Una imagen de avivamiento
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Cómo sería si Dios visitara a Su pueblo? ¿Si Su presencia manifiesta descendiera mostrándose de forma poderosa en tu vida, en tu familia y en tu iglesia?
Annamarie Sauter: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy: ¿Qué diferencia haría en nuestro mundo? ¿Qué diferencia habría entre las naciones, entre aquellos que se oponen a Dios?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana nos encontramos en la serie titulada Un clamor por avivamiento. Si te has perdido alguno de los episodios anteriores encuéntralo en avivanuestroscorazones.com.
Aquí está Nancy con la continuación.
Nancy: Una de las grandes oraciones por avivamiento que he amado durante años, se encuentra en Isaías capítulo 64. ¡Veamos esta oración, excepto que no hemos llegado a Isaías 64 todavía! Hemos estado en el capítulo 63 los últimos 3 días.
Hemos visto el juicio y …
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Cómo sería si Dios visitara a Su pueblo? ¿Si Su presencia manifiesta descendiera mostrándose de forma poderosa en tu vida, en tu familia y en tu iglesia?
Annamarie Sauter: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy: ¿Qué diferencia haría en nuestro mundo? ¿Qué diferencia habría entre las naciones, entre aquellos que se oponen a Dios?
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana nos encontramos en la serie titulada Un clamor por avivamiento. Si te has perdido alguno de los episodios anteriores encuéntralo en avivanuestroscorazones.com.
Aquí está Nancy con la continuación.
Nancy: Una de las grandes oraciones por avivamiento que he amado durante años, se encuentra en Isaías capítulo 64. ¡Veamos esta oración, excepto que no hemos llegado a Isaías 64 todavía! Hemos estado en el capítulo 63 los últimos 3 días.
Hemos visto el juicio y la ira de Dios contra Sus enemigos en Isaías 63. Hemos visto la salvación y la compasión de Dios hacia Su pueblo. Hemos visto la rebelión del pueblo de Dios, y cómo Dios se ha convertido en Su enemigo.
Hemos visto al pueblo recordando los días pasados cuando Dios vino y los rescató y los liberó en el momento que más lo necesitaban. Y luego, la oración realmente empezó en el capítulo 63, versículo 15, cuando el pueblo de Dios clamó, gritó: «Señor, míranos desde el cielo…»
Este es el inicio de la oración que continúa hasta el capítulo 64 de Isaías.
Leímos todo el capítulo 63, y la división que tiene este capítulo es desafortunada, porque en el texto original no existe esta división. Es una continuación de la oración. Si no escuchaste la primera parte de la oración el día de ayer, déjame animarte a que vayas a avivanuestroscorazones.com donde puedes escuchar el programa o leer la transcripción.
La oración de Isaías dice: «Mira desde el cielo, y ve desde Tu santa y gloriosa morada…» (Isa 63:15). Y ahora él dice, No es suficiente que mires hacia abajo, oh Dios, ¿podrías venir a nosotros? ¡Vuélvete… Vuélvete a nosotros!
«¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras!» (Isa 64:1). Hoy hablaremos de los primeros tres versículos, la primera parte de esta oración, pero permíteme detenerme en la primera frase.
«Oh», es la primera palabra. Esta no es una oración mecánica, repetitiva, sin pasión, distraída, no es una oración a medias donde la mitad de las personas se quedan dormidas. Esta es una oración donde las personas se sienten vivas. ¡Es apasionada, ferviente, desesperada, de grandes ruegos!
Cientos de años atrás, Isaías observa de forma profética hacia el futuro, cuando el remanente en el exilio estaba orando y clamando a Dios por liberación, y donde ellos se dieron cuenta que su única esperanza estaba en que Dios bajara a la tierra.
La esperanza no era que Dios los librara de los babilonios; la esperanza era que Dios mismo bajara y visitara a Su pueblo y cambiara sus corazones, corrigiendo aquello que los llevó al exilio en primer lugar.
Como puedes ver, los babilonios no eran el problema. Ni siquiera los ves nombrados aquí. Pero lo que sí puedes ver es al pueblo de Dios, clamando: «Oh, si rasgaras los cielos y descendieras!» Ellos están diciendo, «nadie ni nada será suficiente». La necesidad es tan grande, que nada menos que una visita divina será suficiente.
Esta es una oración de valientes; es una oración llena de fe. Estas son personas que conocen que Dios tiene todo el poder en Sus manos. Ellos han visto lo que Él ha hecho antes, y están deseosos de verlo desplegar Su poder una vez más.
Y así ellos oran, «¡oh, si rasgaras los cielos». Qué visión es esta. Ellos están diciendo, «Dios, deshazte de toda barrera que nos impide verte y experimentar Tu gracia y Tu poder. Divide los cielos y desciende».
Nuevamente, este es un reconocimiento de que Dios está en los cielos. Él es el alto, el exaltado, el sublime; está separado de los pecadores. Es una plegaria para que Dios intervenga, para que baje del cielo, para hacer aquí en la tierra Su voluntad como se hace en el cielo, y hacer lo que solo Él puede hacer en esta tierra.
A pesar de que vemos la pasión y el fervor en esta oración, creo que existe un sentimiento personal e íntimo en ella. Como si un niño en necesidad llamara insistentemente a sus padres: ¡Rápido, vengan! ¡Los necesito! ¡Mamá, papá, ayudenme!»
Es un grito de desesperación, ¡te necesito!, es el tipo de cosas que no le dirás a una persona que no conoces. No le dirías esto a alguien en quien no confías, alguien que nunca ha probado su habilidad para hacer aquello que le estás pidiendo.
Así que, aquí vemos, «Dios, somos Tus hijos. Somos Tu pueblo. ¡Te necesitamos! ¡Dios, ayúdanos! ¡Estamos desesperados! Necesitamos que rasgues los cielos y desciendas hasta que los montes se estremezcan en Tu presencia (o tiemblen de temor, eso es lo que esta palabra significa), como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua, para dar a conocer Tu nombre a Tus adversarios, para que ante Tu presencia tiemblen las naciones! Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, y descendiste, los montes se estremecieron ante Tu presencia» (vv.1-3).
Ahora, detengámonos por un momento y veamos estos 3 versículos. Hay tanto en ellos que puede moldear nuestras oraciones por un avivamiento en nuestros días. Esta es una bella descripción de un avivamiento en el Antiguo Testamento.
Puedes ver que el avivamiento está centrado en Dios y no en el hombre. Es ¡Dios desciende, intervén, transforma, sacude todas las cosas! Y en el proceso de la venida de la presencia de Dios y Su visita, no existe nada ni nadie que no sea influenciado o cambiado.
Puedes ver a Sus enemigos más temidos temblando ante Su presencia, aquellos que han levantado su puño contra la cara de Dios y han dicho, «¡no queremos que gobiernes sobre nosotros!» Ahora están temblando. ¡Dios ha triunfado, ha ganado!
Y en esta oración el remanente recuerda tiempos pasados en los que Dios descendió. Él ha hecho cosas grandiosas; Él ha desplegado Su poder sobre toda la creación. Ahora ellos están rogando ante Él, «¡por favor desciende!» Hay una sensación de anhelo, de desesperación, de gran necesidad, de humildad…y una sensación de confianza en lo que Dios puede hacer si tan solo viniera.
Esta es la comprensión de que el desorden, el caos en el que nos encontramos ahora podría cambiar. Mientras lees este párrafo puedes darte cuenta de que la meta, la motivación, el propósito de rogar a Dios que descienda no es que seamos felices o que todos nuestros problemas se resuelvan.
Como puedes ver en este pasaje, una visita divina puede causar algunos problemas. Como cuando el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua, las montañas y naciones tiemblan. El propósito de la visita divina no será resolver todos nuestros problemas. El propósito es, «¡que Tu nombre sea conocido, y todos sepan que Tú eres Dios!»
Escucha, si esta no es la razón por la que vives, estás viviendo por las razones equivocadas. Y si eres una hija de Dios, en lo profundo de tu corazón, esto es lo que deseas más que cualquier cosa en el mundo, que el nombre de Dios sea conocido entre todos los que no le conocen.
Tu mayor preocupación no debe ser que una persona en particular ocupe la presidencia, o que algún partido político gane las elecciones, o lidiar con esta u aquella persona. Tu mayor preocupación debe ser que el nombre de Dios sea conocido, honrado, reverenciado y respetado.
«…santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» (Mat. 6:9-10).
Ahora, la frase que más resalta para mí es la de Isaías 64:1-3, esta se repite 3 veces. ¿Lo pudiste notar? Dice: «En Tu presencia…» «¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras! Si los montes se estremecieran ante Tu presencia, (como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua), para dar a conocer Tu nombre a Tus adversarios, para que ante Tu presencia tiemblen las naciones! Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, y descendiste, los montes se estremecieron ante Tu presencia…»
Puedes observar el mismo concepto en Isaías 63:9, cuando dice: «…y el ángel de Su presencia los salvó», cuando habla del éxodo fuera de Egipto. La presencia de Dios…y quiero detenerme en este concepto por un momento y que aumente tu interés en conocer lo que puede suceder cuando la presencia de Dios viene y visita a Su pueblo.
Ahora, yendo a la época de los puritanos, ellos hablan de tres diferentes aspectos de la presencia de Dios. Hablan en primer lugar y de manera sencilla de la omnipresencia de Dios, el hecho de que Dios está en todo lugar todo el tiempo. Dios está en todo lugar. Está en esta habitación, pero también está en toda la tierra. La omnipresencia de Dios. Muchas personas no están conscientes de esto, pero Él sigue ahí.
«Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me tomará Tu diestra» (Sal. 139:9). No puedes escapar de la presencia de Dios.
Y ellos también hablaban de cultivar un sentido de la presencia de Dios. A esto nos referimos cuando decimos, «acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones». (Sant. 4:8). Y hacer esto a medida que practicamos las disciplinas de la gracia, los medios de gracia: la oración, la lectura bíblica, la comunión con los hermanos, la cena del Señor y las disciplinas eclesiásticas. Mientras más nos acerquemos a Dios, tendremos un mayor anhelo por Su presencia.
Si tienes un tiempo devocional, un tiempo de quietud donde buscas al Señor, lees Su Palabra y oras, desde hace 25 años, vas a tener un mayor sentido de la presencia de Dios que cualquier otra persona que no haya cultivado nunca Su presencia.
Si, Dios está en todo lugar, Dios es omnipresente, pero tú tienes un sentido de la presencia de Dios que quizás otras no tengan. Pero luego, los puritanos hablaron de algo llamado la presencia manifiesta de Dios, donde Dios es experimentado, sentido, y conocido en Su gloria y poder, de una forma inusual.
Ahora bien, la presencia manifiesta de Dios está en el cielo. Cuando lees las descripciones del Antiguo y del Nuevo Testamento de lo que está ocurriendo en Su presencia, ante el trono de Dios, todo se trata de la presencia manifiesta de Dios.
Pero aquí en la tierra, no vemos ni experimentamos mucho de esto. Pero sí existen aquellos momentos en la vida de un individuo, una iglesia, una familia, o algunas veces en una nación, cuando Dios –permíteme decírtelo como si Él estuviera abriendo las cortinas y dándonos una visión de algo que no podemos ver del todo hasta que lo veamos cara a cara (o la visión nos mataría)– nos da un vistazo de Su gloria, de Su presencia manifiesta, una manifestación de la presencia de Dios.
¿Alguna vez has estado en un servicio dominical en el que hay convicción y un sentir de la presencia de Dios, y que las personas saben que Dios ha estado ahí? En un servicio –que me viene en este momento a la mente, donde Dios estaba obrando y dando convicción a las personas de su necesidad de limpiar sus conciencias y volverse a Él– las personas estaban tan deseosas de llegar al lugar dónde podían lidiar con sus pecados, que saltaban sobre los bancos para llegar al lugar de oración y decir, «¡si, Señor!», y responderle a Dios. Así era su urgencia.
Me refiero a que esto no es algo que sucede todos los domingos. Sería grandioso que sucediera, pero no es así. Esto es lo inusual, el extraordinario sentido de la presencia de Dios. Richard Owen Roberts es un hombre que he conocido por muchos años.
El Dr. Roberts es un hombre mayor. Es uno de los líderes historiadores, estudiantes, y escritores del tema del avivamiento en nuestros días. Me encanta su trabajo con respecto al avivamiento. Él ha hablado a nuestro equipo por mucho tiempo acerca de esto, y todo lo que puedas encontrar de él, te animo a leerlo y escucharlo.
Él dice que, «hay un sentir precioso en el que el avivamiento es, literalmente, Dios en medio de Su pueblo. Su presencia manifiesta produce todo lo que es deseado en el avivamiento. La ausencia de Su presencia manifiesta produce todo lo que no es deseable durante las etapas de declive moral y espiritual, lo cual precede a un avivamiento».
Él dice: «El avivamiento es el tiempo en el que el cielo se acerca más a la tierra como en ningún otro momento, en la vida de los hombres y las mujeres». «¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras!»
Vemos en este pasaje, el poder de la presencia manifiesta de Dios. Lee estas metáforas que la comparan con un terremoto que provoca que las montañas se estremezcan, que tiemblen de miedo. Tenemos la imagen del fuego que enciende el matorral y hace que el agua hierva. Es potente, poderosa, puede ser mortal y peligrosa. No puede ser controlado por otros.
No hay nada dócil en Dios cuando lo ves moverse en tiempos de avivamiento. Nada queda igual cuando la presencia de Dios desciende. Piensa en las montañas imponentes, fuertes e inamovibles. Pero en tiempos de avivamiento, estas montañas se estremecen. Son eliminadas.
Pueden ser montañas de pecado, montañas de incredulidad, montañas de pensamientos incorrectos arraigados, montañas de materialismo y codicia, montañas de injusticia. Existen cosas en las que llegarías a pensar, «esto nunca se va a mover. Esto nunca cambiará». Pero en la presencia de Dios, esas montañas se derrumban.
Las naciones tiemblan ante la presencia de Dios. ¿Qué tan frecuentemente puedes ver esto ocurriendo el día de hoy? ¡No mucho! Puedes ver naciones levantando su puño contra Dios, diciendo, «¡no tenemos nada que ver contigo!» Puedes ver naciones, incluyendo la tuya, institucionalizando, legitimando y legislando el mal.
Pero imagina ver tu nación, y otras naciones de la tierra, temblando ante la presencia del Señor…temiendo hacer cualquier cosa que lo deshonre. ¡Esto ocurre! Puede ocurrir si Dios manifiesta Su presencia. Su nombre es conocido por Sus adversarios. Aquellos que se resisten a Él, se convierten en sus adoradores.
Richard Owen Roberts, hablando sobre el avivamiento nos dice:
Sin duda, el grandioso aspecto de cada verdadero avivamiento es el peculiar y maravilloso sentir de la presencia de Dios que se manifiesta. Es este gran sentido de la presencia de Dios que atrae grandes multitudes, produce una intensa convicción, hace que las lágrimas fluyan, y permite que los pecadores más endurecidos procuren enmendar sus pecados de años anteriores, produce conversiones instantáneas y produce un gozo y un entusiasmo espontáneo.
¡La presencia de Dios hace estas cosas!
Quiero leerte la historia de cómo ha sido el tiempo en que la presencia de Dios manifiesta descendió, cuando Dios rasgó los cielos, bajó y visitó a Su pueblo.
Desde el primer avivamiento (existen tres o cuatro), déjame llevarte, en las palabras de Jonathan Edwards, a una escena que él describe en Nueva Inglaterra, cuando la presencia de Dios irrumpió en 1735. Esta es la descripción:
«El pueblo parece estar lleno de la presencia de Dios: nunca había estado tan lleno de amor, ni de alegría, e inclusive estaba lleno de angustia hasta ese momento. Había señales notables de la presencia de Dios en casi todas las casas. Era un tiempo de alegría en las familias en la que contaban la salvación que había llegado a ellos. Padres regocijados de que sus hijos habían nacido de nuevo, y los esposos regocijados de igual forma sobre sus esposas y las esposas sobre sus esposos.
Los acontecimientos de Dios fueron vistos en Su santuario. El día del Señor era un deleite y Su tabernáculo era afable. Nuestras asambleas públicas eran hermosas. La congregación estaba viva en el servicio a Dios, todos anhelaban intencionalmente la adoración pública, todo oyente deseaba en gran manera beber las palabras que salían de la boca de los ministros. (¡No había nada aburrido aquí! Así es como era).
¡La asamblea en general estaba, de tiempo en tiempo, en llanto mientras la Palabra era predicada; algunos sollozos de lamento y angustia, otros de gozo y amor, otros de compasión y preocupación por las almas de sus vecinos… Dios estaba en medio nuestro!»
Luego vamos al 1859, un avivamiento que ocurrió en Irlanda del Norte, y aquí hay una descripción de una experiencia memorable en particular, «habíamos estado orando y esperando unas bendiciones preciosas, pero, no obstante, tomados por sorpresa de forma repentina, poderosa y extraordinaria por las manifestaciones de la presencia del Espíritu».
¿Pudiste captar eso? «¡Estábamos orando por esto. Deberíamos estar esperando esto, pero cuando sucedió, fue tan maravilloso que estábamos sorprendidos!»
«Todo tipo de personas en su forma, temperamento y carácter, fueron misteriosamente afectadas, dominadas, postradas, estaban conmovidas derramando en agonía, clamores por misericordia. La mayoría fueron impactadas y despertadas a encontrar paz y alivio en un espacio de tiempo muy corto, y luego sus rostros brillaban con dulzura y gloria más allá de lo que podríamos describir.
Muchas de ellas recibieron una influencia maravillosa y poderosa en la oración. Odio por el pecado, amor al Salvador, celo por Su causa, afecto de unos por otros, y preocupación por la muerte de los pecadores; esto tomó absoluta posesión de sus corazones y literalmente gobernaba y regía sus acciones.
Por alrededor de seis semanas, casi en todos los trabajos agrícolas (esta era una economía agrícola) cualquier tipo de empleo secular fue suspendido (¡seis semanas!), ningún hombre podía pensar o atender otra cosa que no fuera su alma. Día y noche, el sonido de la oración y la adoración nunca cesó.
Un sentido de asombro y terror sobrecogió al más audaz de los pecadores, mientras que en cientos de personas que habían vivido como si la eternidad fuera ficción, se podía observar que por primera vez se daban cuenta de su verdad y presencia, sintiendo como si el fin de todas las cosas estuviera cerca».
¿Ves el sentido de urgencia, el sentido de eternidad que viene del corazón del pecador más endurecido y del creyente más comprometido? Hay un sentido de gozo, de convicción. Es una intensidad que viene de la presencia de Dios.
Permíteme leerte una más; esta tuvo lugar en 1949, en la isla de Lewis, la isla más grande de las afueras de las Hébridas. Duncan Campbell fue el hombre que Dios usó para predicar en este avivamiento.
Se dice que después de haber predicado en esa ocasión en particular, «un silencio solemne llegó sobre la iglesia. El servicio terminó en un incómodo y tenso silencio, y el edificio se vació». Ahora, antes de seguir leyendo, déjame preguntarte, ¿cómo termina la mayoría de nuestros servicios?
¿Hay alguien pensando en el sermón, en el servicio? Quizás en tu iglesia si lo piensan…quizás en algunas iglesias lo hacen. Pero muy a menudo, estamos atentos a quién está jugando esta tarde, quién va a casa de quién, qué haremos la próxima semana.
Quiero decir, disfrutando la compañía de los hermanos, ¡pero esto era diferente!, así fue que terminó el servicio, el edificio se vació y la congregación entera estaba orando afuera, sin deseos de dispersarse. Otros que no estuvieron en el servicio fueron sacados de sus hogares por un poder irresistible que no habían experimentado anteriormente y se unieron a ellos. ¿A dónde fueron? A la iglesia.
«Había miradas de profunda angustia en muchos rostros. La impactante presencia de Dios, trajo una ola de convicción de pecado que alcanzó incluso a los creyentes maduros, trayendo gemidos de angustia y oración de arrepentimiento por los inconversos.
Los hombres fuertes se postraron ante el peso de su pecado, y el clamor por misericordia se mezcló con gritos de alegría de otros que pasaron de la muerte a la vida».
Y yo diría, ¡vale la pena ir a la iglesia para esto! Esto es lo que ocurre cuando la presencia de Dios desciende.
¿Puedes creer que este tipo de cosas podrían suceder hoy en día? ¿Cómo sería si Dios visitara a Su pueblo? ¿Si Su presencia manifiesta descendiera, mostrándose de forma poderosa en tu vida, en tu familia y en tu iglesia?
¿Qué diferencia haría en nuestro mundo? ¿Qué diferencia habría entre las naciones, entre aquellos que se oponen a Dios? Entonces, tenemos que preguntarnos, ¿realmente deseamos la presencia de Dios? ¿Estamos dispuestas a recibir los resultados de Su presencia en nuestras vidas, en nuestras circunstancias?
Algunas veces pienso que es más confortable vivir en la realidad de lo normal, lo que es natural, que adentrarse en las profundidades de Su vida sobrenatural. Porque como puedes ver, la presencia de Dios afecta el status quo.
Como el terremoto que altera drásticamente la tierra; como el fuego que quema todo lo que es temporal o contaminado. Pienso que muchas veces podemos retroceder ante las implicaciones que conlleva si Dios desciende y nos visita con Su presencia.
Tenemos miedo de que pueda ser incómodo; puede que nos empuje fuera de nuestra zona de comodidad. ¿Qué cambiaría? ¿Qué nos costaría? ¿Qué ajustes deberíamos hacer? ¿Qué quedaría expuesto a la luz de Su presencia de aquello que hemos estado guardando en secreto y ocultando hasta hoy?
Existen algunos que dudan de que esto sea posible. Es por esto que me encanta leer estas historias. Las he estado leyendo desde que soy una jovencita, las historias de cómo Dios se ha movido en tiempos pasados, y esto es lo que me da la fe y la confianza de que Él puede volver a hacerlo.
Algunas son ambivalentes. Están satisfechas en cómo se encuentran las cosas actualmente; no sienten la necesidad de algo más. Pero, creo que cada corazón de cada hija verdadera de Dios, en alguna parte, anhela ver que Dios divida los cielos y descienda…¡a visitarnos con Su presencia!
¿Es este tu deseo? Sé que esto puede causar temor. Sé que algunas veces pensamos que todo está bien y deseamos mantener el negocio como de costumbre, la iglesia como algo normal. Causa un poco de temor el pensar en lo que puede ocurrir si Dios verdaderamente desciende.
Pero, ¿está realmente en tu corazón ese deseo de que Dios rasgue los cielos y descienda? Si es así, clama a Él. Ruega diciendo, «oh, ¡desciende Señor Jesús! Visítanos. Manifiesta Tu presencia y Tu poder. Remueve las montañas que interrumpen Tu paso. No podemos vivir más tiempo sin Tu presencia. Sin importar el costo, esto es lo que queremos».
¿Te unirías a nosotras? Serías una de las que dicen, «Señor, ven, visítanos!» El Señor escuchará esos ruegos; en Su tiempo y a Su manera, creo que lo estaremos viendo descender.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth te ha estado invitando a decir, «sí, Señor». Creo que enseñanzas como esta nos hacen examinar los verdaderos anhelos de nuestros corazones. Y es que en medio de la necesidad que nos rodea, también enfrentamos necesidades en nuestras propias vidas. Mañana estaremos escuchando más acerca de esto, así que acompáñanos para el próximo episodio.
Llamándote a clamar por un avivamiento, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación