Una promesa y una oración para el año nuevo
Débora: Si alguna vez has sido tentada a creer que Dios te ha abandonado, Nancy DeMoss Wolgemuth dice que la Palabra de Dios indica lo contrario.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Vemos que Dios tiene un interés personal en su pueblo. Le pertenecemos a Él y Él cuida de los suyos.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El Cielo Gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 31 de diciembre de 2024.
Nancy: Bueno, hemos llegado a nuestro último programa de este año en Aviva Nuestros Corazones. Estoy tan agradecida. Estoy muy agradecida por todo el ánimo que hemos recibido de muchas de nuestras oyentes y lectoras, durante este año pasado. Y estoy muy agradecida por sus oraciones. Significan más de lo que pudieran imaginar. Y gracias a todos los que han invertido en hacer posible que Aviva Nuestros Corazones llegue a tantas mujeres …
Débora: Si alguna vez has sido tentada a creer que Dios te ha abandonado, Nancy DeMoss Wolgemuth dice que la Palabra de Dios indica lo contrario.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Vemos que Dios tiene un interés personal en su pueblo. Le pertenecemos a Él y Él cuida de los suyos.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El Cielo Gobierna» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 31 de diciembre de 2024.
Nancy: Bueno, hemos llegado a nuestro último programa de este año en Aviva Nuestros Corazones. Estoy tan agradecida. Estoy muy agradecida por todo el ánimo que hemos recibido de muchas de nuestras oyentes y lectoras, durante este año pasado. Y estoy muy agradecida por sus oraciones. Significan más de lo que pudieran imaginar. Y gracias a todos los que han invertido en hacer posible que Aviva Nuestros Corazones llegue a tantas mujeres alrededor del mundo.
Hemos estado estudiando el Salmo 28 durante estos últimos días y hoy vamos a concluirlo. Estoy muy emocionada con el último par de versículos de este salmo. Realmente me han ministrado y creo que lo harán contigo también. Pero quiero comenzar leyendo el salmo completo.
«A Ti clamo, oh Señor;
Roca mía, no seas sordo para conmigo,
no sea que si guardas silencio hacia mí,
venga a ser semejante a los que descienden a la fosa.
Escucha la voz de mis súplicas cuando a Ti pido auxilio;
cuando levanto mis manos
hacia el Lugar Santísimo de Tu santuario» (Sal 28:1-2).
Y quiero hacer un paréntesis aquí, siempre debes querer estar en un lugar donde necesitas a Dios. Ahora, tal vez no siempre querremos estar en ese lugar, pero siempre deberíamos querer estar en un lugar donde necesitamos a Dios porque, como he dicho muchas veces a lo largo de los años en este programa, cualquier cosa que nos haga necesitar a Dios es una bendición. Es una bendición.
Pudieras decir: «Bueno, ya me siento muy bendecida. Ya no necesito más bendiciones». No, agradece a Dios cuando te pone en un lugar donde lo necesitas. Cualquier cosa que te haga clamar y levantar tus manos hacia Su santo santuario, es una bendición.
Y continuando con esa oración, en los versículos 3 al 5, David ora que Dios dé a los hacedores de iniquidad lo que merecen.
«No me arrastres [dice él] con los impíos
ni con los que obran iniquidad,
que hablan de paz con su prójimo,
mientras hay maldad en su corazón.
Dales conforme a su obra y según la maldad de sus hechos;
dales conforme a la obra de sus manos;
págales su merecido.
Porque no tienen en cuenta los hechos del Señor
ni la obra de Sus manos» (vv. 3-5).
El versículo 5 dice: «Ellos están muy ocupados haciendo malas obras con sus propias manos. No consideran lo que el Señor ha hecho, ni la obra de sus manos. Él los derribará…». Ellos tal vez no consideren a Dios, pero Él está pensando en ellos. «… Él los derribará y no los edificará».
Esta es una advertencia para que se arrepientan y crean en el evangelio mientras hay oportunidad.
En nuestro último episodio vimos que esta oración, este ferviente ruego en oración, este ruego desesperado y oración, en el versículo 6 se convierte en una alabanza resonante, en un instante. Vimos que un lamento profundo y también una alabanza genuina pueden surgir del mismo corazón. Versículo 6-7:
«Bendito sea el Señor,
porque ha oído la voz de mis súplicas.
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
en Él confía mi corazón, y soy socorrido;
por tanto, mi corazón se regocija,
y le daré gracias con mi cántico».
Es como un capítulo totalmente nuevo en la vida de este hombre, ¿no es así? ¡¿Y todo en el mismo Salmo?! Es impresionante.
Sí, tu vida puede ser de lágrimas, clamores y oración, tal vez por algún ser amado, o un hijo pródigo, o una situación difícil, una situación de salud, o pérdida o duelo, o lo que sea. Pero, en medio de ello, Dios quiere que lo encuentres, que lo experimentes, que corras hacia Él, encontrarlo, para que sea tu fuerza y tu escudo cuando estás tan desesperada y débil, sin defensas.
Y como resultado, Él quiere alabanza y celebración y acciones de gracias con nuestra boca y nuestro cántico.
David dice: «El Señor me ha escuchado. He confiado en Él. Él me ha ayudado. Me regocijo y doy gracias».
Ahora, hasta este punto en el Salmo, hasta el versículo 7, la mayoría de los pronombres han sido en singular, tal vez todos, «yo» o «mi». Es muy personal, es muy individual.
«El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo», dice David, «Yo doy gracias».
Pero cuando llegamos a los dos versículos finales de este Salmo, David amplía su perspectiva para incluir a todo el pueblo de Dios. Déjenme leer los versículos 8 y 9:
«El Señor es la fuerza de su pueblo,
y Él es defensa salvadora de Su ungido».
En el versículo 7, el versículo anterior, él dice: «El Señor es mi fuerza y mi escudo» Ahora él dice, «El Señor le da fuerza a su pueblo, y Él es defensa salvadora de Su ungido». (algunas traducciones dicen «un lugar seguro para su ungido»)
Versículo 9:
«Salva a Tu pueblo, [No solo a mí, sino salva a Tu pueblo.]
y bendice a Tu heredad, [No solo a mí, sino bendice a Tu pueblo.]
pastoréalos y llévalos en Tus brazos para siempre».
Ahora, observa esas descripciones del pueblo de Dios. En el versículo 8, él les llama «Su pueblo, Su ungido», y en el versículo 9, «Su pueblo, Su posesión».
Ahora, contrasta todo esto con lo que leímos hasta el versículo 3 acerca de los perversos y los que hacen lo malo. Una vez más se nos recuerda que solamente hay dos tipos de personas en esta tierra. Todo ser humano que ha vivido, excepto por Jesús, está en una de estas dos categorías: es parte del pueblo de Dios, del ungido de Dios, de Su pueblo, Su posesión o es parte de los perversos que hacen lo malo.
Las personas quieren pensar hoy en día que hay un grupo de los de «en medio». «Yo no soy tan mala y tampoco soy tan espiritual. Soy solo una buena persona». No. Eres perversa o eres justa.
Ahora, todas nacemos pecadoras. Todas nacemos siendo pecadoras, hacedoras de maldad. Pero, por la gracia de Jesucristo, la misericordia de Cristo que Él ha derramado sobre nosotras por medio de la fe en Él, y a través del arrepentimiento de nuestros pecados y del creer en el evangelio de Cristo confiando en que Él pagó el precio por nuestros pecados, hemos sido hechas justas, declaradas justas, hechas justas. Nos hemos convertido en el pueblo de Dios. Nos hemos convertido en Su preciosa posesión.
Así que, cuando veas a las personas, pregúntate: «¿Somos pueblo de Dios? ¿Estamos aquí hablando al pueblo de Dios?, o, ¿Estamos hablando de los perversos y a los perversos?».
Y puede que digas: «Bueno, mi vecino o esa persona en mi trabajo, realmente no son tan malos. De hecho, algunos no creyentes actúan mejor que los creyentes». (Y hay algo que está mal en esto. No debería ser así, pero es una realidad).
Ahora, la gente pecadora no actúa tan pecadora como podría. Algunos sí, unos pocos. La mayoría pueden aparentar, pueden actuar y lucir bien. Pero, la realidad es que el corazón es desesperadamente perverso. Es engañoso. Así es que, no pierdas la perspectiva de que existen esas dos clases de personas.
Hemos hablado de los perversos y los que hacen lo malo, los de doble cara, pero ahora David se enfoca en el pueblo de Dios, Su ungido, Su posesión. Vemos que Dios tiene un interés personal en Su pueblo. Le pertenecemos, y Él cuida de los suyos.
David tenía una relación rica y personal con el Señor. Es por eso que leemos «yo» y «mi» con frecuencia en sus salmos y en la primera mitad de este salmo. Pero las cosas que David conocía acerca de Dios, y las cosas que experimentó que eran verdad acerca de Dios, son ciertas no solo para David, sino para cada creyente, para cada hija de Dios.
Las bendiciones que David recibía de Dios no son solo para unas pocas personas favoritas o especiales de Dios, no son solo para algunas pocas personas santas o buenas. Son para ti y para mí. Esas bendiciones de las que David se apropiaba, la fortaleza, el escudo, la bendición de Dios, eso es para nosotras. Somos tan pueblo de Dios como lo fue David.
Así es que veamos estos dos versículos, versículo 8, la primera frase dice: «El Señor le da fuerza a su pueblo».
Ahora, David ya había dicho: «El Señor es mi fuerza» en el versículo anterior. Pero el Señor no era solo la fuerza de David. Él es mi fuerza. Él es tu fuerza. Él es nuestra fuerza individual y colectivamente como pueblo de Dios en este mundo.
Dios no ha cambiado. En ocasiones como pueblo de Dios, viviendo en un mundo de gente que hace maldad, con mucho poder, podemos sentirnos muy débiles. Y lo somos. No tenemos naturalmente nada especial que no tengan los no creyentes.
«Oh, soy cristiana, así es que obtengo todo esto…». No. No hay nada bueno en mí. Pablo dijo en Romanos 7: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno».
Nos sentimos débiles. Nos sentimos pecadoras. Y separadas de Cristo lo somos. Pero «El Señor es la Fuerza de su pueblo», dice este versículo 8. Él no solo nos da fuerza. Él es nuestra fuerza, así como Él es nuestra vida y nuestra justicia, nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra paz. «Cristo en nosotros, la esperanza de gloria». Él es nuestra fuerza.
Las Escrituras nos dicen: «fortalézcanse en el Señor… tomen el escudo de la fe» (Efesios 6:16). Piensa como Dios te ha fortalecido, te ha sostenido y te ha protegido en medio de las pruebas. «Dios es la fuerza de Su pueblo».
Después dice: «Él es defensa salvadora de Su ungido», o «Él es el refugio salvador para su ungido» (v. 8).
Puedes decir: «Bueno, no se refiere a mí. No se refiere a nosotras». ¡Por supuesto que sí! Ahora, en el Antiguo Testamento, los sacerdotes y los reyes eran ungidos para el servicio, y al rey se le llamaba «El ungido del Señor».
Esa palabra «ungido» en el hebreo, meshiach, es la palabra de la que viene la palabra «Mesías». La palabra «Mesías» viene de la palabra «ungido».
David era el rey ungido por Dios. Él experimentó a Dios como Su refugio. Pero en este salmo y en otros, él también apunta a ese ungido supremo de Dios, a Jesús, el Mesías.
Y puede que estés pensando: «De acuerdo. David fue ungido como rey. Jesús es el Mesías, el Ungido supremo de Dios. Ahora, ¿qué tiene que ver esto con nosotras?». Bueno, para aquellas que tenemos a Jesús morando en nosotras, que hemos confiado en Cristo, la Escritura nos dice en 1.ª Juan capítulo 2: «Pero ustedes tienen la unción del Santo» (v. 20), una unción para servirle como Sus sacerdotes, la unción del Espíritu Santo.
Y como Sus ungidas, tenemos a Cristo como «defensa salvadora, como nuestro refugio de salvación». Es lo que nos dice el versículo 8. El Señor es la fuerza de Su pueblo. Él es defensa salvadora de Su ungido. Un refugio salvador.
Y luego en el versículo 9, David entonces ora por el pueblo de Dios. Fue este versículo, al principio, el que me motivó a meditar en este salmo y a compartirlo con ustedes durante esta última semana del año. Él dice en el versículo 9:
«Salva a tu pueblo y bendice a Tu heredad,
pastoréalos y llévalos en Tus brazos para siempre».
David comienza este salmo haciendo oraciones personales. En los versículos 1 y 2. En los versículos 3 al 5, oró refiriéndose a los malos. Él le suplicó a Dios que escuchara su clamor. Ahora, seguro de que el Señor ha escuchado su súplica, en el versículo 9 él ahora ora por los justos, por todo el pueblo de Dios.
Escucha, la oración es uno de los más grandes regalos y ministerios que podemos tener en la vida de otros. A lo largo de este año me he encontrado orando este pasaje, este versículo, por personas necesitadas. Compartiéndolo en mensajes de texto, en llamadas telefónicas, en persona.
Mientras trabajaba en esta sesión, un día ya por la noche tarde, me llegó un mensaje de texto de una amiga muy amada pidiendo oración por una situación crítica. Le compartí este versículo como mi oración por ella: «Salva a tu pueblo y bendice a Tu heredad, pastoréalos y llévalos en Tus brazos para siempre».
Cuatro peticiones cortas. De dos o tres palabras cada una, pero con un significado tan rico. Esas cuatro peticiones cubren prácticamente cualquier necesidad que pudiéramos tener. Esta es mi oración para ti al acercarnos a finalizar un año e iniciar un año nuevo. Quiero animarte a que ores esta oración por otros, por tu familia, por tus amigos, por tu iglesia, por todo el pueblo de Dios hoy en día.
Así es que, veamos cada una de estas cuatro peticiones antes de concluir nuestro estudio.
Número 1: Salva a Tu pueblo.
Tú me dirás: «¿Acaso no es salvo Su pueblo?», bueno, sí y no. Sabes, hay un aspecto en pasado en cuanto a la salvación: terminada. Lo llamamos justificación. Salva de la pena del pecado. Pero también hay un aspecto presente y continuo de nuestra salvación. Lo llamamos santificación, donde somos salvas del poder del pecado. Pero todavía estamos esperando un aspecto futuro de nuestra salvación. Lo llamamos glorificación, cuando seremos salvas de la presencia del pecado.
Esto es todo lo que abarca cuando David dice: «Salva a tu pueblo». Libéranos. Rescátanos. Y sigue rescatándonos hasta que todos seamos total y completamente rescatados del pecado, del yo, de Satanás, de este mundo, de nuestros enemigos. Cuando estemos en problemas, cuando estemos en tentación, Señor, «salva a tu pueblo».
Es un recordatorio de que Cristo es nuestro único Salvador. No tenemos esperanza de salvación fuera de Él. Salva a tu pueblo.
Número 2:
Y luego, «Bendice tu posesión», o «Bendice Tu heredad». Muchas traducciones lo dicen de esa manera.
Sabemos por Efesios 1 y 1.ª de Pedro 1, que en Cristo hemos recibido una herencia, que Cristo nos pertenece. Pero la Escritura también nos enseña que somos Su posesión. Somos Su Herencia. Le pertenecemos a Él.
Deuteronomio capítulo 4 dice que: «el Señor los ha tomado y los ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que fueran el pueblo de Su heredad» (v. 20). Deuteronomio 32: «La porción del Señor es Su pueblo; Jacob es la parte de Su heredad» (v. 9).
Y vemos esto en el sentido del Nuevo Testamento en Efesios 1, versículo 18, donde Pablo habla de «las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos». Los santos que Él está salvando y santificando son su herencia, la recompensa del sufrimiento de Cristo y la herencia y posesión de Dios.
David, en este salmo, le está pidiendo a Dios que nos bendiga. «Bendice Tu posesión, bendice Tu herencia» Esas somos nosotras. Para ayudarnos a apropiarnos de las bendiciones que ya son nuestras en Cristo, hay muchas bendiciones aquí.
¿Recuerdas Efesios, capítulo 1, que habla acerca de cómo «Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo?» (v.3). Él está hablando aquí no solo de bendiciones temporales. Podemos orar por ellas cuando hay necesidad. Jesús nos enseñó a orar por nuestro pan diario.
No solo por una mejor casa, o una casa diferente, o un mejor trabajo, o un matrimonio feliz, pero por encima de estas cosas, la bendición de Su presencia, Su paz, Su favor, Su gracia, una conciencia tranquila, unidad en el Cuerpo de Cristo, avivamiento, despertar espiritual.
Oramos al iniciar el nuevo año: «Señor, salva a Tu pueblo. Y bendice a Tu posesión. Bendice Tu herencia. Bendice Tu iglesia. Somos Tu posesión».
Y el número 3,«Pastoréalos». Pastoréalos.
Cuando Robert y yo estábamos saliendo, teníamos una canción, era nuestra canción. Y todavía es nuestra canción. Es el himno que dice:
«Cristo cual pastor, oh guía nuestros pasos en tu amor».
Nunca vas a dejar de necesitar a un pastor.
- Él es el Buen Pastor, nos dice el Salmo 23.
- Él es el Gran Pastor, dice Jesús en Juan 10.
- Y 1 de Pedro 5 nos dice que Él es el Príncipe de los pastores.
¿Cuál es el trabajo del pastor? Cuidar a sus ovejas. Protegerlas. Guiarlas, gobernarlas, alimentarlas, proveer para ellas. Lo vemos en Isaías 40, versículo 11. Dice:
«Como pastor apacentará Su rebaño,
en Su brazo recogerá los corderos,
y en Su seno los llevará;
guiará con cuidado a las recién paridas».
Pastorea a Tu pueblo, Señor. Salva a Tu pueblo. Bendícelos y pastoréalos.
Y luego este versículo de Isaías, capítulo 40, nos lleva a la cuarta petición: «Llévalos para siempre». Llévalos para siempre. Esa palabra «llevar» significa «levantar, sostener, elevar».
Así es que en Isaías 46 leemos:
«Escúchenme, casa de Jacob,
y todo el remanente de la casa de Israel,
los que han sido llevados por Mí desde el vientre,
cargados desde la matriz.
Aun hasta su vejez, Yo seré el mismo,
y hasta sus años avanzados, Yo los sostendré».
Y esa palabra es diferente, «Yo los sostendré», significa «sostener una carga pesada». Según vamos envejeciendo nos convertimos en una carga más pesada. Llevamos más equipaje, algunas veces más problemas. Él nos ha llevado y nos ha sostenido desde que nacimos. Él nos sostendrá aun cuando la carga se vuelva más pesada en nuestras canas. Y yo estoy contando con ello en esta etapa de mi vida.
«Yo los he hecho, Yo los cargaré;
Yo los sostendré, y Yo los libraré» (v. 4).
Así que Dios nos lleva en el vientre, a través de la vida, desde la cuna hasta la sepultura, por toda la eternidad.
Y cuántas veces sentimos y decimos «ya no puedo más, no puedo sostenerme». Tal vez ahora mismo sientes que la carga que llevas es demasiado pesada para soportar. Hay una maravillosa promesa aquí en Isaías 46 para ti.
Y hay una oración en el Salmo 28. «Señor, pastorea a Tu pueblo, y llévalos para siempre». Levántalos, sostenlos. Hace un par de noches recibí un mensaje de texto de una amiga. Y por cierto, los mensajes de texto pueden llegar a ser un importante ministerio.
Estaba en mi estudio preparándome para la serie de esta semana, y me llegaron mensajes justamente de lo que estamos estudiando hoy, o que ilustran de lo que estamos hablando. Esta amiga ha estado enferma con múltiples síntomas que han sido difíciles de tratar. Ella me envió un mensaje diciendo que su casa se acababa de derrumbar. Eso es todo lo que dijo. «Mi casa acaba de derrumbarse».
Luego me envió otro texto que decía: «Buen día. Tengo COVID, pero también tengo a Jesús».
La noche anterior me dijo que la casa se acaba de derrumbar, y a la mañana siguiente me dice: «Tengo COVID, pero también tengo a Jesús». Eso era lo que estaba sucediendo con ella, y hemos intercambiado otros mensajes de texto. Hemos tenido conversaciones, y hemos orado juntas. Pero lo que ella está experimentando es que su Pastor la estaba cargando.
Tengo otra amiga cuya hija tuvo un embarazo de gemelos complicado. Y en el momento de dar a luz, solo tenía treinta y una semanas, tuvo un parto de emergencia para intentar salvar la vida tanto de los bebés y la de la madre. La madre sobrevivió, junto con uno de los bebés, que pesaba solo dos libras. Pero el otro bebé no sobrevivió.
Y mientras leía estos versículos, y aprendía sobre esto, y Dios dice: «Has sido sostenida desde la matriz. Has sido acompañada desde que naciste». Y estaba pensando, y tal vez tú estás pensando: «¿Dios sostuvo a ese bebé en el útero?». Claro que lo hizo.
La abuela de estos niños me dio por escrito la historia, y me compartió esa fe, esa certeza. Y mira lo que ella escribió. (Lo comparto con su permiso). Entre lágrimas, ella me escribió:
«Hay un dolor muy profundo, especialmente mientras vemos a mi hija y a mi yerno navegar por tal dolor. Pero esta verdad surge por encima de todo lo demás: Benjamín David (el pequeño gemelo que perdieron), él ahora ve lo que nosotros esperamos y anhelamos. No sé si Benjamín corrió o brincó o cayó en los brazos de Cristo, pero sé que entró en gloria completo, perfecto, y completamente vivo. Qué bueno y fiel es Su amor y Su compasión».
Ella escribe en medio de sus lágrimas.
Nuestro Pastor estaba sosteniendo y llevando a esta preciosa familia, incluyendo al bebé recién nacido que pesa solo dos libras, y a su mamá, que no puede ni cargar a su bebé porque apenas estaba saliendo del COVID, la mujer que acaba de dar a luz.
Ella acaba de perder un hijo y no puede ver ni cargar a su otro bebé, pero Dios la estaba sosteniendo. Dios la estaba sosteniendo y Él estaba cargando y sosteniendo a esos preciosos hijos, pastoreándolos, cargándolos por siempre.
Él te está cargando. Estás en sus brazos. Él te sostuvo todo el año pasado. Cada día. Cada circunstancia. Cuando podías verlo y sentirlo, y cuando no podías. Y Él te sostendrá en cada paso del año que inicia. Y Él te sostendrá por toda la eternidad y para siempre.
El Señor es la fuerza de Su pueblo. Él es una fortaleza de salvación para Su ungido.
Y esta bendición final que hemos estado viendo. Es una oración que puedes orar por otros. Mientras nos dirigimos a un nuevo año, quiero orar esto por ti: «Salva a Tu pueblo, bendice a Tu heredad, pastoréalas y llévalas en Tus brazos para siempre».
Señor Jesús, Tú eres nuestra fuerza. Tú eres nuestra salvación y nuestro refugio. Tú eres el Mesías, el Ungido, y nosotras somos Tu posesión y Tu herencia. Tú eres el Buen Pastor. Tú nos sostienes y Tú nos llevas.
Oro por mis amigas escuchando hoy y por toda la Iglesia de Cristo en el mundo. Oh, Señor, Oh Dios, salva a Tu pueblo. Continúa salvando, redimiendo y santificando a Tu pueblo. Sálvanos de nosotras mismas, del pecado, de Satanás, de cada enseñanza falsa, de cada camino falso, del divagar de nuestros propios corazones.
Sálvanos, Señor, y continúa salvando. Tú nos has justificado, Tú mos estás santificando, y un día Tú nos glorificarás. No dejes de salvarnos hasta que todas seamos salvas.
Y también te oro, Señor, bendice a Tu heredad. Somos Tu posesión. Somos Tu herencia. Oro por Tu bendición. Y esa bendición no solo significa que nos des cosas buenas que se ven bien, sino aquello que Tú sabes que es lo mejor para nosotras.
Señor, Tú eres nuestra bendición. Si no te tenemos, no tenemos nada. Así es que, oro por Tu favor, por Tu gracia, por Tu paz, por Tu misericordia y por una conciencia limpia.
Oro por Tu bendición sobre Tu Iglesia. Oro por la bendición de un avivamiento, no solo gotas de misericordia, sino lluvias de bendiciones, sobre Tu Iglesia en el mundo hoy.
Y no solo oro por nosotras aquí, sino por nuestros hermanos y hermanas en otras partes del mundo, en Irán, en Afganistán, en Ucrania, en Rusia, en Vietnam y otros lugares donde hay tanta dificultad, Señor, mucho más que nosotras aquí.
Oro que salves a Tu pueblo. Oro que bendigas a Tu posesión. Y oro que pastorees a estas preciosas mujeres, que nos están escuchando hoy. Pastorea nuestras familias. Pastorea nuestros corazones. Guárdanos, protégenos, provee para nuestras necesidades, camina con nosotras, guíanos, gobierna sobre nosotras, aliméntanos. Necesitamos tanto de tu cuidado amoroso. Como un pastor, guíanos cuidadosamente.
Pastorea a Tu pueblo. Señor. Estamos en un desierto. Este mundo es un desierto. No es nuestro hogar. Hay muchas amenazas, muchos peligros, muchas trampas. Pero al iniciar el nuevo año, Señor, al iniciar este nuevo año, ¿pastorearías a Tu pueblo?
Señor, ¿nos cargarías para siempre? Has prometido hacerlo, a través de gozos y penas, a través de risas y lágrimas, que siempre recordemos que Tú estás sosteniendo a Tu pueblo. Tú nos cargas, tú llevas nuestras cargas.
Oro por alguien que está escuchando en este mismo momento y que está detenida por una carga muy pesada o que está iniciando un nuevo año con temor, sin esperanza. Señor, guíala para siempre, llévala para siempre.
Salva a Tu pueblo, Bendice a Tu heredad. Pastoréalos y llévalos en Tus brazos para siempre. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Pastoréanos, Jesús amante,
Cuida, ¡Oh Señor!, tu grey;
Tu sustento placentero dale
Al redil, y justa ley,
Alta ciencia, Providencia,
Tuyas para nuestro bien;
Bendecido, Rey ungido,
A santificarnos ven.
(Himno: «Pastoréanos, Jesús amante» por Dorothy Thrupp)
Débora: Amén. Ese es un himno muy especial para Nancy y su esposo Robert.
¿Y si pierdo mi trabajo?
¿Qué pasará con mis hijos si ya no estoy presente?
¿Y si el Señor quiere que esté soltera toda mi vida?
¡Miedos! Todos los tenemos, grandes, pequeños, crónicos y pasajeros. ¿A dónde puedes acudir cuando el miedo amenaza con abrumarte? ¿Qué haces cuando tienes miedo de entregar completamente tu vida a Dios y al plan que Él tenga para tu vida?
«Enfrentemos nuestros miedos». Este es el título del nuevo recurso que tenemos disponible para ti este fin de año por una donación. Deja que este sea usado por Dios para calmar tu corazón lleno de miedo. A través de la vida de Abraham, verás la libertad que viene cuando elegimos entregar nuestros temores más profundos a Dios. Este recurso incluye una sección especial diseñada para poner la Palabra de Dios a tu alcance cuando tengas miedo, estamos seguros de que será una herramienta a la que recurrirás una y otra vez.
Visita nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com para obtener este recurso por una donación este mes de diciembre.
¡Qué bendición ser salvas, bendecidas, pastoreadas y sostenidas por el Señor! ¡Y qué preciosa conclusión para esta serie y este año!
Escuchamos a nuestra anfitriona de Aviva Nuestros Corazones, Nancy DeMoss Wolgemuth, orar una bendición sobre nosotras mientras nos acercamos al nuevo año.
Bueno, amiga, que tengas una maravillosa celebración de Año Nuevo y Dios mediante nos vemos mañana para una nueva serie de Aviva Nuestros Corazones.
Llamándote a descansar en las promesas de Dios y encontrar libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario
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