Unos a otros
Débora: ¿Te has dado cuenta de cuánto necesitas a otros creyentes?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El aislamiento y la división en el cuerpo de Cristo es una táctica que Satanás usa para derribar a los creyentes. Si no tenemos responsabilidad, si no tenemos ánimo, si no tenemos nuestras raíces entrelazadas, si nos aislamos o si nos dividimos, vamos a caer.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 16 de mayo de 2024.
Nos encontramos en una serie titulada, «¿Quién necesita la iglesia?» Hoy, Nancy se centra en el hecho de que, como Cuerpo de Cristo, nos necesitamos unos a otros.
Nancy: Puede que digas: «Bueno, creo en la Iglesia: la Iglesia, con “I” mayúscula. Entiendo por qué necesitamos eso. Entiendo que es un cuerpo, una familia, una novia, un edificio. Entiendo que Dios tiene un gran plan para la Iglesia. …
Débora: ¿Te has dado cuenta de cuánto necesitas a otros creyentes?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El aislamiento y la división en el cuerpo de Cristo es una táctica que Satanás usa para derribar a los creyentes. Si no tenemos responsabilidad, si no tenemos ánimo, si no tenemos nuestras raíces entrelazadas, si nos aislamos o si nos dividimos, vamos a caer.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 16 de mayo de 2024.
Nos encontramos en una serie titulada, «¿Quién necesita la iglesia?» Hoy, Nancy se centra en el hecho de que, como Cuerpo de Cristo, nos necesitamos unos a otros.
Nancy: Puede que digas: «Bueno, creo en la Iglesia: la Iglesia, con “I” mayúscula. Entiendo por qué necesitamos eso. Entiendo que es un cuerpo, una familia, una novia, un edificio. Entiendo que Dios tiene un gran plan para la Iglesia. Pero, no estoy tan segura acerca de la iglesia, con “i” minúscula, mi iglesia, la iglesia local». Quizás te sientas como esta mujer que escribió a nuestro ministerio:
«Estoy luchando con todo el asunto de ir a la iglesia. Creo en Dios, en el cielo y la Biblia, pero me siento muy incómoda en la iglesia. ¿Puede una persona obtener los mismos beneficios de estudiar y adorar en la privacidad de su propio hogar, sin asistir realmente a los servicios? ¿Le importa a Dios dónde adoro?»
O como hemos estado llamando esta serie: «¿Quién necesita la iglesia?» ¿Realmente necesitamos la Iglesia con «I» mayúscula, y también necesitamos la iglesia con «i» minúscula?
Mientras hablo con otros creyentes, descubro que muchos, muchos otros que son llamados cristianos profesantes, no son parte de un cuerpo local de creyentes. No ven la necesidad de ello. Tal vez están disgustados o desilusionados o desanimados por experiencias pasadas en la iglesia. Quizás nunca se hayan conectado y simplemente no se dan cuenta de la necesidad. Se sienten como esa persona que decía: «¿Por qué no puedo adorar en la privacidad de mi propia casa? ¿Realmente necesito ir a los servicios? ¿Realmente necesito ser parte de un cuerpo de una iglesia local? ¿Le importa a Dios?» Veo a otros que pasan de una iglesia a otra, sin lealtad a un organismo local.
Casi cada vez que la palabra «iglesia» aparece en el Nuevo Testamento, significa una reunión particular de cristianos en una ubicación geográfica específica.
Escucha lo que Charles Spurgeon les dijo a quienes dijeron: «Soy cristiano, pero no tengo la intención de ser parte de la iglesia». Spurgeon les contestó:
¿Para qué está hecho un ladrillo? Para ayudar a construir una casa. Es inútil que ese ladrillo te diga que es tan bueno como un ladrillo que está tirado en el suelo, como lo sería si estuviera en una casa. Es un ladrillo bueno para nada.
Luego continuó diciendo a su manera:
Así que ustedes, cristianos, no creo que estén respondiendo a su llamado y propósito. Estás viviendo en contra de la vida que Cristo quiere que vivas, y eres muy culpable de los daños que causas.
Wow. Esas son palabras fuertes. ¿No estás respondiendo a tu propósito si no estás en una iglesia local? ¿Vivir en contra de la Palabra de Dios? ¿Causando lesiones? ¿Haciendo daño? ¿En realidad es tan serio? Bueno, acompáñame al capítulo 12 de 1 Corintios. Quiero que veamos qué tan serio es y por qué es tan importante que nos conectemos a la iglesia. 1 Corintios capítulo 12 usa esta analogía, esta imagen del pueblo de Dios como un cuerpo:
«Porque, así como el cuerpo es uno (esa es la unidad del cuerpo) y tiene muchos miembros (eso es lo que somos), todos los miembros del cuerpo, aunque muchos, son un solo cuerpo, así es con Cristo. Porque en un mismo espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo: judíos o griegos, esclavos o libres» (vv.12-13).
Ahora, en la era del Nuevo Testamento, ¡era increíble que judíos y griegos, esclavos y libres, adoraran juntos en la misma iglesia! ¡Increíble! Este fue el gran misterio de Dios, que Él reuniría a estas partes tan disimiles en un nuevo cuerpo.
«Y todos fueron hechos para beber de un solo espíritu. Porque el cuerpo no consiste en un miembro sino en muchos» (vv. 13-14).
No son solo tú y Dios. No puedes ser un cristiano solitario y ser el cristiano que Dios quiere que seas.
El versículo 15 dice: «Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? (vv. 15-16, RV60).
Quiero decir, solo imagina una parte de tu cuerpo diciendo: «Porque no soy otra parte, por lo tanto, no soy parte de este cuerpo». Quiero decir, es una tontería, es ridículo. El cuerpo es uno. Tiene muchos miembros. Todos tienen su parte. Todos tienen su función. Se ven diferentes y actúan de manera diferente. Tienen dones diferentes, pero todos son necesarios. No puedes separarte del cuerpo.
Mi mano no puede decir simplemente: «Me estoy separando de este cuerpo» y luego salir y hacer lo suyo y tener una mano deambulando por allí. Es inútil sin el resto del cuerpo. No puedes separarte del cuerpo. Déjame decirlo otra vez. No puedes separarte del cuerpo. Te guste o no, si estás en Cristo, eres miembro de Su cuerpo. Cada parte es diferente, pero todas pertenecen al mismo cuerpo.
1 Corintios 12: 17: «Si todo el cuerpo fuese ojo…» Bueno simplemente imagínatelo. Un gran ojo moviéndose, y se considera así mismo ser todo el cuerpo. «…¿dónde estaría el sentido del oído? O si todo el cuerpo fuera oído, ¿dónde estaría el sentido del olfato?» El oído no puede funcionar por sí mismo; el ojo no puede funcionar por sí mismo. El cuerpo necesita de todos sus miembros.
No funcionaría si todos fuéramos iguales. Recuérdalo. Cuando comiences a volverte loca por las diferencias de las personas en tu iglesia y pienses, si no fueran tan raras o tan diferentes. . . Es que es necesario que sean diferentes. Si todos fueran como tú o todos como yo; bueno, ni siquiera quiero pensar en eso. No sería un cuerpo.
Versículo 18: «Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó». «Como Él quiso», dice la RV60. Eso es lo que dice la Escritura. Dios ha colocado a los miembros; Dios puso esos miembros en Su cuerpo, cada uno de ellos, como Él eligió. «Y si todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo» (vv. 19-20).
Si Dios ordenó a los miembros del cuerpo y los colocó en diferentes iglesias locales como Él ha determinado, como Él lo ha dirigido y designado, déjame decirte que no es suficiente simplemente con tolerar a los hermanos del cuerpo de Cristo en tu iglesia. Necesitas darle gracias a Dios por ellos. Necesitas aprender a aceptarlos, a amarlos, a valorarlos y a apreciarlos.
Versículo. 21: «Y el ojo no puede decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: No os necesito». ¿No es cierto, que es esta la manera en que funcionamos? ¿Para qué necesito esa parte? ¿Quién necesita a esa persona? No lo decimos de forma literal, ¿pero no es así como nos sentimos a veces? Es como si pensáramos que son un estorbo. Nos necesitamos unos a otros, extraños, imperfectos y tan necesitados como somos. Nos necesitamos unos a otros.
Cada miembro del cuerpo es esencial. Ninguna parte es indispensable. Si no estás allí, hace la diferencia en general. No puedes decir: «No me necesitan». No puedes decir: «No te necesitamos». Si no estás allí, si falta una parte, si no tuviera esta mano, todo mi cuerpo tendría problemas. No te das cuenta hasta que te falta una parte. A veces simplemente lo das por sentado, ¿y no es así como suele ser en el cuerpo de Cristo? No nos extrañamos hasta que nos damos cuenta de que falta alguna función.
No siempre sabemos cuál es la función. Hay partes del cuerpo que no sé exactamente qué hacen o cómo funcionan o por qué son necesarias. Algunas de esas partes que no puedes ver y de las que no hablas mucho. Quiero decir, ¿qué es el páncreas, el bazo? Algunos de ustedes saben lo que hacen todas esas partes, pero yo realmente no. Pero supongo que, si Dios las puso en el cuerpo, hay una razón para ello; hay necesidad de ello.
No podemos tener miembros o partes del cuerpo que digan: «No soy necesario». Si no está allí, hace la diferencia. Incluso si son las partes más débiles, las menos dotadas, las menos prominentes. La Escritura dice que a aquellos les damos especial cuidado, especial atención. Necesitamos cada parte.
Y así, mientras pensamos en la iglesia, quiero hacer dos puntos aquí. Número uno: necesitas el cuerpo. Y número dos: el resto del cuerpo te necesita. Primero, necesitas el cuerpo. No puedes funcionar sola sin el cuerpo de Cristo. No estás completa sin los otros miembros. Necesitas los dones espirituales que Dios ha dado a otros y que tú no tienes. Necesitas esos dones trabajando en tu vida si vas a ser como Cristo.
Necesitas el alimento espiritual, el estímulo, la responsabilidad, el consejo, la comprensión, la ayuda práctica y el consuelo en tu vida que el resto de los miembros del cuerpo pueden proporcionar. Puede que digas: «Pero es que no lo suministran». Tienes razón. No lo hacemos como deberíamos, pero eso no significa que nos damos por vencidas por eso.
Significa que entramos allí, oramos, servimos y le pedimos a Dios que haga que el cuerpo se parezca más a lo que debería ser. No es que lo descartamos porque no funciona perfectamente o no siempre funciona como debería. Necesitas el cuerpo. Necesito el cuerpo y nos necesitamos unos a otros.
Pero el resto del cuerpo también te necesita. No solo los necesitas, sino que ellos te necesitan a ti. El resto del cuerpo no puede estar completo y saludable sin ti. Puedes pensar, ¿qué diferencia hace si me retiro? ¿Cuál es la diferencia si no soy regular en mi iglesia? ¿Cuál es la diferencia si voy y vengo? ¿A quién le importa? Especialmente en algunas de estas iglesias grandes donde puedes perderte entre la multitud. ¿A quién le importa? ¿Qué importa?
Sí importa. Si no estás conectada, el cuerpo no estará completo. No puede ser saludable. Necesita tus dones espirituales. Necesita la función que Dios te diseñó para tener en el cuerpo. Un amigo me dijo recientemente: «Una de mis preocupaciones es que la generación de nuestros padres se retiró y se retiró de la iglesia en muchos casos». Creo que algunas de esas personas mayores están pensando: simplemente ya no somos necesarios. Puedo decir, y tú decides si eres mayor o no pero eres necesaria. Necesitamos tu sabiduría. Necesitamos tu experiencia. Necesitamos tu ejemplo. El resto del cuerpo te necesita y tú necesitas el cuerpo.
Dwight L. Moody estaba visitando a un destacado ciudadano de Chicago una fría noche de invierno, cuando surgió en su conversación el tema de la membresía y la participación en la iglesia. Este hombre le dijo a Moody: «Creo que puedo ser tan buen cristiano fuera de la iglesia como puedo serlo dentro de ella». Dice la historia que, sin decir nada, Moody se acercó a la chimenea, quitó un pedazo de madera en llamas y lo colocó aparte, solo. Luego los dos hombres se sentaron juntos y vieron cómo se apagaba el fuego en ese pedazo de madera; las brasas se extinguieron. El hecho es que no puedes sobrevivir. No puedes mantener un corazón ardiente y una pasión ferviente por Cristo si te separas del cuerpo.
¿Alguna vez has estado en los bosques de secuoyas en California? Tuve la oportunidad de ir allí por primera vez hace unos años y realmente es increíble. Estas secuoyas. . . Me dicen que son las cosas más grandes de la tierra y los árboles más altos del mundo. Algunos de ellos crecen más de 350 pies de altura. Algunos de ellos tienen más de 2.500 años. Eso es mucho tiempo.
Ahora, pensarías que unos árboles tan grandes tendrían un enorme sistema de raíces que crecerían en la tierra cientos de pies hacia abajo. Pero en realidad, los árboles de secuoya tienen un sistema de raíces muy poco profundo. La mayoría de las raíces no descienden más allá de seis a diez pies en la tierra, lo que no es mucho teniendo en cuenta que algunos de estos árboles tienen 350 pies de altura.
Tienes que preguntarte: «¿Cómo se mantienen en pie estos enormes árboles durante miles de años?» Bueno, hay un secreto. El secreto está en las raíces. Estos árboles crecen muy juntos y todos sus sistemas de raíces se entrelazan. Sus raíces están bloqueadas entre sí. Están intrínsecamente conectadas entre sí. Entonces, cuando llegan las tormentas y los vientos soplan, como lo hacen, las secuoyas se mantienen en pie, pero no están paradas solas. Todas se apoyan y se protegen mutuamente.
Esto simplemente me recuerda, cuando pienso en esas secoyas, el hecho de que nos necesitamos unos a otros como creyentes. No estamos solos. Si tratamos de estar solos, seremos derribados cuando lleguen las tormentas y los vientos. Nos necesitamos los unos a los otros. Necesitamos que nuestras raíces estén conectadas entre sí si vamos a mantenernos fuertes y a crecer y vivir mucho tiempo.
El libro de Hebreos, en los primeros capítulos, es un libro que habla de acercarse a Dios. ¿Cómo pueden los simples seres humanos pecadores acercarse a Dios? De eso se tratan los primeros nueve capítulos de Hebreos; ¿cómo podemos acercarnos a Dios? Pero luego, cuando llegas al capítulo 10, el escritor de Hebreos llega a una implicación. Él dice: «Acércate a Dios» en el versículo 21. Luego, en los versículos 24-25, dice: «considerémonos unos a otros». Si vas a crecer en tu relación con Dios, debes acercarte, y también unos a otros en el cuerpo de Cristo.
Hebreos capítulo 10, versículos 24–25, dice:
«y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca».
Ese es el día final, el día del juicio, el día de Cristo. Cuando veas que ese día se acerca, recuerden acercarse unos a otros, exhortarse unos a otros, estimularse unos a otros para que puedan ayudarse mutuamente a estar firmes de pie, para que juntos puedan acercarse a Dios.
El aislamiento y la división en el cuerpo de Cristo es una táctica que Satanás usa para derribar a los creyentes. Si no tenemos responsabilidad, si no tenemos ánimo, si no tenemos nuestras raíces entrelazadas, si nos aislamos o si nos dividimos, vamos a caer.
A medida que lees el Nuevo Testamento, encuentras muchas instrucciones que hablan sobre cómo se supone que debemos tratarnos los unos a los otros. A veces se les llama «los unos a los otros» de las Escrituras. Entre otras cosas, debemos:
- Saludarnos unos a otros
- Consolarnos unos a otros
- Perdonarnos unos a otros
- Edificarnos unos a otros
- Servirnos unos a otros
- Soportar unos las cargas de los otros
- Animarnos unos a otros
- Reunirnos unos con otros
Estas que voy a leer también las encontrarás en el Nuevo Testamento.
- Sean amables, tiernos y perdónense unos a otros
- Debemos recibirnos como Cristo nos recibió
- Debemos cuidarnos unos a otros
- Debemos ministrarnos unos a otros
- Debemos mostrar hospitalidad los unos para con los otros
- Debemos orar los unos por los otros
Y esos son solo algunos de «los unos a los otros» de las Escrituras.
Ahora que escuchaste esa lista, ¿no te gustaría ser parte de un grupo de creyentes que funcione de esa manera, que realmente vivan «los unos a otros» de la Escritura? Creo que el hecho de que no estemos a la altura de esos unos a otros en nuestras iglesias es lo que hace que algunas personas se rindan y abandonen la iglesia o simplemente se retiren. Dicen: «No está funcionando». Lo que debemos hacer, en cambio, es no esperar a que otros hagan estas cosas con nosotros o criticar nuestras iglesias porque las personas no están practicando estos «unos a otros» en la medida en que deberían hacerlo. Necesitamos tomar la iniciativa y hacerlo nosotras mismas. Lo que quisieras que otros hagan contigo, eso haz con los demás.
Entonces, comienza a orar por los demás, muestra hospitalidad, amor, amabilidad, reúnete con otros, alienta a otros, lleva las cargas de otros. Hazlo tú. No esperes a que otros lo hagan. Hay tantas personas en las listas de las iglesias hoy, tantas personas que se hacen llamar creyentes que están cosechando las consecuencias de la falta de este tipo de comunidad, de tener sus raíces entrelazadas entre sí.
Hubo una historia trágica que apareció en un artículo de una revista. Ocurrió en Winnipeg, Canadá. Un día de noviembre, Jim Sulkers, de cincuenta y tres años, que era un trabajador municipal retirado, se metió en la cama, se arropó y murió.
Casi dos años después, el 25 de agosto de 2004, la policía había sido llamada por familiares preocupados. . . (cuando escuché esto, me pregunté qué tan preocupados estaban o qué tan relacionados estaban). La policía, que había sido llamada por familiares preocupados, entró al departamento de Sulkers y encontró su cuerpo en un estado momificado. Todo lo demás estaba ordenado en su apartamento, estaba intacto. Aunque la comida en su refrigerador estaba echada a perder (sin duda) y su calendario de pared tenía dos años de antigüedad.
La muerte del Sr. Sulkers quedó sin descubrir por varias razones. Esto es lo que me sorprendió al pensar en quién necesita la iglesia. Estaba recluido, decía el artículo, alejado de los miembros de su familia, y tenía una condición médica que impidió que su cuerpo se descompusiera y emitiera olores. Además, el banco depositaba automáticamente su pensión, al mismo tiempo que retiraba el dinero para pagar servicios públicos y otros gastos a medida que llegaban. ¡Así que nadie se enteró de que el hombre estaba muerto! Nadie sabía que había un problema. Nadie sabía que había una necesidad.
Cuando leí esa historia pensé: Eso me recuerda a tantos miembros de la iglesia. Sus nombres están en la lista de la iglesia, pero desaparecen de la vida de la iglesia. Terminan en una crisis, pero nadie se da cuenta. Nadie lo sabe hasta que es demasiado tarde. ¿Por qué? Porque no estaban conectados a la comunidad. Eran solitarios; estaban separados de la familia.
Aquí hay una situación que tenemos que enfrentar. En algunos casos, estas personas pueden no haber desaparecido físicamente de la iglesia. Pueden estar sentados en la iglesia todos los domingos, dan sus ofrendas, siguen con todas sus responsabilidades de manera automática, pero por dentro están muertos o casi muertos.
Su matrimonio está muerto, pero nadie lo sabe, ni se da cuenta. No funcionan espiritualmente, pero nadie lo sabe. ¿Por qué? Porque a pesar de que su cuerpo está allí, están desconectados de la comunidad. Están separados. Son como llaneros solitarios. Es como estar técnicamente vivos, pero solo somos cuerpos caminando de un lado al otro y algunos de nosotros en estados momificados. ¡Qué ilustración de lo que ocurre en tantas de nuestras iglesias! Nadie viene y realmente pregunta: ¿cómo estás?
Pienso en Apocalipsis, capítulo 3, versículo 1, donde Jesús dijo a la iglesia en Sardis: «Tienes nombre de que vives, pero estás muerta». Escucha, cuando estás en una comunidad, cuando estás conectada desde la raíz del pueblo de Dios, la familia de Dios, no puedes caer tan fácilmente. Pero tienes que contribuir a eso. No puedes ser solitario; no te puedes distanciar, y tampoco se puede culpar a todos los demás. Tienes que estar dispuesta a involucrarte.
Larry Crabb dijo esto:
«La comunidad importa. Eso es como decir: “El oxígeno importa”. Como nuestros pulmones requieren aire, nuestras almas requieren lo que la comunidad proporciona. Fuimos diseñados por nuestro Dios trino, que es Dios en tres personas en una relación profunda entre sí. Fuimos diseñados por ese Dios trino para vivir en relación. Sin eso, morimos. Es así de simple».
Fue en julio de 2002 cuando escuchamos la historia de los nueve mineros que estuvieron atrapados durante tres días en la mina Quecreek en Pensilvania. Estaban a 240 pies bajo tierra en un pozo de minas lleno de agua. Un informe de noticias dijo que decidieron desde el principio que iban a vivir o a morir juntos. El agua de 55 grados Fahrenheit amenazó con matarlos lentamente por hipotermia.
Entonces, según un informe de noticias, cuando uno se enfriaba, los otros ocho venían alrededor de la persona y la calentaban. Cuando otra persona se enfriaba, el favor era devuelto. Esos nueve hombres, mientras la nación se sentaba y observaba los esfuerzos de rescate, esos nueve hombres enfrentaron condiciones hostiles y potencialmente mortales juntos. Todos salieron vivos juntos.
¡Qué cuadro del cuerpo de Cristo! Vivimos en un mundo hostil con condiciones que amenazan la vida. Hay todo tipo de fuerzas que amenazan con destruir nuestra fe, despojarnos de nuestro corazón para Dios. Es por eso que, como esas secuoyas altas, como los mineros de Quecreek, tenemos que estar de pie, sufrir, vivir, crecer, funcionar, trabajar y resistir juntos. Nos necesitamos unos a otros. No es una opción; es un asunto de supervivencia.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha recordado cuán importante es vivir en comunidad en nuestras iglesias locales.
Y hablando de “Unos a otros”... Descubre la guía de parte de Dios para construir relaciones significativas. En la Biblia encontramos instrucciones claras sobre cómo tratar a los demás, quienes, al igual que tú, son portadores de la imagen de Dios. Te presentamos nuestro nuevo recurso: «Unos a otros». Sumérgete en este devocional de 30 días y aprende a edificar a los creyentes que están a tu alrededor con los «unos a otros» que encontramos en las Escrituras. Encuentra más información en nuestra página web AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Decidirás tú vivir conforme al diseño de Dios para Su iglesia—Su familia? ¿Te ha dado Dios el deseo de poner manos a la obra? ¡Espero que sí! En el próximo episodio hablaremos más acerca de esto. Acompáñanos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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