Una confrontación mansa
Annamarie Sauter: ¿Sabes cuál es el mayor ejemplo de mansedumbre?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El Salmo 85 dice que «en Cristo la misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron». Cristo es el que encarna a la perfección, la gracia y la verdad.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Creo que a ninguna de nosotras le gusta ser amonestada, pero apreciamos cuando es hecho con mansedumbre. Y así como apreciamos esto, cuando sea necesario amonestar a un hermano en Cristo debemos procurar hacerlo con ese mismo espíritu. Aquí está Nancy para hablarnos más acerca de esto.
Nancy: He oído de un grupo de apoyo para las personas sumisas que se llama DOORMATS (que en español se puede traducir como limpiapies). Estas son las siglas para «Organización dependiente de almas verdaderamente mansas y humildes», sin objeciones. …
Annamarie Sauter: ¿Sabes cuál es el mayor ejemplo de mansedumbre?
Nancy DeMoss Wolgemuth: El Salmo 85 dice que «en Cristo la misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron». Cristo es el que encarna a la perfección, la gracia y la verdad.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Creo que a ninguna de nosotras le gusta ser amonestada, pero apreciamos cuando es hecho con mansedumbre. Y así como apreciamos esto, cuando sea necesario amonestar a un hermano en Cristo debemos procurar hacerlo con ese mismo espíritu. Aquí está Nancy para hablarnos más acerca de esto.
Nancy: He oído de un grupo de apoyo para las personas sumisas que se llama DOORMATS (que en español se puede traducir como limpiapies). Estas son las siglas para «Organización dependiente de almas verdaderamente mansas y humildes», sin objeciones. Su lema es: «Los mansos heredarán la tierra, si todos están de acuerdo con ello». Estas personas no enfatizan ni siquiera que los mansos heredarán la tierra, es si todos estamos de acuerdo con ello.
Y su símbolo es la luz amarilla del semáforo, está bien si te detienes, está bien si sigues conduciendo no es rojo ni verde, es amarillo.
Bueno, no tengo que decirte que esta es una perversión no saludable, antibíblica de la mansedumbre. Y, sin embargo, creo que cuando la gente habla acerca de la humildad esta es una de las ideas más comunes. Ellos piensan que debilidad es ser tímido, ser cobarde, y piensan que mansedumbre es igual a debilidad.
Ahora:
- La mansedumbre no significa que no hablas la verdad.
- La mansedumbre no significa que no confrontas el error.
- La mansedumbre no significa que estarás parada pasivamente y dejarás que el mal triunfe.
En ese punto es donde necesitamos todo el consejo de Dios.
No hay manera de obtener todo el consejo de Dios en un programa de veinticinco minutos. Así que estamos tratando de equilibrar esta enseñanza en el día a día. Hay situaciones en la Biblia, y vamos a ver algunas de ellas en el día de hoy, donde se necesita coraje y audacia, donde se necesita la confrontación. Pero cuando lo hacemos, tenemos que hacerlo siempre con un espíritu de humildad, con un espíritu de amabilidad, un espíritu de mansedumbre.
Y quiero hablar de varias de esas situaciones hoy, donde se necesita audacia y hablar de cómo lo hacemos con un espíritu de mansedumbre. La primera es cuando se trata de amonestar a un hermano o a una hermana en Cristo que ha pecado.
La Escritura dice: «Fieles son las heridas del que ama» (Pr. 27:6 ). Tú no eres un amigo, si no hablas la verdad. Si alguien está jugando con fuego, si están tomando decisiones en sus vidas que son decisiones insensatas, que son decisiones pecaminosas, no estás siendo un amigo, no estás siendo fiel al Señor, si no intervienes en la situación.
En realidad puedes llegar a ser un facilitador del pecado en la vida de otras personas si no las amonestas. Pero a medida que amonestamos, reprendemos, reprobamos a los que están pecando, tenemos que hacerlo con un espíritu de mansedumbre y humildad.
El texto que resume todo esto en un solo versículo, es por supuesto, Gálatas capítulo 6, versículo 1:
«Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado».
Un espíritu de mansedumbre, un espíritu de humildad.
En esta serie he estado citando extensamente un libro de uno de los puritanos, el comentarista Matthew Henry, que fue escrito hace más de 300 años.
En este libro de Matthew Henry dice:
«Tres cualidades que se requieren en un buen cirujano también se requieren en el que reprende: ella o él debe tener ojo de águila, corazón de león, y la mano de una dama. En otras palabras, debe ser dotado de sabiduría, coraje, y de mansedumbre. A veces, sin embargo, es necesario reprender con seriedad».
Piensa por un momento en tus hijos. Hay momentos en que necesitas mirarlos a los ojos con seriedad y reprenderlos.
Sin embargo, nunca debemos reprender con ira, «porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Sant. 1:20).
Ahora, debemos balancearnos aquí como sobre un hilo muy fino. Es un equilibrio difícil. Es la verdad con amor. Matthew Henry dice:
«Debemos tratar a los que están enfrentando alguna falta, con la misma ternura y compasión que nos gustaría que nos trataran si se tratara de nuestro propio caso».
¿Cómo queremos que la gente nos confronte? Queremos que sea con amabilidad, con amor, con cuidado. No queremos que nos maltraten o que nos golpeen en la cabeza. Nosotros queremos que sean gentiles, amables, pacientes y compasivos cuando nos confronten.
Bueno, entonces tenemos que reprender a los demás con el mismo espíritu que nos gustaría ser reprendidos.
He escuchado decir a través de los años, que si haces una pregunta, traes convicción a la conciencia, pero si acusas a alguien, la voluntad se endurece. De manera que no debes hacerlo con un espíritu acusador. Porque eso solo los va a endurecer, va a endurecer la voluntad.
Así que haces una pregunta. «Puedo haber estado a un millón de millas de distancia…», solía decir un amigo que ahora está con el Señor; pero él decía: «Puedo haber estado a un millón de millas de distancia, pero ¿es posible que…?» Y luego hacía una pregunta sobre algo que había observado en mi vida.
¿Y sabes?, casi siempre tenía la razón. Pero cuando lo decía, lo hacía con un espíritu de mansedumbre y humildad, que lo hacía más fácil de recibir.
Ahora, eso es particularmente importante cuando estamos llamadas a decir la verdad sobre un tema o un pecado en la vida de una autoridad, de tu esposo, de tu padre, de un jefe, tal vez de un pastor o un anciano, o quizás de una persona mayor. Se nos dice que debemos hablar con ellos con todo respeto y humildad.
Pienso en 1 Timoteo capítulo 5 en el versículo 1 que dice: «No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre». Eso no quiere decir que nunca le señales un pecado. Sino que hables con la forma y el espíritu con el que lo debes hacer.
En esta última semana me he sentido dirigida por el Señor a escribirle una carta a alguien que respeto mucho, una persona mayor, un hombre, un anciano. Quería hacerle una pregunta sobre un curso de acción que había sido tomado. Oré al respecto. Esperé.
No lo hice rápido y abruptamente porque muchas veces creemos que sabemos exactamente lo que es correcto y no nos detenemos a pensar, ¿es esto realmente algo que Dios quiere que yo diga en esta situación? Pero el Señor no me dejaba actuar al respecto.
Pasé mucho tiempo redactando la carta, en la edición, en la reedición, re-reedición, queriendo asegurarme de que el tono, el espíritu fuera humilde, gentil, ameno, que no estuviera atacando a la persona. Y me dediqué a mirar cada palabra con cuidado. ¿Podría parecer como un ataque? ¿Podría poner a esta persona a la defensiva?
Yo no le tenía miedo a la persona. No estaba siendo cobarde. Estaba tratando de ser compasiva, tierna, mansa y humilde en mi enfoque. Fue muy bueno ver a esa persona venir y decirme: «Gracias por compartir esto, pero aún más, gracias por el espíritu con que lo compartiste».
Y esa persona me dijo: «Voy a llevar esto al Señor y le preguntaré si hay algo que tengo que confesar, si hay algo con lo que tengo que lidiar».
Así que la respuesta fue una respuesta humilde. Muchas veces no obtenemos una respuesta humilde porque hacemos las cosas en un modo de ataque en lugar de con un espíritu de humildad y mansedumbre. Así que cuando sea necesario amonestar a un hermano o a una hermana en Cristo debemos hacerlo, pero con un espíritu de mansedumbre.
Ahora, déjame decirte algo; déjame hacer un paréntesis aquí. Quiero enfatizar algo aquí acerca de cuando se recibe la reprensión, no de cuando se hace. Es también muy importante recibirla con un espíritu de mansedumbre.
Si somos mansas, recibiremos bien la corrección, la crítica, la reprensión o la amonestación. La recibiremos con la tranquilidad con la que mi amigo lo hizo en respuesta a esta carta. La vamos a recibir con humildad y gratitud.
Cuando recibimos cartas críticas en el correo—lo cual sucede en ocasiones—le digo a nuestro personal… Algunas vienen con un espíritu dulce pero otras no… y yo le digo al equipo de trabajo: «Siempre, siempre, siempre denle las gracias por escribir».
El reproche, la confrontación, la corrección puede no venir de la forma más sabia. Puede ser exagerada. Es posible que incluso seamos totalmente inocentes de aquello por lo cual estamos siendo criticadas o reprobadas.
Estoy pensando en un incidente que tuvo lugar hace muchos años, cuando una persona que era un líder para mí llegó un día y me dijo algunas cosas muy fuertes; señaló algunos problemas en mi vida, y tenía toda una lista. Quiero decir, era toda una letanía. Esta era una persona que yo respetaba, alguien a quien yo admiraba; era una autoridad en nuestro ministerio. Sin embargo, esta persona dijo cosas muy fuertes y con un espíritu áspero.
Y yo no reaccioné con un espíritu de mansedumbre. Estaba herida. Estaba devastada. Yo solo me lo repetía una y otra y otra vez.
Mi reacción interna –no sé si esa persona lo notó– pero mi reacción fue de enojo. Era una actitud defensiva. Llena de orgullo. Me sentí rechazada. Estuve molesta con esta persona durante mucho, mucho tiempo. Por muchos, muchos meses, más o menos durante un año y medio, reflexionaba sobre esto en mi mente y aún le resentía esto a esta persona.
Cuando Dios comenzó a trabajar en mi corazón en esa área, me di cuenta de que había algo más que una pizca de verdad en lo que se me había dicho. Ahora, hay circunstancias en que mirando hacia atrás, puedo ver por qué esta persona actuó en esta situación con dureza. Yo he perdonado hace mucho tiempo esta situación y a esta persona.
Pero de igual forma yo le dije: «Nada de eso es verdad». Yo había mantenido esa posición durante meses. Pero una vez que mi corazón fue humilde, me di cuenta de que había algo de verdad en todo esto.
¿Qué había pasado? Yo reaccioné a su exageración, y por ello había perdido la verdad que Dios quería que yo viera, que era necesario que viera, solo por haber reaccionado a la manera como él lo expresó.
De manera que debemos responder con humildad. Pudiera ser exagerado. Puede incluso no ser verdad. Pero Dios puede usar algo que han dicho, una crítica fea y falsa, para ayudarte a ver algo en tu corazón que es verdad, para ayudarte a desarrollar un espíritu de mansedumbre. Nunca te va a ir mal en el camino de la humildad.
Así que volvamos a las situaciones en las que nosotras tenemos que confrontar; debemos tener la valentía y la audacia, pero debemos hacerlo con un espíritu de mansedumbre. En primer lugar está el amonestar a un hermano o a una hermana que está pecando.
Una segunda área es la corrección de aquellos que se oponen a la verdad.Hay un tiempo para reprender, para exponer, para oponerse al pecado y a la falsa doctrina. Sabemos que Jesús era manso y humilde, pero se enfrentó a los fariseos. Lo hizo de una manera sencilla pero directa.
Pero Él no lo hizo en defensa propia ni por autopromoción. Él no lo hizo por enojo pecaminoso. Fue la justicia de Dios en Él lo que lo provocó a defender la gloria y la verdad de Dios.
Anteriormente hemos hablado de cómo la Escritura dice que Moisés era el hombre más manso y humilde sobre la faz de la tierra. Y sin embargo, se le ve de pie frente a Faraón, rey de Egipto, diciendo: «Tienes que quitarte del camino de Dios. Estás equivocado».
Vemos a Moisés enojarse con el pecado del pueblo de Dios en el incidente del becerro de oro y reprenderlos por su idolatría. Él llama a una acción disciplinaria. Y, sin embargo, se trata del actuar de un hombre manso.
Ahora, hubo otra situación en la vida de Moisés, ¿te acuerdas?, donde él permitió que la ira justa ardiera para convertirse en ira pecaminosa. A veces nos oponemos a aquellos que se oponen a la verdad con ira que no es santa.
Recuerdas cómo Moisés, al final de su vida, antes de que los hijos de Israel llegaran a la tierra prometida, en Números capítulo 20, cuando no había agua el pueblo murmuró como lo había hecho muchas veces. Y Dios le dijo a Moisés: «Habla a la roca y saldrá agua» (ver v. 8).
Y en un ataque de ira y de impaciencia, Moisés golpeó la roca dos veces en lugar de hablar con ella. Esto no fue mansedumbre. Moisés no fue humilde en ese momento. La ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Segunda a Timoteo capítulo 2, habla de aquellos a quienes debemos confrontar, los que se oponen a la verdad. Se nos dice el espíritu con el que debemos hacerlo. Dice:
«Pero rechaza los razonamientos necios e ignorantes, sabiendo que producen altercados. Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen…» ( vv. 23-25).
Por cierto, la mejor arma contra el error doctrinal es enseñar la verdad. La luz es lo que expone y disipa las tinieblas.
Así que el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable, apto para enseñar, debe soportar pacientemente el mal, corregir a sus oponentes con mansedumbre y amabilidad.
Y ¿cuál es el objetivo? Quizás Dios les conceda el arrepentimiento que conduce a un conocimiento de la verdad. El punto no es simplemente atacarlos. El punto es ver que vengan al arrepentimiento.
Estamos no solo para hacer frente a los que son los adversarios de la verdad. Hemos de advertir a los creyentes acerca de los falsos maestros, acerca de la falsa doctrina.
Si lees 2 Pedro y el libro de Judas, ambos hablan claramente sobre estos falsos maestros. Los cristianos deben ser advertidos sobre ellos. Y Pedro y Judas utilizan un lenguaje muy fuerte en la descripción de estos falsos maestros, pero lo están haciendo con un espíritu de humildad y mansedumbre. Sin embargo, ellos están diciendo que esto no puede ser tolerado en la iglesia.
En Apocalipsis, capítulo 2 Jesús mismo dice a la iglesia:
«Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos…» (vv. 20-21).
Jesús les dice: «El hecho de que toleres en la iglesia a esta mujer que trajo falsas enseñanzas, está mal. No se puede tolerar. Debes ser mansa, pero no puedes tolerar la falsa doctrina».
Y luego Jesús dice, y es aquí donde se ve Su espíritu de mansedumbre: «Yo le di tiempo para arrepentirse. Le di tiempo para arrepentirse».
Y ahora Él dice, «ella se rehúsa a arrepentirse de su inmoralidad sexual». Por tanto, la juzgaré. Al final, Dios juzgará a los que se niegan a arrepentirse. Pero el corazón de Cristo es que expongas el asunto, que lidies con eso, que lo confrontes y al mismo tiempo le des tiempo para arrepentirse.
Ese debe ser siempre el deseo del corazón cuando estamos enfrentando un error, cuando estamos confrontando a aquellos que se oponen a la verdad. Queremos que se arrepientan, y nos preocupamos por la gloria de Dios y la iglesia, y nos preocupamos porque los creyentes estén completos y protegidos en Cristo. Esa es la motivación del corazón humilde.
Ahora, aquí tenemos otra situación en la que tenemos que tener un espíritu de mansedumbre, y es cuando estamos defendiendo nuestra fe con aquellos que no son creyentes, la defensa de nuestra fe con los no creyentes.
Primera de Pedro capítulo 3, empezando en el versículo 15 dice:
«Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» ( vv. 15-16).
- Haz la defensa, defiende tu fe
- Explica por qué la Palabra de Dios es la verdad y el error es el error
- Da una razón. Da una explicación
- Ofrece una apología; esto es, defiende tu fe; pero hazlo con mansedumbre y respeto.
Si sales y preguntas a la gente en la calle lo que piensan los cristianos de hoy, podrás escuchar un montón de gente que dice que los cristianos son argumentativos, que son contenciosos, que son poco amables o que tienen un espíritu áspero. Y si vas al internet y ves algunos de los diferentes debates que se están produciendo sobre teología y cuestiones doctrinales y espirituales, podrás ver un montón de gente, un montón de llamados cristianos, que hacen esto con un espíritu que no es manso y humilde.
Y eso no obra la justicia de Dios. Los cristianos no deben ser conocidos por ser argumentativos ni contenciosos en su espíritu.
Ahora, eso no quiere decir que no debemos hablar. Esto no significa que dejamos que las personas que están promoviendo falsas religiones hagan lo suyo y digan lo suyo. Eso es cobardía. Tenemos que ser valientes y confiadas en la defensa de nuestra fe, pero siempre haciéndolo con delicadeza y respeto.
Esto también es cierto a la hora de lidiar con asuntos culturales o con la justicia social; asuntos que deben abordarse en nuestra sociedad. Hay quienes dicen que no debemos involucrarnos en estas cosas; sino que debemos permanecer en nuestras «fortalezas santas» y ser buenos cristianos, cristianos santos. Se supone que debemos ser sal y luz. La luz debe exponer la oscuridad. Hay cosas en nuestra cultura y en nuestra sociedad que irritan a Dios. Hay cosas que atacan el nombre de Dios y Su gloria y Sus caminos, y que deben molestarnos. Tenemos que estar dispuestas a hacer frente a esas cosas.
Pienso en el tema del aborto. En Proverbios capítulo 24 dice: «Libra a los que son llevados a la muerte, y retén a los que van con pasos vacilantes a la matanza» (v.11). Tenemos que armarnos de valor e involucrarnos en estos temas según Dios nos dirija, pero tenemos que hacerlo con gracia.
Yo soy la primera en decir que a menudo es difícil saber dónde está esa línea. Pero esta tiene que ser la meta: sin atacar, sin descargas de ira, sin ser arrogante ni orgullosa o una sabelotodo.
El llamado aquí es a tener un balance—un balance entre gracia y verdad. Ahora, algunas de nosotras tendemos a irnos hacia la verdad, por lo que necesitamos que Dios nos equilibre con la gracia. Algunas tienden a ser más fuertes en la gracia, y es posible que necesiten que Dios las equilibre con la verdad.
Por supuesto, eso solo se cumplió perfectamente en Cristo. El Salmo 85 dice que «en Cristo la misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron». Cristo es el que encarna a la perfección la gracia y la verdad (ver v. 10).
Me encanta ese pasaje en el Salmo 45, donde ves este equilibrio en esta imagen de Cristo del Antiguo Testamento. Dice:
«Eres el más hermoso de los hijos de los hombres. (Este es un salmo mesiánico que habla acerca de Cristo). La gracia se derramó en tus labios, por lo que Dios te ha bendecido para siempre.
«¡Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, en tu esplendor y tu majestad! (La gracia está en tus labios. Ciñe tu espada sobre el muslo). Y en tu majestad cabalga victoriosamente, por la causa de la verdad y la mansedumbre y la justicia» (vv. 2-4, NVI).
Me recuerda esa imagen del hombre en Apocalipsis 19, el hombre que vendrá en el caballo blanco. Su nombre es «Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y hace la guerra» (v. 11). Él está lleno de gracia y de verdad. Él está lleno de misericordia, y sin embargo, justamente hace la guerra contra el pecado.
En Cristo vemos mejor que en ningún otro lugar en la Escritura el poder de la mansedumbre. La mansedumbre no es debilidad. La mansedumbre es poder de Dios bajo control liberado en y a través de nuestras vidas. Puedes ver esto en el libro de Apocalipsis, en el capítulo 5, donde vemos esa ilustración doble de Cristo.
¿Te acuerdas de ese libro que tenía siete sellos que nadie en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir? Y Juan dice: «Yo sollocé, yo lloré mucho, porque nadie era digno de hacerlo, nadie era digno de hacerlo. Nadie tenía el poder de abrir estos sellos» (ver v. 4). Y uno de los ancianos dijo:
«No llores más, he aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para que pueda abrir el libro y desatar sus siete sellos» (v. 5).
Así que ves a Aslan, la imagen de Cristo, el León de la tribu de Judá, la raíz de David, el rey conquistador.
Y entonces, en el versículo siguiente Juan dice:
«Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, (¿qué vio?) vio a un Cordero, de pie, como inmolado» (v. 6).
¿Quién es el cordero? El cordero es el león. ¿Quién es el león? El león es el cordero. ¿Quién es el león y el cordero? Es Cristo, lleno de gracia y de verdad.
«Y vino, (el Cordero) y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos…» ( vv. 7-9).
Nadie más podía hacerlo. Tú no podías pensar ni esperar que un cordero conquistara. Pero es el Cordero que conquista. ¿Cómo lo hizo? «Porque tú fuiste inmolado».
El manso, humilde, Hijo de Dios sin pecado, va a la cruz y lleva sobre sí toda la ira de un Dios santo contra todos los pecados de todas las personas que alguna vez han vivido. El Hijo de Dios sin pecado va a la cruz y lleva sobre sí toda la ira de un Dios santo, contra todos los pecados de todas las personas que alguna vez han vivido.
«…porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán para siempre» (vv. 9-10).
La cruz es el acto supremo de humildad. Y sin embargo, es el acto más poderoso en la historia del universo. Es a través de la cruz que los cautivos han sido puestos en libertad, que los pecadores han sido rescatados. El Cordero fue inmolado y Él reinará por los siglos de los siglos.
Annamarie: Has estado escuchando una enseñanza de Nancy DeMoss Wolgemuth como continuación de la serie titulada, La hermosura de la mansedumbre. Si te perdiste alguno de los programas anteriores en esta serie, encuéntralo en nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Quizás al escuchar este programa te preguntas, ¿es la mansedumbre algo que puedo exhibir en medio de la cultura actual o es algo pasado de moda? ¿Cómo me visto de mansedumbre—qué hago? Nancy te ayudará a responder estas preguntas mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a tener una vida fructífera en Cristo, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Josué capítulos 22 al 24.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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