Día 125 | Salmos 1, 2, 15, 22, 23, 24, 47 y 68
Nuestro Dios es un Dios que ama la integridad. A lo largo de toda nuestra vida, somos puestas a prueba en este aspecto de la vida cristiana, ya sea en nuestros trabajos, con nuestros familiares, amigos e incluso en lo privado. Los Salmos 1 y 2 contienen palabras imperativas y claras sobre lo que significa vivir en integridad delante del Señor. Escucha lo que dice el Salmo 1 sobre los beneficios y bendiciones de vivir una vida íntegra:
- «¡Cuán bienaventurado el hombre que no anda en el consejo de los impíos…» (v. 1).
- «Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae. En todo lo que hace, prospera» (v. 3).
Pero esos beneficios no solamente vienen de ser moralmente íntegras. La verdadera integridad es como un río que fluye en nuestras vidas, cuyo cauce procede de deleitarnos en …
Nuestro Dios es un Dios que ama la integridad. A lo largo de toda nuestra vida, somos puestas a prueba en este aspecto de la vida cristiana, ya sea en nuestros trabajos, con nuestros familiares, amigos e incluso en lo privado. Los Salmos 1 y 2 contienen palabras imperativas y claras sobre lo que significa vivir en integridad delante del Señor. Escucha lo que dice el Salmo 1 sobre los beneficios y bendiciones de vivir una vida íntegra:
- «¡Cuán bienaventurado el hombre que no anda en el consejo de los impíos…» (v. 1).
- «Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae. En todo lo que hace, prospera» (v. 3).
Pero esos beneficios no solamente vienen de ser moralmente íntegras. La verdadera integridad es como un río que fluye en nuestras vidas, cuyo cauce procede de deleitarnos en la ley de nuestro Señor (v. 2).
La Palabra de Dios es muy clara con respecto a las consecuencias de vivir nuestras vidas, apoyándonos en nuestra propia opinión, siguiendo los deseos de nuestro corazón pecaminoso y satisfaciendo los deseos de la carne. El Señor resiste al orgulloso, al que no recibe el buen consejo, el que cierra sus oídos, mente y corazón a las enseñanzas que Él ha dejado escritas en Su Palabra para nuestro bien.
Hoy en día la humanidad se está volviendo cada vez más necia, las personas quieren hacer lo que dictan sus emociones y acallan sus conciencias justificando que el pecado no es tan malo como parece. Vivir una vida desenfrenada solo trae destrucción. David, en los salmos 15 y 24, hace una lista de las cosas que caracterizan a una persona que vive íntegramente delante de Dios. En ambos salmos podemos ver que se repite la misma pregunta: «Señor, ¿quién habitará en Tu tabernáculo?» (Sal. 15:1), «¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar Santo?» (Sal. 24:3). Te invito a que leas nuevamente estos salmos y hagas una lista de qué otras cosas, según la Palabra, caracterizan a una persona íntegra.
Amada amiga y hermana, delante de un Dios santo, santo, santo, no puede haber una sola gota de pecado. ¡Pero gracias al Señor por Jesucristo! En medio de nuestras luchas contra el pecado, Él se apresura a socorrernos y no desprecia ni aborrece la aflicción del angustiado, ni le ha escondido Su rostro (Sal. 22:19 y 24).
A lo largo de todas las Escrituras podemos leer historias de personas que decidieron no obedecer a Dios ni seguir el buen consejo, y al final, terminaron perdiendo sus vidas. La Palabra es muy clara cuando dice «Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte» (ver Prov. 14:12). En Salmos 2 leemos como Dios responde ante la necedad y el orgullo del hombre en ser sabio en su propia opinión y todo lo que hace por seguir su propio deseo. En los versículos 4 al 5 dice que «El que se sienta como Rey en los cielos se ríe, el Señor se burla de ellos. Luego les hablará en Su ira. . .».
¿Cuántas veces hemos asumido una actitud de orgullo y sabiduría propia? ¿Cuántas veces hemos quitado a Dios del trono de nuestros corazones para cumplir nuestra voluntad y deseos? Pidámosle a Dios que nos traiga convicción de pecado y pongámoslo en el lugar que solo a Él le corresponde.
Nuestro Dios es Rey, Él hace lo que le place, Él es quien dirige nuestras vidas y nos lleva a donde quiere. ¿Reconocen nuestros corazones el poder y la majestad del Señor? ¿Creemos con fe que Él es quien nos fortalece y nos da el poder para vivir una vida agradable a sus ojos? (Sal. 68:34-35)
Cuando vivimos rendidas al Señor en cada área de nuestras vidas, reconociendo Su señorío y viviendo bajo Su autoridad, Dios derrama Su bendición sobre nosotras y Su corazón se alegra. Él y solamente Él es el Buen Pastor que nos llena, nos hace descansar, restaura nuestras almas, nos guía por senderos de justicia y no nos abandona nunca.Nuestro Dios es un Dios de infinita misericordia que cada día nos llama a dejarnos enseñar y guiar por Él y a no ser los reyes de nuestras vidas, ni a confiar en nuestra propia sabiduría, porque solo acarreamos destrucción para nosotras mismas (Sal. 2:10).
Es probable que estés pasando por un momento difícil en tu vida en el que no sepas qué hacer, cómo responder, cómo manejar la circunstancia, y tu naturaleza pecaminosa te tienta a buscar atajos y hacer cosas que van en contra del Señor. Pero, esta es nuestra esperanza:
«Bendito sea el Señor, que cada día lleva nuestra carga,
el Dios que es nuestra salvación.
Dios es para nosotros un Dios de salvación» (Sal. 68:19-20).
¡Alegrémonos y gocémonos porque nuestro Dios es Rey de toda la tierra! Él está sentado en Su trono (Sal. 47:7-8). Que sea tu consuelo comprender que no necesitas ser dueña de tu vida. Aquel que te compró a precio de sangre, te lleva en la palma de Su mano, cuidándote y protegiéndote.
Acerquémonos con confianza a nuestro Dios y pidámosle que nos limpie de todo aquello que no nos permite vivir vidas íntegras delante de Él.
Para meditar:
- ¿Te consideras una persona íntegra? ¿Qué cosas crees que hay en tu vida, y que necesitas cambiar, que no muestran que vives en integridad?
- ¿Cuántas veces has asumido una actitud de orgullo y sabiduría propia? ¿Cuántas veces has quitado a Dios del trono de tu corazón para cumplir tu voluntad y deseos?
«¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién podrá estar en Su lugar Santo?». -Salmos 24:3
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