Yo soy el pan de vida
Annamarie Sauter: El pastor John Piper dice que «si no queremos a Dios por encima de todas las cosas, no hemos sido convertidos por el evangelio». Nancy nos ayuda a pensar en esto.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Anhelas más de Jesús? ¿Tienes hambre por más de Él? ¿Sientes mayor necesidad del pan diario? ¿No solamente los domingos, no solamente una sesión como esta, sino cada día? ¿O estás satisfecha con ser entretenida con la religión, pero no alimentarte de Jesús? Venir a Él en fe es reconocer que lo necesitamos desesperadamente cada día.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En el episodio anterior dimos inicio a una serie en la que estaremos estudiando los Yo Soy que pronunció Jesús. Ya Nancy nos llevó al Éxodo para hablarnos sobre el momento en el que Dios reveló Su nombre de pacto, …
Annamarie Sauter: El pastor John Piper dice que «si no queremos a Dios por encima de todas las cosas, no hemos sido convertidos por el evangelio». Nancy nos ayuda a pensar en esto.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Anhelas más de Jesús? ¿Tienes hambre por más de Él? ¿Sientes mayor necesidad del pan diario? ¿No solamente los domingos, no solamente una sesión como esta, sino cada día? ¿O estás satisfecha con ser entretenida con la religión, pero no alimentarte de Jesús? Venir a Él en fe es reconocer que lo necesitamos desesperadamente cada día.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En el episodio anterior dimos inicio a una serie en la que estaremos estudiando los Yo Soy que pronunció Jesús. Ya Nancy nos llevó al Éxodo para hablarnos sobre el momento en el que Dios reveló Su nombre de pacto, «YO SOY EL QUE SOY», y hoy profundizaremos en el Nuevo Testamento para ver de cerca lo que Jesús dijo acerca de Sí mismo.
Nancy: Al llegar al Evangelio de Juan en el Nuevo Testamento, encontramos siete títulos «YO SOY» para Jesús. Y esos títulos o nombres nos hablan de cómo Jesús es Dios, el gran YO SOY, Jehová, el Señor. Aquel que se reveló a Moisés y a Su pueblo en el Antiguo Testamento, ha venido a la tierra. Jesús es Dios encarnado, el gran YO SOY.
En la medida en que miramos estos nombres YO SOY de Jesús, vemos que Jesús no solo es Dios con nosotros, sino que Él es todo lo que necesitamos. Él es el todosuficiente. Él es luz en la oscuridad. Él es el Pastor que nos dirige, guía y alimenta. Todo lo que necesitamos, eso es Él.
Ahora, mientras vemos estos YO SOY de Jesús durante los próximos días, quiero que mantengan en sus mentes que el punto de todo esto, no son los regalos o los dones que Él nos da, sino Jesús mismo, quién es Él para nosotras. Vamos a ver varios de estos nombres en el día de hoy. Vamos a comenzar con el pan de vida. Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida».
Ahora, en la antigüedad y actualmente, en muchas partes del mundo, el pan es considerado el alimento básico para sostener la vida. Las personas lo preparaban todos los días; pan fresco y era parte esencial de su dieta diaria. No podían vivir sin él, era una necesidad. En nuestros países se usan muchas frases que hacen alusión al pan como el sostén de la vida, eso se refiere a que el pan nos sostiene, es necesario para sobrevivir. Por ejemplo el pan diario, o aún en algunos países se hace referencia a que cada niño nace con su pan debajo del brazo, hablando de que cada niño tiene el sostén que necesita para la vida.
Bueno pues, de las Escrituras, el pan apunta a nuestras necesidades espirituales básicas, aquello sin lo cual no podemos vivir, lo que es necesario para sostener la vida. También apunta a la provisión de Dios para nuestras necesidades y la presencia de Dios que nos llena y nos sostiene.
La primera vez que la palabra pan se menciona pan en la Biblia se encuentra en el capítulo 3 del Génesis, donde Dios le dice a Adán que una de las consecuencias de comer del fruto prohibido es que la tierra estaría bajo maldición. Habría dolor y trabajo, fatiga, afán y pesar. Y luego Dios le dice en el versículo 19: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan». En otras palabras, tendrás que trabajar duro para sostenerte como consecuencia del pecado.
Luego en el capítulo 16 del libro del Éxodo en la medida en que los israelitas salían de Egipto guiados por Dios a través del desierto, recuerda cómo murmuraban contra Moisés y contra Dios, y cómo decían: «Cuando estábamos en Egipto…», a pesar de que por cientos de años ellos esperaron con ansias salir de Egipto. Pero ahora ellos miraban hacia atrás con nostalgia lo que vivieron en Egipto, y decían: «…en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud» (v. 3).
El pueblo estaba tan centrado en sus necesidades físicas básicas, que se quejaban cuando esas necesidades no eran satisfechas a su antojo.
A lo que Dios les contesta, «¿quieren pan? Les voy a dar pan. «He aquí, haré llover pan del cielo para vosotros…por la mañana os saciaréis de pan; y sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios (vv. 4 y 12). Y Dios en Su abundante gracia fue el proveedor de pan para Su pueblo. Y ellos le llamaron «maná».
Diariamente, durante los siguientes cuarenta años, Dios envió maná del cielo, pan del cielo, hasta que los llevó a la tierra prometida y pudieron entonces plantar, sembrar y cosechar. Y ese maná, ese pan del cielo era un recordatorio diario de que Jehová era su fuente, su proveedor, y ellos eran dependientes de Él para suplir sus necesidades.
Luego, llegamos a la época del tabernáculo en el libro del Éxodo. Recuerda cómo cada semana se colocaban doce piezas de pan fresco, representando las doce tribus de Israel, y eran colocadas sobre la mesa en el lugar santo. Si tienes una biblia versión Reina Valera 1960, a esos panes se les llama Pan de la Proposición. En algunas traducciones más modernas de la biblia también se les llama literalmente, Pan de la Presencia. El Pan de la Presencia.
Esas doce piezas de pan eran colocadas en la mesa, la mesa del Pan de la Proposición, la mesa de la Presencia de Dios. Esos panes eran la imagen del deseo de Dios de tener comunión con Su pueblo, de que Él era su alimento y que ellos necesitaban Su presencia cada día para vivir.
Ahora bien, el pan en el Antiguo Testamento, al igual que muchas otras cosas, es un tipo que tiene la intención de apuntarnos hacia Cristo. Así que déjame pedirte que me acompañes al capítulo 6 del Evangelio de Juan en tu Biblia. Allí encontramos la primera de las siete afirmaciones «Yo Soy» que se encuentran en el Evangelio de Juan, cuando Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida».
Comenzando en el versículo 2 del capítulo 6 de Juan dice: «Y le seguía una gran multitud, pues veían las señales que realizaba en los enfermos». Ellos veían estos milagros, estas señales que Jesús hacía. Y luego en el siguiente párrafo, en los versículos del 5 al 13, encontramos la historia en la que Jesús alimenta a cinco mil personas. Jesús realiza aún más milagros.
La realidad es que probablemente eran unas veinte mil personas si se añade a las esposas y los niños. Y Jesús hizo ese milagro de dar de comer a esta multitud. Ellos comieron, se saciaron y luego llenaron doce canastas, doce cestas con los pedazos de pan que sobraron. Me pregunto si existe alguna relación entre este sobrante y las doce piezas de pan en la mesa del tabernáculo, el Pan de la Presencia de Dios.
Ahora veamos el versículo 14 dice: «La gente entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decía: Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo», el Mesías prometido del que se habla en Deuteronomio. Aquí tenemos a Jesús con Su popularidad por las nubes. El pueblo quedó prendado por las señales y los milagros. Ellos creían que Él era el profeta prometido que vendría. Ellos pensaban que Él había venido a liberarlos de los odiados romanos.
Luego, en el versículo 15, se nos dice que ellos querían hacerle rey. «Coronémoslo ya y vamos a deshacernos de los romanos». Claro que este deseo no permaneció en sus mentes por mucho tiempo. Al final del capítulo, como podremos ver un poco más adelante, Jesús pasó de ser un héroe a ser nadie en sus mentes. No les tomó mucho tiempo.
Si continuamos en ese pasaje, esa noche Jesús caminó sobre las aguas para cruzar al otro lado del mar de Galilea, otra señal, otro milagro. Al día siguiente, del otro lado, la multitud ve que Jesús se ha marchado, así que se suben en las barcas y cruzan el lago hacia Capernaum, donde Jesús se encontraba y ellos buscan a Jesús.
En Juan capítulo 6 versículo 26: «Jesús les respondió y dijo: En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado». Esta multitud primero siguió a Jesús por los milagros, como leemos al inicio del capítulo, pero luego le seguían para que los alimentara, por el pan. Pero esta es una multitud de curiosos, en realidad no se trataba de personas convertidas. Ellos estaban impresionados por Jesús, pero no estaban listos para invertir sus vidas en Jesús.
Su relación con Jesús, como veremos en este capítulo, era tan significativa como los me gusta en Facebook o los seguidores en Twitter. Que no significan nada. Puedes tener miles de seguidores, miles me gusta de personas que nunca has conocido, personas que no tienes ni idea de quienes son. Esta era una multitud voluble, cambiante. Sabes que puedes dejar de seguir a alguien tan fácilmente como puedes seguir en Twitter, ¿verdad? Ellos eran volubles. No tenían compromiso. Ellos querían a Jesús para obtener de Él lo que Él pudiera darles o hacer por ellos. Por cierto, desafortunadamente esa es la forma en que muchas iglesias han sido construidas en nuestra era. Programas sensacionales, actividades, celebridades, cualquier cosa para atraer a una multitud.
Pero Jesús les dice, «me buscáis, primero por los milagros, después por la comida…no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado». Y luego, les dice en el versículo 27:
«Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, porque a este es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello».
Ahora bien, eso no significa que Jesús les estaba diciendo que no trabajaran para su sustento, porque en otra parte de la Escritura se nos dice que el que no trabaje que no coma. Pero, a lo que sí se estaba refiriendo es a que no permitas que las cosas temporales, como la comida, el pan, las pertenencias, dominen tu atención o roben tus afectos. No trabajes por esas cosas.
¿Alguna vez te has encontrado a ti misma viviendo, luchando, trabajando para la comida que perece, sustitutos de Jesús, cosas que no tienen importancia realmente? ¿Estás satisfecha con tener tus necesidades físicas y temporales cubiertas, pero quizás ignoras las necesidades eternas de tu alma? Tal vez estés satisfecha con cubrir las necesidades físicas temporales de tus hijos. Eres una buena madre y vas a asegurarte de que ellos estén vestidos, que tengan qué comer, que vayan a la escuela y a la práctica de deportes. Pero, ¿estás prestando atención a las necesidades de sus corazones?
¿Dónde buscas satisfacción, realización y sostén? ¿Te refugias en juegos, en películas, en novelas, en ir de compras, comidas, ejercicio, personas? No hay nada malo con todas esas cosas. ¿Pero es allí donde estás buscando satisfacer las necesidades más profundas de tu corazón? Si lo estás haciendo así, entonces estás trabajando por el alimento que perece. No te va a durar. No podrá satisfacerte por mucho tiempo.
El versículo 28 dice: «Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» El pueblo respondió como muchas veces nosotras respondemos. Decimos, «dime cuál es la lista de lo que tengo que hacer». Reglas que puedo guardar para agradar a Dios. Versículo 29:
«Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: (no es nada que debas hacer) que creáis en el que Él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo» (vv. 29-31).
Ahora, espera un momento, espera un segundo. ¿Ellos quieren una señal? Menos de veinticuatro horas antes, Jesús le había dado milagrosamente de comer a unas veinte mil personas con el almuerzo de un niño, y ellos aun dicen, «danos una señal, queremos ver una señal».
Versículo 32:«Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os dado (no solo en aquel entonces, sino que les da ahora) el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es (no habla de una cosa, sino de una persona) el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo» (vv. 32-33).
El pan de Dios es una persona. Es Jesús. Jesús es el cumplimiento del Pan de la Presencia en el Antiguo Testamento que era un símbolo del que habría de venir, del maná del cielo. Ese maná fue pan temporal. Se arruinaba a las veinticuatro horas. Se echaba a perder. No duraba. Pero apuntaba al pan que dura para siempre, a Jesucristo.
En el versículo 34: «Entonces ellos le dijeron: Señor, danos siempre ese pan». Esto nos muestra el hecho de que el corazón humano tiene hambre espiritual. Me recuerda a la mujer samaritana del capítulo anterior, quien le dijo a Jesús, «dame de esa agua viva para que no tenga sed jamás, para que no tenga sed otra vez» (ver Juan 4). Nuestro corazón humano tiene ese anhelo de aquello que es eterno. Y en el versículo 35: «Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero ya os dije que aunque me habéis visto, no creéis» (vv. 35-36).
Jesús estaba afirmando ser la única fuente y el sustentador de la vida. Él estaba diciendo, «ustedes no pueden vivir sin mí. Yo soy absolutamente esencial, no un agregado opcional o una categoría en tu vida». Él no es una de muchas religiones. Él es exclusivo, el único pan de vida. Y les dijo, «recibirme es necesario para la vida eterna, de la misma forma que recibir pan es necesario para sostener el cuerpo físico con vida».
¿Y quizás pensarías que ellos estaban muy emocionados por todo esto, no es así? Así como piensas que todos en este mundo estarían entusiasmados al escuchar que Jesús es el pan vivo que da vida a aquellos que creen en Él. Pero mira el versículo 41:
«Por eso los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo es que ahora dice: “Yo he descendido del cielo”?» (vv. 41-42).
¿No te recuerda esto la murmuración que vimos en el Antiguo Testamento? Antes y después de que Dios enviara el maná del cielo, los judíos murmuraron. Murmuraron contra Moisés, murmuraron contra Dios cuando Él envió maná del cielo. Y ahora, murmuran contra Jesús, cuando afirma ser el pan enviado por Dios desde el cielo. ¿Por qué murmuran? Porque al hacerse el pan que descendió del cielo, ellos sabían que Él se estaba haciendo a Sí mismo igual a Dios. Y ellos consideraban esa afirmación una blasfemia.
Entonces vemos esta competencia entre Jesús y los fariseos una y otra vez a los largo de los evangelios. Ellos no podían ni querían creerle a Jesús, ellos no querían aceptar que él era quien Él decía ser. Y sentían ira por Su insistencia en que la única manera en que ellos podrían tener vida, era creyendo que Él era quien decía ser. Y eso es exactamente lo que enoja a las personas hoy en día, cuando les decimos que Jesús es el único camino, el único camino para tener vida eterna.
Versículo 47: «En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna». Jesús no se retracta, no cambia Su afirmación delante de los que no creyeron en Él.
«Yo soy el pan de vida (lo repite de nuevo). Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan (Yo soy el pan) que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre» (vv. 47-51).
En caso de que no lo entendieran, Él lo repite una y otra vez: «Yo soy el pan». Y en la medida en que compartimos a Jesús, tenemos que seguir repitiendo con gracia, con compasión y con amor, «que se trata solamente de Jesús. Él es la vida. Tal vez no creas en Él, pero Él sigue siendo la vida, el pan de vida».
«Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne» (v. 51).
El pan que Dios había provisto para sostener a Su pueblo físicamente en el Antiguo Testamento, no podía hacerlos vivir para siempre, porque recuerda que la paga del pecado es la muerte. Pero el pan del Antiguo Testamento, el maná, el Pan de la Presencia, fue dispuesto para mostrarles a ellos y a nosotras el pan vivo que nos da vida espiritual, que nos da vida eterna.
Eso significa que en todo esto hay un tema de vida o muerte aquí cuando hablamos de Jesús. De hecho, la palabra vida, vivir, viviendo, está presente dieciocho veces en el capítulo 6 del Evangelio de Juan. Este es un asunto de vida o muerte. Si comes de este pan, vivirás para siempre. Pero si no lo comes, morirás.
Mira el versículo 60: «Por eso muchos de sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla?» Y estos eran los discípulos. Tal vez estos términos deberían estar entre comillas. Eran como los me gusta de Facebook o los seguidores en Twitter. Les gustaban los milagros; les gustaban las comidas, las ceremonias y las obras de la «religión» –qué tenemos que hacer para hacer las obras de Dios. Pero cuando el Maestro dijo que Él tenía que ser la única vida para ellos, y que no había vida fuera de Él, ya no les gustó. Se resintieron y resistieron las declaraciones de Cristo. Rehusaron creer en Él, confiar exclusivamente en Él.
La esencia del pecado, es que queremos confiar en algo o alguien distinto de Dios, distinto de Jesús. De hecho, muchas personas religiosas, confían en sí mismas, en sus buenas obras y en sus propios esfuerzos. Y Jesús dice, «no, no puedes vivir así. Solamente puedes vivir si vienes a Mí y crees».
En el versículo 66 dice que «como resultado de esto muchos de sus discípulos (dizque seguidores) se apartaron y ya no andaban con Él». Las afirmaciones de Jesús redujeron la multitud. Ellos habían estado siguiéndole por las razones equivocadas, aun cuando algunos aparentaban ser verdaderos seguidores. Y cuando Jesús afirmó quién era, ellos dijeron, «no, no podemos llegar tan lejos. No iremos hasta allá».
Como ha dicho John Piper, «ellos estaban entusiasmados con el pan como su placer, pero no con Cristo como su tesoro». La gente quiere todas las cosas buenas que Dios pueda darles, pero no quieren a Jesús. Ellos no quieren humillarse. No quieren decir, «no podemos vivir sin Él. Tenemos que tenerle a Él». Ellos dicen: «No, lo que queremos es a Jesús más algo: a Jesús más mi iglesia, más mi trabajo, más mi religión, más mi felicidad, más…»
Y Jesús dijo, «no, tengo que ser Yo. Yo soy el Único que puede sostenerte y darte vida». Entonces vemos en el versículo 67:
«Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios» (vv. 67-69).
Algunos creyeron. Algunos fueron más que los me gusta de Facebook y los seguidores de Twitter. Ellos creyeron. Cimentaron sus vidas en esta verdad.
Y nosotras tenemos que comer ese pan de vida, participar con Cristo, el pan de vida. Eso significa venir a Él, creer en Él, dejar de confiar en nosotras mismas para alcanzar vida eterna, y reconocer que no hay otro camino para vivir; reconocer que Él es nuestro pan diario, nuestro sustento, nuestra vida, nuestro alimento, nuestra provisión y que debemos alimentarnos de Él.
Quizás has escuchado la frase que dice, «somos lo que comemos». Y a medida que nos alimentamos de Jesús por medio de Su Palabra y en Jesús la Palabra viva, el pan de vida, nos hacemos como Él. Somos transformadas a Su imagen.
Ahora, si te estás alimentando, hartando de comida chatarra, no vas a tener mucho apetito por el pan de vida. Jesús te parecerá poco atractivo. Su palabra te parecerá aburrida. Un pastor lo ha dicho de la siguiente manera:
«Si no sentimos un fuerte deseo por la manifestación de la gloria de Dios, no es porque hemos tomado profundamente para estar satisfechos. Es porque hemos tomado de la mesa del mundo por mucho tiempo. Nuestra alma está llena de cosas pequeñas, y no hay espacio para lo grandioso».
¿Anhelas más de Jesús? ¿Tienes hambre por más de Él? ¿Sientes mayor necesidad del pan diario? ¿No solamente los domingos, no solamente una sesión como esta, sino cada día? ¿O estás satisfecha con ser entretenida con la religión, y no alimentarte de Jesús? John Piper dijo, «si no queremos a Dios por encima de todas las cosas, no hemos sido convertidos por el evangelio». Venir a Él en fe es reconocer que lo necesitamos desesperadamente cada día.
¿Recuerdas cómo los judíos del Antiguo Testamento tenían que recoger ese maná diariamente? Esa es la frecuencia con la que necesitamos a Jesús. Necesitamos alimentarnos de Él y de Su Palabra diariamente por fe. Por eso oramos, «danos hoy Señor nuestro pan de cada día. Dame a Cristo oh sí. Dame Su Palabra. Todo lo que necesito es a Cristo».
Y ahora, solo un recordatorio, a medida que cerramos. Para poder tener vida eterna, Jesús, el pan de vida tuvo que ser quebrantado y morir. Recuerda cuando alimentó a los cinco mil, cómo partió las piezas de pan y se las repartió y se las dio a sus discípulos, y luego los discípulos dieron pan a las multitudes.
Y también, en la última cena leemos que: «Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo» (Mateo 26:26). Esta era una imagen de lo que iba a suceder en las horas siguientes, en la medida en que Su cuerpo sería quebrantado en el Calvario para satisfacer el hambre del mundo.
Entonces, «el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí» (1 Corintios 11:23–24).
Annamarie: Y tú, ¿estás agradecida por el pan de vida, por medio de quien tienes vida eterna? ¿En qué has estado confiando o con qué te has estado satisfaciendo en lugar de confiar en Jesús?
Jesús también dijo, «Yo soy la luz del mundo». Y cuando lo hizo no fue solo como una simple metáfora. Aquellos que presenciaron estas palabras entendieron su importancia. Profundicemos en esto mañana. Y recuerda que ya están abiertas las inscripciones para la conferencia Mujer Verdadera 2023. Visita MujerVerdadera23.com para más información.
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