Una mujer llena de gracia
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Estás siendo fiel y encontrando la gracia de Dios en medio de cualquier etapa que estés atravesando en este momento?
A medida que miras hacia el futuro, ¿puedes mirar al futuro sin temor, sabiendo que Dios va a ser suficiente para ti en cada etapa de tu vida?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Nos encontramos en la tercera semana de la serie, La dedicación del Rey. En esta serie Nancy nos ha estado ayudando a descubrir las riquezas de la historia de la Navidad, y nos ha hablado de lo que podemos aprender de algunos personajes que solemos pasar por alto en nuestras celebraciones tradicionales de la Navidad.
Ya hemos escuchado sobre el Espíritu Santo, sobre Simeón, y hoy al ver un personaje más, Nancy nos invita a preguntarnos, «¿le estoy sirviendo fielmente …
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Estás siendo fiel y encontrando la gracia de Dios en medio de cualquier etapa que estés atravesando en este momento?
A medida que miras hacia el futuro, ¿puedes mirar al futuro sin temor, sabiendo que Dios va a ser suficiente para ti en cada etapa de tu vida?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Nos encontramos en la tercera semana de la serie, La dedicación del Rey. En esta serie Nancy nos ha estado ayudando a descubrir las riquezas de la historia de la Navidad, y nos ha hablado de lo que podemos aprender de algunos personajes que solemos pasar por alto en nuestras celebraciones tradicionales de la Navidad.
Ya hemos escuchado sobre el Espíritu Santo, sobre Simeón, y hoy al ver un personaje más, Nancy nos invita a preguntarnos, «¿le estoy sirviendo fielmente a Dios en el rol que me ha dado para esta etapa de mi vida?»
Nancy: Siempre he disfrutado estudiar la vida de las mujeres de la Biblia; también la de los hombres, pero he visto que Dios me ha dado mucha perspectiva para mi propia vida como mujer al estudiar estas mujeres.
Hemos hecho muchas series en Aviva Nuestros Corazones en el pasado. Y esta vez llegamos a la parte del relato de la Navidad del Evangelio de Lucas que nos relata la vida de otra mujer piadosa de Dios.
Y he sido tan bendecida. Solo tres versículos en la Escritura, y no nos dicen mucho sobre ella. Pero esos versículos están repletos de conceptos frescos que han desafiado mi propia vida como mujer. Este es el tipo de mujer que yo quisiera ser.
Permítanme nada más volver a la escena, para hablar un poco sobre el contexto. Jesús acababa de nacer en Belén, y en obediencia a la ley de Moisés, María fue al templo para el ritual de la purificación a los 40 días de nacido. Tomó al niño junto con José (su padre adoptivo) y fueron al templo para dedicarlo al Señor.
Cuando llegaron al templo, Dios en Su soberanía y por Su Espíritu, trajo a dos personas al mismo tiempo y al mismo lugar, que estaban ya esperando la llegada del Mesías. Sus anhelos, deseos y esperanzas se cumplieron al ver al niño Jesús.
Y durante las últimas sesiones, hemos visto sobre la vida de Simeón y cómo se deleitó y pudo morir en paz, ahora que había visto la salvación de Dios. Él había esperado la consolación de Israel, y ahora había visto a Cristo.
Cuando conoció a María, José y al niño, Simeón expresó palabras como un himno de alabanza, el himno de Simeón. Y luego profetizó algunas palabras difíciles, palabras que nos muestran que la vida de Jesús incluiría el sufrimiento para la salvación del mundo y que también sus seguidores experimentarían lo mismo.
En esta escena, otra creyente se encuentra con ellos. Esta es una mujer. Veamos una vez más en Lucas 2:36-38.
«Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio, y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. (Otras traducciones dicen, «y como viuda por 84 años»). Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. Y llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén».
En este templo ocurrían muchas actividades al mismo tiempo, muchas ocupaciones, mucho bullicio, sacrificios, leprosos que atender, gente involucrada en ritos de la purificación, personas trayendo sus ofrendas…etc.
También estaba el Atrio de las mujeres, y el portal al final de ese atrio, el portal de Nicanor, justo a la entrada hacia la parte del templo que era permitida solo la entrada a los hombres; sucedían muchas actividades al mismo tiempo, mucho bullicio, sacrificios, compra y venta de animales para el sacrificio, en fin; y también mucho olor a sangre. Muchas cosas sucediendo allí.
Pero nos centramos en este pequeño grupo de personas que se han encontrado allí. El resto del mundo está dando vueltas por ahí, sin tener ni idea de lo que está pasando.
¿No es esa la manera como mucha gente va a la iglesia? Mucho bullicio, dando vueltas, hablando de un montón de cosas, haciendo sus obras religiosas, pero ni idea de lo que realmente está pasando allí. No se dan cuenta de que Dios está allí en medio de Su pueblo. No se aperciben de ello.
Sin embargo, allí hay un grupo de personas cuyos corazones están en sintonía. Ellos saben lo que está pasando. Dios en Su providencia dirige esta escena. María y José y el bebé están ahí, y Simeón y Ana son llevados al templo al mismo tiempo que María y José entran al templo con el bebé.
No podríamos haber planeado esto de mejor forma. No podríamos haber provocado que esto ocurriera, aparte de Dios, por Su Espíritu, quien estaba atrayéndolos a todos en ese momento. Trae a un hombre y a una mujer para dar testimonio del hecho de que el Mesías ha nacido.
Tanto Simeón como Ana profetizan, y es parte del cumplimiento de la profecía que vemos en Joel 2:28-29 que dice: «Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, (Simeón y Ana) vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. Y aun sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en esos días».
Ahora bien, no vamos a ver el pleno cumplimiento de la profecía hasta que Cristo vuelva. Pero en la primera venida de Cristo, en la encarnación, vimos el cumplimiento parcial de esta, ya que el Espíritu de Dios se derramó sobre Sus siervos, hombres y mujeres, para proclamar quién era Cristo y lo que Él vino a hacer.
Al igual que Simeón, a quien hemos visto en las últimas sesiones, lo único que sabemos acerca de Ana es lo que se encuentra en este pasaje. Esta es la única referencia de ella en la Biblia, solo tres versículos, pero tan ricos.
El nombre de Ana significa «gracia» o «llena de gracia». Es el mismo nombre de la Ana que leemos en el Antiguo Testamento, la madre de Samuel. «Gracia» o «llena de gracia».
Particularmente me gusta ese nombre porque Nancy también significa la misma cosa. Proviene de la misma palabra, «gracia» o «una con gracia». Yo sé que quiero ser una mujer llena de gracia. Sin duda he sido recipiente de la gracia abundante y desbordante de Dios.
Cuando tú como mujer eres la receptora de la gracia de Dios, te hará una mujer llena de gracia. Vemos que Ana era un recipiente de la gracia de Dios, pero también expresaba la gracia de Dios por ser una mujer llena de gracia. Esa palabra concuerda con lo que leemos acerca de Ana, sobre su vida y su carácter en este pasaje.
Nos han dicho que ella era hija de Fanuel. A veces podríamos decir: «¿Vale la pena destacar estos detalles?» Cuando leo las Escrituras, soy de la opinión de que si está en la Biblia, es un detalle que Dios inspiró por alguna razón.
Puede que no sepa la razón, pero no hay detalle que sea insignificante en la Biblia. Cada jota y cada tilde, cada palabra de la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, para que seamos completos (Mat. 5:18 y 2 Tim. 3:16-17).
Así que me gusta adentrarme en estos detalles para ver lo que nos pueden decir a nosotros. El hecho de que ella era la hija de Fanuel; el nombre de Fanuel significa «rostro de Dios». De hecho, podrás recordar en el Antiguo Testamento aquel incidente en Génesis 32 donde Jacob luchó con el ángel del Señor (quien de hecho era una representación de Dios mismo).
Dios bendijo a Jacob, y luego «Jacob le puso a aquel lugar el nombre de Peniel», o Fanuel, una palabra relacionada aquí, diciendo: «porque dijo: He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida» (Gén. 32:30).
Hay algo asombroso y atemorizante sobre ver el rostro de Dios, no importa cuán limitada sea esa visión, el darnos cuenta de que es en Su misericordia que nos libra de una experiencia como esa.
«Rostro de Dios», ese es el nombre del padre de Ana. La hija de Fanuel, Ana, vio el rostro de Dios en Jesucristo. El significado del nombre de su padre se cumplió en su vida, y ella experimentó y expresó Su gracia. Ana: Gracia o la que tiene gracia.
Ella era de la tribu de Aser. Esta no es una tribu de la que se habla mucho; era una de las doce tribus de Israel. Perteneció a una de las diez tribus del norte de Israel. Recordemos que las diez tribus del norte habían sido llevadas en cautiverio cientos de años antes. Esas tribus se habían dispersado, y la mayoría de esas personas habían sido asimiladas por otras culturas.
Nunca regresaron a la tierra prometida como lo hicieron las tribus del sur. Las tribus del sur fueron al exilio durante siete años, y Dios los trajo de vuelta a la tierra. Las tribus del norte nunca regresaron. Sin embargo, unas pocas personas regresaron, un remanente del norte es preservado por Dios.
Cuando la porción sur, Judá, regresó del exilio, al parecer había algunas de las tribus del norte que también regresaron. ¿No te alegras de que a Ana, de la tribu de Aser, se le haya permitido venir? A su ascendencia se le permitió regresar para que ella jugase un rol, aún pequeño, pero importante.
Se nos dice que ella era una profetisa. La Escritura habla en el Antiguo Testamento acerca de un número de profetisas: Miriam, la hermana de Moisés y Aarón, Débora y Ulda.
El Nuevo Testamento se refiere a Ana como profetisa. Habla de las cuatro hijas de Felipe que profetizaban en el libro de los Hechos (21:8-9). Los teólogos difieren mucho acerca de lo que se entiende por un profeta o profetisa del Antiguo o del Nuevo Testamento, y difieren en cuanto a cuáles son esas funciones en el cuerpo de Cristo hoy.
No voy a ahondar en todo esto. Me limitaré a decir unas cuantas cosas que podemos conocer. El Diccionario Expositivo Vine, que es una de las herramientas que uso mucho en mi estudio, dice que es «la proclamación» –no tanto la predicción– sino la proclamación de la voluntad de Dios, ya sea en referencia al pasado, el presente o el futuro».
John MacArthur, en su Biblia de estudio, hace una observación similar. Él dice: «Aquí se refiere a una mujer que habla la Palabra de Dios. Ella era una maestra del Antiguo Testamento». Así que al menos sabemos que ella tenía una visión espiritual poco usual y un buen entendimiento de la Escritura.
¿Y de dónde viene esto? De Dios, del Espíritu Santo. La mente natural no puede entender las cosas de Dios (1 Cor. 12:14)». El Espíritu de Dios había iluminado su mente y le había dado entendimiento, y había proclamado esa verdad a los demás. Ella enseñaba la Palabra de Dios, probablemente a otras mujeres o en conversaciones individuales con personas con las que tenía contacto.
Este don espiritual de profecía, lo que sea que signifique, o como quiera que se aplique en aquellos tiempos o ahora, y como ocurre con cualquier otro don espiritual, es dado por la capacitación del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo de Dios, que nos permite entender Su Palabra y nos capacita para hablarla y declararla a los demás.
El propósito de este don, al igual que todos los otros dones espirituales que se nos dan en el cuerpo de Cristo, es el beneficio de los demás creyentes, la edificación de los demás en el cuerpo de Cristo.
Y Pablo habla específicamente de este don de profecía en 1 Corintios 14:3. Él dice: «Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación». Ciertamente, Ana utilizó este don de la profecía de esa manera.
Así se nos dice que ella era una profetisa, y luego se nos dice que ella era de edad avanzada. Pero, ¿qué tan avanzada en años era? Sabemos que ella había estado casada durante siete años. El versículo nos lo dice.
Entonces dice la Escritura, en la traducción que estoy usando (LBLA), que ella había vivido después de viuda «hasta los ochenta y cuatro». Otras traducciones, y no soy una erudita o experta en esto, pero basada en otros estudios que he hecho, dicen que ella había sido viuda por 84 años después de la muerte de su esposo».
Por lo tanto, no está claro a ciencia cierta si en realidad era de 84 años de edad o si había sido viuda desde hace muchos años. De uno u otro modo, lo más probable era que había sido una viuda por 84 años. Si esto último es cierto, ella se habría casado probablemente muy jovencita.
En esa cultura, fácilmente pudo haberse casado probablemente a los 12 o 13 años de edad. Luego tuvo 7 años de matrimonio hasta que su marido murió. Así que ella habría estado en su última etapa de adolescencia, tendría no más de veinte años cuando murió su esposo. Y entonces había sido una viuda por 84 años.
Hagan sus cálculos. La edad de esta mujer entonces rondaría por los 103 o 104 años de edad. O pudo haber tenido 84 años, si preferimos otra traducción. Ella por lo menos tenía 84 años, y pudo haber tenido 103, 104, o más. La traducción literal aquí, donde se dice que era de avanzada edad, dice que estaba «muy vieja en sus muchos días». Ella era una mujer mayor. Era una anciana, y no creo que le hubiera importado escucharnos decir eso.
Es interesante ver cómo muchas personas mayores, los creyentes ancianos, figuran de manera prominente en el relato de Lucas alrededor de los acontecimientos que rodearon al nacimiento de Cristo, la encarnación. También vemos a Elisabet y a Zacarías, los padres de Juan el Bautista, quienes no tenían edad para ser padres, sino que eran adultos mayores. Lucas 1: 7 los describe como de avanzada edad.
Por otro lado Simeón, de quien hemos hablado. La Escritura no dice que él era viejo, pero lo más probable es que lo era. Al parecer estaba cerca de la muerte, al final de su vida. Y luego Ana, de quien se nos dijo que era «de edad muy avanzada».
Es interesante que estos cuatro creyentes, quienes realmente eran creyentes del Antiguo Testamento haciendo un puente con el Nuevo, se encontraban entre los más receptivos a la llegada de Cristo, eran los únicos que no solo eran receptivos, sino que eran perceptivos. Ellos reconocieron a Cristo. Yo veo en Elisabet y en Ana a dos mujeres de edad avanzada que son modelos para nosotras como mujeres.
Conocemos nuestra cultura. Solo tenemos que ver las revistas, las propagandas… Y no se estima a la ancianidad, ¿verdad? Solo se aprecia la juventud. Tienes que ser joven o trabajar duro y pagar mucho dinero para lucir joven. Y se pone cada vez más difícil, ¡y algunas de nosotras podemos dar testimonio de eso!
Pero el mundo no valora la sabiduría que viene con la edad o con la madurez. Dios le da un gran valor a esa sabiduría que se obtiene con los años, especialmente si has estado siguiendo a Cristo y practicando Sus principios de vida.
Quisiera recordar a aquellas de nosotras que somos más jóvenes y aquellas que son mayores (¡tú decides en cuál grupo estás!) que las mujeres mayores pueden tener una gran sabiduría espiritual, un gran impacto y una abundancia de frutos.
Si eres una mujer joven, necesitas escuchar y buscar la sabiduría de las mujeres mayores. Y si eres una mujer mayor, significa que Dios no ha terminado de usarte. Tu vida no ha terminado. Todavía hay mucha utilidad de tu parte y eso lo vemos de forma increíble en la vida de Ana.
También vemos que no solo era avanzada en años, sino que era viuda. Ella había perdido a su marido a una edad muy temprana, y luego enfrenta su vida sola. Esto fue en una cultura donde habría sido muy difícil para una mujer sobrevivir como una viuda, a menos que ella tuviera un pariente que proveyera para ella.
Ella es una mujer que realmente había tenido que confiar en Dios. Había pasado por muchas cosas. Ella conocía la soledad. Ella sabía lo que era estar sola y quizás hasta destituida, en algunos momentos de su vida. No sabemos los detalles. Sus padres habían muerto, sin duda, a estas alturas, ella tenía 103 o 104 años de edad. Ciertamente, sus padres ya habían muerto. Estaba sola en el mundo, humanamente hablando.
Pero esa soledad la puso en una posición que la empujó a encontrar apoyo en Aquél que es el Amigo que es más unido que un hermano. Se dirigió hacia el Señor.
Al estudiar su vida, pensé en el versículo del Salmo 73 que dice: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de Ti, nada deseo en la tierra» (v.25). He aquí una mujer que encontró que Dios era su mayor anhelo y que era suficiente para llevarla hasta la ancianidad, por muchos, muchos años, décadas de viudez.
Espero que sea un estímulo para algunas de ustedes que quizás sean viudas, y para muchas mujeres en este salón que quizás en un momento u otro tendrán una época de viudez: Dios es el Dios que te puede sostener en toda etapa de la vida.
Una de las cosas que me gustan de Ana es que era una mujer que fue fiel al Señor en cada etapa de la vida. Cada etapa de la vida tenía para ella, como para nosotras, sus diferentes responsabilidades y retos. Ella fue fiel en cada una de ellas, y encontró que Dios fue suficiente en cada una de esas etapas de la vida.
En realidad, hay tres etapas de la vida de Ana que se mencionan en estos versículos. No se nos da mucho detalle sobre estas etapas, pero se alude a ellas.
En primer lugar, ella tuvo que pasar por un periodo de tiempo de soltería, dice que fue virgen hasta que se casó.
Así que aquí vemos una mujer que encontró la gracia de Dios, a diferencia de muchas mujeres solteras de hoy que son sexualmente activas, que están violando los principios de Dios sin pensar en ello. Incluso dentro de la iglesia, vemos que esto ocurre. He aquí una mujer que era virgen hasta que se casó. Se necesita la gracia de Dios para hacer eso. Se necesita la gracia de Dios para ser fieles a Dios en esa etapa de soltería.
Luego le llegó el momento de ser una esposa. De nuevo, solo vivió siete años como esposa, pero dice que «vivió con su marido siete años» hasta que se quedó viuda. He aquí una mujer que fue fiel «hasta que la muerte los separó».
No nos dice cómo vivió como esposa, qué clase de esposa era, pero viendo qué tipo de mujer fue, cuando era una mujer mayor, creo que podemos especular que ella era una mujer que fue fiel como esposa. Sin duda, ella creció espiritualmente en esos años, pero fue una mujer que vivió con su marido hasta que quedó viuda. Ella fue fiel en esta etapa del matrimonio, siendo una esposa.
Y luego, en lo que para ella fue la etapa más larga de su vida, como una viuda de 84 años, tal vez vivió en dependencia del Señor. Ella le sirvió todo el camino hasta llegar a la meta.
He aquí una mujer que, como veremos en las próximas sesiones, no se aisló. Ella no se amargó. Ella no se convirtió en una mujer cascarrabias y malhumorada. Ella no desperdició su vida yendo de arriba para abajo. Ella vivió una vida con propósito, fructífera, centrada en Dios, como mujer soltera, como esposa y como viuda.
Y como resultado de ello, su vida ha tenido un impacto en muchas generaciones, incluso en nuestras vidas hoy en día, (¿no te alegras?)
Yo no sé en qué etapa de la vida puedas estar en este momento, casada o en cualquier otra etapa. Tenemos en la audiencia mujeres que se encuentran en muchas épocas de la vida, de menor a mayor, en diferentes estados civiles, en unas etapas diferentes, en su trabajo, en su casa, en las diferentes etapas que Dios nos ha llamado a estar.
La pregunta es: ¿Estás siendo fiel, y encontrando la gracia de Dios en medio de cualquier etapa que estés atravesando en este momento?
A medida que miras hacia el futuro, ¿puedes mirar al futuro sin temor, sabiendo que Dios va a ser suficiente para ti en cada etapa de tu vida? ¿No te reta (como a mí cuando pienso en la vida de Ana), el saber que si eres fiel a Dios y si encuentras que Su gracia es suficiente en cualquier etapa de la vida, dondequiera que te ponga, no te reta saber que tu vida puede ser fructífera y que puedes impactar otras vidas, quizás hasta otras generaciones por venir?
No subestimes la importancia de tu fidelidad a Dios en esta etapa de tu vida. Tú puedes pensar, «mi vida es oscura, no está tocando a nadie. Estoy en casa con mis tres niños pequeños durante todo el día, día tras día. Mi vida no está tocando a nadie».
Ana pudo haber pensado eso por años. «Mi vida no está tocando a nadie». He aquí esta viuda sola, pero sin embargo, vemos cómo su vida nos está tocando hoy en día por la providencia de Dios. Su testimonio se ha preservado para nosotros.
Tu vida continuará y dará fruto, posiblemente para las generaciones venideras, si eres fiel a Dios, en cualquiera de las etapas que te ha colocado o en cualquier etapa de la vida que te espere en el futuro.
Débora: Ahí, en la etapa de vida donde te encuentras, puedes vivir una vida de fidelidad a Dios, por Su gracia, y para la gloria de Su nombre. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado recordando esto como parte de la serie, La dedicación del Rey. Mañana ella continuará su enseñanza al mostrarnos las formas en que Ana sirvió al Salvador.
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
No valgo por mi posesión, Doulos, Himnos, Vol. 1 - EP, ℗ 2020 1880747 Records DK.
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