Día 109 | 1 Samuel 28 - 31; Salmos 18
Saúl se llena de temor delante de los filisteos. En su deseo de saber qué hacer, busca la dirección de los muertos y consulta una adivina. Dios ya lo había abandonado y había dejado de escucharle y de comunicarse con él. En lugar de preguntarse por qué Dios no le estaba hablando y considerar su propia rebelión, Saúl de nuevo ignora los mandamientos divinos, ¡mandamientos que hasta la adivina conocía! (28:9). Dios había sido claro en comunicar al pueblo que nunca debían consultar espíritus o recurrir a la adivinación (Ex. 22:18; Lv. 19:31; 20:27, Dt. 18:10), y Saúl estaba consciente de que estaba cometiendo un error, ya que se disfrazó para el encuentro.
Samuel aparece y vuelve a decirle lo mismo que le había dicho cuando estaba vivo: «El Señor ha hecho conforme a lo que dijo por medio de mí; y el Señor ha arrancado el reino de tu …
Saúl se llena de temor delante de los filisteos. En su deseo de saber qué hacer, busca la dirección de los muertos y consulta una adivina. Dios ya lo había abandonado y había dejado de escucharle y de comunicarse con él. En lugar de preguntarse por qué Dios no le estaba hablando y considerar su propia rebelión, Saúl de nuevo ignora los mandamientos divinos, ¡mandamientos que hasta la adivina conocía! (28:9). Dios había sido claro en comunicar al pueblo que nunca debían consultar espíritus o recurrir a la adivinación (Ex. 22:18; Lv. 19:31; 20:27, Dt. 18:10), y Saúl estaba consciente de que estaba cometiendo un error, ya que se disfrazó para el encuentro.
Samuel aparece y vuelve a decirle lo mismo que le había dicho cuando estaba vivo: «El Señor ha hecho conforme a lo que dijo por medio de mí; y el Señor ha arrancado el reino de tu mano, y se lo ha dado a tu prójimo, a David» (28:17). Saúl esperaba encontrar ayuda en Samuel, pero recibió su juicio. Él era incapaz de escuchar y obedecer a Dios.
Como era de esperarse, los filisteos comenzaron a dudar de la fidelidad de David hacia ellos, y recomendaron a Aquis no permitir que este fuera a la batalla contra Israel. Con mucha gracia y gratitud, Aquis pide a David partir con su pueblo. Dios libró a David de batallar contra sus hermanos israelitas, pero esto no es excusa para ser hipócritas y engañar. Es una buena lección para nosotras: no es sabio ni conveniente confraternizar con el enemigo.
Como David, tendemos a desconfiar del cuidado de Dios, tendemos a tratar de salvarnos a nosotras mismas, tendemos a tratar de controlar las situaciones y de caminar por nuestra propia prudencia. ¡Alabado sea Dios por su misericordia! Él «no nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande Su misericordia para los que le temen. Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen. Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que solo somos polvo (Sal. 103:10-14).
Cuando David y sus hombres regresan de Siclag, encuentran que los amalecitas habían quemado la ciudad y se habían llevado cautivos a sus mujeres e hijos. Ellos estaban desconsolados y los hombres de David lo culpan y hasta hablan de apedrearlo debido a su amargura, pero David se fortaleció en el Señor. David inmediatamente buscó la voluntad de Dios en el asunto, quien le aseguró la victoria. Él dependía del Señor en todo tiempo.
Dios ayudó a los israelitas a encontrar a sus enemigos por medio de un siervo egipcio de los amalecitas. Allí estaban ellos celebrando su botín, bebiendo y bailando, y fueron sorprendidos por David y sus hombres. Tal como le había prometido a David, Dios les ayudó a recuperar todos sus familiares y el botín.
Algunos hombres habían quedado rezagados debido a la fatiga, y los hombres de David se negaban a darle del botín, ya que no habían asistido a la batalla. Pero a David el éxito no se le había subido a la cabeza. Humilde y de manera sabia, David les recuerda Quién fue que batalló por ellos: el Señor los había entregado en sus manos y los que se habían quedado atrás también podrían disfrutar del botín.
Cuando misioneros son llamados a ir a la línea de batalla a compartir el evangelio, los que quedan atrás «cuidando el equipaje», apoyándolos en oración y financieramente, también disfrutan de los frutos de la obra de Dios a través de estos siervos fieles. La victoria es de todos, porque la victoria es de Cristo. Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero la victoria es del Señor (Prov. 21:31).
Mientras David obtenía victoria contra los amalecitas, Saúl y sus hijos mueren a manos de los filisteos. Dios juzgó la desobediencia de Saúl (ver 1 Crónicas 10:13-14). El escudero de Saúl no quiso matarlo por temor, pero estuvo dispuesto a quitarse la vida y morir con él. Al quitarse su propia vida, luego de que Saúl se quitara la suya, el escudero mostró más fidelidad a Saúl que al dueño de Su vida; Su Creador.
Salmos 18
El Salmo 18 es un himno de victoria de David cuando Dios le libró de sus enemigos para establecerlo como rey de Israel. Nos anima ver que David escribió este cántico mientras estaba en la batalla. El cantar estas verdades en medio de la lucha y la opresión requiere fe; una confianza total en la soberanía, protección y cuidado de Dios. Dios era su refugio y su fortaleza en medio de las batallas. David sabía que sus victorias estaban en la mano de Dios, y de Él recibía el poder para llevar a cabo la encomienda que le había sido dada. Él no se adjudicaba crédito por ninguna de sus victorias, sino que exaltaba a Aquel que lo había hecho posible. David sabía que solo era por la gracia y la misericordia de Dios que él había sido librado.
Al igual que David, nosotras podemos confiar en Dios sin importar cuán difíciles sean nuestras circunstancias.
Para meditar:
- ¿Valoras el consejo de Dios y lo obedeces, o consultas cartas, horóscopos o videntes para «conocer la voluntad de Dios»?
- Cuando pasas por crisis o situaciones difíciles, ¿tiendes a culpar a otros o vez la mano de Dios en todo?
- En tiempos de dificultad, ¿te fortaleces en el Señor? ¿A quién acudes primero, a los hombres o a Dios?
Recuerda:
- Tienes un Dios todopoderoso que lo conoce todo, lo gobierna todo y te ama. Arrepiéntete y pon tu confianza en Él.
- Caminamos por fe y no por vista. Confía en lo que Dios ha revelado en Su Palabra. Confía en Su bondad, fidelidad y cuidado. Sus planes para ti son buenos.
«Yo te amo, Señor, fortaleza mía». El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable». -Salmos 18:1-2
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