Día 140 | Salmos 5, 38, 41, 42
Un tema que encontramos constantemente en los salmos de David es el contraste que hace entre los justos y los impíos, y el conocimiento que David tiene acerca de cómo Dios responde a cada uno. Tal es el caso del salmo 5, donde David resalta la santidad de Dios. El salmista declara de su Dios: «No eres un Dios que se complace en la maldad, el mal no mora en Ti». Entonces, continúa describiendo cómo el Señor aborrece a todos los que hacen iniquidad, y prosigue diciendo: «Pero yo, por la abundancia de Tu misericordia entraré en Tu casa…», reconociendo que en comparación con el impío, la razón por la cual él tiene acceso a Dios y puede habitar cerca de Él, es por la abundancia de Su misericordia y Su justicia.
Para concluir con su oración, en los versículos diez al doce, David, primeramente, pide que el Señor actúe …
Un tema que encontramos constantemente en los salmos de David es el contraste que hace entre los justos y los impíos, y el conocimiento que David tiene acerca de cómo Dios responde a cada uno. Tal es el caso del salmo 5, donde David resalta la santidad de Dios. El salmista declara de su Dios: «No eres un Dios que se complace en la maldad, el mal no mora en Ti». Entonces, continúa describiendo cómo el Señor aborrece a todos los que hacen iniquidad, y prosigue diciendo: «Pero yo, por la abundancia de Tu misericordia entraré en Tu casa…», reconociendo que en comparación con el impío, la razón por la cual él tiene acceso a Dios y puede habitar cerca de Él, es por la abundancia de Su misericordia y Su justicia.
Para concluir con su oración, en los versículos diez al doce, David, primeramente, pide que el Señor actúe con justicia para con sus enemigos, ya que ellos se rebelan en contra de Él, y en segundo lugar declara que el Señor bendice al justo, al igual que lo rodea con su favor como un escudo. La bendición, salvación y protección están sobre los que conocen al Señor, mientras que su ira y furor están en contra del pecador como David lo describe en los primeros versos del Salmo 38.
Esta es una súplica por la salvación de Dios, donde David, entendiendo que Dios es tan santo que no puede estar cerca del pecado, comienza rogándole al Señor que no le reprenda en Su enojo, y termina suplicándole que no lo abandone. Él le dice: «Dios mío, no estés lejos de mí». En su oración, él expone delante del Señor los efectos emocionales y físicos que su pecado ha tenido sobre él. David ha sentido el peso de su pecado, ya que él recuerda la santidad de su Dios y teme que el Señor se aparte de él. Por lo tanto, la angustia ha llenado su alma, pero en medio de esta, él sigue esperando en su Dios.
David ha confesado su pecado, se ha arrepentido y se ha acercado al Señor por perdón. Su salmo concluye suplicándole al Señor por Su presencia. Él no quiere solo el perdón de sus pecados, pero a Dios mismo. David reconocía su necesidad del perdón de Dios, al igual que la disposición de Dios de perdonar a aquellos que se arrepienten; es por esto que el salmista termina con una declaración de confianza: «apresúrate a socorrerme».
Llegamos al Salmo 41, que si bien es un salmo de lamento, muestra el carácter de aquellos que caminan con Dios. Estos piensan en los pobres, aun en medio de las dificultades de la vida. Debido al contexto, podemos pensar que David está hablando de sus enemigos y su pobreza espiritual. Él describe cómo estos se expresan de él, y cómo aun su amigo más íntimo le ha dado la espalda, pero él le pide al Señor que tenga misericordia.
Aunque en varias ocasiones los salmos penitenciales de David suenan a él deseando venganza, y sí, claro que él deseaba justicia hecha para con él mismo; pero en realidad, el rey de Israel reconoce que todo pecado es en contra de la santidad de Dios.
Sin embargo, en medio de estas oraciones, él no deja de ver su pecado personal y reconocer la necesidad de la gracia de Dios en su vida. Él conocía el carácter de su Dios de tal manera que, en medio de sus extenuantes circunstancias y su pecado personal, a lo largo de su vida reconoció su tremenda necesidad del Señor.
En sus salmos podemos ver a un David que deseaba a Dios por sobre todas las cosas. Es así como llegamos al Salmo 42. David sigue estando lejos de la casa de Dios, una vez más, debido a la persecución de Saúl o su huida de Absalón (1 Sam. 21-24; 2 Sam. 15). Esta oración expresa el deseo de David por la presencia de Dios y su anhelo por la casa de Dios. Su expresión «¿por qué te desesperas, alma mía?», nos presenta la realidad de la experiencia humana. Al no ver nuestras circunstancias cambiar, nuestras oraciones ser contestadas, podemos caer en la desesperanza o desesperación.
Puede ser frustrante el encontrarnos en las mismas circunstancias. Pero el hecho de que esas emociones vengan a nosotras, no significa que deban hallar cabida. Imagina por un momento escuchar todo el día por medio de otros: «¿dónde está tu Dios?», cuando tú misma estás luchando con ver a Dios presente en tu vida y circunstancias.
Y a decir verdad, en ciertas ocasiones, en medio de nuestras luchas y pecados, el enemigo puede susurrarnos: ¿dónde está tu Dios? Sigamos el ejemplo de David, recordándonos el carácter de nuestro Dios, y respondamos en esa misma confianza: «Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!».
Para meditar:
- ¿Cómo piensas acerca de tu pecado? Y, ¿cómo respondes a este?
- ¿Qué tanto deseas al Señor en este momento de tu vida? ¿Es Él tu mayor anhelo hoy? ¿Puedes decir con el salmista: «Mi alma tiene sed de Ti»?
- ¿Consideras a otros y su necesidad del Señor en medio de tus propias luchas del día a día y de tus propias necesidades?
«Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!». -Salmos 42:11
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