio y prudente que seamos intencionales en planificar y procurar la edificación de nuestro hogar, porque si no lo hacemos, las tantas tareas que tenemos se encargarán de ocupar nuestros días, en lugar de ser nosotras las que establezcamos las prioridades. Debemos, en comunión con el Espíritu Santo, orar por el corazón de nuestros esposos e hijos, y buscar la verdad de Su Palabra que los restaure, sane y fortalezca. Enseñémosles lo que es verdaderamente importante, lo que tiene valor eterno: poner a Dios y la obra de Su reino primero.
Así como nuestros hijos nos imitan observando más nuestro ejemplo que escuchando nuestras palabras, Salomón imitó el amor que su padre David tuvo por el Señor; si para David fue de gran valor el templo, así lo aprendió Salomón y eso imitó.
Cada componente del templo tiene su importancia, ya que revela algo de Dios y de cómo debe ser adorado y de cómo acercarnos a Dios, por ejemplo:
- Los candelabros podrían simbolizar la luz de Su palabra, la cual debe estar siempre presente en nuestros hogares alumbrando nuestras vidas, caminos, decisiones, relaciones y así mismo nosotros ser reflejo de esta luz al mundo.
- El mar donde se lavaban los sacerdotes podría simbolizar el cómo no debemos trivializar la santidad de nuestro Dios, y que antes de presentarnos diariamente ante Él, debemos confesar nuestros pecados y debilidades confiando en que Su sangre y perdón nos limpiará de toda maldad.
- Las columnas nos pudieran apuntar a las verdades fundamentales del evangelio sobre las cuales debe estar edificado nuestro hogar: su muerte y resurrección, la expiación y pago de nuestros pecados, la gracia, el perdón, etc.
- Los panes de la presencia o panes de la proposición: Estos panes eran una ofrenda de comida a Dios que se llevaba a cabo perpetuamente como «un pacto para siempre» (Lv. 24:8). Junto con los otros elementos del tabernáculo, la mesa resalta la relación de pacto entre Dios y su pueblo al habitar Yahweh con Israel de una manera especial.
Nuestros hogares pueden ser un lugar de adoración a Dios porque sus habitantes son adoradores en espíritu y en verdad. Especialmente porque la comunión con Dios nos llama al arrepentimiento, perdón y santidad gracias a la obra restauradora de Cristo.
Para meditar:
- ¿Nos estamos dejando llevar por la velocidad insensata de estos tiempos que terminamos construyendo nuestro hogar sobre la arena? ¿O estamos dedicando tiempo, cuidando y cultivando cada detalle de nuestro carácter y del corazón de nuestros esposos, hijos y demás familiares? ¿Estamos siendo sabias al edificar nuestro hogar, o lo estamos «derribando» con nuestra impaciencia?
- ¿Estás reconociendo y procurando la ayuda de Dios a través de los diferentes medios de gracia o estás actuando con orgullo, creyéndote autosuficiente?
- ¿Cómo dejas un legado de amor por Dios a tus hijos? ¿Estás mostrándoles el valor que Dios tiene para ti?
«Así fue terminada toda la obra que el rey Salomón hizo en la casa del Señor. Y Salomón trajo las cosas consagradas por su padre David, es decir, la plata, el oro y los utensilios, y los puso en los tesoros de la casa del Señor». -1 Reyes 7:51
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