Día 153 | Cantar de los Cantares
Recuerdo la primera vez que estuve expuesta a las enseñanzas del Cantar de los Cantares, fue en un retiro de parejas. No salía de mi asombro al leer y entender la belleza y los detalles que Dios dejó plasmados en Su Palabra para hablar del amor romántico en el matrimonio. ¡Fue impresionante para mí!
Este libro, escrito por Salomón e inspirado por el Espíritu Santo, es un canto de amor. Dios le dio a Salomón la sabiduría para darnos un vistazo del amor entre esposos, como Él lo instituyó en el huerto del Edén. Es un cuadro del matrimonio ideal.
Dice el primer libro de reyes que Salomón, compuso cinco mil cantares, cinco mil canciones. Hoy tenemos en nuestras Biblias los que Dios quiso dejar como inspirados. Este libro es un poema lírico y al leerlo tienes que tener en cuenta que no sigue necesariamente un orden cronológico. Muchas escenas …
Recuerdo la primera vez que estuve expuesta a las enseñanzas del Cantar de los Cantares, fue en un retiro de parejas. No salía de mi asombro al leer y entender la belleza y los detalles que Dios dejó plasmados en Su Palabra para hablar del amor romántico en el matrimonio. ¡Fue impresionante para mí!
Este libro, escrito por Salomón e inspirado por el Espíritu Santo, es un canto de amor. Dios le dio a Salomón la sabiduría para darnos un vistazo del amor entre esposos, como Él lo instituyó en el huerto del Edén. Es un cuadro del matrimonio ideal.
Dice el primer libro de reyes que Salomón, compuso cinco mil cantares, cinco mil canciones. Hoy tenemos en nuestras Biblias los que Dios quiso dejar como inspirados. Este libro es un poema lírico y al leerlo tienes que tener en cuenta que no sigue necesariamente un orden cronológico. Muchas escenas son como una película que deja ver escenas en retrospectiva.
Una historia de amor conyugal
Este libro es la historia de una muchacha del campo, la Sulamita, y Salomón, el rey de Israel. A través de metáforas y símbolos del lenguaje es un cuadro detallado de su relación, desde el cortejo, descripciones del novio y la novia, el deseo de uno por el otro, la boda, la noche de bodas, los conflictos que se superan y el amor maduro. Presenta ese amor como uno hermoso, placentero y una gloriosa experiencia.
Una historia del amor de Cristo por Su iglesia
Hay otros significados que se han atribuido al libro, como el amor de Cristo por su iglesia o el amor de Dios por Israel, pero quiero resaltar en este caso la relación de Cristo y el creyente*. Estos enfoques no son incompatibles con el significado primario de la realidad del matrimonio terrenal, porque esa intimidad entre esposo y esposa nos apunta a un anhelo de mayor intimidad que sólo alcanza su plena satisfacción con nuestro precioso Señor Jesucristo.
Para esto necesitamos tener una relación personal con Él y necesitamos crecer en nuestra intimidad con Él.
No hay amor como el de Cristo
No hay unión matrimonial que refleje semejante amor de este lado del cielo como el amor que Cristo tiene por los suyos. Él nos ha amado con amor eterno. Por mejor que sea el amor entre una pareja, no se puede comparar con el amor con el que nos ama nuestro Salvador; con la extensión de ese amor que lo llevó a la muerte en la cruz. Nuestros aniversarios matrimoniales pueden superar como mucho los cincuenta o sesenta años, cuando Dios nos bendice con larga vida y un largo matrimonio; pero afirmamos como dice el Salmo 16, que solo en Su presencia hay delicias para siempre y plenitud de gozo.
Sally Lloyd Jones lo dice así en su Biblia para niños: «Dios nos ama con un amor que nunca se acaba, nunca se da por vencido, nunca se rompe y es para siempre».
Él es nuestro Novio
Y aunque el énfasis está en la relación de pareja, podemos ver como Dios valora el amor romántico y la unión sexual, la belleza de este amor y la intención de Dios. Quiero enfocarme brevemente en Cristo a través de dos frases que encontramos en estos primeros capítulos.
Su Nombre
- 1:3 «…tu nombre es como ungüento derramado». Otra versión dice: «tu Nombre es como el aroma que se esparce de aceites perfumados». Ese nombre es precioso para nosotras. Como dice ese antiguo himno: «Jesús, Sagrado Nombre»:
«Deleite siento el Nombre al oír de quien me vino a redimir, tristezas huyen al decir el exaltado Nombre; Nombre sin comparación, fuente de gran bendición, tema de feliz canción, Jesús, sagrado nombre.»
Nosotras sabemos que hay un solo Nombre que es sobre todo nombre; ante quien se doblará toda rodilla y toda lengua confesará que Jesús es el Señor. Además, no hay otro Nombre dado a los hombres en el cual podamos ser salvos. Él es Emanuel, Dios con nosotros; Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados, Él es el Cristo, el Mesías, ungido, el lirio de los valles, la rosa de Sarón, así podríamos seguir enumerando tantos nombres hermosos de nuestro dulce salvador, ese a quien ama mi alma (v. 7). Pero uno de sus nombres es el Novio, Él es nuestro novio y nuestro esposo. Cuánta ternura en el Nombre de nuestro amado.
Su Voz
- 2:8: «…¡La voz de mi amado!». Oh que nuestros corazones ardan y anhelen escuchar Su voz, como esos discípulos cuando iban camino a Emaús y se preguntaban: ¿no ardía nuestro corazón mientras Él nos hablaba, al escuchar Su voz? (Lc. 24:13-35). Que como María nuestro mejor momento sea sentarnos a los pies de Cristo para escuchar Su voz, como lo más importante y prioritario, y donde nos deleitemos de amor cerca de Aquel a quien nuestras almas aman. Que tengamos siempre listos nuestros oídos para escuchar la voz de nuestro Pastor y estemos prestas para obedecerlo y seguirlo. Que no nos dejemos seducir por otras voces, que vienen como zorras para dañar nuestra viña, y que podamos decir con el salmista de la voz del Amado: «Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca» (Salmo 119:103).
Para deleitarnos en Cristo, como nuestro novio celestial, debemos pasar tiempo con Él, conocerlo, contemplarlo y así nuestro corazón arderá de amor y nuestra relación con Él crecerá cada día más, hasta ese día en que le veamos cara a cara. Te animo y me animo a mí misma con estas palabras; no perdamos cada oportunidad de deleitarnos en Su presencia. Él ha prometido que estará con nosotras todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).
Quiero animarte a orar «Señor, mientras leo Cantar de los Cantares, ¿me mostrarías Tu amor? Ayúdame a creer en él, a recibirlo, a experimentarlo. Muéstrame Tu amor. Y Señor, también ¿podrías profundizar mi amor por Ti? Déjame amarte a Ti, como Tú eres digno de ser amado». Y si estás casada o tienes la esperanza de algún día estar casada, ora de esta manera: «Señor, que Tu amor se vea en y a través de mi matrimonio».
Señor, que nos muestres Tu amor, y que lo podamos recibir, y que tengamos la gracia de amarte más de lo que lo hacemos hoy. Entonces, que Tu amor se canalice y fluya a través de nosotras. Oro especialmente por aquellas que estamos casadas, o aquellas que lo estarán, por esa que quizás nos escucha el día de hoy y se estará casando pronto. Señor, te pido por su matrimonio, y por todos los matrimonios representados, que haya un desbordamiento de Tu amor en los matrimonios, para que vivan en intimidad, y den mucho fruto para Tu gloria. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Capítulos 5-8
En esta sección llama poderosamente mi atención el sentido de pertenencia que tienen estos esposos. «Yo soy de mi amado y mi amado es mío» (6:3), y otra vez se repite: «Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento…» (7:10). Y una vez más vemos cómo este concepto es el ideal en una relación matrimonial de acuerdo al diseño de Dios donde la Escritura dice que dos personas que se unen en matrimonio no son ya dos sino uno.
El Señor nos deja la interpretación de esta verdad del matrimonio con el concepto de que al unirnos en matrimonio nuestros cuerpos pasan a ser de nuestros cónyuges como un regalo de amor: «La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer» (1 Cor. 7:4), y la NTV lo dice así: «…la esposa le da la autoridad sobre su cuerpo a su marido, y el esposo le da la autoridad sobre su cuerpo a su esposa». Lo que implica una entrega voluntaria y deleitosa.
Pero esta verdad ilustra una realidad espiritual mucho más elevada y es que el cristiano ya no se pertenece, sino que pertenece a Cristo:
«Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él… ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:17-20).
Muchas veces queremos independencia y vivir siguiendo los deseos de nuestro corazón, haciendo nuestra voluntad; pero debemos recordar que Dios quiso dejarnos bajo autoridad y para eso el Señor pagó un alto precio:
«Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo». –1 Pedro 1:18-19
Así que debemos rendir nuestras vidas a nuestro Amado y decir como Él: no se haga mi voluntad sino la tuya, porque además Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Mt. 26:42; Ro. 12:2b).
No puedo dejar de mencionar otra cosa que resalta para mí en el libro y es el mutuo encanto que manifiestan poéticamente el novio hacia la novia y viceversa. El lenguaje es hermosísimo, poético en extremo, puede llegar aún a hacernos sonrojar, y también en cierto sentido a veces me pregunto: ¿De verdad hay tanta perfección física en estas dos personas?
Lee conmigo algunas de estas declaraciones:
«¿Qué clase de amado es tu amado, oh la más hermosa de las mujeres?» (5:9).
Mira la respuesta de esta mujer sobre su amado:
«Mi amado es resplandeciente y sonrosado, distinguido entre diez mil» (v.10).
Leamos ahora la descripción de ella:
«¿Quién es esta que se asoma como el alba, hermosa como la luna llena, refulgente como el sol» (6:10).
Y estos versículos son solo muestras. También se le llama: Oh mujer de singular belleza (5:9); el novio se refiere a ella como: mi perfecta. Y así a través de todo el libro. Lo que me hace repetir mi pregunta: ¿De verdad hay tanta perfección física?
Creo que Dios le dio a Salomón la sabiduría para meditar en la perfección que se dio en el huerto del Edén y en la relación que se dio entre Adán y Eva, cuando no había pecado en el mundo. Porque honestamente, puede ser que nos deleitemos viendo a nuestros esposos y viceversa, pero sabemos que no somos perfectas ni ellos tampoco; ni física ni espiritualmente.
Ahora, ¿qué belleza deberíamos perseguir? La que dice 1 Pedro 3:3-4:
«No se interesen tanto por la belleza externa: los peinados extravagantes, las joyas costosas o la ropa elegante. En cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios».
Esa belleza va en aumento a pesar de que nuestros cuerpos físicos se van desgastando con el paso de los años.
Pero esta hermosura perfecta nos apunta a la hermosura de Cristo:
«Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios». –Salmo 145:2
Como dice este antiguo himno:
Precioso Salvador,
Creador de todo,
Hijo de Dios y hombre a ti loor
A Ti solo honraré, te reverenciaré de mi alma vida, sol y amor.
Qué lindos campos hay en la primavera
Cuya belleza nos da placer
Más bello es el Señor
Más puro el Salvador
Que imparte gozo al triste ser.
Brilla con bella luz
El sol y la luna
La luz de estrellas no tiene igual;
Jesús es superior
Brilla con más fulgor que luz o ser angelical.
Mi punto aquí se confirma con el hecho de que Cristo es precioso, sin embargo, la Escritura lo describe en Isaías 53:2 como que no había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia él; más bien fue rechazado y despreciado. Entonces la verdadera belleza radica más allá de lo que nuestros ojos ven. Recuerda que Dios no ve cómo ve el hombre; «el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón» (1 Sa. 16:7).
Es mi oración poder contemplar con los ojos de la fe la belleza de Cristo para poder amarlo con un amor apasionado, anhelar ese día de las bodas del Cordero, que sea como dice Cantares, el día más feliz de nuestras vidas (3:11b) cuando contemplemos cara a cara a quien ama nuestras almas.
Tómate un tiempo para hacer esta oración:
«Señor, muéstrame Tu amor... Ayúdame a recibirlo y a vivirlo de una mejor manera, enséñame a amarte y amar a otros».
Para meditar:
Te aconsejo leer este libro completo una y otra vez, y al leerlo ir descubriendo las tantas facetas que tiene sobre el verdadero amor, sobre todo, medita en el gran amor de Dios por Su Iglesia de la que tú eres parte por la fe en Jesús.
«Ponme como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, inexorables como el Seol, los celos; sus destellos, son destellos de fuego, la llama misma del Señor. Las muchas aguas no podrán extinguir el amor, ni los ríos lo apagarán. Si el hombre diera todos los bienes de su casa por amor, solo lograría desprecio». -Cantares 8:6-7
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