Una dedicación muy especial
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es tan importante, creo yo, que los padres sean intencionales acerca de liberar y dedicar sus hijos al Señor. Tus hijos, cuando los dedicas a Dios, se convierten en tu más grande legado. Si has dedicado tu hijo a Dios, eso te libera de cualquier temor porque tus hijos le pertenecen a Dios.Puedes dejarlos a Su cuidado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Muchas de nosotras conocemos el relato de Navidad que encontramos en Lucas capítulo 2, pero solo una parte. En nuestra serie actual Nancy nos ha estado dando un panorama más amplio, profundizando en la dedicación de Jesús en el templo. Aquí está ella con la continuación de su enseñanza titulada, La dedicación del Rey.
Nancy: La iglesia a la que asisto, cada cierto tiempo celebra una dedicación de bebés. Los padres …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Es tan importante, creo yo, que los padres sean intencionales acerca de liberar y dedicar sus hijos al Señor. Tus hijos, cuando los dedicas a Dios, se convierten en tu más grande legado. Si has dedicado tu hijo a Dios, eso te libera de cualquier temor porque tus hijos le pertenecen a Dios.Puedes dejarlos a Su cuidado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Muchas de nosotras conocemos el relato de Navidad que encontramos en Lucas capítulo 2, pero solo una parte. En nuestra serie actual Nancy nos ha estado dando un panorama más amplio, profundizando en la dedicación de Jesús en el templo. Aquí está ella con la continuación de su enseñanza titulada, La dedicación del Rey.
Nancy: La iglesia a la que asisto, cada cierto tiempo celebra una dedicación de bebés. Los padres que han tenido bebés en los últimos meses traen a sus bebés cargados y los presentan.
Los padres dedican sus hijos al Señor, y la congregación les expresa cierto grado de responsabilidad a la hora de influenciar estas familias. Siempre es un tiempo muy dulce. Hoy quiero hablarles sobre una dedicación muy especial de un Bebé que ocurrió alrededor de la época de la primera Navidad.
Leemos sobre esto en Lucas capítulo 2, comenzando en el versículo 22. Vamos a ver la dedicación de Jesús y luego haremos algunas aplicaciones prácticas para padres que son creyentes y que quieren dedicar sus hijos al Señor.
Permíteme primero leer Lucas 2, versículos 22 y 23:
«Cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron (María y José) a Jerusalén para presentarle (a Jesús) al Señor (como está escrito en la Ley del Señor: TODO VARÓN QUE ABRA LA MATRIZ SERÁ LLAMADO SANTO PARA EL SEÑOR)».
Ahora, de acuerdo a la ley judía, cuando una mujer tenía su primer hijo nacido varón, su primogénito, cuando este tuviera 40 días de nacido, ella debía ir al templo para el rito de la purificación. Hablamos sobre eso en la última sesión. Ella también dedicaría ese primogénito al Señor. Así que aquí vemos a María y a José llevando a Jesús al templo en Jerusalén. Esta sería la primera vez que Jesús visitaba el templo.
En esta escena, dos rituales o dos ritos diferentes se llevan a cabo, posiblemente tres, como veremos en solo unos momentos. El primero lo vimos en la última sesión, y era la purificación de la madre, un ritual de purificación que se debía realizar luego del alumbramiento.
Y luego tenemos en el pasaje de hoy, la presentación o la dedicación del niño al Señor. Esta presentación o dedicación del bebé se basaba en la ley que Dios le dio a Su pueblo en el Antiguo Testamento después de que fueron libertados de la esclavitud en Egipto. Lo has leído en Éxodo 13.
Ellos acababan de salir de Egipto, incluso antes de que ellos atravesaran el mar Rojo, Dios le dijo a Moisés: «Conságrame todo primogénito; el primer nacido de toda matriz entre los hijos de Israel, tanto de hombre como de animal, me pertenece» (v. 2).
Así que el primogénito de toda matriz en la comunidad judía, debía ser consagrado al Señor. Esa palabra «consagrado» significa ser separado, ser santificado, separado para los propósitos de Dios.
Eso es lo que significa dedicar un bebé al Señor: Ese niño es consagrado a Dios. Se hacía en conmemoración de la noche en que Dios liberó a Su pueblo de la esclavitud en Egipto. ¿Recuerdas esa última noche antes de que los hijos de Israel salieran de Egipto? Ellos habían sido esclavos de Faraón por 400 años, y en esa última noche, Dios hirió a todos los primogénitos tanto de niños como de animales allí en Egipto.
El ángel de la muerte se paseó por Egipto y mató a todos los primogénitos. Los egipcios se habían rebelado contra la ley de Dios, y Dios envió juicio en la muerte de todos los primogénitos.
Pero la misma noche que el ángel de la muerte hirió a todos los primogénitos egipcios, el ángel de la muerte pasó sin hacer daño a los primogénitos, tanto niños como animales, de los israelitas. No porque ellos fueran más santos o justos o merecedores de la misericordia de Dios que los egipcios, sino porque ellos habían obedecido a Dios y habían puesto la sangre de los corderos en las puertas y dinteles de sus casas.
El ángel veía la sangre y decía, «yo pasaré por esa casa sin hacer daño». Y así los primogénitos israelitas fueron librados. De modo que cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, Dios reclamó el derecho sobre todos los primogénitos que salieron de Egipto.
Dios dijo que todos los primogénitos, tanto niños como animales, eran Su posesión. Le pertenecían a Él. Ahora, eso dio lugar a otro importante ritual que se hacía con los primogénitos judíos: no solo la dedicación al Señor, sino también lo que era conocido como su redención. A los padres se les requería no solo que dedicaran sus hijos al Señor, sino que redimieran o compraran a sus hijos primogénitos de vuelta pagando un precio de rescate.
Redimir algo es volverlo a comprar. El precio de rescate o la redención por cada primogénito era cinco siclos de plata. Los cinco siclos eran entregados al sacerdote, y eso era parte del dinero que contribuía con el sostenimiento del templo.
Así que como primogénito varón, Jesús fue llevado al templo por María y José, y fue consagrado o presentado al Señor. Ellos fueron a presentarlo al Señor. De esa manera María y José decían, «este hijo te pertenece a Ti. Él será separado para Tus propósitos».
Y aunque no es mencionado de forma específica en las Escrituras, ellos sin duda debieron pagar los cinco siclos al sacerdote para redimir al hijo de María. Ahora, si esto en efecto tuvo lugar, ellos pagaron cinco siclos para redimir a Aquél que un día se convertiría en el Gran Sumo Sacerdote y Redentor del mundo.
Puedes ver aquí otra vez una imagen de Cristo, que vino a cumplir la ley. En cada punto, Él cumplió lo que la ley estipulaba. Él nos redimiría, de acuerdo a 1 Pedro 1, no con cosas perecederas, como oro o plata sino con Su propia sangre preciosa (vv.18 y 19, parafraseados).
Ahora, como he meditado en este pasaje, me voy a ir por una pequeña tangente aquí. No es el punto principal del pasaje, pero creo que es una aplicación importante para padres creyentes.
Quiero hablar sobre esto de que los padres dediquen sus hijos al Señor. Primero que todo, presentar o dedicar tus hijos a Dios implica la disposición de primero presentarte tú mismo al Señor.
Es significativo para mí que María presentó a su hijo al Señor al mismo tiempo que ella misma fue al templo para el rito de la purificación del que hablamos en la última sesión. Ella atravesó su propia purificación ante el Señor de forma que ella pudiera consagrar y presentar su Hijo al Señor.
Me vino a la mente otro versículo en las Escrituras que habla sobre presentarse al Señor. ¿Recuerdas dónde está? Romanos capítulo 12, versículo 1: «Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional».
Nos dice que nos presentemos al Señor. Como padre, quieres criar a tus hijos en la comunidad de la fe y que sean temerosos de Dios, siervos que aman a Jesucristo. Quieres que tus hijos conozcan al Señor, así que cuando dedicas tus hijos al Señor, los presentas a Dios para que todo esto suceda. ¿Pero cómo pueden los padres pensar en presentar sus hijos al Señor si ellos mismos no se han presentado primero al Señor?
Si estás manteniéndote lejos del Señor, queriendo correr y controlar tu propia vida, ¿no resulta algo hipócrita el presentar tus hijos al Señor y decir, «yo quiero que Tú controles este niño, yo quiero que Tú gobiernes la vida de este niño»?
Y no solo cuando el niño es pequeño, sino también cuando va creciendo, si tú estás tratando de llevar el timón de tu vida, resistiendo la voluntad de Dios, ¿acaso puedes molestarte cuando tus hijos digan «yo quiero controlar mi vida»? Y tú les dices, «no, necesitas obedecer a Dios», pero ellos te dicen, «enséñame, ¿cómo luce eso?»
No puedo recalcar suficientemente la importancia de que los padres se consagren y se dediquen ellos mismos al Señor. Si tú nunca has hecho eso conscientemente, solamente di: «Señor, soy tuya. Me presento a Ti. Soy Tu hija. Te pertenezco a Ti».
Hoy sería un buen tiempo para que hagas eso. Nunca es demasiado tarde, mientras tengas aliento. Dios todavía te está extendiendo Su misericordia para que puedas decir, «Señor, hoy me presento a Ti. Soy tuya. Quiero que Tú gobiernes mi vida y tomes el control».
Así que presentar o dedicar tus hijos al Señor primero implica la disposición de presentarte a ti misma al Señor. Y luego, dedicar tus hijos a Dios, ya sea en un servicio formal que se realice en tu iglesia, o de alguna manera más informal. Dedicar tus hijos al Señor es un reconocimiento de que la concepción, el nacimiento y la vida son todos regalos del Señor.
Tu hijo es un regalo del Señor. Ahora, yo creo que cada padre de un recién nacido, y ciertamente cada mamá de un recién nacido, reconoce cuando sostiene a ese bebecito, «este es un regalo increíble».
Pero, ¿te detienes para reconocer que tu hijo es un regalo de Dios, no solo cuando ese niño tiene seis días de nacido y no ha hecho nada para ofenderte, sino también cuando ese hijo tiene 16 años y te está sacando de quicio? ¿Te recuerdas a ti misma, «este hijo es un regalo de Dios»?
El Salmo 127 nos dice: «He aquí, don del Señor son los hijos; y recompensa es el fruto del vientre» (v.3). En Isaías capítulo 8, está esa frase donde el profeta Isaías dice: «Yo y los hijos que el Señor me ha dado» (v.18).
Qué forma de vivir para un padre, estar siempre diciendo: «Señor, aquí estoy yo y los hijos que Tú me has dado. Nosotros nos hemos dedicado a Ti, consagrado a Ti, para ser usados para Tus propósitos».
Dedicar tus hijos a Dios es reconocer que tus hijos son un regalo de Dios. Ahora, quiero que en este momento, aquellas de ustedes que son madres, piensen en sus hijos, desde los más pequeños hasta los más grandes. Algunas de ustedes son abuelas, tal vez bisabuelas; solo piensa en los hijos que Dios te ha dado.
En las diferentes etapas de la vida, para bien o para mal, ellos tienen fortalezas y debilidades. Por cierto, sacaron la mayoría de esas cosas de sus padres, y dices, «sí, sacaron eso de su papá». Pero piensa en esos niños. Piensa en cada nombre, en cada niño. Visualiza ese niño en tu mente y en tu corazón.
Di, «sí, Señor, ese hijo es un regalo tuyo». Ahora, ese hijo puede no estar actuando como un regalo bien envuelto en el momento. Ese hijo puede que esté causando problemas. Ese hijo puede que esté afligiendo tu corazón, pero ese hijo es un regalo del Señor.
Dedicar ese hijo al Señor es un reconocimiento de eso. Y luego dedicar tus hijos al Señor es un reconocimiento de que esos hijos le pertenecen a Dios. Es una señal de renuncia a la propiedad. Este hijo no es mío. Este hijo es solo un préstamo para que yo lo cuide en nombre del Señor. Este hijo le pertenece a Dios.
Al reconocer que ese hijo le pertenece a Dios, aceptas tu responsabilidad de parte del Señor de levantarlo en la disciplina e instrucción del Señor.
Estás aceptando tu responsabilidad ante Dios de cuidar de ese hijo, de guiar ese hijo que Dios te ha prestado. Así que cuando dedicas el bebé al Señor, estás reconociendo que este hijo le pertenece a Dios, pero también estás aceptando tu responsabilidad como padre, de nutrirlo de acuerdo a la Palabra de Dios.
Y además, cuando dedicas tu hijo a Dios, estás presentándolo a Dios y liberándolo para servirle a Él y para ser usado para los propósitos de Dios. Estás abriendo tus manos. Estás diciendo, «este hijo no es mío para aferrarme o apegarme a él para usarlo para mis propósitos. Este hijo es para ser usado para los propósitos de Dios. Dios tiene un propósito para este hijo en esta tierra, y yo lo estoy liberando para ese propósito, cualquiera que sea».
Poco sabía María en el momento en que ella dedicaba al niño Jesús al Señor, de cómo se le requeriría que abriera sus manos y liberara ese Hijo para los propósitos santos de Dios, que le causarían gran dolor y sufrimiento.
Algunas veces los propósitos de Dios para tu hijo entristecerán tu corazón. Algunas veces habrá una separación. A ti te gustaría tener a todos tus hijos para siempre alrededor tuyo, como una mamá gallina, ¿verdad? Pero Dios llama a tu hijo a servirle a Él en otro lugar. Cuando tú dedicas tu hijo a Dios, estás diciendo, «libero este hijo a los propósitos de Dios mientras tenga vida».
Es tan importante, creo yo, que los padres sean intencionales acerca de liberar y dedicar sus hijos al Señor. Tus hijos, cuando los dedicas a Dios, se convierten en tu más grande legado.
Ellos son la forma en que tu vida será una bendición para el mundo, mucho después de que te vayas. Es un privilegio tan grande, como padre, decir, «Señor, te entrego este hijo a Ti para ser usado para Tus propósitos».
Ahora, dedicar tus hijos a Dios tiene algunas implicaciones prácticas que se extienden mucho más allá de ese servicio en la iglesia, cuando el niño tiene algunas semanas o meses de nacido. Estas implicaciones les acompañarán a ti y a ellos a lo largo de sus vidas.
Hablemos de algunas de esas implicaciones. En primer lugar, si has dedicado tu hijo a Dios, eso te libera de cualquier temor porque tus hijos le pertenecen a Dios. Puedes dejarlos a Su cuidado.
Otra implicación de dedicar tus hijos al Señor, es que eso coloca una gran responsabilidad en tus hombros como mamá, porque tus hijos pertenecen a Dios. Esto no solo te libera de temores, porque ellos le pertenecen a Él, sino también te hace altamente responsable. Tú estás cuidando algo que le pertenece a Dios.
Tú darás cuenta a Dios por el ejemplo de tu vida a tus hijos, por tu fidelidad a la hora de entrenar a tus hijos, por cualquier cosa que hayas puesto en su vida o en su camino que provoque que ellos tropiecen en su vida espiritual.
Dios considera esto seriamente, lo leemos en las Escrituras. Así que el hecho de que hayas dedicado tus hijos a Dios, significa que es una responsabilidad inmensa ser padres de acuerdo a los caminos de Dios.
Y también, solo el hecho de que hayas dedicado tus hijos a Dios, y esto es algo que les dices a medida que crecen, les dará a tus hijos un sentido de responsabilidad inmenso al recordar, «mamá y papá no son lo más grande en mi vida. Yo le pertenezco a Dios».
Mis padres me dedicaron al Señor cuando yo era una pequeña bebé en la Iglesia Bautista de Highland Park en Chattanooga, Tennessee. El Dr. Lee Roberson era el pastor en ese tiempo, y yo no tengo memoria de este evento. Yo era muy, muy pequeña. Pero mis padres me hablaron de esto a medida que yo crecía.
Por cierto, tuve la oportunidad (antes de que el Dr. Roberson partiera con el Señor –él estaba en sus noventas cuando se fue a casa) tarde en su vida tuve la oportunidad de ir y conocerlo y agradecerle por su labor en dedicarme al Señor cuando era una bebé.
Ha marcado mi vida y a lo largo de ella, el saber que mis padres me presentaron y dedicaron al Señor para ser usada para los propósitos de Dios. Y a través de mi vida, he tenido este sentimiento de, «yo pertenezco a Dios. Mi vida ha sido apartada para Su uso». Es importante que tus hijos lo sepan.
En ocasiones, el hecho de que dediques tus hijos a Dios puede significar que llegues a un punto donde tengas que liberar completamente a ese hijo de la supervisión directa y tal vez incluso a la disciplina del Señor.
Tu hijo puede ser que esté en su adolescencia o en sus veinte o treinta o incluso mayor, y te das cuenta de que todavía tienes que reconocer las implicaciones de haber dedicado ese hijo a Dios.
Tengo una amiga que dedicó a su hija al Señor cuando esa hija era solo una pequeña niñita. Ahora la hija es una joven adulta, y está tomando algunas decisiones equivocadas. Esas decisiones son muy tontas y muy peligrosas.
Esta es una madre que ha rogado. Ha llorado. Ha orado. Ella ha apelado a su hija, pero ahora ella tiene que vivir con las implicaciones de haber dedicado esa hija a Dios años atrás.
Ella y su esposo han tenido que comunicarle a esa hija, «te estamos liberando en las manos de Dios. Respóndele a Él». A través de lágrimas, esa madre me dijo en el teléfono esta semana pasada, «le he recordado a Dios: ella es Tu hija. Ella es Tu responsabilidad. Ella no está bajo mi techo ahora. No estoy disponible para ella físicamente. No puedo hacer que ella haga lo que es correcto, pero confío en Ti Señor». Y le ha dicho a su hija, «estamos confiándote y entregándote al Señor».
Esta semana pasada me topé, en el boletín de mi iglesia, con una carta de William Carey, un misionero británico en la India. Él escribió a su padre en 1793 y muestra el sentir del corazón de un hijo que reconoce que le pertenece al Señor, pero también las implicaciones que eso tiene para los padres.
William Carey dijo: «Ser consagrado como un sacrificio para los usos santos es el gran negocio de un cristiano. Me considero pues dedicado y dispuesto al completo servicio de Dios». Él le está escribiendo a su papá para decirle esto. Él dice: «Ahora, he sido designado para ir a Bengala en el este de las Indias, un misionero para los hindúes».
Esto era en los días anteriores al correo electrónico y al servicio aéreo donde uno puede ir de aquí para allá. Cuando ibas al campo misionero en esos tiempos, puede ser que nunca más volvieras a ver a tu familia por el resto de vida.
Él dice:
Yo espero, querido padre, que tú hayas sido capacitado para rendirme al Señor para la labor más ardua, honorable e importante a la que los hijos de los hombres hayan podido ser llamados. Tengo que hacer muchos sacrificios. Debo separarme de mi amada familia y de un buen número de mis amigos más queridos, pero he puesto mi mano en el arado.
Déjame preguntarte, ¿has dedicado tus hijos al Señor? No te pregunto si participaste en un servicio en la iglesia al que se le llamó «Servicio de dedicación de bebés»…pero de corazón, ¿has presentado cada uno de tus hijos al Señor?
Sea lo que sea que eso signifique, no importa lo que el Señor quiera para ellos, la forma en que Él quiera usarlos, independientemente de la manera en que Dios necesite tratar con ellos para ganar y conquistar sus corazones, ¿has abierto tus manos y has levantado esos hijos al Señor para decirle, «Señor, son tuyos. Te los presento a Ti para Tus propósitos, para Tu gloria».
Débora: Estas son palabras importantes para cada madre que nos escucha –y aun para cada mentora. Nancy regresará para cerrar en oración.
Quizás no pensaste que un mensaje de navidad pudiera dirigirte a considerar dedicar tus hijos al Señor. Esta es una aplicación práctica que Nancy ha extraído de la Palabra de Dios, para ayudarnos a ver que esta tiene mucho que decirnos en el siglo XXI.
Cuando los pastores oyeron de Jesús, inmediatamente fueron a encontrarlo. Pero, hay otro personaje que ya sabía que el Mesías vendría, pero tuvo que esperar años antes de verlo. Descubre quién es en el próximo episodio. Ahora, Nancy regresa para orar con nosotras.
Nancy: Señor, gracias por mis padres, que me presentaron al Señor, no solo en un servicio allí en Chattanooga, Tennessee, sino por padres que hicieron eso con todo su corazón.
Gracias por el privilegio de ser una hija que fue dedicada a Ti. Y oro por las madres que nos escuchan hoy y que necesitan hacer ese ejercicio en su corazón de decir, «Señor, te entrego a mis hijos. Los libero a Tu cuidado».
Oro porque haya un fuerte sentido de responsabilidad, pero al mismo tiempo una liberación de los temores a medida que reconocemos que estos niños te pertenecen a Ti. Señor, te oramos para que ellos sean consagrados para Tus propósitos y te traigan mucha gloria. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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