Una situación menos que perfecta
Dannah: ¿Es tu vida menos que perfecta? ¡Así es la mía! Elizabeth Mitchell nos dice que, cuando nuestra situación no es ideal, necesitamos la gracia de Dios.
Elizabeth Mitchell: Creo que la gracia es el entendimiento de que Dios no solo contesta nuestras oraciones, sino que Él mismo es nuestra contestación.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth autora de «En la quietud de Su presencia», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 11 de septiembre de 2024.
Nancy, nuestra invitada y tú no se conocen cara a cara, ¿verdad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Así es y esto es un poco inusual. La mayoría de las invitadas a Aviva Nuestros Corazones son amigas o conocidas mías. Pero por varios años, dos queridas amigas me han estado diciendo: «Nancy, necesitas conocer a Elizabeth Mitchell e invitarla a Aviva Nuestros Corazones».
Y hace como un año me …
Dannah: ¿Es tu vida menos que perfecta? ¡Así es la mía! Elizabeth Mitchell nos dice que, cuando nuestra situación no es ideal, necesitamos la gracia de Dios.
Elizabeth Mitchell: Creo que la gracia es el entendimiento de que Dios no solo contesta nuestras oraciones, sino que Él mismo es nuestra contestación.
Dannah: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth autora de «En la quietud de Su presencia», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 11 de septiembre de 2024.
Nancy, nuestra invitada y tú no se conocen cara a cara, ¿verdad?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Así es y esto es un poco inusual. La mayoría de las invitadas a Aviva Nuestros Corazones son amigas o conocidas mías. Pero por varios años, dos queridas amigas me han estado diciendo: «Nancy, necesitas conocer a Elizabeth Mitchell e invitarla a Aviva Nuestros Corazones».
Y hace como un año me llegaron dos mensajes de texto, uno detrás del otro, de estas dos amigas mías, ¡que ni siquiera se conocen entre ellas!, y una vez más, ambas sugirieron tener a Elizabeth Mitchell como invitada en Aviva Nuestros Corazones.
Uno de esos mensajes decía: «Elizabeth es una extraordinaria mujer piadosa, que es de gran influencia, además de ser excelente maestra». La otra amiga acababa de escuchar a Elizabeth hablando en persona en un estudio bíblico en Florida. Ambas amigas me recomendaron el libro de Elizabeth, Viaje para el Corazón (disponible solo en inglés). Y ambas me sugirieron escuchar la entrevista que acababa de hacer con Janet Parshall en el programa de radio de Moody.
Así es que cuando recibí esos mensajes tan claros de dos amigas distintas pensé: «Más vale que le ponga atención a esto», y mis amigas tenían razón. Elizabeth es una mujer piadosa que sabe cómo ministrar consuelo con la Palabra de Dios, a personas que están en dolor y sufrimiento.
Le mandé un correo a mi equipo y les dije: «Me encantaría tener como invitada a Elizabeth Mitchell en Aviva Nuestros Corazones y en Grounded» que es nuestro videocast semanal.
Dannah: Sí, así es que Elizabeth Mitchell estuvo en el pódcast Grounded en agosto del 2023 y por ese tiempo, pude conectar con ella para grabar la conversación que escuchamos el lunes y ayer.
Nancy: Y si te perdiste de esos programas, debes escucharlos. ¡Fueron de tanta bendición! Los puedes encontrar en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones o en nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com. Y el día de hoy, vamos a escuchar el mensaje que Elizabeth Mitchell impartió en una conferencia en una iglesia en California.
Escucharla, sé que será de gran ánimo para ti, ya que nos enseñará cómo podemos responder y ser usadas por Dios en situaciones menos que perfectas. Escuchemos a Elizabeth Mitchell.
Elizabeth Mitchell: Hoy es el día perfecto para recordarnos que Dios usa a personas en circunstancias menos que perfectas para hacer su trabajo. No necesitamos tener todo coordinado, organizado y perfecto para que Él nos use.
Crecí en la isla de Jamaica, dentro de una familia libanesa grande y amorosa. Desde muy chica entendí que Dios es real, que podías tener una relación con Él y que Él era suficiente durante esos tiempos cuando la vida no es para nada perfecta.
Acerca de esto, aprendí mucho de las historias de mi tía Odette que había pasado por un terrible divorcio. Ella tenía cuatro hijos, su esposo la abandonó, así que, tuvo que salir adelante ella sola. En aquella época, en la cultura jamaiquina, y en la cultura libanesa, el divorcio no era aceptable, así que ella fue muy discriminada.
En medio de todo ese dolor, angustia y pruebas, mi tía corrió a los brazos de Cristo Jesús y comprobó cuán verdadero y fiel es Él. Ella nos contaba historias de cuando se encerraba en su cuarto y ponía frente a ella las facturas, las del colegio y las de la hipoteca de su casa, sobre la cama. Y se arrodillaba delante de su Padre y le recordaba Su promesa de cuidarla a ella y a sus cuatro hijos… Le recordaba que no tenía los recursos para pagar todas estas cuentas, pero que descansaba en Él y dependía de Él, y esperaría Su respuesta. Y Dios, siempre, de una u otra forma, respondía y proveía.
Mi tía se enamoró tan profundamente de Jesús durante este tiempo tan difícil, que hizo su misión, el traer al resto de nuestra familia libanesa a enamorarse de Jesús también. Y a lo largo de muchos años mi otra tía y sus hijos, todos mis primos, mis hermanos y hermanas, mi mamá, mi papá y yo misma, doblamos rodilla y abrazamos al Salvador al que servía mi tía.
Su vida fue un testimonio de que Él era suficiente, que Él era bueno y lleno de gracia sin importar lo que pasara a nuestro alrededor. En un viaje reciente que hicimos a Israel aprendimos todo sobre María Magdalena y su historia refuerza lo que mi tía me había enseñado: que Dios usa a personas en circunstancias menos que perfectas, para hacer su trabajo.
María era originaria de Magdala, una ciudad en Israel, de ahí sale su nombre. Era una mujer judía que le tocó ver en primera fila cómo se desarrolló el evangelio en tiempo real. Ella estuvo presente en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo Jesús.
Ella aparece en los cuatro evangelios. Se narra su historia en Mateo 27 y en Juan 20, Lucas 8 y Marcos 15 y 16. Era una seguidora devota de Cristo Jesús. Ella viajaba con Él junto con otras mujeres por toda Galilea y después a Jerusalén. Y de sus propios recursos, dice la Escritura, ella pagaba por los gastos de los discípulos y de Jesús.
Ella no tenía temor. Era una mujer comprometida. La vemos al pie de la cruz. Su nombre normalmente aparece al principio de cualquier lista de mujeres mencionadas. Los autores de los evangelios dan crédito a su influencia y a su amor por el Señor.
Cuando Jesús clamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?», y el pecado de todo el mundo estaba siendo transferido sobre Jesús, los discípulos huyeron, pero María estaba ahí. Cuando José de Arimatea se llevó el cuerpo del Señor y lo puso en una tumba prestada en el huerto, no se menciona que algún discípulo estuviera, pero María estaba ahí, observando lo que José de Arimatea estaba haciendo.
Y después, en esa maravillosa mañana de domingo, entró al huerto con otras mujeres; trayendo especies que ella había comprado. María había cuidado de Jesús mientras estuvo vivo, y ahora continuaba después de su muerte.
Ella llega y ve que la piedra había sido removida y corre por Pedro y Juan. Ellos corren a la tumba, se asoman y ven que el cuerpo ya no está ahí. Ellos se van, regresan a su escondite, pero María ahí se queda, leal. Ella no se va a ningún lado y tiene una conversación con dos ángeles como si fuera algo de todos los días. ¡Creo que ella es una mujer extraordinaria!
Y después empieza a hablar con un hombre que ella cree que es el encargado del huerto. Es lógico…están en un jardín. Está oscuro, no lo puede ver claramente, y le exige que le muestre dónde está el cuerpo del Señor para que ella vaya y lo regrese con seguridad. Sin temor. Comprometida. Leal.
Y por supuesto sabemos que Jesús la llama por su nombre, María, y ella lo reconoce. Y le llama: «Rabboní» Y tienen una conversación uno a uno, la primera registrada en la Escritura: ¡una mujer con el Señor resucitado! Y luego Él la comisiona a ir y decirle a sus discípulos esta maravillosa noticia: ¡que Él ha resucitado de los muertos, justo como lo prometió!
¿Qué le dio a María este espíritu sin temor, este espíritu de valentía, devoción y compromiso? Era el hecho de que Jesús la había rescatado de siete demonios. Ella había estado endemoniada, había vivido en la oscuridad, y ¡El Salvador del mundo la salvó! Jamás olvidó este hecho.
Y a pesar de que sus circunstancias eran menos que perfectas, la encontramos llorando en el huerto, no sabiendo qué le había pasado a Jesús, ella lloraba, pero no porque era débil. Estaba muy afectada, pero no estaba paralizada. Ella nos enseña que cuando las cosas no pasan como quisiéramos, ese no es el momento para quedar paralizadas y pensar que estamos fuera de servicio.
Es durante esas temporadas, tal como me lo enseñó mi tía, es justo ahí cuando aparece Dios y nos usa aun cuando las circunstancias no son lo que hubiéramos escogido vivir. Es muy importante para nosotras como mujeres, y para los varones también, el reconocer que nuestras historias son valiosas, que tienen valor.
Lo que cada una de nosotras hemos pasado vale la pena compartirlo con alguien más, ya sea en un grupo pequeño, desde una plataforma, en un estudio bíblico, al otro lado de un cubículo, al otro lado de tu cerca con tu vecina. Comparte con otros lo que te ha tocado vivir, lo que Dios te ha enseñado, lo difícil que ha sido, cómo Dios te ha sostenido y cómo sostendrá a esa persona con la que estás compartiendo.
¡Te animo a que compartas tu historia! Así como cuando viajamos, y traemos recuerditos para aquellos que amamos. Cuando vamos a Israel con nuestra iglesia visitamos el valle de Elah, a la orilla de ese río seco, y recogemos rocas.
Nos traemos esas rocas y compartimos con nuestros hijos, sobrinos y sobrinas: «Estas rocas son similares a las que usó el joven David para pelear y matar a Goliat. Guarda esta roca como un recuerdito, como un recordatorio de que si el Espíritu del Dios viviente está en ti, ¡no hay nada imposible!».
Cuando vamos a India y Nepal a enseñar a un grupo maravilloso de hombres y mujeres, traemos bufandas típicas. Cuando vamos a Kenia y Zambia, traemos pequeñas figuras de madera de cebras, jirafas y leones para mostrarles a aquellos que no pudieron venir: «Esto es lo que escuché, y sentí, y experimenté, y probé allá. Necesito compartirlo contigo para que puedas participar de lo que yo vi y aprendí»
Y de la misma manera, Dios nos envía a cada una de nosotras a viajes durante nuestra vida. Y cuando hemos pasado o estamos pasando por esos viajes o situaciones, Él nos dice: «¿Por qué no compartes lo que estás aprendiendo acerca de mí en la oscuridad? ¿Por qué no animas a alguien más diciéndole que lo logrará? ¿Por qué no les dices que la vida es dura, muy dura, definitivamente injusta, pero que Yo soy suficiente para sostenerlas sin importar lo que pase?». Eso es lo que Él quiere que hagamos en este viaje que llamamos vida.
Muy frecuentemente en nuestras vidas tomamos caminos que jamás, jamás, jamás hubiéramos querido ni tampoco quisiéramos que nadie más pase por eso. Mi familia tuvo que tomar uno de esos caminos. Mi hijo, el cuarto, James, nació con un defecto en el corazón llamado «Transposición de las grandes arterias».
Sus dos arterias principales estaban al revés, esto quiere decir que la sangre que iba a su cuerpo no tenía oxígeno y la sangre con oxígeno se estaba regresando a los pulmones.
Tuvo una cirugía a corazón abierto a los 3 días de nacido. Le tuvieron que poner un marcapasos a los 10 días y después de eso, periódicamente, había que someterlo a algún procedimiento o alguna otra cirugía de corazón. Cuando cumplió 4 años y medio, repararon la válvula mitral y al hacer esto le dio un infarto cerebral y tuvo que quedar con un aparato de asistencia en el ventrículo izquierdo.
Y cuando lo trajeron de regreso a su cuarto, nuestro pequeño de 4 años y medio parecía como si le hubiera explotado una mina. Dios nos sostuvo a través de ese tiempo y justo antes que cumpliera 5 años, su ventrículo izquierdo, que es el que mayor trabajo hace en nuestro cuerpo, empezó a fallar.
El médico dijo: «Ahora solo nos queda una opción: el trasplante». En ese momento me dieron ganas de tirarme al suelo y ¡echar un berrinche! No podía creer que Dios nos pidiera ir a través de esto, después de todo lo que ya nos había tocado vivir con James.
Pero nuestro Dios lleno de gracia nos puso a Bill y a mí el entendimiento de que esto era lo que se necesitaba hacer. Nos trasladaron en avión al Hospital de la Universidad de Florida en Gainesville, y cinco días después le hicieron la cirugía de trasplante a James.
Quiero compartirles una pequeña porción de nuestra historia escrita en mi libro, Viaje para el Corazón, solo para que escuchen esta parte:
«Cada determinado tiempo después del trasplante, regresábamos a Gainesville para las temibles biopsias que se tenían que hacer, pero no nos cansábamos de escuchar reportes en cero. James no presentaba señales significativas de rechazo al trasplante. ¡Su corazón nuevo se estaba comportando como una pareja perfecta!
El 23 de marzo me desperté con la preciosa realidad de que le estábamos festejando su quinto cumpleaños. ¡Estaba vivo! ¡Nuestro hijo estaba bien! Dios en su gracia y misericordia le había dado a James una vida nueva. Esa tarde, con manos temblorosas, le marqué a la mamá que había donado el corazón de su hija para James.
“¿Cómo está él?”, preguntó con voz suave.
“James está muy bien; ¡su corazón está funcionando increíble! ¡Los médicos están muy entusiasmados por su evolución! Todos los resultados han sido buenos y no ha habido ningún rastro de rechazo”:
“¡Me da mucho gusto!” Me dijo Donna. Podía escuchar la tristeza en su voz.
“Quería darte las gracias”, le dije. “Necesito decirte que estamos muy agradecidos como familia por lo que hiciste por nosotros. Queremos verdaderamente agradecértelo. Fuiste muy valiente al tomar esa decisión tan difícil”.
“Desearía que hubiera habido otra manera”, dijo Donna, “alguna otra forma”.
Con gran dificultad le dije, “Donna, yo también desearía que hubiera habido otra manera”.
Compartimos direcciones entre nosotras, y le envié fotografías de James, y nos mantuvimos en contacto. Quería conocer en persona a esta mujer valiente. Y finalmente, al inicio de mayo, pudimos conectar.
La invité a nuestra casa, y me di cuenta de que ese domingo cuando ella iba a venir era el Día de las Madres, y pensé en el corazón de Donna, que estaría vacío y con gran tristeza. Ella y su esposo tocaron la puerta, y entraron tímidamente en nuestra casa; recibimos a esta pareja de extraños en nuestra casa que ahora eran parte de nuestra vida. Los abrazamos y les presentamos a nuestros hijos.
Ella era muy cálida, amorosa y era fácil hablar con ella. Cuando jugamos juegos de mesa, James terminó en su equipo. Después de que terminamos el postre, Bill sacó a los niños a jugar básquetbol, el silencio nos dio oportunidad de compartir detalles de la muerte de su hija y de cómo estaban lidiando con el dolor.
Nos quedamos platicando un buen rato. Ya no éramos extrañas. Poco a poco los niños regresaron a la casa y James entró a la cocina. Lo cargué y lo puse encima de la mesa, y sin pensarlo dos veces le pregunté a Donna: “¿Te gustaría escuchar su corazón?”.
Ella asintió con la cabeza, y puso su oído contra el pecho de James. Se quedó ahí bastante tiempo y los otros niños se quedaron quietos en silencio. Nadie podía hablar. Era como si entendiéramos que estábamos en un terreno santo. James se quedó sentado sin moverse y fue como si el tiempo hubiera parado».
Hace unos años, mi sobrino Jacobo estaba desesperado queriendo abrir sus regalos de Navidad. Le rogó a mi hermano sin parar hasta que finalmente lo logró. Jacobo se metió debajo del árbol de Navidad y escogió la envoltura más llamativa que encontró marcada con su nombre. Deshizo el papel, volteó a ver a mi hermano y le dijo: «¡Esto…es…exactamente lo que nunca hubiera querido!». Historia real.
Cuando me lo contaron dije: «¡Este niño sabe de lo que está hablando!». Es lo que nosotros decimos: «¡Dios, esto es exactamente lo que nunca hubiera querido!». Si tuviéramos que escuchar todas sus historias, estoy segura de que me contarían alguna historia que cae en esta categoría.
Pero justo ahí, donde estamos, donde nunca hubiéramos querido estar, Dios nos dice: «Yo soy tu todo, Yo soy suficiente. Yo te sostendré». Y Él nos da regalos, ahí donde estamos, donde no queremos estar. Y creo que descubrí que Él le dio a mi familia el regalo de la gracia.
Él me dio el salmo 20, y se los quiero leer. La definición de gracia es Dios proveyendo todo lo que necesitamos para atravesar los momentos, los eventos y las temporadas difíciles de nuestras vidas. Dios me dio el Salmo 20 durante un tiempo muy difícil en mi camino. Léelo conmigo:
«Que el Señor te responda cuando estés angustiado;
que el nombre del Dios de Jacob te proteja.
Que te envíe ayuda desde el santuario;
que desde Sión te dé Su apoyo.
Que se acuerde de todas tus ofrendas;
que acepte tus holocaustos.
Que te conceda lo que tu corazón desea;
que haga que se cumplan todos tus planes.
Nosotros celebraremos tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios desplegaremos las banderas.
Que el Señor cumpla todas tus peticiones.
Ahora sé que el Señor
salvará a Su ungido,
que le responderá desde Su santo cielo
y con su poder le dará grandes victorias.
Estos confían en sus carros de guerra,
aquellos confían en sus corceles,
pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios.
Ellos se doblegan y caen,
pero nosotros nos levantamos y nos mantenemos firmes.
¡Concede, Señor la victoria al rey!
¡Respóndenos cuando te llamemos!» (Salmo 20:1-9 NVI).
Un regalo de gracia, justo desde la primera línea: «Que el Señor te responda». Él es el Dios que responde «en el día», justo cuando está sucediendo. Él no se espera un par de meses para responder «… cuando estés angustiado…» Es un recordatorio que a lo largo de las Escrituras hombres y mujeres han enfrentado problemas. Tú y yo no somos las primeras.
Josafat enfrentó problemas, David enfrentó problemas, Ruth enfrentó problemas, así como Ana, Abigaíl y María Magdalena, a quien también le tocó sufrir. Ahí es cuando Él nos alcanza.
Él dice: «Mira, estas son promesas personales. Esto no es algo que estoy declarando para las masas». Este Salmo es un recordatorio de gracia, de que Él te contesta, y que Él te protege. Pon tu nombre cada vez que veas un pronombre. Él te envía ayuda, te sustenta. Él recuerda lo que le has ofrecido. Te da los deseos de tu corazón. Él cumple tus planes. Él cumple tus peticiones. ¡Qué Padre tan personal, amoroso y dulce tenemos que nos da estas verdades como un recordatorio de que: «Te daré la gracia necesaria para el lugar donde estoy permitiendo que te encuentres»!
Yo creo que la gracia es el entendimiento que Dios no solo nos contesta, sino que nos contesta con Él mismo. Sé que estás familiarizada con la historia del pueblo de Israel cuando estuvieron en el desierto, y Dios les envía la columna de nube de día y la columna de fuego por la noche.
Esa era su respuesta hacia ellos para protegerlos del calor del día y de las bajas temperaturas y animales salvajes por la noche. Éxodo 13, versículos 21 y 22 dicen:
«El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitóde delante del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche».
Siempre he pensado cuán maravilloso es Dios enviándoles este regalo: la nube de día y el fuego de noche. Hace poco tiempo me di cuenta de que no solo les envío un regalo. Él mismo, nos dicen las Escrituras, estaba en la nube. Él estaba en la columna de fuego. Su misma presencia era el regalo. Sí, los estaba protegiendo, pero era Él mismo. Él estaba con ellos, y Él está con nosotras.
Cuando estamos en un lugar difícil es cuando descubrimos que Su misma presencia es el mayor regalo de gracia. 2.ª Corintios 12:9 es un versículo familiar. A veces lo vemos en calendarios o en cuadros decorativos.
Pero, frecuentemente, no incluyen las primeras 5 palabras: «Y Él me ha dicho». ¡Es el Dios del universo hablándote directamente a ti! Y Él nos está diciendo a ti y a mí: «Te basta Mi gracia. . .Mi poder se perfecciona en la debilidad».
Déjame parafrasearlo, Dios nos dice: «Mi poder se manifiesta de una forma mayor cuando tú estás en tu punto más débil». Nos fortalecemos al confiar en Él y cuando recordamos que Él es el único de quien podemos depender. El salmista en el Salmo 91 nos recuerda esta verdad:
«Porque en Mí ha puesto Su amor, Yo entonces lo libraré;
Lo exaltaré, porque ha conocido Mi nombre.
Me invocará, y le responderé;
Yo estaré con él en la angustia;
Lo rescataré y lo honraré;
Lo saciaré de larga vida,
Y le haré ver Mi salvación» (Salmo 91:14-16).
Ese es el Dios que servimos. Él nos da gracia. Él nos da fuerza. Él dice: «Descansa en Mí. Tú obtienes fuerza al confiar en Mí y al esperar en Mí». Cuando era una nueva creyente, no entendía lo que significaba «esperar en Él».
Pensaba que era sentarse con los brazos cruzados y esperar a que Dios apareciera. Y creo que muchas todavía pensamos esto. Rut, en el Antiguo Testamento, en ese hermoso capítulo cuatro (si no lo has leído te animo a que lo hagas), Rut nos muestra lo que significa esperar en Dios estando en una situación muy difícil.
Ella había quedado viuda, sin hijos, era pobre y era una refugiada extranjera. Ella no se cruzó de brazos sintiéndose miserable por lo que estaba pasando y a esperar que las cosas mejoraran. Ella hizo lo que tenía que hacer, lo que seguía. Elizabeth Elliot usa esta frase: «Haz lo que sigue».
Ella trabajó diligentemente. Cuidó y protegió a una suegra rota y amargada que había perdido a su esposo y a sus dos hijos. De verdad, a veces Noemí tiene una mala reputación. Cuando pienso cómo le hizo para mover un pie en frente del otro para viajar de Moab a Belén, ¡fue un verdadero milagro! Ella había perdido los 3 varones de su vida.
Rut la cuidó, y la aguantó con todas sus quejas y su amargura. Y mientras tanto ella estaba haciendo todo a su alcance, ¡hasta que Dios apareció e hizo lo que solo Él podía hacer! Así es como se ve el esperar en Dios.
Él nos da el regalo de la gracia. Él nos da el regalo de la fortaleza. Creo que uno de los regalos más fascinantes que el Señor nos da en tiempos de prueba es que Él nos enseña a adorarlo, adorarlo en la oscuridad, adorarlo cuando no hay nada bueno que agradecer.
Pero debo escoger mantener mis ojos fijos en Él. No darle la espalda ni levantar mi puño en su contra o demandar que arregle mis circunstancias como a mí me gustaría.
Yo lo adoraré por quien es Él y por lo que ha hecho y por lo que va a hacer en el futuro a pesar de que yo no tenga ni idea de lo que será. Lo adoraré por ser bueno, lleno de gracia, fiel, amoroso, amable y perdonador.
Lo adoraré en la oscuridad. Dios no necesita nuestra adoración, Él no necesita nada. Pero Él nos dice: «¡Cuando Me adoras, puedo darte tanto de Mí!» Es un regalo que Él nos da cuando nos enseña.
El Salmo 34 versículo 1 dice: «Bendeciré al Señor en todo tiempo; Continuamente estará Su alabanza en mi boca». «En todo tiempo» significa en los tiempos tristes, en los tiempos felices, en los tiempos difíciles, en los tiempos de incertidumbre y en los tiempos de temor. Dios dice: «Adelante, ¡adórame y ve lo que puedo hacer en tus circunstancias!».
Cuando no tengo nada que ofrecerle, ahí es cuando Él dice: «Adelante, tráeme eso, yo me encargaré de lo demás». Un día, durante una tormenta, le cayó un rayo a nuestro enorme y precioso árbol de olivo que ocupaba todo el patio delantero de nuestra casa, dejando sin vida a este formidable gigante.
Vimos cuando se le empezaron a caer las hojas y lo primero que pensamos fue: «Oh, solo está pasando lo que hace cada año: llenar nuestro patio delantero con sus hojas secas», pero esta vez algo era diferente. Eventualmente, nuestro árbol parecía sacado de una película de terror, las ramas sin hojas que llegaban hasta el cielo, la luz de la luna reflejándose entre las ramas. En poco tiempo, los hongos empezaron a quitarle las últimas gotas de vida de nuestro amigo.
Este era un árbol que nos había dado la bienvenida cuando llegábamos a esa casa. Fue como nuestro comité de bienvenida. Este era el árbol que había permanecido cuando regresamos de Gainesville con el corazón nuevo recién trasplantado de James, y cuando nuestros vecinos y familia habían llenado la calle de globos rojos para darle la bienvenida.
Después de muchas semanas, mientras James se recuperaba, cuando regresábamos de las citas médicas, varios de esos globos rojos en forma de corazón se quedaron atrapados en las ramas altas de ese árbol, como asomándose cada vez que entrábamos y salíamos de la casa.
Se cortó el árbol, y lo único que quedó fue un montón de restos en su lugar. Este árbol fue parte del crecimiento de nuestros cinco hijos. Uno de los tíos de James había colgado unas cadenas metálicas y había puesto un columpio debajo de ese árbol. Pareciera que nuestros hijos habían crecido bajo las ramas protectoras de nuestro amigo el árbol de olivo.
Un día en agosto del 2006, cuando salimos de emergencia para el hospital, me tocó sentarme de acompañante en la ambulancia donde James estaba en la parte de atrás, aislado por los paramédicos, y volteé a despedirme de mi hija, que estaba sentada en ese columpio. Ana tenía seis años y mi hermana Kathy estaba parada junto a ella. Salimos de esa casa a donde James nunca regresaría y nunca volveríamos a ser iguales. James tuvo un doble ataque al corazón.
Aparentemente, cuando el Señor nos da regalos, pensamos tontamente que son nuestros para siempre, pero no es así. Cada temporada viene envuelta con tesoros únicos y que no merecemos, que Dios nos da para que los disfrutemos y atesoremos. Él orquesta eventos que nos hacen temblar, desde árboles comunes hasta pequeños hijos amados, para darnos vida y gozo y recordarnos de Su bondad y de Su amor a pesar de los relámpagos que tienden a venir y dañar nuestras vidas.
Aún ahora, seguimos obteniendo fuerza de la fidelidad y la gracia de nuestro Dios. Él nos sostiene y nos da el poder para perseverar y tener victoria en temporadas de abundancia y en temporadas de sequía. Mi oración para cada una de ustedes, y para mí misma, es que continuemos obteniendo la fuerza, el descanso y la gracia de nuestro Señor, donde sea que estemos. Que podamos aprender a compartir nuestras historias, las partes difíciles, las partes duras, las partes donde hemos fallado y donde nos hemos caído y de donde Dios nos ha recogido.
Que el Señor use sus historias para enseñar y animar a otras personas y recordarles que Él es bueno, qué Él es digno de confianza, que en Él podemos descansar, que Él es suficiente sin importar las pruebas que vengan a nuestra vida.
Y tal vez, más que nada, oro que conozcas a este Jesús de Nazaret, que es bueno, que vivió una vida perfecta, que murió por nosotros, fue sepultado y resucitó de la tumba y conquistó la muerte y el pecado. Él nos dice hoy: «Te quiero dar vida eterna, vida en abundancia». ¡Oro que lo puedas conocer personalmente!
Y si ya lo conoces, ¡oro que lo compartas con alguien más que no ha escuchado aún esa increíble historia!
Padre amoroso, cuánta gracia tienes para sostenernos, para equiparnos, para darnos gracia, misericordia, fortaleza y esperanza sin importar en donde nos encontremos. Gracias porque Tú eres suficiente. ¡Tú siempre eres más que suficiente!
Oro por las mujeres en este lugar, por las madres en este lugar, que cada una de ellas pueda saber, como nunca antes, lo vasto de Tu amor por ellas, lo amoroso que eres y lo dispuesto que estás para sostenerlas sin importar donde se encuentren. Gracias, Padre. A ti te damos honra y alabanza, en el nombre de Jesús, amén.
Nancy: ¡Amén! Hemos estado escuchando a Elizabeth Mitchell. La oración que ella compartió es mi oración también, en cualquier lugar donde te encuentres hoy, en una situación dolorosa, imposible de entender, que no sabes cómo vas a caminarla.
Desconozco las circunstancias que estás pasando, pero Dios sí sabe. Como compartió Elizabeth de su propia experiencia, sé que también tú puedes obtener fortaleza de la fidelidad y la gracia de nuestro Dios, y que Él te sostendrá y te dará el poder para perseverar, y no solo para perseverar, también para tener victoria en temporadas tanto de abundancia como de necesidad.
Y también creo que, en Su tiempo, Dios usará tu historia para ayudar y animar a otras que necesitan ser recordadas de que Él es bueno, de que es digno de confianza, que puedes descansar en Él, ¡pase lo que pase! Y si necesitas ayuda déjame recomendarte el libro de Elizabeth llamado Viaje para el Corazón: Esperanza cuando la vida es injusta (disponible solo en inglés).
Ella comparte muchas lecciones que ha aprendido a través de su difícil camino. Y también hay un estudio de 6 semanas que va junto con ese libro. Lo puedes encontrar en el link al final de este episodio.
Dannah: Y también, asegúrate de revisar los muchos recursos gratuitos disponibles en Aviva Nuestros Corazones.com. Podemos ofrecerlos gracias al apoyo de amigos como tú. Tu donación nos ayuda a llevar el mensaje de libertad, plenitud y abundancia a mujeres de todo el mundo. ¡Muchas gracias por tu colaboración!
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