Un proceso probado de crecimiento
Annamarie Sauter: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que no hay atajos hacia la piedad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si quieres mantenerte espiritualmente en forma hoy, el ejercicio espiritual que hiciste hace diez años no es todo lo que necesitas hoy. Necesitas ejercicio fresco. Necesitas ejercitarte. Si no lo haces, te encontrarás yendo en la dirección contraria.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy es Éxodo capítulos 32 al 34.
En los últimos dos programas, Nancy nos ha estado hablando acerca de lo que Dios nos ha concedido y ha hecho por nosotras en Cristo. También nos ha recordado que debemos ser diligentes en nuestro crecimiento espiritual en la medida en que conocemos más a Cristo. Hoy ella continúa con esta enseñanza, en la serie titulada, «Añade a tu fe».
Nancy: ¿Cuántas de ustedes han pasado por labor …
Annamarie Sauter: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que no hay atajos hacia la piedad.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si quieres mantenerte espiritualmente en forma hoy, el ejercicio espiritual que hiciste hace diez años no es todo lo que necesitas hoy. Necesitas ejercicio fresco. Necesitas ejercitarte. Si no lo haces, te encontrarás yendo en la dirección contraria.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy es Éxodo capítulos 32 al 34.
En los últimos dos programas, Nancy nos ha estado hablando acerca de lo que Dios nos ha concedido y ha hecho por nosotras en Cristo. También nos ha recordado que debemos ser diligentes en nuestro crecimiento espiritual en la medida en que conocemos más a Cristo. Hoy ella continúa con esta enseñanza, en la serie titulada, «Añade a tu fe».
Nancy: ¿Cuántas de ustedes han pasado por labor de parto? Quizás muchas de ustedes que me escuchan hoy. ¿Qué les viene a la mente cuando oyen la palabra PUJA? ¿Cómo te hace esto sentir? Vuelven ciertos recuerdos: dolor, cansancio, estrés.
Hace un tiempo visité en el hospital a una joven mamá; hacía 90 minutos que acababa de dar a luz a su primer hijo. Entré a esa habitación y solo recuerdo que ella me miró y me dijo, «esto es lo más duro que he tenido que hacer en mi vida». Pero ¿sabes qué? Ella sonreía. Ella estaba radiante. Se veía bella —quiero decir, de verdad hermosa— y acababa de tener un bebé. Hacía noventa minutos que había pasado la labor física más dura que jamás hubiera enfrentado, pero estaba radiante. ¿Por qué? Porque todo ese pujar, toda esa labor, todo ese esfuerzo produjo la belleza, la bendición, el regalo de una nueva vida.
Estamos hablando de la vida cristiana en esta serie comenzando un nuevo año, y hay que pujar. Hay una labor delante de nosotras; hay un trabajo que hacer.
Si no has estado con nosotras en los últimos programas, permíteme poner esto en contexto recordándonos que en nuestro estudio de 2 Pedro capítulo 1, Pedro inicia este capítulo animándonos por todo lo que Dios ya ha hecho por nosotras.
Él nos ha dado recursos increíbles.
- Nos ha dado toda cosa perteneciente a la vida y a la piedad
- Nos ha dado Su divino poder
- Nos ha dado Su naturaleza divina
- Nos ha dado Sus preciosas y grandísimas promesas
- Nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir la vida cristiana
Pero llegamos a los versículos del 5 al 7, donde encontramos una exhortación sobre algo que no le corresponde a Dios hacer, sino que nos toca a nosotras. Tenemos una responsabilidad. Hay ciertas cosas que necesitamos hacer.
Él dice: «Por esta razón. . .», por todo lo que Dios ha hecho por ti, por todo lo que Dios te ha dado, porque Dios te ha dado estos recursos divinos, «por esta misma razón, esfuérzate…» ¡Puja! Haz todo el esfuerzo, «sé diligente», algunas traducciones dicen, «en completar la fe».
Hoy quisiera que nos enfoquemos en esa frase, «obrando con toda diligencia». La Nueva Versión Internacional dice, «esfuércense por añadir a su fe». La Reina Valera dice, «poned toda diligencia en añadir a vuestra fe».
Esa palabra diligencia, significa «estar apremiado», «hacer lo mejor de uno», hacer algo con gran esfuerzo». No es un esfuerzo a medias. No es un intento sin ganas. Es un esfuerzo intenso. Y tú no podrás crecer espiritualmente sin un esfuerzo intenso.
Tenemos que cooperar con Dios. Tenemos que actuar con gran esfuerzo en base al poder que Él nos ha dado. Es Su poder, Su fuerza, Su motivación, pero tenemos que cooperar con eso. Tenemos que ser diligentes en hacer el gran esfuerzo de vivir la vida cristiana en dependencia de la vida divina que Él ha puesto en nosotras.
Y siempre habrá tensión en la vida cristiana. Dependiendo del programa que hayas escuchado, algunas me han escrito o me han mandado correos, lo que me encanta. Pero algunas dicen, «a veces lo que dices suena como que hay tanto trabajo por hacer, tanto…»
Bueno, es que existe esa tensión. Hay un balance. Si lees los versículos del 5 al 7 parecería que todo recae sobre nosotras, pero si miras un poco más atrás, y lees los versículos del 3 al 4, que vimos en programas anteriores, te das cuenta «todo está en Dios, y todo está en nosotras». Y es que lo hacemos basadas en Su poder, en la gracia que Él nos da, no por esfuerzo humano no en nuestra propia fuerza.
Así que Pedro nos dice en este pasaje que no es suficiente tener esa fe que dijimos que es de la altura de la fe que tuvieron los apóstoles. No es suficiente tener esa fe.
- Necesitamos crecer espiritualmente
- Necesitamos añadirle a esa fe
- Necesitamos agregarle a nuestras vidas espirituales
- Necesitamos salvaguardar esa fe
- Necesitamos mantenerla vigorosa y guardarla de descarriarse espiritualmente
A través de 2 Pedro, leemos que hay cosas que tenemos que hacer para apropiarnos de esa vida de Cristo y hacerla nuestra.
Acabamos de leer en el versículo 5, donde dice que tenemos que agregar a nuestra fe, que tenemos que suplementar nuestra fe. El versículo 8 del capítulo 1 dice: «Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar». No es que las alcanzas una vez y para siempre. Tienes que abundar en ellas.
El capítulo 1, versículo 10 dice: «Sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas…»—trabajándolas, manteniéndote trabajándolas— «nunca tropezaréis».
Pedro dice en el versículo 13: «Y considero justo, mientras esté en este cuerpo, estimularos recordándoos estas cosas». Eso me suena a que requiere de alguna acción de nuestra parte.
Luego en el capítulo 3, en el versículo 14 dice: «procurad con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha».
El versículo 17: «Estad en guardia… no sea que caigáis de vuestra firmeza…»
«Por tanto, amados, sabiendo esto de antemano…»
«Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén».
Versículo 18: «Creced en la gracia». ¿Te das cuenta? Hay un esfuerzo aquí. Hay una actividad continua. No es sentarte y hacer nada excepto ser una mujer piadosa.
Porque eso no sucede solo. No importa cuántos recursos cristianos Dios haya puesto a tu disposición, tienes que cooperar con Él. Así que para construir esa vida se requiere diligencia, determinación, intencionalidad. Requiere de un esfuerzo consciente, de todo corazón y sistemático para agregar estos componentes y la gracia necesaria para nuestras vidas.
Jamás te convertirás en la mujer que Dios quiere que seas si vas por la vida cristiana sin rumbo, haciendo las cosas al azar, divagando. Si haces esto, te conformarás con la mediocridad, y eso es una tragedia. No es necesario. Los cristianos podemos tener tanto más. Puede haber tanta más vitalidad, tanto más poder, tanta más llenura de Dios, pero requiere de un esfuerzo intencional, de todo corazón y sistemático.
Lo que leemos aquí en 2 Pedro es consistente con otros pasajes del Nuevo Testamento que hablan de la vida cristiana. De hecho, el apóstol Pablo usa como ilustración a los atletas, los soldados, a los agricultores, y habla de cómo son recompensados sus trabajos arduos al ganar el premio, la batalla, o en su tiempo, la cosecha.
Porque hay un esfuerzo requerido. Pablo nos dice que el atleta exitoso corre su carrera diligentemente. Tiene disciplina en todas las cosas, y lo hace para recibir una corona corruptible. Nosotros lo hacemos para un premio eterno (ver 1 Corintios 9:24-27). Pero esto requiere que los músculos se estiren, se trabajen, se ejerciten, se disciplinen. Palabras que no nos gustan.
¿Y no es verdad que todo lo que tiene valor requiere un sacrificio? Todo lo que vale la pena requiere un esfuerzo. ¡Puja! ¿Quieres ese bebé? ¡Puja! ¿Quieres esa vida cristiana? ¡Puja! Necesitas disciplina, no solo un arranque en la vida cristiana.
Somos muy buenas en los arranques, velocistas o en las carreras que son cortas. Así que muchas arrancamos, impulsadas desde esos bloques de inicio en las carreras, y decimos a principio de año, «seré disciplinada este año». Compramos muchos equipos de ejercicio y los usamos una vez y los dejamos en una esquina. He hecho esto tantas veces. O te inscribes en un nuevo plan de dieta y lo sigues por tres días. O dices, «seré disciplinada este año» así que inicias este programa gigantesco, y al final de la próxima semana ya lo has olvidado.
No, este no es el tipo de disciplina que tiene un buen inicio. Es el tipo de acción, esfuerzo y disciplina que se requiere para llevarte desde ahora hasta la gloria celestial.
Por eso Proverbios dice: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida» (4:23). Guarda tu corazón. No bajes la guardia. Nunca te detengas.
La primera carta a Timoteo capítulo 4, versículo 7 dice: «…disciplínate a ti mismo…», ejercítate, trabaja en el gimnasio, suda, ¡puja!» «…más bien disciplínate a ti mismo para la piedad». Este es un propósito que vale la pena.
Hace un tiempo recibí un correo electrónico, solo estábamos interactuando y hablando de todo esto del ejercitarse en la vida cristiana. Esta amiga me decía, «entiendo que necesitamos ser intencionales y que la vida cristiana requiere de trabajo que no es todo fácil y divertido, pero... (y pienso que en esto ella habla por muchas de nosotras porque hemos pensado esto en ocasiones) ...lucho con el pensamiento de, ¿será que de verdad importa que yo me esfuerce por esto, que sea intencional, si ya sé que me voy moviendo en la dirección correcta y soy básicamente una buena persona?»
¿Entiendes la pregunta? Alguna vez has sentido algo como, «¿acaso no puedo dejarme llevar aunque sea un rato, espiritualmente hablando?» Después de las conferencias de Aviva Nuestros Corazones siento eso. Me he estado preparando, ejercitando, pujando y en labor espiritual de estiramientos y entrenamientos.
Luego, cuando estoy exhausta pienso, «¿no podré dejarme llevar por un tiempo?, siempre que sea dejándome llevar por una corriente que me lleve en una buena dirección. La cosa es que no me quiero levantar. No quiero entrar en la Palabra. No quiero orar. Luce muy duro. Porque estoy cansada».
Quizás algunas dicen que esto nunca les ocurre. El problema es que si nos dejamos llevar, inevitablemente la corriente nos llevará en la dirección contraria.
Yo vivo cerca de un río, el río St. Joseph en Michigan. Hay kayaks y canoas que en ocasiones veo flotar hacia arriba o hacia abajo en el río. Si sales al río en uno de esos botes, sin problema la corriente te lleva. Si vas hacia donde va el río, no hay problema si simplemente te dejas llevar.
Pero si quieres ir en dirección opuesta, si esa es la dirección en la que te diriges, tienes un arduo trabajo por delante. Tienes que ir contracorriente. Tienes que remar contra la corriente. Si no, si simplemente te quedas ahí sentada, el río te llevará donde no quieres ir. Si dejas de remar, no te quedas en el mismo lugar.
Déjame recordarte, relacionando esto con la vida cristiana: Si te dejas llevar, que es lo que muchas hemos estado haciendo por un tiempo, te darás cuenta de que te dirigirás en la dirección equivocada. Cada área de tu vida comenzará a mostrar las evidencias de que hay una necesidad de reparación y una falta de mantenimiento.
Le pasa a nuestros cuerpos. Nos ponemos flojas. Nos falta energía cuando dejamos de ejercitarnos. El ejercicio que hice cuando estaba en la universidad no me ayuda mucho hoy. Si quiero mantenerme en forma hoy, tengo que hacer ejercicio hoy.
Si quieres mantenerte espiritualmente en forma hoy, el ejercicio espiritual que hiciste hace diez años no es todo lo que necesitas hoy. Necesitas ejercicio fresco. Necesitas pujar. Necesitas ejercitarte. Si no lo haces, te encontrarás yendo en la dirección contraria.
Así que Pedro dice, sé intencional en tu vida cristiana. Reconoce que requerirá disciplina, que requerirá esfuerzo. Pero para la piedad no hay atajos— ninguno.
Al ejercitarte, al pujar, recuerda los versículos 3 y 4. Tenemos el divino poder de Dios. Tenemos las grandes y preciosas promesas de Dios. Tenemos todo lo que necesitamos. Él ha suministrado lo que necesitamos para nuestra vida y nuestra piedad. Eso hace que el esfuerzo valga la pena.
Y ahora en el versículo 5, el apóstol Pedro nos dice: «Por esta razón también», por lo que Dios ha hecho por ti, por lo que Él te ha dado, «obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe»… algunas traducciones dicen suplementa tu fe. «Añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia y piedad, fraternidad y amor» (paráfrasis).
Ahora, en este párrafo, los versículos del 5 al 7, el apóstol Pedro nos da un proceso, un patrón de crecimiento cristiano. Él dice, «suplementa tu fe», «añádele a tu fe». Esa palabra tiene su rejuego.
En el lenguaje original, usada en el contexto original griego, fue usada como referencia a un benefactor o padrino de las artes que subsidiaba los gastos de un juego griego. Él corría con los gastos. Él patrocinaba el esfuerzo. La palabra llegó a significar apoyar algo generosamente, con abundancia.
Así que Pedro nos dice aquí que necesitamos apoyar nuestra fe, sostenerla, levantarla, añadirle. Esa palabra tiene que ver con suministrarle «en gran medida». Un comentarista dice, «proveer más de lo necesario, proveer generosamente».
Él nos dice que nuestra fe necesita ser provista de otras gracias y virtudes cristianas. Luego lista estas siete virtudes que debemos agregar a nuestra fe:
- Virtud
- Conocimiento
- Dominio propio
- Perseverancia
- Piedad
- Fraternidad
- Amor
Warren Wiersbe, en su comentario de este pasaje, dice:
Pedro no nos sugiere que agreguemos estas virtudes a nuestra fe de la manera en que se agregan las cuentas en el hilo de un collar. Más bien cada virtud nos ayuda a desarrollar la próxima. Son como las secciones de un telescopio, una lleva a la otra.2
Así que él recomienda que desarrollemos la fe, expandamos la virtud; que la virtud debe expandirse al conocimiento y el conocimiento al dominio propio y el dominio propio a la perseverancia, y la perseverancia a la piedad, y la piedad a la fraternidad, y la fraternidad al amor.
Es como pensar en la construcción de una casa construida sobre la base de la fe. La fe es el inicio. Vimos antes que Pedro escribió esta carta a aquellos que habían obtenido la fe mediante la justicia de Jesucristo. Estos son creyentes. Ya la base está puesta en sus vidas. Ellos obtuvieron esa fe de Dios. Esto es fundamental. Es su fe que sostiene toda la estructura de la vida cristiana. Ese es el punto de inicio; la base de su vida cristiana.
No puedes seguir avanzando a estas otras virtudes. No puedes obtener el amor si no tienes el fundamento de la fe, de la fe en Dios. Hebreos capítulo 11, versículo 6, dice: «si quieres venir a Dios tienes que creer… porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan».
Fe en las promesas de Dios, fe en Cristo como nuestro sustituto y nuestro Salvador; fe en la Palabra de Dios, en las grandes y preciosas promesas que leímos en 2 Pedro. Esa fe la pone Dios en nuestros corazones, Dios quiere que crezca. Él quiere que incremente. Él dice, «obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe».
Quizás algunas de nuestras oyentes toman vitaminas, de esos suplementos que se toman una vez al día. Este listado es un tipo de vitaminas diarias espirituales. No quiero trivializar esto diciéndolo así. No es como que te las tomas como pastillas y «¡voilá!», ahora estás fuerte y saludable. Pero hay un sentido en el que necesitamos añadir a nuestra fe, fortalecerla, construirla, y la fe es el inicio. La fe es la zapata. Añade a tu fe.
Pero la fe es solo el inicio, el fundamento. Tienes que seguir construyendo la casa o la estructura que va sobre ese fundamento.
Imagina que alguien compra un terreno al lado de tu casa y hace un tremendo hueco para los cimientos justo al lado tuyo. Pensarás, «wow, van a construir. Será una casa grande. El hoyo es grande. La casa será bien grande». Y luego no hacen nada más. Dejan el hueco ahí. Quiero decir, no lo dejan por días o semanas o meses, sino por años.
Seguro pensarías, «¿cuál es el problema?» Y ellos dicen, «bueno, es que nos gusta el hoyo». No tienen ninguna intención de construir una casa ahí. Puedes pensar, «pero es que esto es absurdo, ¿por qué querría alguien hacer un hueco así, incluso poner las bases si luego no piensa hacer una casa sobre ella?»
Bueno, la misma pregunta se puede hacer en nuestras vidas espirituales. ¿Por qué no vamos y construimos la casa? ¿Es una necedad, no?
Pedro nos dice: «Añade a tu fe. Suplementa tu fe». Cada una de estas virtudes, de estas gracias, se construye sobre la otra. Al desarrollar una, nos vamos hacia la próxima. Así que leemos este pasaje y vemos estas cosas que tenemos que añadir a nuestra fe. Se nos dice que añadamos virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, piedad, fraternidad. Y entonces llegamos al penthouse, al último piso, de este edificio. ¿Cuál es? El amor. El amor es la meta del proceso.
Pablo dice en 1 de Timoteo capítulo 1: «La meta de nuestra instrucción es…» ¿Que puedas jugar trivia espiritual, trivia de la Biblia, y conocerla por completo? ¿Que seas capaz de dejar de una pieza a los expertos con tu conocimiento de la Biblia? ¡No! «La meta de nuestra instrucción es el amor» (1 Timoteo 1:5). ¿Acaso no es de eso que tratan los mayores dos mandamientos?
Jesús dijo, ¿cómo se resume toda la ley? Ama a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas y ama a tu prójimo como a ti mismo (ver Lucas 10:27). Eso es lo máximo. Y jamás llegaremos a tener ese tipo de amor si no hemos preparado la base de la fe y luego construido sobre ella.
A medida que los próximos días vamos caminando en esta serie de gracias, quisiera que te detuvieras al final de cada sesión y te hagas algunas de las preguntas que tenemos para reflexionar, para ver dónde estás en relación con esa parte del proceso de construcción.
Pregúntate: «¿Tengo una fe genuina en Cristo?» ¿En quién o en qué estás confiando para tu salvación eterna? ¿Qué evidencias tienes de tener fe verdadera?
¿De que has creído en Cristo, de haber puesto tu fe en Cristo? Santiago dice que «la fe sin obras es muerta» (ver Santiago 2:17, 26). No pretendas decir tener fe si no hay evidencia de esto en tu vida. ¿Cuál es la evidencia de que tienes una fe viva y genuina?
Y en este asunto del crecimiento espiritual, ¿estás buscando crecer consistentemente, conscientemente añadir a tu fe, suplementando tu fe, construyendo sobre esa base?
- ¿Estás creciendo en tu vida espiritual?
- ¿Estás madurando como cristiana?
- ¿Estás creciendo en la gracia y el conocimiento de Jesucristo?
- ¿Estás desarrollando estas cualidades en tu vida?
- ¿Estás siendo intencional?
- ¿Estás siendo diligente y persistente?
Pedro dice: «Haz todo esfuerzo». ¿Estás trabajando en esto? ¿Estás siendo intencional en agregar estas cualidades a tu vida? ¿Cómo te está yendo? ¿Qué estás haciendo para nutrir y cultivar tu vida espiritual?
Les he compartido que durante este último año, al revisar mi propia vida cristiana, me doy cuenta de los puntos débiles, algunas cosas que necesitaban ser sacadas a la luz, áreas de mi vida donde me había dejado ir en complacencia, donde no estaba construyendo mi fe.
El Señor, a través de este pasaje, ha movido mi corazón a tomar algunos pasos, a hacer algunos cambios, a poner en el lugar correcto cosas en mi vida que me ayudarían a ser más intencional acerca de estas cualidades para mi propia vida. ¡Y qué aventura ha sido esta!
Ahora, no estoy donde quiero estar. Estoy muy lejos de ser como Cristo en tantas de estas áreas día tras día. Aun preparando estas series, me encuentro fallando en algunas de las mismas gracias que estoy tan dispuesta a enseñar. Pero les digo algo: no estoy donde estaba hace un año. Por la gracia de Dios, por la provisión de Dios, por Sus promesas, por Su gracia, y por el esfuerzo que he hecho.
Rindo cuentas. Le escribí a una amiga y le comenté: «Tengo necesidades espirituales. Necesito que ores por mí, aquí están las áreas donde Dios me está hablando. Estas son algunas cosas que creo que Dios quiere que yo cambie de mi horario y de mis rutinas del día a día. Por favor ¿orarías por mí? ¿Me pedirías cuentas? ¿Me ayudarías en este proceso? Porque tomo muy en serio el no quedarme tal como estoy».
¿Estás tomando la seria decisión de no permanecer donde estás? ¿Te tomas el crecimiento espiritual en serio? ¿En serio quieres estar en un lugar espiritual diferente del que estás ahora? Pon todo el esfuerzo en suplementar tu fe.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado animando a añadirle abundantemente a nuestra fe—a construir sobre la fe, por el poder de Dios y Su vida en nosotras.
Sí has creído en Cristo como tu Salvador puedes hacer esto; y también puedes hacer tuyas Sus promesas.
Si quieres repasar las preguntas de reflexión que nos hizo Nancy, o quieres tomar notas de lo que has escuchado, lee o imprime la transcripción de este programa. Encuéntrala en AvivaNuestrosCorazones.com.
Una mujer que ha sido bendecida por medio de estas transcripciones nos escribió:
«Mil veces más, gracias a Dios por su ministerio... ¡¡La perspectiva cambia, y la fe, la paciencia y la esperanza crecen cuando leo programas como este!!»
Y otra oyente escribió,
«Doy gracias a Dios por la vida de Nancy, por todo su equipo de trabajo… Muchísimas gracias, he aprendido y crecido tanto que mi copa rebosa… ahora sigo compartiendo con otras mujeres lo que yo recibí. Gracias».
¡Nos da mucho gozo leer estos testimonios! Si has sido bendecida, comparte estos programas con más mujeres. Hazlo fácilmente a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Has cultivado patrones de pecado a lo largo de tu vida, que ahora te son difíciles de cambiar? Ciertamente hay cosas que no cambian de la noche a la mañana, pero hay esperanza. Escucha más acerca de esto en el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Añadiendo a nuestra fe juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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