Una mirada a la vida de Balaam, día 3
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Con qué frecuencia tratamos de manipular a Dios? Y decimos: «No se haga Tu voluntad, sino la mía».
Annamarie Sauter: No usaríamos esas palabras…no lo diríamos verbalmente pero…
Nancy: ¿Pero a veces oramos de esa manera? ¿A veces vivimos de esa manera?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La semana pasada comenzamos un estudio de la vida del profeta Balaam. Encontramos su historia en el libro de Números. Y la verdad es que es un tanto confusa, ¡pero tiene tantas enseñanzas para nosotras! Aquí está Nancy con la continuación.
Nancy: Durante las grabaciones de estas sesiones hemos tenido algunas conversaciones interesantes. Después de la última sesión alguien me preguntó: «Tengo una hija pródiga que está lejos del Señor, ¿debo orar para que Dios la bendiga? ¿Estaría bien orar para que Dios no la bendiga, que no …
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Con qué frecuencia tratamos de manipular a Dios? Y decimos: «No se haga Tu voluntad, sino la mía».
Annamarie Sauter: No usaríamos esas palabras…no lo diríamos verbalmente pero…
Nancy: ¿Pero a veces oramos de esa manera? ¿A veces vivimos de esa manera?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La semana pasada comenzamos un estudio de la vida del profeta Balaam. Encontramos su historia en el libro de Números. Y la verdad es que es un tanto confusa, ¡pero tiene tantas enseñanzas para nosotras! Aquí está Nancy con la continuación.
Nancy: Durante las grabaciones de estas sesiones hemos tenido algunas conversaciones interesantes. Después de la última sesión alguien me preguntó: «Tengo una hija pródiga que está lejos del Señor, ¿debo orar para que Dios la bendiga? ¿Estaría bien orar para que Dios no la bendiga, que no le dé el trabajo que ella quiere, ni le permita tener éxito en las cosas que trata de hacer y que le están haciendo daño?»
Y le dije: «No quieres orar maldiciéndola, pero la manera en que oras una bendición es que Dios la bendiga al no dejar que tenga éxito en las cosas que está haciendo que son pecaminosas y malas». Eso no es maldecir a tus hijos, cuando oras: "Señor, no dejes que tengan éxito en pecar"».
Estás bendiciendo a tu hijo. Estás diciendo: «Señor, cierra su camino con espinas. Hazle la vida difícil». Esa es la forma en que Dios los bendice. Vamos a ver que con Balaam Dios envía un ángel para guardarlo, para que se interponga en su camino y evitar que siga en su obstinación e imprudencia en su propio camino.
Así que mientras oras por tus hijos pródigos no quieres orar: «Señor, haz que tengan éxito en lo que están haciendo si eso los alejará de Ti». Quieres que el Señor haga todo lo que sea necesario para que al final ellos puedan ser bendecidos y estén bien con Dios.
Estamos en Números 22. Si te perdiste la primera parte, puedes escucharla en avivanuestroscorazones.com. Puedes leer las transcripciones de los dos días anteriores o escuchar el audio y ponerte al día con nosotras. En resumen, Balac, el rey de los moabitas quiere maldecir al pueblo de Dios. Quiere hacerles daño y causarles desgracia para poder derrotarlos en la batalla.
Así que contrata, o intenta contratar, a un adivino, uno que usa artes mágicas y encantamientos para maldecir y bendecir a las personas. Su nombre es Balaam. Así que Balac envió mensajeros a Balaam, a cuatrocientas millas (seiscientos y pico de km) al norte, y le mandó a decir: «¿Puedes venir y maldecir al pueblo de Dios?»
Y Balaam les contesta a los mensajeros: «Quédense esta noche y déjenme orar acerca de esto».
Y durante la noche Dios viene a Balaam y le dice: «No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo». Versículo 12: «Y Dios le dijo a Balaam: “No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito”».
«Balaam se levantó de mañana y les dijo a los jefes de Balac: «Vuelvan a su tierra, porque el Señor ha rehusado dejarme ir con ustedes».Y los jefes de Moab se levantaron y volvieron a Balac, y le dijeron: «Balaam rehusó venir con nosotros». Entonces Balac envió jefes otra vez, más numerosos y más distinguidos que los anteriores» (v.15).
Lo que sucede es que Balac se niega a aceptar un «no» como respuesta. Está decidido a maldecir al pueblo de Dios. Y está convencido de que Balaam es el hombre que necesita para hacer el trabajo. Así que sube la oferta. Esta vez envía personas a nivel de gabinete en lugar de solo empleados. Envía un séquito más grande, gente más importante, gente más honorable, más noble.
Debían haber pasado unas seis semanas luego de que regresaran a donde estaba Balaam, pues eran 400 millas –un viaje de al menos tres semanas por cada trayecto. Así que los mensajeros tenían que regresar de la casa de Balaam a Balac y luego regresar de Balac a Balaam.
Durante esas semanas, me pregunto qué estaba pensando Balaam. ¿Se estaba cuestionando a sí mismo? Sabemos que realmente quería hacer esto. ¿Y por qué? Porque quería el dinero. Quería la recompensa. El Nuevo Testamento nos dice esto con toda claridad. «Amó el pago de la iniquidad» (2 Pedro 2:15). ¿Estaba él lamentando el hecho de haber enviado a esos hombres de regreso con esas bolsas de dinero?
¿Estaría diciendo, «¡ay, desearía haber ido con esos hombres!»? ¿Estaba razonando, «no habría sido tan malo. Y ciertamente, ese pueblo es peligroso y necesita ser detenido»? ¿Estaba tratando de encontrar una manera de decir «sí» cuando Dios había dicho «no»?
Veamos el versículo 16:
«Y fueron a Balaam, (estos nuevos mensajeros que eran más honorables) y le dijeron: “Así dice Balac, hijo de Zipor: Te ruego que no rehúses venir a mí; porque en verdad te honraré en gran manera, y haré cualquier cosa que me digas. Ven, pues, te ruego, y maldíceme a este pueblo”» (vv.16–17).
Así que hay aquí una propuesta más ferviente. Balac está decidido. Él básicamente dice: «Dime tu precio, Balaam». Apela a la codicia de Balaam, a su amor por el dinero, su amor por el honor, su amor por el prestigio.
Lo que me lleva a preguntar, ¿cuál es tu precio? ¿Cuál es mi precio? ¿Qué se necesitaría para hacerte pecar, para hacerte desobedecer la voluntad de Dios? ¿Hay algún precio por el que lo harías? ¿Hay alguna cantidad de honor o reputación por la que decidirías pecar?
«Y Balaam respondió a los siervos de Balac: “Aunque Balac me diera su casa llena de plata y oro (aquí tenemos una pista. ¿Me podrían dar más? Incluso si él hiciera eso), yo no podría traspasar el mandamiento del Señor mi Dios para hacer ni poco ni mucho (no podría ir más allá. Está diciendo, sin darse cuenta, no puedo hacer nada que Dios no me permita hacer. No puedo hacer nada si Dios no me lo permite. Pero él les dice): les ruego que permanezcan aquí también esta noche, y sabré qué más me dice el Señor» (vv.18-19).
Ahora, en una primera lectura eso puede sonar muy espiritual. «Déjenme orar por esto. Pasen otra vez aquí la noche. Déjenme orar». Pero la pregunta es, ¿por qué necesitaba orar por esto nuevamente? Dios había dejado su voluntad absolutamente clara.
¿Qué le dijo Dios? «No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito». (v.12). ¿Qué es lo que no se entiende del no? Dios había dejado clara su voluntad. ¿Qué más necesita decir? No necesitas orar por algo que Dios ya te ha dicho que está mal.
No necesitas orar para saber si haces algo como… «Señor, ¿debo perdonar a esta persona?» Sí, ya Dios ha dicho que Su voluntad es que perdonemos. No necesitas orar por algo que Dios ya ha revelado que es Su voluntad.
Pero el problema aquí, como suele ser el caso con nosotras, es que Balaam no está decidido a obedecer a Dios. Está vacilando. Está tratando de que Dios le dé permiso para hacer lo que él quiere hacer. En esencia, está diciendo: «No se haga Tu voluntad, sino la mía».
Verás, Balaam conocía acerca de Jehová, el Dios de los israelitas. En este pasaje lo llama «el Señor mi Dios». El profesaba creer en Dios. Sabía acerca de Jehová, pero no conocía realmente a Jehová. Tenía una visión pagana de dios, con «d» minúscula.
Dirás, bueno, ¿por qué es eso? Se creía que los dioses paganos eran inconstantes, abiertos a la manipulación. Si eras lo suficientemente persistente e insistente, podrías lograr que hicieran lo que tú quisieras.
¿Recuerdan a los profetas de Baal en el monte Carmelo que tuvieron una contienda contra Elías y construyeron el altar? Es una historia sobre cómo clamaban a su dios; se cortaban ellos mismos; daban voces, gritaban.
Y Elías les dijo: «Su dios no está escuchando. No está haciendo nada». Ellos estaban pidiéndole que enviara fuego desde el cielo a sus falsos dioses. La idea era manipular a Baal para que hiciera lo que ellos querían que hiciera.
Es como un niño que piensa que puede manipular a sus padres si continúa suplicando, molestando y lloriqueando. Y quisieras decirle: «¿Qué parte del no no entiendes? La respuesta es no». Pero el niño sigue adelante y a menudo, lamentablemente, los niños pueden hacer que sus padres cambien de opinión. Pero Dios no es hombre para que mienta. Veremos ese versículo aquí en el libro de Números.
En los versículos del 20 al 21 dice:
«Dios vino a Balaam de noche, (Balaam ora por esto y Dios responde) y le dijo: “Si los hombres han venido a llamarte, levántate y ve con ellos; pero solo dirás la palabra que Yo te hable”. Y Balaam se levantó muy de mañana, aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab».
Está pensando sin duda, «¡woohoo! Dios me ha dado permiso para ir. ¡Voy a conseguir ese dinero!»
Entonces la pregunta es, ¿Dios cambió de opinión? Eso parece contradecir lo que Dios dijo la primera vez que Balaam oró.
Pero recuerda, Dios claramente le había prohibido a Balaam que fuera. En el versículo 12 le dice: «No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito». Dios no había cambiado de opinión. Dios había revelado claramente Su voluntad y Balaam había rechazado la voluntad de Dios. Así que Balaam volvió a preguntar, porque no quería aceptar un no por respuesta.
Ahora, permíteme hablar aquí por un momento sobre la diferencia entre dos aspectos de la voluntad de Dios. Tenemos por un lado la voluntad de Dios revelada, lo que los teólogos llaman voluntad preceptiva, los preceptos de Dios, cuando Dios dice: «No vayas con los hombres de Balac; no maldigas a mi pueblo». Pero por otro lado vemos la voluntad permisiva de Dios: «Puedes ir con ellos». Dios le permitió a Balaam hacer algo que Dios había prohibido y que no aprobaba.
Dios a veces nos permite hacer algo que es contrario a Su voluntad revelada. Tenemos Su voluntad revelada, Su voluntad preceptiva, y a veces, Dios nos permite en Su voluntad permisiva, hacer algo que es contrario a Su voluntad revelada y preceptiva.
El hecho de que Dios permite algo no significa que lo apruebe. A veces permite lo que odia, lo que ha prohibido, con la finalidad de glorificarse a Sí mismo, poniendo a alguien en un curso (un camino), por su propia voluntad, para ser entregado a juicio. Así es la voluntad permisiva de Dios.
Una de las peores cosas que nos puede pasar es que Dios nos deje hacer lo que queremos en respuesta a nuestras demandas, cuando Su voluntad es contraria a la nuestra. He conocido a mujeres solteras que desean desesperadamente casarse. «Quiero casarme. Quiero casarme. Quiero casarme». Escucha, puedes casarte si desesperadamente quieres casarte. Puedes. Puedes encontrar a alguien que quiera casarse contigo.
Pero si la voluntad de Dios para ti durante una época de tu vida es que le sirvas como mujer soltera con devoción incondicional a Él, y tú presionas y fuerzas diciendo: «Déjame hacer las cosas a mi manera», terminas casándote con un hombre que no ama a Cristo, que no conoce al Señor, que no está caminando con el Señor.
Esa o cualquier otra razón, y Dios puede permitir que te cases con alguien que sea contrario a Su voluntad para tu vida, contrario a Su voluntad revelada, contrario a lo que revela la Escritura. Dios puede permitir que te cases con un no creyente, pero Dios puede estar en el proceso de entregarte a las consecuencias de seguir tu propio camino.
Cuando Dios nos permite hacer algo que realmente queremos hacer, contrario a Su voluntad, es posible que en realidad nos esté preparando para experimentar las consecuencias de nuestra rebelión. Yo no quiero eso, no quiero que Dios me dé lo que creo que quiero si eso es contrario a Su voluntad.
Ahora, sin duda, cuando Dios nos permite hacer algo que es contrario a Su voluntad revelada, eso no significa que Su voluntad haya cambiado ni que sus propósitos hayan sido frustrados. Lo asombroso es que nuestro Dios redentor puede usar incluso nuestra necedad y nuestra desobediencia para cumplir Su voluntad definitiva.
Te preguntas, ¿cómo funciona eso? Bueno, piensa en la traición de Judas a Jesús; en los judíos y los romanos que lo entregaron para ser crucificado. Dios les permitió abusar y matar a Su Hijo, y fue en esa voluntad permisiva que se cumplió de la mano de Dios, en la soberanía de Dios, Su plan eterno de redención. Porque la voluntad del hombre nunca podría deshacer ni burlar la voluntad de Dios. Eso me da consuelo.
Ahora, eso no es un permiso para pecar. Aunque las consecuencias de la terquedad de Balaam no se experimentaron de inmediato, a fin de cuentas pagó un alto precio por su desobediencia. Al final perdió la vida. Y así, de alguna manera, pagaremos el precio cuando digamos: «No se haga Tu voluntad, sino la mía».
Entonces, en el versículo 21 dice: «Balaam se levantó por la mañana (con esta voluntad permisiva de Dios) aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab». Imagino que debió haberse sentido bastante grande y poderoso, encumbrado.
Este es el séquito que Balac ha enviado para convencer a Balaam. Él es el VIP; él es el hombre más buscado, la celebridad, el orador, el adivino, el profeta. Está acompañado por los principales dignatarios de Balac, funcionarios del gobierno, recibiendo un trato de alfombra roja. Aquí tenemos a un hombre que ama el honor. Ama el dinero. Le encanta el prestigio.
Versículo 22: «Pero...» Pero ¿qué? Pero Dios. No olvides el «pero Dios» cuando creas que solo estás disfrutando del botín de salirte con la tuya, de hacer las cosas a tu manera. «Sí, Dios me dejó obtener esto». Pero Dios…
¿Dios qué? «Pero Dios se enojó porque él iba, y el ángel del Señor se puso en el camino como un adversario contra él». Otra traducción dice: «el ángel del Señor se hizo presente, dispuesto a no dejarlo pasar» (NVI).
Dios resiste al orgulloso. Dios se opone al orgulloso. Dios se pone en formación de batalla como un gran defensa en el fútbol americano. Menciono la posición y no sé nada de fútbol. Pero es uno de esos tipos grandes y pesados que presiona y se opone a ti, un adversario en el campo de fútbol. La ira de Dios se encendió, y el ángel del Señor se puso en contra, como adversario de Balaam.
Y quizás preguntes, «¿Dios se enoja, se aira?» Sí, lo hace, contrario a la teología moderna y las sensibilidades teológicas de las personas que no pueden concebir que un Dios de amor esté enojado. Romanos 1:18-19 nos dice que esto no es solo en el Antiguo Testamento, Romanos 1 dice: «Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad. Pero lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente». No hay excusa. Balaam sabía lo suficiente acerca de la voluntad de Dios para tomar la decisión correcta.
Y cuando pecamos conociendo algo de verdad, con algún conocimiento de causa –incluso en lugares remotos de la tierra, las personas que no tienen la palabra de Dios, en la revelación natural poseen algún conocimiento de Dios en su conciencia, pero suprimen esa verdad para poder pecar contra Dios– la ira de Dios se enciende contra la injusticia de los hombres. Es una ira justa.
Ahora, al ejercer su propia voluntad, Balaam se estaba oponiendo a la voluntad de Dios, se había convertido en adversario de Dios, tal como lo hizo Satanás cuando cayó del cielo. Y Dios se convirtió en su oponente. Anteriormente mencionamos la palabra «adversario», «oponente», que es literalmente la palabra «Satanás». En algunas traducciones se transcribe como Satanás. En el Antiguo Testamento, la mayoría de las veces esa palabra se traduce exactamente igual. Satanás es el adversario. Él es el oponente de Dios y del pueblo de Dios. Dios envió a este ángel, al ángel del Señor para ser el adversario de Balaam.
¿Y quién es este «ángel del Señor»? Bueno, no lo sabemos con certeza, pero a menudo en el Antiguo Testamento, o de vez en cuando, Cristo mismo se manifestaba temporalmente en la tierra en forma humana, antes de que naciera como un bebé en Belén, aparecía con un propósito divino.
Vemos esto en Josué 5. ¿Recuerdas cuando el comandante de los ejércitos del Señor vino y se le apareció a Josué, el ángel del Señor? Creo que no fue otro que el propio Cristo –una aparición preencarnada de la segunda persona de la Trinidad– enviado para tratar con Balaam.
Entonces, Balac envió a sus dignatarios de más alto nivel para persuadir a Balaam de que viniera y maldijera a Israel. Y Dios entonces envió a su representante de más alto nivel para oponerse al viaje de Balaam. Envió a Su propio Hijo.
«…Y Balaam iba montado sobre su asna, y sus dos sirvientes con él. Cuando el asna vio al ángel del Señor de pie en el camino con la espada desenvainada en la mano…» (vv.22- 23). El asna vio al ángel del SEÑOR. Eso se repite tres veces en este pasaje.
Los profetas de ese entonces eran llamados videntes. Su trabajo era decirle a la gente lo que habían visto de Dios. La ironía en este pasaje, y hay bastante ironía, es que Balaam no pudo ver al ángel, pero su asna sí pudo. Y el asna comenzó a decirle a Balaam lo que había visto. Resulta que el asna era mejor vidente, veía mejor que Balaam; eso es una ironía.
Y me recuerda que puedes tener una posición, título o responsabilidad importante en tu iglesia, en el ministerio, y aun así, debido al orgullo, la desobediencia y a tu propia voluntad, puedes estar totalmente ciega a las realidades espirituales –a lo que Dios está diciendo, a lo que Dios quiere que hagas.
Y a veces, al contrario, aquellos de quienes menos esperarías que «vieran» las verdades espirituales son los que pueden ver mejor, pueden verlas mejor que nosotras. Puede ser un niño, un joven creyente o incluso un cónyuge incrédulo que a veces puede ver con más claridad que un supuesto hijo de Dios, que está siguiendo su propia voluntad y está sumido en su orgullo.
Bueno, «…el asna se salió del camino y se fue por medio del campo; pero Balaam golpeó el asna para hacerla volver al camino. Entonces el ángel del Señor se puso en una senda estrecha de los viñedos, con una pared a un lado y otra pared al otro lado» (vv. 23-24). El camino de Balaam se hacía cada vez más y más angosto. Y eso es algo que debemos orar por estos hijos pródigos de los que hemos hablado, que Dios estreche sus caminos para que no puedan seguir en ellos.
Versículo 25: «Al ver el asna al ángel del Señor, se pegó contra la pared y presionó el pie de Balaam contra la pared; entonces él la golpeó otra vez. El ángel del Señor se fue más lejos, y se puso en un sitio estrecho donde no había manera de volverse ni a la derecha ni a la izquierda. Y viendo el asna al ángel del Señor, se echó debajo de Balaam…»
Entonces, tres veces el asna vio que el ángel estaba parado en el camino con una espada desenvainada, para evitar que Balaam avanzara. Cada vez que el asna se detenía, por supuesto, y se negaba a seguir avanzando por el camino, al hacerlo, esa asna le estaba salvando la vida a Balaam. Dios estaba acorralando a Balaam.
Y esta es una evidencia de la bondad de Dios y Su misericordia y Su gracia para con Balaam, perdonarle la vida. Por otro lado, Balaam no actuó con bondad. Cuando se encendió la ira de Balaam, golpeó al asna con su vara.
Aquí vemos a Dios misericordioso y lleno de gracia, y a Balaam siendo cruel, implacable y despiadado con su asna. Santiago 1 nos dice: «Pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (v.20).
La ira de Dios es justa. Es ira justa contra la injusticia del hombre. Nuestra ira la mayor parte del tiempo es ira de hombre. No produce la justicia de Dios.
Entonces, en lugar de ver todo esto como un medio de gracia para su vida, Balaam se enfurece por ser detenido (estorbado) de esta manera, y pierde el control por completo. Empieza a golpear al animal que le está salvando la vida. Estaba empeñado y decidido en hacer las cosas a su manera. No se detuvo a considerar que Dios podía estar tratando de salvarlo de sí mismo.
Imagínate lo absurdo que les parecía todo esto a los demás en ese séquito. Probablemente no pudieron ver al ángel en el camino. Todo lo que podían ver era a este famoso vidente, este profeta tan popular y solicitado actuando como un loco, tratando en vano de controlar a su terca asna. Quiero decir, todo el asunto tenía que parecerles una locura.
Balaam estaba fuera de control. Pasó de ser un hombre que pensaba tener el control total, al punto de intentar manipular a Dios mismo, y ahora ni siquiera tiene el control de su propia asna. Dios estaba acorralando a Balaam, cercando a Balaam. Y al final del camino eso es misericordia.
Creo que esto nos muestra nuestra tendencia a culpar y atacar las cosas, las circunstancias y las personas que Dios envía a nuestras vidas, aquellas que Él quiere usar para protegernos, para librarnos y mantenernos alejadas del mal. ¿Y qué hacemos? Nos enojamos y arremetemos contra ellos. Atacamos a esas personas y las circunstancias.
¿Por qué estás enojada? ¿A quién estás atacando, a quién estás agrediendo? Y antes de que nos apresuremos a ser duros con Balaam, ¿con qué frecuencia tratamos de manipular a Dios? Y decimos: «No se haga Tu voluntad, sino la mía». Oh, nunca diríamos esas palabras. ¿Pero a veces oramos de esa manera? ¿A veces vivimos de esa manera?
Y aún hoy, mientras escuchas este programa, ¿hay algún área de tu vida en la que sepas en el fondo de tu corazón que estás yendo en contra de la voluntad revelada de Dios? Dios puede permitirte ir allí, pero debes saber que no es Su voluntad revelada.
¿Te está permitiendo hacer algo que Él no ama, que no quiere, que no desea para ti y tendrás que sufrir las consecuencias de esa decisión más adelante?
¿Cuál es la respuesta? Lo que debería haber hecho Balaam. Arrepentirse. Dar la vuelta. Volverse en otra dirección. No es demasiado tarde. Dile: «Señor, he pecado. Quiero Tus caminos, Tu voluntad en mi vida, no sea hecha mi voluntad sino la Tuya. Y, oh Señor, gracias por enviar a ese adversario a mi vida, esa circunstancia, esa persona para hacerme el camino más difícil».
Si lo deseas, agradece a Dios por enviar a ese adversario a la vida de tu hijo pródigo o tu hija pródiga o a la vida de un esposo descarriado. Dile: «Gracias por las reprensiones de la vida que usas para impedirme seguir en mi obstinación y rebelión». Esa es Su gran misericordia. Es una misericordia hermosa. Gracias a Dios por ella.
Annamarie: Si estás caminando según tu voluntad, en algo que sabes que no es la voluntad de Dios, aún puedes rendirte a Él. Es una lucha titánica en nuestros corazones, pero por la gracia y el poder de Dios podemos venir a los pies de la cruz de Jesús y ser libres, por Su misericordia, para hacer Su voluntad.
Bueno y estamos llegando a una parte donde la historia se pone muy interesante…¡el asna de repente habla! Profundizaremos en este misterio en el próximo episodio, así que, ¡asegúrate de regresar!
Escudriñando las Escrituras juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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