Una mirada a la vida de Balaam, día 2
Annamarie Sauter: Devolver mal por mal puede darnos cierto sentido de satisfacción, pero conformarnos con eso es olvidar que hemos sido llamadas con el propósito de heredar bendición (1 Ped. 3:9).
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si la gente habla mal de ti, si te injurian, te persiguen, te acusan falsamente («dicen toda clase de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí», dijo Jesús), ¿qué haces? ¿Les devuelves maldición? ¿Devuelves las injurias? No, los bendices; oras para que Dios tenga misericordia de sus almas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy continuamos con la serie a la que dimos inicio ayer, titulada, Una mirada a la vida de Balaam. Nancy nos hablará del peligro de la maldición y el gozo de bendecir a otros. Estamos profundizando en un pasaje de las Escrituras en el que no habíamos profundizado anteriormente …
Annamarie Sauter: Devolver mal por mal puede darnos cierto sentido de satisfacción, pero conformarnos con eso es olvidar que hemos sido llamadas con el propósito de heredar bendición (1 Ped. 3:9).
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si la gente habla mal de ti, si te injurian, te persiguen, te acusan falsamente («dicen toda clase de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí», dijo Jesús), ¿qué haces? ¿Les devuelves maldición? ¿Devuelves las injurias? No, los bendices; oras para que Dios tenga misericordia de sus almas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy continuamos con la serie a la que dimos inicio ayer, titulada, Una mirada a la vida de Balaam. Nancy nos hablará del peligro de la maldición y el gozo de bendecir a otros. Estamos profundizando en un pasaje de las Escrituras en el que no habíamos profundizado anteriormente aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Acabamos de comenzar una nueva serie (vamos a tomar varios días en ella) del libro de Números, capítulo 22, sobre un personaje misterioso, complejo e importante del Antiguo Testamento llamado Balaam.
Como hemos estado hablando aquí en nuestra sesión de grabación, hay cierta confusión sobre quién es este hombre. En ocasiones él escucha de Dios; a veces habla en favor de Dios; dice la Palabra de Dios. Pero en otras ocasiones se nos dice que es un falso profeta, engañoso, y se supone que no debemos tener nada que ver con su doctrina. Entonces, ¿cómo encajamos todo eso?
En el libro de Números estamos analizando esta historia. Vamos despacio, tomando nuestro tiempo caminando a través de ella. Si te perdiste la primera sesión puedes escucharla en avivanuestroscorazones.com, y espero que continúes con nosotras en esta serie. Como dije ayer, este no es el tipo de enseñanza que las personas escriben y dicen, «oh, me gustaría escuchar una serie sobre Balaam».
No es una enseñanza que las personas sientan que necesitan, pero es muy importante; de hecho, es tan importante que Dios, a través de la inspiración del Espíritu Santo, dedicó tres capítulos enteros y una parte de un cuarto capítulo, en el libro de Números, para hablarnos de esta persona. Luego, en tres libros del Nuevo Testamento se nos advierte que debemos tener cuidado con él.
Necesitamos saber acerca de este hombre, y vamos a ir a través de este pasaje y ver lo que podemos aprender sobre él. Empezamos ayer en Números 22, y vimos que Balac, el rey de Moab, estaba aterrorizado porque los israelitas venían por tierra y se apoderaban del territorio por donde pasaban. Y tenía miedo de ser el siguiente.
Así que Balac envió mensajeros a Balaam, quien era conocido como un adivino –un hechicero– que vivía a unas cuatrocientas millas (643 km) al norte. Los mensajeros llevaron el siguiente mensaje de parte de Balac:
«…Mira, un pueblo salió de Egipto y cubren la superficie de la tierra y habitan frente a mí. Ven ahora, te ruego, y maldíceme a este pueblo porque es demasiado poderoso para mí; quizá pueda derrotarlos y echarlos de la tierra. Porque yo sé que a quien tú bendices es bendecido, y a quien tú maldices es maldecido» (vv. 5-6).
Padre, esta es Tu Palabra. La amamos. Te bendecimos por ella. Te damos las gracias por tenerla en nuestras manos y en nuestros corazones. Oramos para que hoy abras nuestras mentes para comprender y recibir lo que tienes que decirnos. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Ahora, aparece aquí este tema de la maldición, y quiero hablar un poco de eso hoy. El propósito de maldecir, en un sentido bíblico, es derrotar a un enemigo y alejarlo –sacarlo de tu camino, sacarlo de tu vida, hacerle mal, hacerle daño.
Cuando ves maldiciones en el Antiguo Testamento, no es exactamente lo mismo que blasfemias o juramentos, o tomar el nombre del Señor en vano. Eso es algo un poco diferente, aunque también es malo. Pero hay un par de palabras diferentes que se usan para la palabra «maldición» en el Antiguo Testamento en numerosas ocasiones.
La única palabra que se usa sesenta veces significa «atar para reducir la capacidad o dejar sin poder». Eso es lo que Balac quería hacerle al pueblo de Israel. Quería atarlos para reducir su capacidad o dejarlos sin poder. Así que quiso lanzar una maldición sobre ellos que los debilitara, que los disminuyera.
A veces esa palabra «maldición» en hebreo se utiliza para anunciar castigos que son impuestos por Dios. A veces Dios es el que maldice a los rebeldes contra Su autoridad, para que las personas no tengan la capacidad para seguir pecando.
En este caso, Balac quería traer a este adivino, este hechicero Balaam para que viniera y maldijera al pueblo de Dios.
Hay otra palabra que se usa para «maldición» muchas veces en el Antiguo Testamento –ochenta y dos veces. No te daré la palabra hebrea porque, por una parte, no sé hebreo y dos, no tendría sentido para nosotros. Pero es una palabra que significa «quitarle importancia (aligerar) algo, darle poco peso, deshonrarlo».
El primer uso de esta palabra se encuentra en Génesis 8, después del diluvio, donde la Escritura habla de que las aguas del diluvio habían disminuido, reducido, bajado. Es una palabra que significa una disminución de lo que existía anteriormente.
Y a veces esa palabra se utiliza para comunicar la idea de maldecir, minimizando algo, haciéndolo despreciable. Ves esta palabra usada en Éxodo 21:17, donde dice: «El que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente morirá».
Esa palabra es maldición: «menospreciar, deshonrar, injuriar, hacer despreciable». El concepto opuesto es otra palabra hebrea que se traduce «honor, honra», lo contrario de maldecir. «Honrar» es «ser valorado, ser estimado, honrar algo». Israel era poderoso, y Balac quería reducirlos. No quería honrarlos, quería disminuirlos, reducir su influencia y su fuerza maldiciéndolos, atándolos, dejándolos sin poder.
Así que estos mensajeros enviados por Balac, el rey de Moab, le dicen a Balaam el hechicero: «…a quien tú bendices es bendecido, y a quien tú maldices es maldecido» (Núm. 22:6). Balaam era conocido en todas partes por tener la capacidad de pronunciar maldiciones que realmente funcionaban.
Las palabras que pronunciaba cambiaban el rumbo de la vida de las personas. Esto así porque probablemente usaba técnicas ocultas, artes mágicas, hechicería, usaba el poder de Satanás. Quiero que tengas presente que las palabras tienen poder. Aunque no usemos brujería detrás de nuestras palabras, nuestras palabras tienen poder.
Proverbios 18:21 dice: «Muerte y vida están en poder de la lengua…» Las palabras que hablamos a los demás, las palabras que hablamos sobre los demás, importan. Hacen una diferencia, ya sean palabras de maldición, menosprecio, deshonra, o palabras de bendición, dándoles honra y apoyándolos, confirmandolos.
Estoy segura de que todas nosotras en esta audiencia, en alguna ocasión, hemos experimentado el poder de las palabras que otros nos han dicho a nosotras o sobre nosotras –palabras de honra que te bendijeron. Todavía recuerdo las palabras que uno de mis padres me dijo cuando era una niña que me fortalecieron, me animaron, me dieron honra, valor y confianza en el Señor.
Pero puedo pensar en cosas que se han dicho en el transcurso de mi vida (no muchas –he sido muy bendecida por las palabras), algunas cosas que se han dicho que todavía recuerdo que me menospreciaban o desanimaban. Muchas de ustedes pueden pensar en palabras que escucharon cuando eran niñas o adolescentes o en el contexto de su familia, su matrimonio o el lugar de trabajo –palabras que te hacen sentir menospreciada.
Y has experimentado el poder que tienen las palabras para debilitarte, reducirte y menospreciarte; o el poder que tienen las palabras para fortalecerte y darte valor y honra. Las palabras tienen poder.
Pero no son solo las palabras dichas a nosotras o sobre nosotras. ¿Qué pasa con las palabras que decimos a los demás o sobre los demás? Probablemente no pienses de ti misma de esa manera. No me considero una persona que maldice a los demás. Pero ¿con qué frecuencia usamos las palabras como un arma para menospreciar, disminuir, criticar, derribar?
Tal vez sean palabras dichas a tus padres, tus suegros, un hermano, un compañero –quizás de una expareja, o tus hijos. ¿Alguna vez hablas palabras que los menosprecian o disminuyen? ¿O quizás acerca de tu jefe en el lugar de trabajo, o de un profesor en la escuela?
Jesús dice en Mateo 5:21: «Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpableante la corte”». Lo que quiere decir es que si cometes el acto de asesinato, tomas una vida, quedas sujeta al juicio de Dios…Dios se encarga de ti.
Jesús continúa diciendo en el versículo 22: «Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Insensato” a su hermano, será culpable ante la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será merecedor del infiernode fuego». Así que Jesús está preocupado por el corazón detrás del acto de asesinato y las palabras asesinas –actos que destruyen y palabras que destruyen. Las palabras abusivas exponen un corazón asesino.
La persona que habla esas palabras abusivas no es menos culpable moralmente que si hubiera cometido el acto real de asesinato. Este pasaje enfatiza la seriedad y el peso que llevan nuestras palabras. Maldecir, disminuir a alguien verbalmente, en efecto pronuncia juicio sobre ellos.
«¡Nunca vas a llegar a nada! ¡No vales nada! ¡Eres una estúpida! ¡Eres un tonto! ¡Eres un perdedor! Tú nunca… Tú siempre… Ojalá nunca hubieras nacido. ¡Ojalá estuvieras muerta!» Jesús está diciendo, en esencia: «pronuncias juicio sobre los demás con tus palabras –incluso cuando esas palabras se dicen de forma precipitada o con mal genio, con ira», como cuando dices, «¡no lo dije en serio!»
No, Jesús dice: «…de la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Eso significa que, en algún nivel, lo dijiste en serio. Cuando pronuncias juicio sobre los demás con tus palabras, Jesús está diciendo que te estás preparando para recibir ese mismo juicio. Vamos a ver esto en la historia de Balaam.
Ves este principio en todas las Escrituras. El Salmo 7, versículos 15 y 16 dice: «Ha cavado una fosa y la ha ahondado, (hace un hoyo para hacer tropezar a otro, ¿no? Quiere pasar juicio sobre otro), y ha caído en el hoyo que hizo. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su violencia descenderá sobre su coronilla».
La violencia, la condena, el juicio, la maldición, el menosprecio que ponemos sobre los demás en última instancia volverá sobre nosotras para destruirnos.
Volvamos ahora a Números 22:7:
«Los ancianos de Moab y los ancianos de Madián fueron con el precio de la adivinación en la mano; y llegaron a Balaam, y le repitieron las palabras de Balac.Y él (Balaam) les dijo: «Pasen la noche aquí y yo les traeré palabra según lo que el Señor me diga». Y los jefes de Moab se quedaron con Balaam».
Ahora, Balaam es un falso profeta –lo sabemos del Nuevo Testamento. No es un verdadero adorador de Dios, y sin embargo, en cierto sentido profesa serlo –lo veremos a medida que avancemos. En un momento lo llama, «Mi Dios el Señor», utiliza el nombre de pacto para referirse a Dios, Señor, Jehová. Esto nos sugiere que conocía algo acerca de los israelitas y su Dios.
¿Sabía que el Dios de Israel los había bendecido? Y si es así, ¿por qué le pidió a esta delegación de Moab que pasara la noche para poder orar acerca de si debía maldecir a aquellos que Dios había bendecido? Te diré cuál es la respuesta, en cuanto a por qué dijo eso.
La respuesta es que ellos tenían en sus manos los honorarios por su adivinación –¡una oferta de mucho dinero! Balaam no era un verdadero profeta. Era un hechicero a sueldo. Así es como se ganaba la vida. Quería el dinero, así que quiso encontrar la manera de hacerlo aunque sabía que no debía hacerlo.
Los versìculos 9 al 11 nos dicen:
«Entonces Dios vino a Balaam (probablemente por medio de un sueño esa noche) y le preguntó: “¿Quiénes son estos hombres que están contigo?” Y Balaam respondió a Dios: “Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, me ha enviado un mensaje: Mira, el pueblo que salió de Egipto cubre la superficie de la tierra; ven ahora, maldícemelos; quizá yo pueda pelear contra ellos y expulsarlos”».
Así que Balaam le dice a Dios el mensaje que ha recibido de Balac, el rey de los moabitas. Balac temía ser dominado por los israelitas. Quería reducir la amenaza, poder controlarlos y manejarlos, así que busca maldecirlos.
La palabra utilizada para maldecir en este versículo, solo se usa unas pocas veces en el Antiguo Testamento en esta historia de Balaam. La palabra, dice un erudito, parece sugerir el acto de pronunciar una fórmula mágica que estaba diseñada para deshacer completamente el objetivo. «Habla estas palabras, usa este arte mágico, para deshacer por completo el objeto de tu maldición».
En la Biblia de estudio de John MacArthur, él dice acerca de este pasaje: «Una maldición era una palabra hablada que se creía que traería desgracias sobre la persona contra la que se hablaba». Esto es malo, es hechicería, eran cosas que Dios había prohibido a Su pueblo.
En Internet hay una enciclopedia en línea de ocultismo, misticismo, magia, paranormal y más. Así es como en estos sitios definen las maldiciones…
«Las maldiciones son hechizos mágicos que se pronuncian sobre las personas con la intención de hacerles daño. Las desgracias que pretenden lograr estas maldiciones pueden ir desde enfermedades y daños hasta incluso la muerte. Las maldiciones pueden ser efectivas inmediatamente o pueden estar latentes durante años.
Se sabe que las maldiciones en las familias las afectan durante generaciones, llamando a poderes sobrenaturales para efectuar un cambio. (Y te recuerdo que estoy citando una fuente de ocultismo; no es la Palabra de Dios que está diciendo esto. Esto está prohibido en la Palabra de Dios, pero en esta categoría oculta, mística, mágica y paranormal, este diccionario dice esto). Una maldición es una expresión de deseo de que un daño venga a una persona en particular.
Cualquiera puede invocar una maldición sobre otra persona, pero se cree que la autoridad de la persona que pone la maldición aumenta su potencia y la hace más peligrosa».
Es por eso que Balac buscó a alguien que era famoso por su habilidad para maldecir a la gente. Balaam practicaba magia, hechicería y adivinación. Es identificado en otras Escrituras del Nuevo Testamento (2 Pedro, Judas y Apocalipsis) como un falso profeta, un engañador.
O bien era un completo fraude que sabía que estaba engañando a la gente, o bien, a través de prácticas ocultas, pudo haber accedido realmente a los poderes demoníacos y satánicos. Se sabía que cuando pronunciaba su bendición o una maldición, pasaría algo que sería sobrenatural.
Una vez más, déjame repetir esto y lo que esto tiene que ver con nosotras. Probablemente nunca le pondrás un hechizo intencionalmente a alguien usando encantamientos mágicos. Pero cuando les deseas el mal, cuando hablas con la intención o el deseo de hacerles daño, en efecto, los maldices. Al hacerlo, te asocias con el diablo, con el maligno mismo, que es el acusador de los hermanos, para cumplir sus propósitos. Santiago habla de esto en su carta. Dice: «Con ella (la lengua) bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así» (3:9-10).
Él dice: «Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica». Es demoníaca, viene de un foso. Es por eso que Jesús pone tanto énfasis en las palabras que hablamos. Tienen poder –esas palabras dichas apresuradamente, dichas en un momento de ira, dichas en un momento de frustración, ¡son importantes! Por eso necesitamos que el Señor controle nuestros corazones y controle nuestras lenguas.
Bueno, y en los versículos 12-14 de Números 22, Dios le dice a Balaam (después de que Balaam explica su situación):
«…No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito».Balaam se levantó de mañana y dijo a los jefes de Balac: “Vuelvan a su tierra, porque el Señor ha rehusado dejarme ir con ustedes”. Y los jefes de Moab se levantaron y volvieron a Balac, y le dijeron: “Balaam rehusó venir con nosotros”».
Ahora, ¿dirías que Dios le ha dejado muy clara su voluntad a Balaam? ¿Hay algo en la respuesta de Dios a Balaam que no entiendas? «No vayas con ellos; no maldecirás al pueblo, porque es bendito». Dios le dijo: «¡No! ¡No! No vayas con los hombres de Balac. No maldigas a los israelitas. Son mi pueblo y he decidido bendecirlos».
Ahora, a lo largo de todo este relato vemos una línea trazada entre los enemigos del pueblo de Dios y Dios mismo, que se ha comprometido por amor a Su pacto a cuidar de Su pueblo. Dios ama a Su pueblo. Dios desea bendecirlos.
Pero luego están los enemigos de Dios que quieren maldecir al pueblo de Dios. ¿Ves esa batalla en nuestro mundo? ¿Ves lo qué está pasando en nuestros días? Cuando lees las noticias y ves estos ataques contra los cristianos y el cristianismo y el pueblo de Dios, conecta los puntos y observa: «Esto no es una batalla contra nosotros, es una batalla contra Dios. Esta es una batalla entre el diablo mismo, Satanás mismo y Dios».
Desde una perspectiva terrenal, Balac y Balaam tienen un gran poder, y pueden infligir un gran daño. Pero vamos a ver que su poder no es nada comparado con el poder de Jehová Dios. Es importante que recordemos eso, porque a veces parece que los poderes del mal –los poderes de la maldad, los poderes de las tinieblas– son tan fuertes, tan grandes, tan abrumadores.
Y como que nos acobardamos en nuestro pequeño grupo cristiano y esperamos que Dios vuelva pronto y arregle todas estas cosas. Pero tenemos que recordar que, si estás del lado de Jehová, ¡estás del lado ganador! Dios ha decidido bendecir a Su pueblo. Dios ha prometido bendecir a Su pueblo.
Así que, por más que lo intente, Balaam no podrá maldecir a Israel. Cualquier cosa que diga no maldecirá al pueblo de Dios, porque Dios tiene el control, y nadie puede maldecir al pueblo de Dios sin Su permiso. Recuerda, Dios es la fuente de la maldición y la bendición. Él es el único que tiene autoridad para hacerlo.
Vamos a ver que esta respuesta que Dios le da a Balaam no es la respuesta que Balaam quiere escuchar. Él les dice a los mensajeros de Balac: «El Señor se ha negado a dejarme ir con ustedes». No les cuenta toda la historia. No dice: «Dios quiere bendecir a esta gente. No traten de maldecirlos».
En realidad, Balaam no ha creído ese mensaje. Él solo le dice: «El Señor se ha negado a dejarme ir contigo». Suena como si realmente quisiera ir, como cuando tus hijos dicen, «mi mamá no me deja ir. Realmente quiero ir, pero mi mamá no me deja ir». Él quiere ir, pero el Señor no lo deja.
Parece como que está dejando la puerta abierta para ser persuadido. En el fondo quiere hacer lo que Balac le pide que haga. Porque es un profeta mercenario, y quiere el dinero que se le ha ofrecido, la recompensa. No está orando para descubrir la voluntad de Dios. Quiere que Dios bendiga su voluntad –una gran diferencia, ¿cierto?
Y así, al pensar en nuestras vidas y en lo que esto tiene que ver con nosotras, recuerdo que estamos llamadas, no solo a no maldecir, sino también a bendecir activamente, especialmente cuando somos maldecidas. Jesús habla de esto en Mateo 5 en el Sermón del Monte. Dice que bendigan a los que los persiguen y oren por los que los maltratan.
Romanos 12:14 lo lleva más allá: «Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan». Bendícelos y no los maldigas. Si maldices y juzgas, lo recibirás de vuelta. De alguna manera, Dios se encargará de eso. Y los que maldicen al pueblo de Dios, de alguna manera lo recibirán de vuelta.
De alguna manera volverá sobre sus cabezas. En la fosa que han cavado para el pueblo de Dios ellos mismos caerán. Ahora, no los empujes a la fosa, deja que Dios lo haga a Su manera y en Su tiempo, y mientras tanto ora por misericordia para sus almas, para que Dios los lleve al punto del arrepentimiento y los libere.
No queremos orar juicio sobre aquellos que maldicen al pueblo de Dios. Queremos orar para que Dios los bendiga al apartarlos de sus propios caminos insensatos, malvados y llevarlos a bendecir a Dios y a Su pueblo. Pero deben saber –y debemos saber– que con el tiempo, si no se arrepienten, si continúan maldiciendo a Dios y a Su pueblo, serán maldecidos. Caerán en ese pozo.
Luego recuerda que cuando bendigas, incluso ante la maldición, recibirás bendición. La bendición volverá a ti. ¿Cómo sabemos eso? 1 Pedro 3:9 dice:
«…no devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fueron llamados con el propósito de heredar bendición».
Si la gente habla mal de ti, si te injurian, te persiguen, te acusan falsamente «dicen toda clase de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí», dijo Jesús), ¿qué haces? ¿Les devuelves maldición ¿Devuelves las injurias? No. Los bendices; oras para que Dios tenga misericordia de sus almas.
«Porque fueron llamados», dice Pedro en 1 Pedro 3:9, «con el propósito de heredar bendición». Si recibes de vuelta, en tu vida, la medida de bendición o maldición que has dicho a los demás, a los enemigos de Dios, a las personas con cuya ideología no estás de acuerdo –a los comentaristas y políticos que están «fuera de lugar», y sabes que lo que están diciendo es un error– si recibes de vuelta la medida de la bendición o la maldición que has proferido hacia ellos, ¿serás bendecida o maldecida?
¿Quieres ser bendecida? ¡Bendice!
Annamarie: La vida que Cristo nos invita a vivir es tan diferente al mundo. A la luz de lo que hemos estado escuchando hoy, ¿qué cambiaría en tu familia, en tu iglesia o en tu lugar de trabajo si usaras tus palabras para edificar y bendecir? Creo que esta es una pregunta importante que todas nos debemos hacer (y no solo una vez, sino varias veces a lo largo de nuestras vidas). Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a pensar en esto en la continuación de su estudio de la vida de Balaam.
Y es con enseñanzas como esta –y todo el archivo de recursos que tenemos disponibles en nuestra página web avivanuestroscorazones.com, que queremos alcanzar a más mujeres. Enseñanzas basadas en la Palabra de Dios, de modo que puedan experimentar libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Y tú, ¿quieres que más mujeres puedan escuchar este contenido?
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¿Sabes?, a veces, la situación que te está volviendo loca es exactamente lo que Dios quiere usar para enseñarte y bendecirte. Balaam lo aprendió cuando…bueno, lo sabrás en el próximo episodio. Asegúrate de regresar para la continuación de esta historia, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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