Día 144 | Salmos 108-110
El quinto libro de los Salmos contiene dos pequeñas colecciones atribuidas a David. Una de ellas abarca los salmos del 108 al 110. Este trío presenta cantos de alabanza, confianza, súplica y oráculos que apuntan al rol de la casa de David en la historia del pueblo de Israel. Su lectura nos inspira a recordar que no importa cuál sea la circunstancia que atravesemos, podemos confiar en el amor inmutable de Dios, Su fidelidad y poder.
Salmo 108 – Súplica y alabanza
Al escribir este salmo, David recurre al texto de dos salmos anteriores. No existe consenso de por qué aparece este salmo en este lugar del salterio o por qué David recurrió a usar nuevamente esos textos. Lo cierto es que los tenemos y podemos ver con claridad que la primera parte del Salmo 108 (vv. 1-5) tiene su paralelo en el salmo 57:7-11, un texto escrito cuando David …
El quinto libro de los Salmos contiene dos pequeñas colecciones atribuidas a David. Una de ellas abarca los salmos del 108 al 110. Este trío presenta cantos de alabanza, confianza, súplica y oráculos que apuntan al rol de la casa de David en la historia del pueblo de Israel. Su lectura nos inspira a recordar que no importa cuál sea la circunstancia que atravesemos, podemos confiar en el amor inmutable de Dios, Su fidelidad y poder.
Salmo 108 – Súplica y alabanza
Al escribir este salmo, David recurre al texto de dos salmos anteriores. No existe consenso de por qué aparece este salmo en este lugar del salterio o por qué David recurrió a usar nuevamente esos textos. Lo cierto es que los tenemos y podemos ver con claridad que la primera parte del Salmo 108 (vv. 1-5) tiene su paralelo en el salmo 57:7-11, un texto escrito cuando David huía de Saúl y se escondió en una cueva. Estos versículos del salmo 108 son un canto personal de alabanza a Dios que brota de lo profundo del corazón. El autor exalta a Dios por Su amor que va más allá de los cielos, traducido en este caso como Su misericordia (v. 4), que es la palabra hebrea hesed que implica bondad, fidelidad. Sus palabras de alabanza van acompañadas de gratitud.
Si pensamos en el contexto en que fueron escritas originalmente, no era un momento placentero en la vida de David; andaba como fugitivo, perseguido por el rey de Israel. Pero su confianza no estaba en las circunstancias, tampoco en sus propias fuerzas. Su confianza y razón de alabanza estaban en ese amor inalterable de Dios, en Su misericordia para con los suyos. Ahora, en este nuevo salmo, trae a su memoria lo que ya conoce de Dios.
David pide que Dios sea exaltado y Su gloria vista para que ocurra la salvación de los suyos. Luego presenta una súplica para que el poder conquistador de Dios se despliegue ante los adversarios y acuda a ayudar a los suyos.
El texto concluye con la certeza de que será Dios, y solo Él, quien dará al pueblo la victoria. Solo en Él está el poder. El autor comenzó el salmo expresando la firmeza de su corazón en el amor inagotable de Dios y concluye también con una actitud firme y confiada: ¡Dios es el guerrero victorioso!
El segundo salmo en la trilogía que antes mencionamos es el 109, uno de los llamados salmos imprecatorios. Para el creyente a menudo resulta un tanto difícil leer este tipo de textos porque pareciera que quienes los escribieron carecían de misericordia, gracia o perdón, y solo desean venganza. Sin embargo, al analizarlos, podemos entender que el ruego es más bien para que Dios haga justicia, que no sea profanado Su nombre y que el mal sea vencido por el bien.
Este salmo en particular parece indicar que David ha sido víctima de un trato injusto, de calumnias y traición. Como resultado, él corre a Dios y pide que Su justicia sea hecha y que los malvados no queden impunes. David desnuda su corazón y no oculta su dolor, pues confiesa su debilidad. Para nosotras es un recordatorio de que nuestras oraciones no necesitan disfraces sino completa sinceridad ante Dios.
En la última porción de este salmo, el autor expresa su confianza en el carácter de Dios: un Dios de amor y misericordia que no desampara al necesitado, sino que lo salva y protege. Sus palabras finales son un reflejo de la convicción de que Dios escuchará y actuará a favor de los suyos, porque Él es un Dios justo.
La trilogía concluye con el Salmo 110. Este es uno de los llamados salmos de la realeza en los que el enfoque puede estar en el rey humano y su rol —a pesar de las muchas faltas que sabemos que acompañaron a estos reyes— o pueden enfocarse en ensalzar a Dios como rey. El salmo 110 contiene varias referencias mesiánicas y es el más citado directamente por los escritores del Nuevo Testamento (ver ejemplos en Mr. 12:36; Lc. 20:42-43, 1 Co. 15:25) para validar la identidad de Jesús como el Mesías.
En el versículo cuatro el autor menciona a Melquisedec, un personaje un tanto misterioso que no tiene relación con el rey David (ver Gn. 14). La referencia era al Rey prometido. Ningún rey del linaje de David ejerció la función de sacerdote, lo que nos permite ver que la referencia en verdad es a Cristo, quien no solo es Rey, sino también Sacerdote que intercede a favor de Su pueblo (ver Hebreos 7:21-22).
Los versículos del 5 al 7 encierran un tema común en el Antiguo Testamento: la victoria sobre los enemigos en un día postrero. Sabemos que esa victoria y juicio final le pertenecen a Cristo y es lo que reafirma el Nuevo Testamento en pasajes como Apocalipsis 19:11-21. El Salmo 110 nos apunta al futuro, a un Rey que vendrá y establecerá Su reino. Todos los enemigos serán para siempre derrotados.
Para meditar:
- Al concluir la lectura de estos tres salmos, ¿qué rasgos del carácter de Dios han sido más destacados?
- ¿Cómo pudiera impactar tu vida cotidiana el meditar en esas perfecciones de nuestro Dios? ¡Exaltemos y alabemos hoy a Dios, nuestro Rey!
«Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios, sobre toda la tierra sea Tu gloria». - Salmos 108:5
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