Día 105 | Salmos 7, 27, 31, 34 y 52
Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo.
Con Su poder nos librará de este trance agudo.
Este hermoso y conocido himno lo trajo Dios a mi mente un sábado por la mañana mientras meditaba en los salmos que había estado leyendo esa semana. Cada uno de ellos es un grito de auxilio y alabanza al Señor. Te invito a que me acompañes a caminar por estos salmos para ver las riquezas que abundan en cada uno de ellos.
El Salmo 7 comienza con un clamor de desesperación. David clama: «Oh Señor, Dios mío, en Ti me refugio; sálvame de todo el que me persigue, y líbrame». Es muy probable que para el tiempo en el que David escribió esto, estaba siendo perseguido por Saúl y sus servidores. En el versículo 6 vemos que el Salmista le pide a Dios: «Levántate… Álzate… Despiértate». Al leer esas tres palabras puede …
Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo.
Con Su poder nos librará de este trance agudo.
Este hermoso y conocido himno lo trajo Dios a mi mente un sábado por la mañana mientras meditaba en los salmos que había estado leyendo esa semana. Cada uno de ellos es un grito de auxilio y alabanza al Señor. Te invito a que me acompañes a caminar por estos salmos para ver las riquezas que abundan en cada uno de ellos.
El Salmo 7 comienza con un clamor de desesperación. David clama: «Oh Señor, Dios mío, en Ti me refugio; sálvame de todo el que me persigue, y líbrame». Es muy probable que para el tiempo en el que David escribió esto, estaba siendo perseguido por Saúl y sus servidores. En el versículo 6 vemos que el Salmista le pide a Dios: «Levántate… Álzate… Despiértate». Al leer esas tres palabras puede parecer como que David le está exigiendo a Dios que lo libre de la situación difícil por la que está pasando en ese momento, pero la verdad es que estas palabras son palabras de confianza y fe. Porque David conocía íntimamente a su Señor, no dudó en correr a ese Castillo Fuerte, a ese lugar seguro al que corre el justo y está a salvo (Prov. 18:10). Aunque el salmista sabía que su vida estaba en peligro, declaró su absoluta confianza en Dios al darle «gracias al Señor… cantaré alabanzas al nombre del Señor, el Altísimo» (v. 17).
¿Estamos confiadas y seguras, como David, de que Dios es nuestra luz en tiempos oscuros, nuestra salvación en medio de las circunstancias difíciles? ¿Consideramos a Dios como la fortaleza de nuestra vida cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse? (Sal. 27:1). Como creyentes, si decimos que Dios es nuestro refugio y nuestro escudo, creo que algo clave de la fe de David en su Dios, y algo de lo que debemos apropiarnos, es su deseo profundo y genuino de siempre permanecer cerca del Señor y esto se ve en el versículo 4 del Salmo 27 cuando dice:
«Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida…».
Pienso en mi propia vida y la verdad es que este no es el mayor anhelo de mi corazón, sino que constantemente busco refugio en cosas o personas que no son Dios. Esto trae como consecuencia que viva ansiosa, temerosa, que me hunda en las situaciones y retos difíciles que vienen a mi vida, y me hace perder de vista a ese Castillo Fuerte, nuestro Señor, que desea ser mi refugio para dar descanso a mi ansioso corazón.
Al final de los salmos 27 y 31, David nos hace una invitación a esperar en el Señor, a esforzarnos, a tener ánimo en esas temporadas difíciles de nuestras vidas en las que parece que Dios no nos escucha, o no sentimos que está cerca. Estas palabras «Espera…esfuérzate y aliéntese tu corazón…todos ustedes que esperan en el Señor», y el Salmo 34 son un ENORME consuelo para nuestras almas atribuladas; son una invitación a alabar, bendecir y dar gracias al Señor continuamente porque Él escucha nuestro clamor, nos responde y nos libra.
Cuando nos refugiamos en el Señor, estamos haciendo una declaración de fe y absoluta dependencia de Él, y decimos con nuestras vidas que «el Señor es bueno…Sus ojos están sobre los justos y Sus oídos atentos a su clamor».
Amigas y hermanas, nuestro Dios conoce nuestras luchas, nuestros miedos, ansiedades y tristezas; Él sabe que el enemigo de nuestras almas busca continuamente destruirnos, robarnos el gozo, quitar nuestra mirada de nuestro Salvador para que nos enfoquemos en el dolor y la incomodidad que sentimos en medio de los problemas difíciles que llegan a nuestras vidas. El enemigo celebra el momento en que nos encontramos débiles y sin fuerzas.
Los enemigos de David habían hecho planes para poder atraparlo y matarlo. Incluso, uno de los servidores de Saúl descubrió dónde se escondía David y lo informó inmediatamente a Saúl porque sabía que esto le traería beneficios (Sal. 52:2). Los enemigos del salmista maquinaron en sus mentes planes de maldad para acabar con la vida del siervo del Señor. Sin embargo, una vez más en el Salmo 52 versículo 8-9, David declara: «En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre. Te daré gracias para siempre por lo que has hecho, y esperaré en Tu nombre, porque es bueno delante de Tus santos».
¿Es Dios nuestro refugio en las circunstancias difíciles de la vida? ¿Lo vemos como un escudo en medio de nuestras pruebas y tribulaciones en este mundo caído? Pidámosle a Dios que nos ayude a creer de corazón que Él está «Cercano a los quebrantados de corazón y salva a los abatidos de espíritu» (34:18).
Para meditar:
Quiero terminar con las letras del himno que Martín Lutero escribió. Un himno que creo que todo creyente debe memorizar y atesorar en el corazón:
Es nuestro Rey Jesús, el que venció en la cruz
Señor y Salvador, y siendo Él solo Dios
Él triunfa en la batalla.
«Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del Señoren la tierra de los vivientes. Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor». -Salmos 27:13-14
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