Yo te sostendré, día 1
Annamarie Sauter: Angie y su esposo se encontraban frente a una decisión muy difícil al enterarse de las complicaciones con su embarazo.
Angie Smith: Estábamos en shock. Creo que en esos momentos estaba sosteniendo un diálogo interno con el Señor. Todo lo que estaba sucediendo parecía moverse alrededor de mí, pero aún no era realmente capaz de tomar parte de esa conversación, porque estaba tratando de entender lo que estaba sucediendo en mi propia mente.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creo que no hay nada que se compare a la pena de una madre que pierde un hijo. Y estoy tan agradecida de tener esta semana aquí con nosotras en el estudio a mi amiga Angie Smith. Quizás este nombre no sea familiar para muchas, pero Angie es la esposa de Todd Smith, que es …
Annamarie Sauter: Angie y su esposo se encontraban frente a una decisión muy difícil al enterarse de las complicaciones con su embarazo.
Angie Smith: Estábamos en shock. Creo que en esos momentos estaba sosteniendo un diálogo interno con el Señor. Todo lo que estaba sucediendo parecía moverse alrededor de mí, pero aún no era realmente capaz de tomar parte de esa conversación, porque estaba tratando de entender lo que estaba sucediendo en mi propia mente.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Creo que no hay nada que se compare a la pena de una madre que pierde un hijo. Y estoy tan agradecida de tener esta semana aquí con nosotras en el estudio a mi amiga Angie Smith. Quizás este nombre no sea familiar para muchas, pero Angie es la esposa de Todd Smith, que es el cantante principal de un grupo cristiano popular llamado Selah.
Angie es también autora, escritora y conferencista; además es mamá y esposa, y tiene un poderoso testimonio de la gracia de Dios en su vida durante una época de gran pérdida.
Angie, muchas gracias por unirte a nosotras en Aviva Nuestros Corazones y por abrir tu corazón para compartir con nosotras tu peregrinación a través de la pérdida de tu hija.
Angie: Gracias. Estoy muy contenta de estar aquí.
Nancy: Sé que desde que eras muy joven Angie, tenías un amor especial por los niños. ¿Siempre quisiste ser mamá?
Angie: En verdad, sí quería. Yo creo que era la típica niña que tenía una muñeca en el cochecito empujándola por todos lados. Ese anhelo estaba en mi corazón. Sentía que un día ese sería mi llamado: ser mamá.
Nancy: Así que cuando tú y Todd se casaron, ¿hablaron sobre cuántos hijos querían tener?
Angie: Así es. No bien habíamos terminado de hablar sobre eso cuando me di cuenta de que estaba embarazada –a veces el Señor obra de formas inesperadas.
Nancy: ¿En tu primer año de matrimonio?
Angie: Dentro de los primeros meses. Así que fue una gran sorpresa para los dos. Sucedió justo cuando habíamos terminado de establecernos, pero perdimos al bebé a las ocho semanas de embarazo. Ese fue un golpe bastante duro en nuestro matrimonio.
Nancy: ¿Y cómo trataron ustedes con toda esa situación?
Angie: Pienso que sacó en mí… Yo sabía que siempre había querido tener hijos. Todd y yo habíamos hecho un plan brillante para nuestras vidas…
Nancy: Y Dios muchas veces se especializa en cambiarlo.
Angie: Él es un gran editor. Pero «mi plan» era esperar unos pocos años para tener hijos. Después de que tuvimos esta pérdida, había un revuelo en mi corazón. Yo sentía que era tiempo para que comenzáramos nuestra familia. Poco después concebimos otra vez.
Nancy: ¿Y tenías miedo esta vez de perder este otro bebé? ¿Tuviste que lidiar con algún tipo de emociones?
Angie: Así es. Y hablando con otras mujeres que han perdido a su primer bebé, pienso que es un miedo común. Hay una parte de ti que te dice que tal vez tu cuerpo no está hecho para eso. Tal vez eso no es algo que me va a tocar experimentar.
Así que esperamos con cierto recelo durante esas primeras semanas del embarazo. Poco después nos dimos cuenta –alrededor de las ocho semanas– de que estábamos esperando dos bebés en lugar de uno solo.
Nancy: Wow. El Señor te bendijo con un par de gemelas. Pero, de nuevo, no fue un camino fácil para el alumbramiento, ¿verdad?
Angie: No lo fue. Entré en labor de parto alrededor de la semana veinticinco. Tuve unos maravillosos doctores alrededor de mí y me pusieron en reposo en el hospital por casi diez semanas. Terminé teniendo dos bebitas, las dos hermosas y sanas. Ellas estaban muy pequeñas –pesaron 3.11 y 4.11 lbs– con un precioso cabello rojo brillante.
Nancy: Así como el tuyo.
Angie: Sí, y el de Todd, lo que es gracioso. Tenemos muchos pelirrojos en nuestra familia. Ellas nacieron a las treinta y cinco semanas. Abby tuvo que permanecer en cuidado especial por unas pocas semanas debido a su peso. Pero aparte de eso, ellas estaban perfectamente saludables y fueron una bendición desde el principio.
Nancy: Así que durante esos primeros años como mamá de esas pequeñas, describes haber experimentado sentimientos de «esto es el paraíso, es increíble, soy una gran mamá y las cosas van de maravilla». ¿Era eso lo que estabas experimentando?
Angie: Así es. Ellas eran por naturaleza de muy fácil trato. Tenían esta unión realmente especial entre ellas.
Recuerdo una noche en su cuna (porque compartían la cuna ambas) Abby había venido a casa del hospital y no paraba de llorar. La mecíamos, le cantábamos…hicimos de todo. Finalmente la acostamos y dijimos, «no sabemos qué hacer».
Recuerdo estar orando en la sala, «¿qué estamos haciendo mal?» De pronto hubo un silencio. Todd y yo nos volteamos a ver. Regresamos al cuarto y Ellie, quien es dos minutos mayor que Abby, pero que tiene muy a pecho su papel de hermana mayor, había puesto su pulgar en la boca de Abby para ayudarla.
Es muy hermoso ver esta unión, ese vínculo entre ellas incluso desde esa edad. Ellas simplemente eran de un espíritu dócil, muy calmadas y obedientes por naturaleza. Así que yo estaba bajo la impresión de que lo había hecho todo perfectamente.
Nancy: Pero entonces el Señor te dio otra bebé, y esta no tenía el cabello rojo y era diferente en muchos aspectos.
Angie: Así es. Me gusta llamarla «la hija que me hace humilde». Ella es un gozo en nuestras vidas y llegó al mundo con un punto de vista enteramente diferente sobre cómo serían las cosas. Ella entra a una habitación, la ilumina y quiere participar y aprovechar todo. Abby y Ellie son más inseguras, cuando llegan a una situación chequean todo, quieren tomar su momento, evaluar y después actuar.
Nancy: Y Kate toma el control, con sus grandes y hermosos ojos negros.
Angie: Sí, así es. Es muy difícil decirle que no. Siempre me digo a mí misma que al final del día, si no me he arrancado todo el pelo, voy a poder atravesar este periodo de tiempo. Ella va a ser una gran guerrera para el Señor. Todo lo que hace, lo hace al 150%.
Nancy: Y así entonces quedaste embarazada otra vez. ¿Estabas emocionada esta vez?
Angie: Sí, muy emocionada, sentí una gran emoción. Pero desde el principio tuve un sentir en mi espíritu sobre este embarazo que no había tenido en mis otros embarazos. De hecho, en mi primera cita con el doctor, tenía solo seis o siete semanas, ellos anotaron en mi expediente que «me sentía incómoda». Me preguntaban sobre síntomas físicos que pudieran tachar en una lista, pero no era ninguna de esas cosas. No sentía la misma paz que sentí con mis otros embarazos.
Nancy: ¿Y en qué momento notaste la diferencia?
Angie: La primera vez que tuvimos una indicación, me hicieron algunos exámenes y salieron ligeramente anormales. Pero para este examen en particular, es común que salga anormal. Así que el doctor no estaba realmente preocupado y nos dijo que no nos preocupáramos. Hasta ese punto, el peor de los casos sería que el bebe tuviera Síndrome de Down.
En mi trabajo al investigar el desarrollo psicológico y trabajar con niños –he trabajado con muchos niños que tienen Síndrome de Down– ciertamente me hubiera gustado saber de antemano para poder prepararme y poder preparar a mis hijas. Pero en realidad no era algo que nos alarmara demasiado.
Fuimos a un ultrasonido a las dieciocho semanas para que evaluaran si esta bebé tenía o no Síndrome Down. Desafortunadamente para nosotros, ese no era el caso.
Nancy: Así que estabas con Todd mientras te hacían este ultrasonido y ¿cuál fue la primera indicación de que algo no andaba bien?
Angie: Fue muy rápido. El técnico comenzó el ultrasonido, y en unos pocos segundos, su cara solamente cambió. Yo diría que el aire de la habitación cambió. Me di cuenta de que nada iba a volver a ser igual después de esto. Estaba pasando algo que iba a cambiar nuestras vidas. Ella titubeaba en contestar cualquier pregunta debido a las limitaciones de su rol allí. Ella quería que el doctor entrara. Recuerdo haberle preguntado si pensaba que el bebé iba a sobrevivir, y ella solamente tartamudeo y dijo, «no lo sé, hay un número de problemas que necesito que el doctor venga para explicárselos».
Nancy: Y el doctor llegó en ese momento.
Angie: Sí, en ese momento entró. La mamá de Todd, quien se suponía volara de regreso a su casa, también estaba intranquila y terminó quedándose con nosotros para venir a esta cita. Ella estaba en la sala de espera, orando. En retrospectiva, fue un tiempo maravilloso. Fue un regalo.
Todd había ido a buscar a su mamá para explicarle lo que estaba sucediendo. Mientras tanto, el doctor entró en el cuarto. En ese momento fue precisamente cuando sentí Su presencia muy fuertemente. El doctor dijo, «¿cómo te sientes? ¿Cómo estás manejando esto?» Yo respondí, «mi Jesús es el mismo ahora al igual que antes de que yo caminara por esa puerta». Solo lo seguía repitiendo, y me aferraba a eso. Necesitaba escucharlo. Era tierra firme en medio de ese caos.
Nancy: ¿Y qué te dijo el doctor?
Angie: Él no era creyente. Él asintió. Creo que se tranquilizó al ver que tenía algo a que aferrarme. Pero al mismo tiempo, él había visto el reporte que le había llegado, sabía que estaba a punto de darme noticias muy duras.
Nancy: ¿Y cuáles eran esas noticias?
Angie: Audrey tenía al menos tres complicaciones que ellos consideraban incompatibles con la vida. Entre ellas estaba el hecho de que sus riñones no se habían desarrollado correctamente, había una falta extrema de fluido amniótico, y su corazón era cuatro veces más grande que el tamaño normal, ocupaba el 80% de su pecho, lo que realmente era alarmante en sí mismo. También indicaba que sus pulmones no se estaban desarrollando de la forma en que era requerido.
En el ultrasonido había otros problemas menores que se encontraron, pero en algún punto, dejaron ya de buscar. Dijeron que habían visto suficiente para decirnos que no había razón por la cual continuar con el embarazo.
Nancy: Así que, dijeron que no había forma de que ella pudiera sobrevivir. ¿Y te recomendaron terminar el embarazo en ese momento?
Angie: Sí. Desde un punto de vista médico y científico, simplemente no había esperanza de que el feto se convirtiera en algo que pudiese tener esperanzas de vida. Incluso ellos programaron un aborto para el día siguiente.
Nancy: Y tú y Todd se miraron y buscaron al Señor. ¿Qué hicieron?
Angie: Estábamos en shock. Creo que en esos momentos estaba sosteniendo un diálogo interno con el Señor. Todo lo que estaba sucediendo parecía moverse alrededor de mí, pero aún no era realmente capaz de tomar parte de esa conversación, porque estaba tratando de entender lo que estaba sucediendo en mi propia mente.
Asentimos mucho, escuchamos mucho. Todd y yo ambos teníamos la sensación –y hemos platicado sobre esto desde entonces– de que era una experiencia que debíamos atravesar. Nos sentíamos tan abrumados. Solo necesitábamos espacio para estar solos y estar con el Señor, buscar Su consejo y no el consejo de los que estaban allí con nosotros.
Les permitimos que programaran el aborto, porque queríamos ver un doctor que había sido de mucha ayuda para que nuestras hijas gemelas sobrevivieran. Él iba a visitar el hospital la mañana siguiente. Así que una vez ingresada, él pasaría a verme en sus rondas si yo estaba ingresada en el hospital. Estábamos esperando que nos diera una segunda opinión. Por supuesto que estábamos orando que no encontrara lo que los otros doctores habían encontrado.
Nancy: Así que regresaste y te ingresaste en el hospital.
Angie: Nos quedamos a dormir allá para que a primera hora de la mañana estuviéramos allí cuando él comenzara sus rondas. Él llegó y me reconoció, recordó todo lo que había pasado. Amablemente dijo que esperaba no tener que volver a verme otra vez ya que él es un doctor que únicamente atiende situaciones que amenazan la vida del bebé.
Nancy: Y entonces él vio el reporte.
Angie: Sí lo vio. De hecho, hizo otro ultrasonido y encontró esencialmente lo mismo que el otro doctor había encontrado y confirmó que el diagnóstico era correcto.
Nancy: ¿Y él les dio la misma recomendación de terminar con el embarazo?
Angie: Sus palabras exactas fueron, «mi recomendación es que no termines con el embarazo, no solo por mi postura sobre el tema, sino también porque conozco cuál es la postura de ustedes». Es el mismo doctor –me enteré más tarde– que la noche que llegué al hospital había hecho una apuesta con las enfermeras si yo iba a poder sobrevivir o no porque me habían visto bastante mal cuando llegué a dar a luz a las gemelas. Él no es creyente, pero cuando nacieron mis gemelas, él vino más tarde y me dijo, «solo quiero que sepas que su Dios obró un milagro con estas bebés».
Así que hubo un reconocimiento de nuestra fe. Tuvimos la oportunidad de tener conversaciones sobre la fe en ese entonces, y él sabía que el aborto no sería una opción para Todd y para mí en este caso.
Nancy: Aún habiendo personas cercanas, además del personal médico, que pensaban que había razones válidas para terminar con este embarazo.
Angie: Sí, y yo realmente siento empatía de una manera diferente en cuestiones que son blanco y negro para mí. En nuestra situación había una indicación de que Audrey pudiera estar sufriendo, y que su sufrimiento aumentaría mientras progresaba el embarazo. Así que había un sentir en mí y en Todd de, ¿qué querrá el Señor? ¿Qué es lo más humano para hacer en esta situación? ¿Cómo podemos ser mejores padres para ella?
Luchamos con esta decisión, pero llegó a ser bastante obvio para nosotros que Dios tenía un plan para su vida y que no teníamos el derecho a tener voz ni voto en ese momento. Decidimos continuar con el embarazo. Yo la sostendría. Y estoy tan agradecida de que lo hicimos.
Nancy: Ese es el título de tu libro, Yo te sostendré, (I Will Carry You, que está disponible en inglés), el título que escogiste por la gracia de Dios. Y aun así las siguientes catorce semanas de sostener a Audrey Caroline en tu vientre no fueron nada fáciles.
Angie: Fue un tiempo muy difícil para nosotros. Por supuesto, teníamos tres niñas pequeñas en la casa. Así que siempre tratábamos de mostrarles el balance de tener la esperanza en el Señor que sobrepasa cualquier diagnóstico médico, y queríamos vivir en esa esperanza. Al mismo tiempo, necesitábamos que estuvieran conscientes de lo que pensábamos que podría ocurrir, basados en lo que habíamos visto. Tuvimos que caminar sobre esa línea fina durante esos meses.
Nancy: Así que en ese momento tus gemelas tenían cinco ¿y Kate tenía…?
Angie: Probablemente tres durante ese tiempo.
Nancy: ¿Y qué les dijeron a sus hijas?
Angie: Bueno, con mi trasfondo, entendía que necesitaba ser concreta. El embarazo es un concepto tan abstracto. Es difícil incluso para nosotras comprender lo que el Señor está haciendo en el vientre, mucho menos intentar explicarlo a niños preescolares.
Así que encontramos un conejito de peluche que tenía una marca en su corazón. Yo hablo sobre esto en el libro. Más o menos usamos eso como ejemplo para que pudieran comprender lo que estaba pasando. Les permitimos a las niñas poner curitas en el corazón del conejito. El conejito iba con nosotros a donde quiera que íbamos. Realmente intentábamos hacerlo parte de nuestras vidas cada día cuando hacíamos cosas y en los lugares a donde íbamos.
Mis niñas tenían cámaras desechables que llevaban a todos lados. Tomaban fotos de mi estómago para decir, «Audrey fue al ballet, Audrey fue al parque». Ella realmente ya era parte de nuestras vidas diarias.
Nancy: Decidieron que iban a vivir la vida incluyendo a Audrey durante esas semanas, y ¿cómo se veía eso?
Angie: Bueno, mi hija Ellie decidió que quería mostrarle a Audrey el Castillo de Cenicienta. Así que unas pocas semanas después del diagnóstico, terminamos haciendo un viaje –que se suponía sería solo para nuestra familia, pero luego se convirtió en una gran aventura familiar con nuestros padres y algunos amigos cercanos– y sí pudimos ir a ver el castillo. Tenemos fotos. Teníamos experiencias como esa. Hablábamos con ella durante el día. Audrey ya era hermana de ellas.
Nancy: Y durante ese tiempo, comenzaste a escribir parte de lo que estabas atravesando, inicialmente solo para mantener a amigos y familiares actualizados en el camino. Imagino que te llegaban muchas preguntas que tenías que estar contestando. Y ese diario llegó a convertirse en un blog, en una publicación diaria, con el título de Trae la lluvia, un blog que terminó atrayendo miles y miles de seguidores quienes no te conocían personalmente pero que estaban siguiendo la historia.
Y en tu libro mencionas parte de lo que escribiste en tu diario, algunas de las publicaciones de tu blog. Esta es una que encontré que escribiste justo después del viaje a Disney. Permíteme leer lo que escribiste, después puedes comentar un poco acerca de eso.
Creo que de una forma u otra, Dios va a contestar nuestra oración de sanar a Audrey. Pudiera no ser aquí de la forma que deseamos que sea, pero tengo completa fe de que ella va a estar sana, y no va a ser temporal. Si solo pudieras escucharme decir esto, todas estas palabras valdrían la pena.
Para todos ustedes que quieren saber el gran secreto de cómo estamos respirando a través de esto, es bastante sencillo. Él es suficiente. No soy una predicadora. No pretendo serlo. Soy una mujer que reconoce más y más cada día que quiero a Jesús más que mis deseos. En esta vida vamos a ser desilusionadas. Vamos a sufrir, pero existe gran gozo en las sombras, si sabes hacia dónde mirar.
Angie: Como mujer que llegué a ser creyente en mi adultez, en realidad no había tenido una tormenta como esa en mi vida. Recuerdo las emociones de ese momento, tener la oportunidad de colocar todo mi peso en Jesús, por primera vez como creyente. Esa paz abrumadora que viene con eso, aun no la había comprendido hasta ese punto. Por más que en sentido humano hubiera cambiado esas cosas, porque amaba a mi hija y quería sostenerla en mis brazos y quería criarla, aprendí a amar a Jesús de una forma diferente desde ese momento. Hice lo que no había hecho antes, que era decir, «Tú eres todo o nada». Esto será algo sorprendente o estaré totalmente desilusionada.
Así que para mí, ese tiempo, la forma que moldeó mi fe, el denuedo que me dio para hablar de Él…no lo cambiaría por nada en el mundo. Siento que eso realmente hace un eco en algunos de mis escritos de ese tiempo. Incluso en medio de la oscuridad, quería que las personas que no creían vieran una mujer que estaba –humanamente hablando– en una situación imposible, pero expresando que no era imposible porque Él es suficiente.
Nancy: Tuviste que darte cuenta que Él es suficiente, no solamente al sostener a esta pequeña que tú sabías, humanamente hablando, que no sobreviviría, sino también mientras vivías la vida. Y hablas sobre una vez que fuiste al baby shower de una amiga.
Angie: Ese fue un tiempo muy difícil. Fue unos pocos días después de mi diagnóstico. Ella era una amiga muy querida. No quería perdérmelo. Pero al final del baby shower, todos nos juntamos alrededor para orar por ella y orar por la bebé –ella también estaba esperando una niña– e inclinamos nuestros rostros. Al ir orando cada una por la salud de la bebé, por un parto seguro, por la salud de mi amiga, podías escuchar sollozos en el lugar porque todas estas mujeres sabían que esa no era la situación en la que yo estaba, y querían ser sensibles a eso.
Recuerdo abrazar a mi amiga antes de irme, sentir nuestros estómagos presionándose uno contra el otro, y pensando en los planes tan distintos que el Señor tenía para cada una de nuestras hijas.
Nancy: Y en medio de eso tuviste el privilegio de escoger confiar en el corazón del Señor, cuando no podías ver o comprender el guión que Él estaba escribiendo. Mantuviste tus ojos mirando hacia arriba, incluso cuando estaban llenos de lágrimas, y dirigiste tu corazón al Señor.
También estoy muy agradecida de que a través de tu libro, hayas incluido muchos versículos de las Escrituras que fueron particularmente significativos para ti durante toda esta etapa. Estos no borraron la pena ni hicieron que el camino fuera fácil, pero anclaron tu corazón y lo aconsejaron con la verdad en lugar de permitir que el miedo, los temores y las emociones controlaran tu vida.
Esos miedos estaban ahí, las aprehensiones estaban ahí y las emociones estaban ahí, pero más profundo que todo eso estaba la verdad, Dios. Él es suficiente. Y uno de los pasajes que mencionaste es uno que es muy familiar, pero creo que fue muy significativo para ti durante ese tiempo. Y se encuentra en Isaías capítulo 43. Solo quiero leer estos versículos porque creo que hay algunas oyentes hoy que están enfrentando circunstancias similares, o tal vez muy diferentes, cuyos corazones necesitan ser lavados con estas mismas palabras.
Escucha mientras leo Isaías capítulo 43.
«Más ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú».
Cuando leo estos versículos, pienso no solo en Jacob e Israel, sino que pienso también en ti, Angie y en Audrey, durante toda esa temporada. Pienso en Audrey Caroline, a quien llevabas en tu vientre, a quien Dios dice:
«… te he llamado por tu nombre; mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, (no dice que no vas a caminar por el fuego) ni la llama te abrasará. Porque yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador» (vv. 1-3).
Encontraste estas palabras verdaderamente ciertas.
Angie: Así es, Nancy. Por más difícil que es pensar y recordar esos tiempos, hay una dulzura que vino de mis tiempos de devoción y mi caminar con el Señor.
En esos momentos, como dijiste, leí muchas de esas Escrituras que había escuchado tantas veces, y había tomado su profundidad por sentado.
Me encontraba con ciertas porciones de las Escrituras y sentía que las había leído un par de cientos de veces antes de ese momento, pero las leía con ojos completamente diferentes.
Escuchamos a las personas hablar de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Esa es una frase común. Mi esposo cuenta la historia de Horacio Spafford, el hombre que escribió el himno, Estoy bien con mi Dios. El trasfondo de esa historia es que él había perdido cuatro hijas en un accidente de barco. Cuando el barco pasó por el lugar donde sus cuerpos perecieron, él se paseaba por la cubierta y decía, «está bien con mi alma; está bien». Él escribió el resto de la canción poco después.
Yo siento que había tomado mucho de la Escritura por sentado y la había memorizado, conocía las palabras, pero no siento que las había internalizado completamente, ni reclamado como mías, para fortalecerme, hasta ese momento. Así que al mirar hacia atrás, cuando vemos las Escrituras como las que acabas de leer, Nancy, no podemos pasar por ellas ligeramente. Él nos llama por nuestro nombre. Él conoce nuestros nombres. Él conocía el nombre de mi hija. Hay tanto significado en pasar tiempo meditando en esa simple realidad…pienso que pasé por alto esto por muchos años.
Annamarie: Has estado escuchando una conversación entre Nancy DeMoss Wolgemuth y Angie Smith. Ellas te han estado recordando que Dios te conoce por nombre y que puedes encontrar en Él la gracia que necesitas. Mañana ellas regresarán con la continuación de la conversación. Descubrirás cómo encontrar paz en medio de situaciones que no parecen tener propósito. Ahora Nancy regresa para orar con nosotras.
Nancy: Señor, yo solo oro que Tú tomes las palabras que Angie ha compartido. Sé que aún no hemos escuchado el resto de la historia, pero incluso al cerrar este programa, Señor, oro que ministres con gracia, con gracia hecha a la medida para cada oyente; tal vez a algunas, quizás muchas o varias quienes puedan estar luchando con situaciones inexplicables, dolorosas, con un guión que ellas jamás hubieran escrito para sus vidas, quizás enfrentando una pérdida inminente o una pérdida reciente y el dolor aún está tan fresco.
Oro que Tú les asegures que Tu presencia está con ellas en medio de estas aguas, en medio de ese fuego. Oro que te acerques a ellas y que ellas se acerquen a Ti y encuentren que Tú eres todo lo que has prometido ser. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Cuando regresemos a Aviva Nuestros Corazones mañana, vamos a escuchar el resto de la historia. Aunque es una historia que aún se está escribiendo en el corazón de Angie y de su familia, el libro donde se cuenta la historia completa se titula Yo te sostendré (I Will Carry You, disponible en inglés), escrito por Angie Smith.
Gracias Angie por estar con nosotras. Y vamos a retomar la historia donde la dejamos cuando continuemos mañana con Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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