Día 110 | Salmos 121, 123, 124, 125, 128, 129, 130
Estos salmos junto con el Salmo 120 que leímos en días pasados son conocidos como los salmos de ascensión. Estos eran cantados alegremente por los peregrinos que subían de todo Israel a Jerusalén a adorar a Dios tres veces al año tal y como nos enseña Éxodo 23:14-17 y 34:22-24.
En el Salmo 120 se clama con angustia para ser librados de los mentirosos y los que aborrecen la paz. Cuando llegamos al Salmo 121 nos encontramos con otra de las acciones que todo creyente debería hacer constantemente además de clamar, y es la de levantar nuestros ojos a los montes y preguntarnos de dónde viene nuestra ayuda.
El salmo nos dice que nuestra ayudaviene del Señor que hizo los cielos y la tierra. Este Dios tan maravilloso que creó el mundo visible e invisible siempre está despierto velando por nosotras para que jamás nuestros pies resbalen. Entender …
Estos salmos junto con el Salmo 120 que leímos en días pasados son conocidos como los salmos de ascensión. Estos eran cantados alegremente por los peregrinos que subían de todo Israel a Jerusalén a adorar a Dios tres veces al año tal y como nos enseña Éxodo 23:14-17 y 34:22-24.
En el Salmo 120 se clama con angustia para ser librados de los mentirosos y los que aborrecen la paz. Cuando llegamos al Salmo 121 nos encontramos con otra de las acciones que todo creyente debería hacer constantemente además de clamar, y es la de levantar nuestros ojos a los montes y preguntarnos de dónde viene nuestra ayuda.
El salmo nos dice que nuestra ayudaviene del Señor que hizo los cielos y la tierra. Este Dios tan maravilloso que creó el mundo visible e invisible siempre está despierto velando por nosotras para que jamás nuestros pies resbalen. Entender que Él es nuestro guardador y nuestra sombra a nuestra mano derecha a lo largo de los días que nos conceda sobre la tierra debería producir en nosotras descanso y mucha confianza.
El que conoce cada estrella por su nombre y todas esas galaxias inexpugnables para el hombre, también conoce el nombre y la situación de cada una, y se ha jurado a Sí mismo protegernos y guardar nuestras almas, no durante un tiempo, sino desde ahora y para siempre, hasta que nos lleve al mismo Cielo.
En el Salmo 123:1 volvemos a encontrar la misma idea: «A Ti levanto mis ojos, ¡oh Tú que reinas en los cielos!». Cuatro veces se menciona la palabra ojos, enfatizando así la necesidad imperiosa de buscar el favor divino, reconociendo humildemente que como criaturas jamás podremos subsistir sin la ayuda del Creador.
Gracias a esa ayuda y favor divino en el Salmo 124 vemos cómo Israel bendice al Señor por haberlos librado de los que pretendían cazarle. En el versículo 8 leemos: «Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra». Anteriormente vimos que la ayuda venía del Señor, pero ahora vemos que esa ayuda está en el nombre del Señor.
¿Alguna vez nos hemos detenido a considerar que significa el nombre del Señor? Creemos muy pertinente hacerlo para entender todo lo que esta expresión encierra a la luz de los salmos asignados para este día. Su NOMBRE es la manifestación de toda Su majestad, Su gloria y Su excelsa deidad. Cada nombre con que Dios aparece en la Biblia representa una faceta única de Su carácter, es decir, de quién es Él y cómo es Él.
Él es, Él ha sido, y Él será. ¡Él nunca se mueve ni cambia! Es el mismo ayer, hoy y siempre. Por eso los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que es inconmovible. Él es Quien da paz. Él es Quien bendice al que le teme. Él es que hace justicia y corta las ataduras de los impíos, y Él es Quien no toma en cuenta nuestras iniquidades, sino que las perdona para que sea reverenciado y temido.
Ante una descripción tan impresionante vale la pena esperar en el Señor. En Su nombre está nuestra esperanza y nuestra gloria. Esa esperanza se hizo carne y vimos Su gloria desplegada en la persona de Jesús, quien perdonó todos nuestros pecados de pura gracia.
Como peregrinas que aún no hemos llegado a casa, podemos seguir inconmovibles en nuestra carrera de la fe, levantando nuestros ojos al cielo en busca de Su ayuda, y adorando alegremente a ese NOMBRE que es por sobre todo nombre, recordando que Cristo en nosotras es la esperanza de gloria (Colosenses 1:27) y que cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces nosotras seremos manifestadas con Él en gloria (Colosenses 3:4).
Para meditar:
- ¿A quién clamas por ayuda? ¿Adónde levantas tus ojos? ¿Es Cristo realmente tu esperanza de gloria? ¿Esperas con ansias ese día de gloria?
«Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra». -Salmos 121:1-2
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