Día 106 | Salmos 56, 120, 140, 141, 142
¿Qué tendemos hacer en tiempos de crisis, de opresión, o grande angustia? Quizás la primera tendencia más natural sería el que corramos a contarle a alguien toda la carga que llevamos en el alma. No consideramos que esto sea incorrecto, puesto que la Palabra nos exhorta a que debemos llevar las cargas los unos a los otros; sin embargo, antes que ir a otra persona, lo más razonable y bíblico sería llevarlas ante Aquel que sí conoce todo lo que nos acontece en nuestras sendas y tiene el poder para remediar nuestras desgracias y tristezas.
David conocía muy bien el sufrimiento. Fue menospreciado por sus hermanos y atacado por Saúl con la intención de matarlo. Estuvo errante en el desierto por un buen tiempo, y como vemos en estos Salmos, también fue pisoteado, oprimido, atacado, perseguido y espiado. Sin embargo, en medio de todos sus tormentos tenía muy claro que …
¿Qué tendemos hacer en tiempos de crisis, de opresión, o grande angustia? Quizás la primera tendencia más natural sería el que corramos a contarle a alguien toda la carga que llevamos en el alma. No consideramos que esto sea incorrecto, puesto que la Palabra nos exhorta a que debemos llevar las cargas los unos a los otros; sin embargo, antes que ir a otra persona, lo más razonable y bíblico sería llevarlas ante Aquel que sí conoce todo lo que nos acontece en nuestras sendas y tiene el poder para remediar nuestras desgracias y tristezas.
David conocía muy bien el sufrimiento. Fue menospreciado por sus hermanos y atacado por Saúl con la intención de matarlo. Estuvo errante en el desierto por un buen tiempo, y como vemos en estos Salmos, también fue pisoteado, oprimido, atacado, perseguido y espiado. Sin embargo, en medio de todos sus tormentos tenía muy claro que Dios estaba a su favor y que el Señor tomaba en cuenta cada lágrima que derramaba. En medio de sus temores, David hizo resoluciones y dio decretos a su alma que le permitieron mantenerse en pie a pesar de las terribles circunstancias.
¿Qué enseñanzas podemos observar en estos salmos para que, al igual que a David, podamos estar firmes ante situaciones amenazantes?
- David reconoció su temor. El Salmo 56 nos dice que los enemigos en realidad eran numerosos, poderosos, sagaces y fieros, pero en los versículos 3-4 vemos lo que le dice a su corazón: «El día en que temo yo en ti confío. En Dios, cuya palabra alabo, en Dios he confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?».
- Cuando los que nos acosan o perturban nos causan aflicciones que parecen irremediables, debemos recordar que ellos son solo criaturas y que no podrán ir más allá de donde Dios se lo permita. Así que no nos avergoncemos por experimentar temor. Puesto que vivimos aún en un cuerpo caído, una y otra vez lo experimentaremos; pero no podemos quedarnos ahí, debemos confesarlo ante Él, pedir perdón y seguir confiando. Él es digno de confianza.
- A pesar de lo oscuras que se veían las cosas, David alabó: «En Dios, cuya palabra alabo». A la vista humana esto parece contradictorio, ¿cómo alabar si estoy padeciendo y sufriendo? Pero lo cierto es que alabar en medio de nuestras crisis es la mejor medicina para un alma adolorida. Cuando alabamos nos enfocamos en el Dios que es nuestro refugio y nuestra porción en la tierra de los vivientes, y el Único que puede colmarnos de bendiciones. Al alabar dejamos de mirarnos a nosotras mismas y sucede algo maravilloso: dejamos todos los asuntos en Sus manos, y entonces la paz inunda nuestros corazones.
- También experimentó esperanza. Leamos los versículos 12 y 13 del Salmo 140: «Yo sé que el Señor sostendrá la causa del afligido, y el derecho de los pobres. Ciertamente, los justos darán gracias a Tu nombre, y los rectos morarán en Tu presencia».
¡Qué palabras tan alentadoras y esperanzadoras! Él nos guarda y sostiene mientras estamos de este lado del cielo, pero cuando lleguemos allá viviremos dando gracias por el privilegio de morar eternamente en Su presencia.
Otra cosa que podemos aprender es que David no solo pidió ser guardado del enemigo, sino también ser guardado de sí mismo. En el Salmo 141:3-4a le vemos pedir lo siguiente: «Señor pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios. No dejes que mi corazón se incline a nada malo…».
Cuando nos vemos acusadas injustamente podemos caer en la tentación de decir cosas de las que luego nos arrepentiremos. De nuestros propios corazones salen injurias, palabras bochornosas y sentimientos antibíblicos, y con este tipo de conducta no reflejamos al Cristo que amamos. De ahí la importancia de guardar nuestro corazón, tal y como nos enseña Proverbios 4:23.
Por último vemos a David orar por los malvados. En el Salmo 140:9-10 ora lo que conocemos como oración imprecatoria, es decir, pedir que el malo reciba la maldad con que desea dañar a otro. Creemos que hay lugar para orar clamando: «No concedas, Señor, los deseos del impío; No hagas prosperar sus malos designios, para que no se exalten». La maldad que vemos prosperar a nivel global amerita oraciones como estas, aun así, nuestro primer clamor debería ser que Dios les conceda el arrepentimiento y puedan escapar del lazo del diablo que los tiene atrapados.
Para meditar:
¿Estás enfrentando alguna crisis desesperante? ¿Tienes temor por algo amenazante? ¿Oras por los que hacen mal? ¿Sientes que la oscuridad te agobia? ¡No desmayes! Haz tuya esta oración del Salmo 141:8: «Porque mis ojos miran hacia Ti, oh Dios, Señor; en Ti me refugio, no me desampares.
Escucha esta canción y medita en ella este día
«Porque mis ojos miran hacia Ti, oh Dios, Señor; en Ti me refugio, no me desampares». -Salmos 141:8
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