Una sed más profunda
Débora: ¿Lo que está bebiendo tu alma actualmente te está dejando sedienta? Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que solo Cristo nos puede satisfacer.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Alguna vez has llegado al punto donde recibes ese don de Dios, donde reconoces la magnitud de tu necesidad espiritual y de lo rota que está tu relación con Dios, y dices: «Señor, no vengo a Ti solo como una víctima por lo que otros me han hecho; sino que vengo a Ti como una pecadora, para decirte que necesito Tu Gracia. Gracias por morir por mí. Ahora te recibo como mi Salvador»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de septiembre de 2024.
Esta semana te hemos traído una serie que Nancy tituló: «Cómo saciar nuestra …
Débora: ¿Lo que está bebiendo tu alma actualmente te está dejando sedienta? Nancy DeMoss Wolgemuth nos recuerda que solo Cristo nos puede satisfacer.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Alguna vez has llegado al punto donde recibes ese don de Dios, donde reconoces la magnitud de tu necesidad espiritual y de lo rota que está tu relación con Dios, y dices: «Señor, no vengo a Ti solo como una víctima por lo que otros me han hecho; sino que vengo a Ti como una pecadora, para decirte que necesito Tu Gracia. Gracias por morir por mí. Ahora te recibo como mi Salvador»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Mentiras que las mujeres creen y la verdad que las hace libres», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de septiembre de 2024.
Esta semana te hemos traído una serie que Nancy tituló: «Cómo saciar nuestra sed». En esta serie estamos escuchando a algunas mujeres que cargaban con mucho dolor y culpa de relaciones pasadas.
Andrea Griffith: Durante años, las palabras que rondaban por mi cabeza eran: «Tú lo hiciste. Lo escondiste. Nunca te librarás de eso».
Débora: Nancy también nos invitó a identificar los lugares en los que buscamos satisfacción en lugar de ir a Cristo.
Mujer: Dios me mostró que estaba tomando la bendición de tener hijos (tengo seis hijos) y la estaba usando esa bendición como sustituto de Él. Cada vez que mi bebé crecía lo suficiente para responder «no» o cuando parecía que no me necesitaba, yo quería otro. Los bebés te necesitan completamente, y como sentía que nadie más me necesitaba, eso me hacía querer otro bebé cada vez que uno crecía lo suficiente para no necesitarme. Eso para mí fue muy difícil de aceptar, pero ahora que Cristo es quien satisface mi corazón, puedo disfrutar de la bendición de mis hijos.
Débora: Si te perdiste los episodios anteriores, puedes escucharlos o leer la transcripción en AvivaNuestrosCorazones.com, o también en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones.
Nancy va a continuar esta enseñanza basada en Juan capítulo 4. Y voy a leerte el pasaje que hemos estado estudiando. Juan capítulo 4, comenzando en el versículo 5. Si tú tienes tu biblia contigo te invito a leer conmigo. De lo contrario, te animo a escuchar atentamente. Dice la Palabra del Señor:
«Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”.
Pues Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Entonces la mujer samaritana le dijo: “¿Cómo es que Tú, siendo Judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los Judíos no tienen trato con los samaritanos).
Jesús le respondió: “Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva”.
Ella le dijo: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Acaso eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?”.
Jesús le respondió: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna”.
“Señor”, le dijo la mujer, “dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla”. Jesús le dijo: “Ve, llama a tu marido y ven acá”. “No tengo marido”, respondió la mujer. Jesús le dijo: “Bien has dicho: ‘No tengo marido’, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad”.
La mujer le dijo: “Señor, me parece que Tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar”.
Jesús le dijo: “Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales al Padre busca que lo adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad.
La mujer le dijo: “Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo.” Jesús le dijo: “Yo soy, el que habla contigo”» (vv. 5-25).
Ese fue el evangelio de Juan capítulo 4 comenzando en el versículo 5. Hoy veremos cómo Cristo interactuó con una mujer que había experimentado un genuino dolor y rechazo, igual que la mujer samaritana que acabamos de leer. Pero Cristo no le permitió ofrecer alguna excusa por su pecado. Aquí está Nancy para hablarnos más sobre esto.
Nancy: Hace varios años enseñaba en mi casa unos estudios bíblicos para mujeres sobre las mujeres de la Biblia. Nunca olvidaré cuando enseñé sobre la mujer samaritana, junto al pozo, la mujer en Juan 4 sobre la que hemos estado leyendo. Al terminar la clase de ese día, una de las mujeres se me acercó, ella era nueva en la clase. Su nombre es Valerie. Ella tenía sus ojos llenos de lágrimas y me dijo: «Esa mujer de la que hablaste esta noche, soy yo. ¡Yo soy esa mujer!».
Ahora, yo no conocía nada sobre Valerie en ese momento. Yo no sabía que ella había pasado por una serie de relaciones rotas y fallidas; no conocía las heridas de su pasado. Pero sabía que ella era una mujer con corazón sediento, así como la mujer en el pozo.
Valerie me dijo: «Toda mi vida he querido ser amada. He estado buscando amor». Ahora, ella había estado buscando amor, como muchas de nosotras, en los lugares equivocados.
Antes de terminar hoy, quiero contarles lo que le sucedió a Valerie, pero primero quiero que veamos este tema de la sed. Hemos estado viendo a una mujer que se acercó a Jesús en el pozo y que tenía sed. Bueno, la verdad es que todas estamos sedientas, y esa sed es creada por Dios. Tenemos sed de saber cuál es el propósito en la vida, el sentido de la vida, sed de identidad, de significado. Queremos saber: «¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí?».
Tenemos sed de amor, de relaciones, de aceptación, de intimidad. Queremos saber: «¿Quién me ama? ¿Quién me acepta? ¿A quién le importo?». Estamos sedientas de seguridad. Queremos que nuestras necesidades básicas sean suplidas. Estamos sedientas de plenitud, de felicidad, de paz. Tenemos sed de libertad. Queremos ser libres del temor, de la culpa, de las ataduras. Queremos plenitud emocional. Todas tenemos un corazón sediento.
Hay un antiguo himno que menciona eso una y otra vez, y esa es la verdad. Todo el mundo tiene un corazón sediento, y esa sed nos la dio el Señor.
Ahora, La mujer samaritana que hemos estado viendo esta semana tenía tres niveles diferentes de sed, y tú y yo nos enfrentamos a los mismos tres niveles de sed en nuestras vidas. En primer lugar, obviamente ella tenía sed física. Esa fue la razón por la que fue al pozo; ella necesitaba agua, agua física. Nosotras tenemos necesidades físicas.
Y he estado hablando de la sed lo suficiente como para que algunas de ustedes comiencen a tener sed física. Cristo quería que esta mujer viera que tenía dos niveles más profundos de sed de los que quizás no estaba tan consciente.
Ella no solo tenía sed física, ella también tenía sed emocional. Era una mujer que había experimentado un profundo dolor y rechazo. Tenía una historia bastante complicada en cuanto a relaciones, hombres y matrimonio. Nosotras no sabemos cómo sucedieron esos matrimonios ni por qué se habían roto. Pero sabemos que ella había tenido cinco maridos, cinco matrimonios y ahora estaba viviendo en una relación con un hombre que no era su esposo.
Sabemos que en aquellos tiempos no era fácil para una mujer divorciarse de su esposo, pero en cambio, era muy fácil para un hombre divorciarse de su mujer. Así que podemos asumir que, estos hombres, sus esposos, cinco, se habían divorciado de ella, de esta mujer.
Y puedo imaginar que cuando era una jovencita tuvo un matrimonio arreglado, como la mayoría de los matrimonios en aquellos días. Tal vez cuando era una joven adolescente, sus padres habían arreglado un matrimonio para ella con un hombre joven. Y luego llega el día de la boda y ambos dicen sus votos; hicieron un pacto, y él prometió amarla y protegerla permanentemente.
No sabemos por qué se rompió ese matrimonio, pero podemos especular que, tal vez un día él se acercó a ella y, según las leyes judías, él ni siquiera necesitaba una buena razón para divorciarse de ella. Podría ser simplemente que no le gustaba cómo cocinaba.
Por la razón que fuera, aparentemente un día se acercó a ella y le dijo: «No quiero seguir casado contigo». Y aquellas de ustedes que han pasado por un divorcio saben que probablemente no hay nada más doloroso en la vida de una mujer que escuchar al hombre que dijo que la amaría para siempre decirle: «Ya no te amo. Ya no quiero ser tu esposo. Me divorcio de ti».
En aquellos días, una mujer divorciada era muy probable que permaneciera divorciada. Ser divorciada era un estigma social terrible. Pero por alguna razón, llegó el día en que otro hombre le dijo a ella: «Quiero ser tu esposo». Y de alguna manera ella se atrevió a creer que tal vez ese hombre era diferente. Así que le dijo: «Seré tu esposa». Y entonces llegó el día en que él también le dijo: «Ya no te quiero. No quiero estar casado contigo. Me divorcio de ti». Y luego el tercero y el cuarto, y te puedes imaginar el dolor, el rechazo, las heridas, las cicatrices que esta mujer experimentó pensando que no era atractiva o agradable para nadie.
Y cuando el sexto hombre llegó a su vida, ¿para qué casarse? «Vivamos juntos». Ni siquiera tuvo el valor para decir: «Hagamos un compromiso», porque se dio cuenta de que no había tal cosa en su vida como un compromiso permanente. Así que aquí tenemos a una mujer que fue rechazada emocionalmente.
Ahora, según este pasaje, parece que ella no solo había sido rechazada por hombres, sino que quizás por otras mujeres también. Y lo suponemos porque fue sola al pozo. Ahora, las mujeres, en aquellos días, eran muy parecidas a las mujeres de hoy. No nos gusta hacer las cosas solas, sino que nos gusta hacer las cosas en grupo. Somos criaturas sociales, relacionales.
Cuando nosotras hacemos nuestras cosas o nuestras diligencias, nos gusta hacerlas con alguien más. Los hombres no son así. Cuándo fue la última vez que escuchaste a un hombre decir cuando estaban cenando con otras parejas: «Disculpen, voy al baño. ¿Alguien me puede acompañar?». Eso es algo que las mujeres hacen con otras mujeres.
Y típicamente las mujeres en aquellos días iban al pozo juntas con otras mujeres. Ellas usualmente no iban al medio día cuando hacía más calor, sino que iban temprano en la mañana o en la tarde cuando no hacía tanto calor afuera. Entonces, ¿por qué esta mujer iba sola al pozo al mediodía? Pienso que es probable que hubiera experimentado un profundo rechazo por parte de otras mujeres. Hablaban de ella. Hablaban a sus espaldas. No la aceptaban. Así que creo que aquí había una mujer sola, rechazada, aislada, sedienta emocionalmente.
Pero esta mujer necesitaba también saber que ella tenía una sed que iba a un nivel más profundo que su necesidad emocional. Cristo quería que ella viera que en el fondo de su ser había una sed espiritual y que el problema principal en su vida no era lo que los demás le habían hecho, no eran sus heridas, sino su pecado. Y tú te te preguntes: «¿Quieres decir que fue culpa suya que todos esos matrimonios se rompieran?».
Las Escrituras no nos dice de quién fue la culpa, y realmente no necesitamos saberlo. Pero sí sabemos una cosa y es que esta mujer era pecadora, así como lo somos todas nosotras. A pesar de lo que nos han hecho, a pesar de lo rechazadas o heridas que podamos estar, el hecho es que también somos pecadoras, y estamos separadas de Dios.
Y esa mujer tenía que entender que el problema principal en su vida, y lo es en mi vida también, no es el resentimiento ni las heridas del pasado. Y déjame decirte que a Cristo le importan nuestras heridas, pero el problema principal es nuestro pecado.
Esa noche, en el estudio bíblico en mi casa, Valerie me dijo: «Yo soy esa mujer. He estado buscando amor en todos los lugares equivocados». Ella empezó a escudriñar la Palabra de Dios. Era una mujer religiosa, asistía a la iglesia; había estado en la iglesia toda su vida. Sabía mucho sobre Cristo, pero nunca había tenido una relación personal con Él.
Y todavía recuerdo la noche unas semanas después de ese primer encuentro. Era la Semana Santa, cuando mostramos un video en nuestra clase sobre la vida, muerte y resurrección de Cristo. Y al terminar la sesión esa noche, esta mujer dijo que por primera vez ella había entendido, al ver a Cristo en la cruz (ella había visto esa imagen muchas veces en su iglesia), pero ella dijo que esa noche fue diferente.
Esa noche, al verlo en la cruz, ella entendió claramente que Cristo no estaba allí porque Él pecó. No. Él estuvo ahí por sus pecados, por los pecados de ella, y ella era la que debería estar en esa cruz. Comprendió que Él murió por ella.
Y se dio cuenta de que por muy dolorosas que fueran todas las cosas que le habían hecho, el problema principal de su vida era que su relación con Dios estaba rota porque ella era una pecadora. Y esa noche se acercó arrepentida y con fe en el Cristo vivo, quien ya no está en la cruz, sino que había resucitado para darle una vida nueva, y con humildad, arrepentimiento y fe, ella puso su fe en Cristo para salvación.
Cristo le dijo a la mujer samaritana: «Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber,” tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva».
Esa noche, Valerie recibió a Cristo. Ella le pidió a Él ese don. Su vida no ha sido nada fácil desde entonces; todavía tiene problemas. Tiene problemas que no tenía antes. Pero ahora, dentro de ella, hay una fuente de agua viva que brota para vida eterna. Y todo comenzó cuando ella estuvo dispuesta a identificar la sed espiritual y la necesidad en su vida que solo se puede llenar por medio de una relación personal con Cristo.
¿Alguna vez has llegado al punto de tu vida donde recibes ese don de Dios, donde reconoces la magnitud de tu necesidad espiritual y de lo rota que está tu relación con Dios, y dices: «Señor, no vengo a Ti solo como una víctima de lo que otros me han hecho; sino que vengo a Ti como una pecadora, para decirte que necesito Tu Gracia. Gracias por morir por mí. Ahora te recibo como mi Salvador»?
Y las personas en Samaria dijeron: «Y sabemos que Este es en verdad el Salvador del mundo», y en verdad hoy Él quiere ser tu Salvador. Oremos.
Padre, tal vez hay otra Valerie que nos escucha hoy. Te pido por aquella mujer que nos escucha que es religiosa, pero no conoce a Jesús, que este sea el día de su Salvación. Y Señor, ayúdanos a entender que el principal problema en nuestras vidas no son nuestras heridas, sino nuestro pecado. Y que entendamos que solo en Cristo, crucificado y resucitado, está la esperanza para nuestra restauración y que encontremos en Él el agua viva que verdaderamente sacia. Gracias por Cristo. Que en este día bebamos de Él hasta saciarnos. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Esa fue Nancy DeMoss Wolgemuth contándonos las historias de dos mujeres: la mujer en el pozo de Jacob en Juan capítulo 4 y la historia de su amiga Valerie.
Nancy compartió este mensaje en el 2002. Y luego, una de esas dos mujeres fue invitada a compartir su historia en el programa. Yo estoy segura de que ustedes ya saben que no es la mujer en el pozo. Nos acompaña en este programa Valerie, ella viene a hablarnos más sobre la historia que Nancy nos contó hoy.
Nancy: Valerie vino al estudio bíblico que yo estaba dando en mi casa para las mujeres de la comunidad. ¿Recuerdas la primera vez que viniste?
Valerie: Yo fui invitada por otra mujer. Ella me invitó al estudio bíblico, y yo pensaba que Nancy estaba casada.
Nancy: ¿Recuerdas qué estábamos estudiando cuando viniste por primera vez?
Valerie: Cuando yo vine, estabas enseñando el Evangelio de Juan y todas las mujeres de la Biblia.
Nancy: Y esa semana estábamos estudiando la mujer samaritana.
Valerie: La mujer samaritana.
Nancy: Y cuando empezamos a conocer nos mejor, conocí más de tu historia. Me contaste cómo habías pasado por una serie de relaciones en busca del amor. Me dijiste: «Solo quería encontrar amor». Pero no habías encontrado lo que necesitabas. Así que el Señor empezó a obrar en tu corazón. Y comenzaste a venir durante varias semanas.
Valerie: Y yo había estudiado sobre la mujer samaritana en muchos estudios bíblicos y en diferentes ministerios. Nunca viví con nadie, pero estaba buscando amor. Estuve casada catorce años y tuve tres hijos. Dos de ellos ahora están en sus cincuenta, y tuve nueve nietos y siete bisnietos. Pero yo pensaba que necesitaba a alguien en mi vida.
Voy a compartir esto con ustedes porque hablé con mi hija sobre esto. Cristo es mi esposo. Nunca tuve la boda que muchas personas quieren, pero usaré un vestido de novia el día que muera. Voy a ser como una novia para Cristo.
Nancy: Amén.
Valerie: Eso es lo que creo.
Nancy: Y fue un proceso por el que el Señor te llevó. Fue un estudio que duró varias semanas, y puedo recordar que durante la Semana Santa, tomamos un descanso en la clase y mostramos la película de Cristo. ¿Recuerdas ese día?
Valerie: Sí. Recuerdo que nos la pusiste. En ese tiempo se usaba el video cassette.
Nancy: Así es.
Valerie: Nos la pusiste y te fuiste de prisa esa noche porque ibas a una conferencia en Toledo. Nancy Dunning y yo nos encontramos en aquel estudio de Juan 4 y me quedé sin palabras.
Nancy: Después de que vimos la película. . .
Valerie: Después que te fuiste, conseguí la película, fui a casa y la vi durante la semana de Pascua. ¡Acepté a Cristo de una manera totalmente diferente!
Nancy: Y pude ver durante las siguientes semanas y meses cómo El Señor transformó tu vida. Habías asistido a la iglesia y habías estudiado la Palabra, pero en realidad no por ti misma. Comenzaste a crecer en tu fe. Y en ese tiempo, aunque no sé si todavía lo haces, pero eras estilista. Y ya saben, las estilistas hablan mucho con la gente. . .
Valerie: Todavía trabajo dos días a la semana.
Nancy: Y con todo lo que se mueve: clientes, proveedores, quien fuera que llegara a la peluquería, y tú les hablabas de Cristo. No sé a cuántas personas durante los años les has compartido de Cristo.
Y Valerie eres humilde. Ella siempre me dice: «No sé mucho de la Biblia, o, «No soy muy buena para esto», pero el punto es que has sido un hermoso reflejo de Cristo en nuestra comunidad. La he visto crecer. Y de vez en cuando me envías una nota y me cuentas lo real que todavía es Cristo para ti.
Valerie: Sí, te agradezco por eso, y todavía lo comparto. Dejo que las personas abran la puerta, no las obligo. Pero cuando abren la puerta, estoy allí para hablar sobre mi Señor y mi Cristo. Y como les conté, tengo nueve nietos, cuatro están casados, y ellos tienen hijos. Ahora les doy ejemplo a los jóvenes. Lo principal para mí ahora es vivir la vida nueva en Cristo.
Soy una guerrera de oración. Recibo llamadas por teléfono todo el tiempo. Oro por muchas personas que lo necesitan. Mi hija me dijo: «Tu mamá», que era su abuela; mi madre, «ella oró por todos nosotros, y ahora tú has estado orando por todos tus nietos». Y así es. Ellos no son perfectos, y no soy perfecta, pero es un proceso.
Nancy: Y también recuerdo que cuando viste esa película, lo que me compartiste después fue muy particular… porque conocías sobre la historia de Cristo y la cruz. Pero recuerdo que me dijiste que una vez llegaste a esa parte donde muestran la crucifixión, fue cuando entendiste que tú eras la que debería estar colgada en esa cruz.
Valerie: Sí.
Nancy: Que eras tú quien debías haber muerto por tus pecados, pero Cristo lo hizo por ti. Y ese fue realmente el punto de inflexión para ti.
Valerie: Así es. Y todavía lo es. Muchas personas que ven la cruz, cargan la cruz, probablemente han visto la película La Pasión de Cristo, sin embargo,todavía no lo entienden. ¡Pero yo sí entiendo!
Nancy: Así es. Así es. ¡Te amo mucho, Valerie!
Débora: Esa fue Nancy DeMoss Wolgemuth en el año 2002, hablando con una mujer llamada Valerie, quien experimentó una transformación radical. Si alguna vez has dudado que Dios puede cambiar tu vida, espero que la historia de Valerie te anime para que sigas compartiendo las buenas nuevas: solo Cristo nos puede saciar.
Este es uno de los mensajes cruciales que Aviva Nuestros Corazones quiere compartir con mujeres alrededor del mundo, que solo a través de Cristo puedes experimentar libertad, plenitud y abundancia. Y a nosotras nos encanta escuchar historias sobre cómo Dios ha usado este ministerio para hablar verdad en sus vidas.
Una oyente nos compartió lo siguiente:
«¡Dios les bendiga! Quiero primeramente agradecerle a Dios pues por medio de Su Palabra, su ministerio y la iglesia, en la cual me congrego, he sido liberada del feminismo y de la mentira a ofender el diseño de la mujer y para lo que fuimos creadas.
Durante muchos años sufrí de desilusiones amorosas en búsqueda de un afecto, el cual mis padres, por no tener la instrucción y haberse alineado a este mundo, les faltó ofrecerme. No tuve padres que me dieron educación cristiana, pero sí me daban todo lo material y todo lo que humanamente podían.
Debido a esto cometí muchos errores en mi camino. Tuve tías, abuelas y amigas que gracias al cuidado y la mano de Dios, siempre estuvieron a mi lado, y con ellas comencé a recibir instrucción, y a ir a escuelas bíblicas. Tuve una abuela que siempre sirvió de gran ejemplo para mí de lo que era ser una sierva del Señor.
Luego me quedé sola, humanamente, y el enemigo causó estragos por mis malas decisiones; tomé decisiones por desconocimiento y comencé a llenar mis vacíos con relaciones dañinas que Dios no permitió que avanzaran. Tuve varios embarazos con diferentes parejas, los cuales Dios no permitió que se desarrollarán y hoy le doy gracias porque Su mano y Su favor estaban conmigo.
Nuevamente, me quedé sola, esperando un hombre honesto, y gracias a Dios llega mi actual esposo. Ahí comenzó mi lucha con el diseño de Dios para mí. Era muy terca, muy celosa, muy posesiva y manipuladora. Pero al escuchar la voz de Dios en cada proceso a través de este ministerio y darle entrada a mi vida al Señor y a Su Palabra, fui liberada.
¡Soy una mujer con un propósito y llamado a instruir, cuidar, velar por mi familia y la iglesia donde Dios me ha plantado! ¡Gracias por sus testimonios, me gozo todos los días y todos los mensajes!».
¡Wow! Solo podemos dar gloria a Dios por la manera en cómo Él ha obrado en la vida de esta mujer a través de este ministerio. Cuando haces una donación a Aviva Nuestros Corazones, estás ayudando a mujeres como Laura, en cada etapa de su vida, para encontrar verdadera satisfacción y fortaleza en Cristo.
¿Tienes un corazón sediento? El día de mañana hablaremos sobre los ídolos que nos tientan a buscar satisfacción en otros lugares y no en Cristo. ¡Por favor continúa escuchando!
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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