Unidas en un clamor, día 2
Annamarie Sauter: Con nosotras Alejandra de Slemin.
Alejandra de Slemin: Si hay algo que tenemos asegurado es que cuando nosotras clamamos el Señor nos va a escuchar. Y no dice que va a hacer todo lo que nosotras pedimos, pero sí va a hacer algo muy específico, y es que nos va a librar de las cosas que angustian nuestras mentes, de las cosas que angustian nuestros corazones.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Lucas capítulos 9 y 10.
Hoy continuamos escuchando una conversación a la que dimos inicio ayer, titulada, «Unidas en un clamor». Estarás escuchando de Sahira de Macías, de Yadira Erchila Gorek y de Alejandra de Slemin. Patricia de Saladín inicia leyendo algunas porciones del Salmo 143.
Salmo 143: 1, 2, 8-11
Oh Señor, escucha …
Annamarie Sauter: Con nosotras Alejandra de Slemin.
Alejandra de Slemin: Si hay algo que tenemos asegurado es que cuando nosotras clamamos el Señor nos va a escuchar. Y no dice que va a hacer todo lo que nosotras pedimos, pero sí va a hacer algo muy específico, y es que nos va a librar de las cosas que angustian nuestras mentes, de las cosas que angustian nuestros corazones.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Lucas capítulos 9 y 10.
Hoy continuamos escuchando una conversación a la que dimos inicio ayer, titulada, «Unidas en un clamor». Estarás escuchando de Sahira de Macías, de Yadira Erchila Gorek y de Alejandra de Slemin. Patricia de Saladín inicia leyendo algunas porciones del Salmo 143.
Salmo 143: 1, 2, 8-11
Oh Señor, escucha mi oración,
Presta oído a mis súplicas,
Respóndeme por Tu fidelidad, por Tu justicia;
Y no entres en juicio con Tu siervo,
Porque no es justo delante de Ti ningún ser humano.
Por la mañana hazme oír Tu misericordia,
Porque en Ti confío;
Enséñame el camino por el que debo andar,
Pues a Ti elevo mi alma.
Líbrame de mis enemigos, oh Señor;
En Ti me refugio.
Enséñame a hacer Tu voluntad,
Porque Tú eres mi Dios;
Tu buen Espíritu me guíe a tierra firme.
Por amor a Tu nombre, Señor, vivifícame;
Por Tu justicia, saca mi alma de la angustia.
Patricia: Es un gozo para mí estar de nuevo con ustedes aquí en este programa sobre clamar, sobre un clamor, y están conmigo hoy Sahira, Yadira, y se une a nuestra conversación Alejandra de Slemin. Hoy vamos a estar escuchando cómo estas mujeres de Dios se convirtieron en mujeres que claman al Señor. Vamos a escuchar un poco del testimonio de cada una y cómo Dios las llevó a necesitarlo, de tal manera, que son mujeres que claman al Señor.
Bienvenidas las tres. Es un gusto estar con ustedes en este programa.
Alejandra: Es una bendición para mí estar con ustedes, mis hermanas, y qué bueno que podemos hablar de este tema juntas.
Sahira: Qué gusto estar aquí nuevamente en este programa de Aviva Nuestros corazones, y esperamos que todo lo que Dios tiene preparado para nosotras en este programa sea de gran bendición para cada una de nosotras, y que seamos avivadas a clamar al Señor y cumplir Sus propósitos eternos y ser parte del gran plan que el Señor tiene para nosotros.
Patricia: Amén. Yadira…
Yadira: Sí, de nuevo muchas gracias. Es hermoso estar compartiendo con ustedes esto que es tan espacial, clamar al Señor en la necesidad más terrible, en el valle de sombra de muerte, cuando vemos que no tenemos otra salida, y recordamos las palabras de Pedro que dijo, «¿a dónde iremos Señor?» Cuando no tenemos a dónde ir, ¿a dónde vamos? Al Señor, «solo Él tiene palabras de vida eterna».
Patricia: Amén. Y Sahira, ¿podrías comenzar a contarnos un poco más acerca de ti, de las circunstancias de tu vida?
Sahira: Sí, Patricia. Una de las cosas que me ha llevado a clamar al Señor es cuando estamos en Su Palabra, cuando estamos en esa íntima comunión con el Señor, pero a veces Él te pide que hagas cosas que van más allá de tus capacidades humanas. Por ejemplo, que tienes que obedecer… a veces es hablar a tu vecino, otras veces es quitar pecados de nuestra vida, cambiar hábitos que traemos años y años.
Yo, como esposa de pastor, trabajo en la enseñanza de las mujeres y también es una responsabilidad guiar a otras mujeres en la Palabra, enseñar. Y realmente cada cosa que hacemos para el Señor necesitamos clamar a Él. Necesitamos pedir Su ayuda porque queremos obedecerle pero hay una lucha en nuestra carne. Hay una lucha porque tenemos una tendencia al pecado; pero le pedimos al Señor que sea Su Espíritu Santo el que nos tome, el que nos use.
Y también estamos en una lucha porque hay un ataque contra un enemigo que no quiere que cumplamos los planes y propósitos de Dios, y esto también nos tiene que llevar a clamar y hay una lucha contra la oposición de este mundo. Entonces clamamos al Señor y esto me ha llevado a decirle, «Señor, no en mis fuerzas sino en Tus fuerzas, no en mi poder sino con Tu poder, y no mis anhelos ni mis propósitos sino Tus anhelos, Tus propósitos, Tus sueños. Y entonces Dios te da otra visión del ministerio y del trabajo y ahora deseas que el Señor te use grandemente para consolar, para animar, para bendecir a las mujeres. Y esto solamente lo podemos hacer con la ayuda del Señor y me ha llevado a clamar al Señor y decirle, «Señor, yo quiero obedecerte, quiero hacer Tu obra pero no puedo en mis fuerzas. Yo te necesito.
Recuerdo una de las cosas grandes que pudiera decir que el Señor me ha pedido. Tengo 22 años en el ministerio con las mujeres de mi iglesia y en una ocasión el Señor puso en mi corazón que era tiempo de tomar a las mujeres y enseñarles Tito 2, que nos habla de que las ancianas enseñen a las mujeres más jóvenes a amar a sus maridos, a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, y todo esto para que la Palabra de Dios sea honrada. Y yo sentía una gran responsabilidad pero dije, «Señor, úsame. Yo te quiero servir». Y el Señor puso todos los medios para que tuviéramos un retiro de mujeres –y yo lo veo también en las conferencias de Aviva Nuestros Corazones, como las mujeres invierten sus recursos, su tiempo, ponen todos sus esfuerzos porque anhelan también estar con el Señor y que la Palabra de Dios transforme sus vidas.
Cuando estaba en este retiro, llegamos al lugar, y yo veía por la ventana a las mujeres (estaba en mi habitación) que pasaban y disfrutaban del lugar, pero entonces vino la angustia a mi vida porque decía, «Señor, ellas vienen buscándote a Ti, quieren algo de Ti, y solamente Tú puedes transformar sus corazones y hacer algo grande en sus vidas, en sus matrimonios, en sus familias con sus hijos; y esto me llevó a clamar al Señor.
Recuerdo que ahí en mi habitación me arrodillé y le dije, «Señor, úsame para la gloria de Tu nombre; y que ellas puedan ver que hay un Dios poderoso para transformar sus vidas, para cambiar sus matrimonios, para restaurar sus familias. Clamé por ellas y han pasado siete años de este retiro y todavía podemos dar testimonio de cómo Dios transformó la vida de las mujeres en ese lugar. Muchas de ellas iban con permisos limitados de sus maridos, porque tú sabes, las dejan estar en el retiro un día completo. Pero cuando llegaron a sus casas y sus esposos empezaron a ver lo que Dios había hecho en sus vidas, a los siguientes retiros eran ellos los que les decían, «tienes que ir al retiro».
Pero lo que veo es el poder maravilloso de Dios, cómo vidas ordinarias como las nuestras pueden ser usadas para algo extraordinario por un Dios poderoso que tenemos. Y yo te invito, hermana, no sé el llamado que Dios te está haciendo –porque creo que cada una de nosotras tiene un llamado de parte de Dios, una función dentro del cuerpo de Cristo; cada una tiene la tarea de cumplir la gran comisión que el Señor nos ha encomendado. A lo mejor esto nos cause momentos de angustia o incertidumbre, o ver nuestra incapacidad, pero yo te animo hermana a que en estos momentos clames al Señor y creas en Él. Necesitamos fe para creer que Dios verdaderamente quiere usar nuestras vidas para la gloria de Su nombre.
En Mateo 5:16, dice, «así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Que tu vida y mi vida brillen con intensidad en este mundo que está en tinieblas para que todos glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. Pero para esto necesitamos clamar al Señor para que Él nos use conforme a Sus propósitos eternos y a Su voluntad.
Patricia: Gracias por compartir eso Sahira, y ¿sabes qué me encantó? Que decías que clamabas que Dios te permitiera ayudar, consolar, bendecir, todas esas son las características que adornan a una mujer, por diseño, cuando ha sido redimida. Esa mujer se vuelve ayudadora, es dadora de vida. ¿En dónde? Es su hogar, en la iglesia, en el entorno donde Dios la ha puesto. Porque no tenemos que clamar para que Dios nos dé una misión allá lejos de todo lo que nos rodea, no, nuestra misión está cercana, muchas veces dentro de las cuatro paredes de nuestro hogar, o dentro de la familia de la fe que es nuestra iglesia.
O sea que clamemos que Dios nos ayude, nos lleve a consolar y a bendecir. Gracias por compartirlo. Y Yadira, quisiéramos oír acerca de tu clamor, ¿cómo es ese clamor?
Yadira: Bueno, el clamor más grande que he tenido en la adversidad fue el clamor por mi esposo. Él fue diagnosticado con una enfermedad terminal y eso me empujó a orar. Vi al Señor obrar en mi propio corazón y en la manera como oraba. Incluso en el transcurso de ese tiempo en el que clamé, el tiempo que él estuvo enfermo, me di cuenta cómo el Señor fue cambiando la manera en que yo oraba, fue cambiando la meta.
Al principio oraba por sanidad, oraba para que el Señor lo sanara, eso fue algunos meses. Pero a medida que pasaba el tiempo y más buscaba al Señor en Su Palabra, y mi alma se desesperaba y lo buscaba…Él fue cambiando la visión de la forma en que oraba. Después de un tiempo en que la enfermedad de mi esposo fue cada vez más terrible, el Señor me fue mostrando por Su Palabra y por Su Espíritu dentro de mí, que el clamor no debía ser por esa sanidad que yo estaba esperando sino por Su alma, porque mi esposo no era salvo.
Y yo me desesperaba y clamaba, «Señor, ayúdame a entender Tu propósito en este valle de sombra de muerte porque no lo entiendo», y fue increíble porque mi esposo no mejoró sino que empeoró, su salud fue decayendo, pero mi clamor tomó un rumbo diferente. Yo clamaba, «Señor, quiero entender lo que quieres hacer, no quiero reclamarte, quiero entender». Y el Señor me mostró que Su propósito era su alma.
Entonces mi clamor cambió de «Señor, sánalo a Señor, sálvalo; que él te conozca, que su alma no se pierda y que yo pueda glorificarte; no sé qué quieres hacer conmigo pero aquí estoy y estoy dispuesta a obedecerte y a aceptar Tu voluntad. Este no fue un proceso de, hoy yo quería que lo sanara y mañana, «Señor, sálvalo», sino que fue un proceso porque mi esposo estuvo enfermo tres años y medio. Entonces fue un proceso bastante largo en el que el Señor cambió completamente la visión y la manera de orar, y me enseñó a centrarme en lo más importante.
Algo que viene una y otra vez a mi mente cuando recuerdo ese tiempo es «de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma». El Señor puso eso en mí, ese enfoque de que es el alma lo que importa, y me dio tanta fortaleza a través de la oración…aunque no puedo negar que hubo momentos muy muy difíciles en que también hice preguntas. Sobre todo cuando la situación se fue poniendo más difícil y él ya no pudo trabajar más y la situación económica…
Bueno, el Señor me rodeó, por eso me identifico tanto con Jeremías, como dije en el primer programa, porque puedo recitar Lamentaciones 3. Él me rodeó, me pasó con la espada, Él me tumbó y me dejó sin aliento. Eso era lo que sentía que el Señor estaba haciendo conmigo. Le clamaba al Señor, «que mi esposo te conozca», y yo no veía resultados. Pero le clamaba y Él me hacía ver que a pesar de que yo sentía que Su mano estaba pesada sobre mí, me daba respuestas y me consolaba, y sobre todo había una fortaleza sobrenatural en aquello de orar. Pero yo clamaba de noche y de día, y de noche clamaba y tirada en el piso le decía al Señor, «hágase Tu voluntad y cámbiame». Y ese clamor por mi esposo me llevó a la rendición personal, a decirle, Señor, aquí estoy, haz conmigo lo que quieras pero sálvalo»
Ese dolor me enseñó a clamar de acuerdo al corazón de Dios pero no fue una cosa que pasó de hoy a mañana. Como les dije al principio, ese fue el clamor en medio del valle de sombra de muerte. Pero eso me enseñó muchas cosas y podría hablarles de otro clamor; al final el Señor se llevó a mi esposo, mi clamor trajo eso como resultado. No era lo que yo esperaba. Quizás al principio, «sánalo, que se levante, que yo no sea viuda, que mis hijos no sean huérfanos», pero al final Su propósito fue llevárselo. Pero para la gloria de Su nombre, mi esposo creyó al final de sus días en el amor del Señor.
Y esa era la meta. Les puedo decir a las mujeres, no siempre su clamor va a resultar como ustedes quisieran, pero el Señor va a ser todo para que al final puedan entender el propósito que Él tenía en ese valle de sombra de muerte. Al final la gloria es para Él, y aunque pareciera todo al contrario y el mundo me dice, «pero cómo puedes creer todavía en Dios, Él se llevó a tu esposo». Sí, pero lo salvó, y eso es más importante que el que él estuviera aquí.
Patricia: Amén. Definitivamente, muchas veces no entendemos los propósitos de Dios. «Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le fuese recompensado? (Ro. 11: 34, 35).
Pero sabemos y creemos por fe, como dice ese famoso versículo de Romanos 8, que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien», y que si el mismo Señor Jesucristo en Su hora de mayor aflicción decía, «Padre, pasa de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya». Que Dios ponga este clamor en nosotras, que «no se haga mi voluntad sino la tuya», y que cuando vea esa voluntad venir envuelta en formas en que no la quiero, pueda decir, «la voluntad del Señor es buena, perfecta y agradable, porque Tú eres el único que conoces el final desde el principio». Muchas gracias.
Y ahora queremos escuchar de ti, Alejandra. Bienvenida una vez más, qué bueno que pudiste estar con nosotras.
Alejandra: Estoy agradecida del Señor por este tiempo. La verdad es que me siento como si me sentara a los pies de ustedes tres con una libreta a tomar notas. Porque como esposa y madre joven escuchar los testimonios de ustedes de cómo han clamado al Señor es de gran bendición y de gran aliento a mi vida. Vengo de una familia donde ambas, mi abuela paterna y materna, fueron mujeres que clamaron al Señor. Recuerdo vívidamente a mis abuelas (especialmente a mi abuela materna) levantarse a las cinco de la mañana todos los días a clamar y a orar al Señor.
Tanto así que ella ha venido a visitarme a mi casa en Canada, y mi hija de siete años un día subió a mi habitación y me dijo, «mamá, yo creo que abuelita está orando»; y le dije, «sí, ella ora en la mañana y en la noche siempre antes de acostarse. Y mi hija dijo, «¿sabes qué mamá? Cuando yo sea grande quiero tener ese amor loco por Jesús que veo que mi abuelita tiene. Ella tiene un amor por Jesús que yo lo escucho y yo quiero aprender a orar como ella ora».
Estas mujeres mayores que entienden la necesidad que tenemos de hablar a corazón abierto con Dios, realmente tienen un impacto en las personas que están a su alrededor y en las generaciones futuras, y ese es parte del legado que yo he recibido de ellas y que espero poder seguir recurriendo a él en el transcurso de mi vida.
Clamar, wow, ¿qué les digo? Clamar por mi matrimonio, por mis hijos, por mi iglesia, es una responsabilidad que tenemos como dice Salmos 34:17: «Claman los justos, y el Señor los oye, y los libra de todas sus angustias». Y es como si el Señor nos diera un mandamiento, «¡clama!, que Yo te voy a escuchar». Si hay algo que tenemos asegurado, es que cuando nosotras clamamos el Señor nos va a escuchar. No dice que va a hacer todo lo que nosotras pedimos, pero sí va a hacer algo muy específico, nos va a librar de las cosas que angustian nuestras mentes, de las cosas que angustian nuestros corazones. Y es importante que entendamos: tenemos que clamar, es una acción requerida, necesaria. Ya tenemos la justicia, que nos la ha dado Cristo, y nuestra parte es clamar y la parte del Señor es escucharnos y como dice Su Palabra, «librarnos de todas nuestras angustias».
Patricia: Gracias, así es. Es una responsabilidad. Nosotras hablábamos de eso. Lo que queremos es que Dios levante un ejército de mujeres que clamemos por nuestras iglesias, por nuestras familias y que sintamos dolor por el pecado de nuestras ciudades y del mundo. Y muchas veces, como mujeres, porque me imagino que ustedes lo sienten así…A veces siento agobio y digo,«Señor, déjame entender que Tú no quieres que yo lleve el mundo sobre mis espaldas, porque como mujer no puedo llevarlo. Tú me estás mostrando que solo Tú eres el Salvador, yo no».
Pero lo que debemos hacer cuando sentimos ese peso no es decir «no me lo pongas», es simplemente decir, «yo echo sobre Ti esa carga porque es más grande de lo que yo puedo llevar». Pero poder ver el mundo a través de la misericordia y la compasión con que Cristo ve al mundo, el dolor, la necesidad.
Eso es lo que quisiéramos, que eso nos lleve a clamar, a orar al Señor. Y así cómo hicimos en el programa de ayer, que terminamos en oración, yo quisiera que una vez más, concluyamos el programa de hoy orando por estas cosas que hemos hablado y por esas mujeres que nos escuchan. Muchas son mujeres que claman, otras anhelan ser mujeres que claman, otras quieren conocer a Dios para poder clamar a Él. Oremos.
Sahira: Sí, oremos. Señor, gracias porque eres Tú el que pone en nuestro corazón ese deseo y ese fervor por clamar a Ti. Señor, estamos listas para levantarnos como mujeres de oración y obedecerte; úsanos grandemente, usa nuestras vidas, Señor, porque queremos agradarte; queremos que Tu corazón sea nuestro corazón, unirnos a Tu voluntad y a lo que Tú estás haciendo en Tu gran reino. Señor, Tú eres fiel y justo y Tú nos escuchas. Y en este momento, Señor, creemos que Tú estás escuchando el clamor de Tus hijas. Confiamos en Ti, Señor. Guíanos para saber cómo orar, guíanos para clamar por aquellos que están pasando por necesidades. Rescátanos. Si alguna de las que estamos en este programa escuchando, está pasando por momentos de dificultad, oh Señor, nos refugiamos en Ti reconociendo que Tú eres soberano, que Tus propósitos son mayores que nuestros propósitos, que Tus planes son mejores que nuestros planes. Nos refugiamos en Ti, Señor.
Muéstranos Tu voluntad, guíanos, que sea Tu Espíritu Santo el que nos guíe conforme a Tu voluntad, y todo eso para la gloria de Tu gran nombre, de Tu nombre poderoso, fiel, ayudador. Oh, Jehová de los ejércitos, el Dios de paz, nuestro Dios poderoso, todo esto te lo pedimos confiando en Ti y en Tu poder, y en el nombre de Jesús, nuestro Señor y Salvador. Amén.
Yadira: Padre, también queremos pedirte por esas mujeres que no saben cómo orar, no saben cómo pedir; y quizás han orado y se sienten desorientadas –así como yo estaba desorientada– pidiéndote solamente por la sanidad física. Sabemos que no es malo ni errado pedir por eso, pero hay algo más importante y es la salvación. Señor, y aquellas que están sufriendo por esposos enfermos, por padres o por hijos enfermos o por un matrimonio difícil que se está rompiendo, o quizás han quedado viudas y no entienden. Padre, yo te pido que las dirijas, que por Tu Espíritu las hagas poner sus ojos en Cristo, en el autor y consumador de la fe.
Que ellas puedan también decirte, «Señor, ayúdame, enséñame Tu propósito en todo este sufrimiento porque no lo entiendo»; y a través de Tu Espíritu y de ese clamor, puedas revelarte a ellas y enseñarles y traer luz en su dolor, y enseñarles por Tu Espíritu, que en Ti no hay despropósito alguno, y que nada se desperdicie, ni siquiera la muerte de alguien que amamos o la enfermedad o la separación, nada se desperdicie, Señor, y que Tú escuches su clamor; aunque no siempre sea como nosotras queremos pero siempre de acuerdo a Tu voluntad. Afírmalas en la verdad de que Tu voluntad es buena agradable y perfecta, y que al final les mostrarás, Señor. Consuélalas, fortalécelas y arráigalas en Tu verdad, arráigalas en la verdad de que Tú eres un Dios bueno y que Tú eres el mismo que da y quita. Que Tu nombre sea siempre glorificado, aún en lo que nos quitas porque Tú eres un Dios bueno. Gracias por Jesucristo que entiende nuestro dolor, el varón de dolores. Gracias de corazón. Te pido que consueles los corazones, Padre. En el nombre de Tu Hijo precioso y amado nuestro. Amén.
Alejandra: Cuán preciosa oh Dios es Tu misericordia; por eso nosotras, Tus hijas, nos amparamos bajo la sombra de Tus alas. Dice Tu Palabra que seremos completamente saciadas de la grosura de Tu casa y que Tú nos llevarás al torrente de Tus delicias. Por eso, Señor, contigo está el manantial de la vida y en Tu luz veremos la luz. Te pedimos de manera especial que extiendas Tu misericordia a nosotras, Tus hijas que te conocemos, y que Tu justicia esté con cada una de nosotras rectas de corazón.
Señor, te pedimos que Tus promesas sean cumplidas, sean un sí, sean un amén en cada una de nuestras vidas; que Tú refuerces nuestras mentes, nuestros sentimientos, nuestros corazones. Que nos ayudes a enfocarnos en lo más importante que es la esperanza que tenemos en Cristo Jesús, no importando lo difícil del camino, Tú prometes estar con nosotras todos los días hasta el fin.
Padre, que nos levantemos en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, que nos levantemos en nuestros países y a viva voz digamos, «el señor Dios todopoderoso está con nosotras. Que hoy podamos recibir esa fortaleza que solo encontramos en Tus promesas y en Tu verdad. En el nombre de Jesús. Amén.
Annamarie: Amén. Vidas ordinarias pueden ser usadas por un Dios extraordinario para llevar a cabo sus propósitos. ¿Crees esto? Has estado escuchando de Sahira de Macías, de Yadira Erchila Gorek, de Alejandra de Slemin y de Patricia de Saladín, desde diversos países del mundo. Ellas estarán de regreso con nosotras en el próximo programa, así que hoy eleva tu clamor delante de Dios y asegurate de acompañarnos el lunes.
Unidas en un clamor, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
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