Día 126 | Salmos 89, 96, 100, 101, 105 y 132
«Por siempre cantaré las misericordias del Señor; con mi boca daré a conocer Tu fidelidad a todas las generaciones» (Sal. 89:1).
Amada hermana y amiga, ¿son esas palabras tu oración en todo tiempo? ¿Quisieras que lo fueran? Déjame decirte que esas no son mis palabras cuando oro, ni siquiera se acercan a ellas. Tristemente nos enfocamos más en las circunstancias difíciles, en el dolor, la incomodidad de la situación, y en un sinnúmero de cosas que nos tomaría días mencionar. Pero, ¿has considerado la fidelidad de Dios en medio de tu situación? ¿Has pensado en que Su fidelidad hacia ti es una muestra poderosa de Su misericordia en tu vida? Si eres Su hija, el hecho mismo de que Dios esté permitiendo que pases por esa circunstancia difícil es porque Él te ha mirado con ojos de misericordia, ha visto tu condición y no va a dejarte así; porque Su …
«Por siempre cantaré las misericordias del Señor; con mi boca daré a conocer Tu fidelidad a todas las generaciones» (Sal. 89:1).
Amada hermana y amiga, ¿son esas palabras tu oración en todo tiempo? ¿Quisieras que lo fueran? Déjame decirte que esas no son mis palabras cuando oro, ni siquiera se acercan a ellas. Tristemente nos enfocamos más en las circunstancias difíciles, en el dolor, la incomodidad de la situación, y en un sinnúmero de cosas que nos tomaría días mencionar. Pero, ¿has considerado la fidelidad de Dios en medio de tu situación? ¿Has pensado en que Su fidelidad hacia ti es una muestra poderosa de Su misericordia en tu vida? Si eres Su hija, el hecho mismo de que Dios esté permitiendo que pases por esa circunstancia difícil es porque Él te ha mirado con ojos de misericordia, ha visto tu condición y no va a dejarte así; porque Su propósito final y sublime es que seamos cada vez más semejantes al Hijo.
Como hijas del Dios Altísimo, tenemos el privilegio de clamar a Él en todo momento, en medio de las circunstancias difíciles en esta vida podemos clamar: «Mi Padre eres Tú, mi Dios y la roca de mi salvación»(Sal. 89:26).¡Qué consuelo saber que tenemos un Padre celestial que nos cuida y nos ama con amor eterno! Y una muestra de Su amor es ese pacto que juró a David, Su siervo, el pacto que hizo con Abraham, Su juramento a Isaac (Sal. 105:9), esa Palabra que sigue y seguirá vigente para nosotras de que Su misericordia y fidelidad nos acompañarán mientras estemos en esta tierra: «Para siempre…a mil generaciones» y «Para siempre conservaré Mi misericordia… y Mi pacto le será confirmado» (Sal. 105:8, 89:28).¿Qué seguridad más plena podemos desear o tener sino el juramento de un Dios santo, santo, santo hacia aquellos que ha llamado Sus hijos? ¿Somos intencionales en meditar en el peso que tiene cuando el Dios eterno jura por Su santidad? Nuestro Dios es muy digno de ser alabado por Su eterna fidelidad (v. 4), así que,
- ¡Cántale, proclama Sus maravillas, cuenta Su gloria a las personas que te rodean! (89:1-3)
- ¡Da gracias al Señor, gloríate y alégrate en Él! (Sal. 105:1, 3)
- ¡Aclama con júbilo al Señor, Sírvele con alegría, entra por Sus puertas con acción de gracias! (Sal. 100:1-4)
- ¡Da al Señor la gloria debida a Su nombre, tráele ofrendas, tiembla ante Su presencia! (Sal. 96:8-9)
David, en el Salmo 101 dijo: «Prestaré atención al camino de integridad. . .En la integridad de mi corazón andaré. . .»(v. 2). Una vez que somos salvas, Dios pone en nosotras el deseo de obedecerle. Cada día debemos sumergirnos en Su Palabra para conocer Su voluntad, para escucharle, para andar en novedad de vida, haciendo aquello que a Él le agrada tanto en público como en lo secreto. ¿Buscamos ser fieles a Dios en todo momento y en cualquier circunstancia?
Dios, ha sido y seguirá siendo fiel en tu vida. Él estableció Su pacto desde tiempos antiguos para que Su misericordia y fidelidad te acompañen para siempre, ¿lo crees? ¿Le crees a Dios? Cuando el Señor nos rescata de nuestra vana manera de vivir y de nuestra pecaminosidad, el Espíritu Santo viene a morar en nosotras, nos escoge por Su gracia y misericordia, y dice «. . . Aquí habitaré» (Sal. 132:14).
Amiga y hermana, no importa cuán difícil sea la situación en la que te encuentres en este momento, puedes tener la plena seguridad de que el Señor es tu escudo.
Hoy y siempre tenemos razones para alabar, cantar, adorar, glorificar, exaltar y darle gracias a nuestro Dios. ¡Su fidelidad es para siempre! Que sean estas palabras la canción diaria de nuestro corazón, en respuesta a un Dios inmutable y que cumplirá Sus propósitos y cada una de Sus promesas,
«¡Bendito sea el Señor para siempre! Amén y amén».
(Sal. 89:52)
Para meditar:
- ¿Reflejan nuestras vidas gratitud y asombro por la fidelidad de nuestro Dios?
- ¿Cómo respondemos a tal muestra de amor?
«Mi Padre eres Tú, mi Dios y la roca de mi salvación». -Salmos 89:26
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