Un plan de batalla poco convencional
Carmen Espaillat: La historia de una prostituta del Antiguo Testamento nos da mucha esperanza.
Este es tu programa Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Vivimos en un mundo que ha declarado la guerra contra Dios. Este mundo caído está bajo Su juicio, y un día será completamente destruido. Pero, hace 2,000 años, Dios mandó a Jesús a visitar nuestro mundo pecaminoso, caído, y Él nos buscó. Así como esos espías encontraron a esta mujer, a Rahab la prostituta, Él nos buscó para dejarnos saber cómo podríamos escapar de la destrucción venidera.
Carmen: Nuestra serie actual, «Rahab y el hilo de la redención», ha sido muy refrescante. Si Dios escogió a Rahab, una prostituta, y le ofreció salvación, Él puede hacer lo mismo contigo.
Puedes escuchar cualquier programa que te hayas perdido, o leer la transcripción, en nuestra página …
Carmen Espaillat: La historia de una prostituta del Antiguo Testamento nos da mucha esperanza.
Este es tu programa Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Vivimos en un mundo que ha declarado la guerra contra Dios. Este mundo caído está bajo Su juicio, y un día será completamente destruido. Pero, hace 2,000 años, Dios mandó a Jesús a visitar nuestro mundo pecaminoso, caído, y Él nos buscó. Así como esos espías encontraron a esta mujer, a Rahab la prostituta, Él nos buscó para dejarnos saber cómo podríamos escapar de la destrucción venidera.
Carmen: Nuestra serie actual, «Rahab y el hilo de la redención», ha sido muy refrescante. Si Dios escogió a Rahab, una prostituta, y le ofreció salvación, Él puede hacer lo mismo contigo.
Puedes escuchar cualquier programa que te hayas perdido, o leer la transcripción, en nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Aquí está Nancy para contarnos más de la historia que hemos estado estudiando.
Nancy: Al llegar al final del capítulo 2 de Josué, continuamos con la historia de Rahab. Ella acababa de apelar por misericordia a los dos espías que representaban al Dios de Israel y les dice: «Sé que Dios les ha entregado a este país en sus manos, y cuando el juicio venga, ¿podrían perdonarme la vida a mí y a mi familia?»
Ellos le contestaron: «Sí, lo haremos. Te hacemos esa promesa. Te hacemos un juramento de que te perdonaremos la vida, pero tienes que poner un cordón de hilo escarlata, lo tienes que colgar en tu ventana en la pared de afuera para que lo podamos ver desde afuera de la ciudad, y cuando veamos ese cordón, les perdonaremos la vida a ti y a tu familia» (vv. 1-21).
Entonces en el versículo 22, estamos viendo el último párrafo de Josué 2, dice:
«Y ellos se fueron y llegaron a la región montañosa, y permanecieron allí por tres días, hasta que los perseguidores regresaron. Y los perseguidores (mandados por el rey de Jericó para intentar encontrar a esos espías), los habían buscado por todo el camino, pero no los habían encontrado. Entonces los dos hombres regresaron (fueron al campamento donde estaban los israelitas, al lado este del Jordán), y bajaron de la región montañosa, y pasaron y vinieron a Josué, hijo de Nun, y le contaron todo lo que les había acontecido.»
Increíble. Estoy segura de que esta no era la historia que pensaban contar. «Conocimos a una mujer en el pueblo, y ella es una creyente. Dios le ha puesto fe en su corazón». Ellos cuentan la historia, y le dicen a Josué, versículo 24, «Ciertamente, el SEÑOR ha entregado toda la tierra en nuestras manos, y además, todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante nosotros.»
¿Cómo saben ellos esto? Porque Rahab les dijo, «La gente de este lugar les tiene miedo porque han visto lo que Dios ha hecho».
Ahora, de vuelta en Jericó, ¿qué está haciendo Rahab? Bueno, no se nos dice, pero sabemos dos cosas.
Primero, sabemos que le está contando esto a toda su familia, porque cuando los israelitas llegan para tomar Jericó, toda su familia está con ella en su casa. Ella les habló acerca de su madre y padre y hermanas y hermanos y toda su parentela. Así que presumiblemente, hay algunos sobrinos, sobrinas, primos, y quien sabe cuántos más; suena como si hubiesen sido un buen número de ellos.
Ella ha salido, estoy asumiendo que no todos vivían con ella. Ella ha salido y los ha encontrado y les ha contado esta historia. Les dijo que tenían que venir a esta casa. «Créelo o no, tú tienes que creerme si quieres salvar tu vida».
No sabemos si tuvo dificultad en convencerlos; no sabemos cuánto demoró, pero sabemos que ellos fueron persuadidos a unirse a ella.
Y entonces la segunda cosa que ella hace es esperar. Ella le dice a su familia, y luego se sienta en su casa con el cordón de hilo rojo escarlata colgando afuera de su ventana, y espera.
Ella no tiene idea de cuánto tiempo tendrá que esperar. Ella no tiene idea de lo que está pasando al otro lado del río donde está el campamento israelita, donde los dos hombres han regresado para hablar con Josué. Lo único que ella sabe es que tiene que esperar, en fe, con su familia en su casa. No se atreven a salir de la casa porque los dos espías le habían dicho, «Si regresamos, y tú estás afuera de tu casa, no hay trato; se rompe el juramento». Entonces ella tenía que estar lista cuando el ejército israelita rodeara a Jericó, cuando fuera que eso sucediera.
Ahora, usualmente cuando como niños cantamos la canción sobre la batalla de Jericó, contamos la historia desde la perspectiva de Josué, desde la perspectiva de los hijos de Israel. Pero hoy, quiero que pensemos desde la perspectiva de Rahab. Tendremos que usar un poco de imaginación aquí porque la Escritura no nos dice qué estaba pensando, pero intentemos vivir la historia en sus sandalias.
Acompáñame, si quieres, a donde la historia continúa en el capítulo 6 de Josué. El capítulo 6 de Josué, versículo 1, nos dice,
«Pero Jericó estaba bien cerrada a causa de los hijos de Israel; nadie salía ni entraba.»
De manera que Jericó estaba en un estado de sitio, y a este punto el enemigo ni siquiera había aparecido. Pero tienen miedo, están aterrados, como ya dijimos, por los reportes que han escuchado acerca de lo que Dios ha hecho en el pasado. La tensión está bien alta. Y el miedo aumenta sin parar. Jericó está extremadamente bien fortificada. Lo vimos en programas anteriores. Hemos escuchado lo poderosas, altas, y anchas que eran sus murallas, muros dobles se erigen todo el alrededor de la ciudad. La ciudad está construida para resistir a los invasores. Está construida sobre una colina. No hay manera, humanamente hablando, de que un ejército ordinario pudiera escalar este terraplén y superar estas paredes. Fue construida para ser segura.
Los arqueólogos nos dicen que Jericó probablemente fue la ciudad más antigua del mundo, y había resistido mucho, y esperaban que resistiera aún mucho más. Pero ahora están temblando de miedo. Nadie se atreve ni a salir ni a entrar a la ciudad.
Los que habitan en Jericó no se pueden imaginar cómo los judíos pudieran escalar las paredes, pero han escuchado esas historias acerca de lo que había ocurrido en el pasado.
Y ahora, finalmente, una mañana, no sabemos realmente cuántos días habían transcurrido; por lo menos unos días después, posiblemente una o dos semanas después; y era temprano en la mañana, y Rahab escucha un ruido. Escucha trompetas sonando. Ahora, cuando pensamos trompetas pensamos en la Filarmónica de Nueva York o alguna otra orquesta, o algo por el estilo. Pero estos eran cuernos de carnero.
Hice una búsqueda en Google la otra noche acerca del sonido de los cuernos de carnero. Y solo quería escuchar como suenan, el shofar, probablemente has oído hablar de esto. Más bien es un instrumento ruidoso, y no era solo uno de ellos. Eran siete de esas trompetas, cuernos de carnero sonando, haciendo un gran estruendo.
Y entonces me imagino a Rahab llamando a su familia y yendo a la ventana, diciéndoles, «vengan acá, vengan a ver qué está pasando». Recuerda que su casa estaba construida en el muro de afuera, y podía ver desde su ventana hacia las afueras de la ciudad. Y ella ve el ejército israelita, lo que han estado esperando. Están acercándose, y están marchando alrededor de la base del muro de contención de piedra fuera de la ciudad, a unos cuarenta metros por debajo de su ventana. Esto debe ser como ver un desfile desde el cuarto piso de un edificio.
Delante de la procesión, mientras se van acercando, ella ve los guardias armados. Después hay siete hombres en trajes similares. Son sacerdotes quienes están tocando estas trompetas, estos cuernos de carnero. Luego, justo detrás de ellos hay cuatro hombres quienes están cargando una caja sobre postes en sus hombros. Seguro sabes que se trata del Arca del Pacto, el símbolo de la presencia de Dios. Después hay una retaguardia detrás de ellos.
Y mientras esta procesión da vueltas alrededor del muro, ve que los soldados no están tocando sus armas. No lo están, lo único que ella ve son las trompetas alzadas, pero no están diciendo ninguna palabra. Están en completo silencio.
Supongo que ella debe estar pensando, igual que lo haríamos nosotros: «¿Cómo será que el Dios de Israel va tomar el control de esta ciudad amurallada?» ¿No crees que las personas en la procesión también se preguntaban lo mismo? Están viendo esos muros altos de piedra y están pensando, «¿Cómo va Dios a hacer que escalemos esto? ¿Cómo va Él a proteger a Su pueblo? ¿Cómo va Él a protegerla a ella y a su familia?»
Ahora, piensa en esto. Los habitantes de Jericó no se defendieron en ninguno de estos seis primeros días cuando el ejército israelita marchó alrededor de la base del muro. ¿Por qué la gente de Jericó no se defendió tirando piedras o lanzas o algo así hacia el ejército judío? Pues bien, humanamente hablando, no hay una explicación para eso. Lo que sí sabemos es que Dios estaba defendiendo a Su pueblo, y Dios de alguna manera hizo al enemigo impotente.
La ciudad de Jericó, en aquel día, cubría un espacio de cerca de nueve acres. De manera que no era un área enorme. Probablemente había unas 1200 personas, según las estimaciones, que vivían en esa ciudad, que eran ciudadanos de esa ciudad. Además, se estima que podría haber habido unos cuantos miles de otras personas que habían venido de otras partes de Canaán, asustados del ejército israelita, y pudieron haber estado en la ciudad en ese momento. Probablemente tomó al ejército de Israel unos treinta minutos para caminar alrededor de las murallas exteriores de la ciudad.
Mientras lo hacían, me imagino que Rahab debe haber tenido algunos sentimientos encontrados. Tenía que haber alguna sensación de aprehensión y tristeza al pensar en lo que iba a suceder a toda la gente que conocía y con los que había crecido. Ella sabía que todos iban a morir. Ellos no le creyeron a Dios. Rechazaron la luz de Dios; pero entonces ella también tenía que haber tenido un sentido interno de seguridad y alegría de que ella y su familia, por la misericordia de Dios, iban a ser perdonados. Ellos iban a ser rescatados. Iban a comenzar una nueva vida, aunque a estas alturas no sabían cómo iba a suceder.
Entonces, para su sorpresa, el ejército termina de marchar alrededor del muro, en silencio, y luego se van. Ellos regresan a su campamento, y me pregunto si tal vez estaba decepcionada o confundida. «¿De qué se trata todo esto?» Puedo imaginar la gente en la ciudad hablando y tratando de averiguar lo que estaba pasando. «¿Qué tipo de plan de batalla es este?»
A la mañana siguiente, ella se despertó temprano en la mañana con el mismo sonido, estos cuernos de carnero sonando, estas trompetas. Y entonces sucede lo mismo en el tercer y el cuarto día. Marchan alrededor del muro. No hablan, no hay armas planteadas, solo las trompetas, y luego se retiran. El quinto día, el sexto día, y cada día ella está mirando desde su ventana en la parte superior de la muralla de la ciudad y está pensando, «¿Qué está pasando?» Uno se pregunta si alguna vez se sintió tentada a dudar. No lo sabemos. Solo conocemos que Dios preserva los corazones de los que creen en Él.
Lo único en que tenía que confiar era en la palabra de aquellos dos hombres que se habían quedado en su casa. Le habían dicho que Dios les iba a dar la tierra, y habían prometido volver. Habían prometido perdonarle la vida a ella y a su familia.
Vivimos en un mundo que ha declarado la guerra contra Dios. Este mundo caído está bajo Su juicio, y un día será completamente destruido. Pero, hace 2000 años, Dios mandó a Jesús a visitar nuestro mundo pecaminoso, caído, y Él nos buscó; así como esos espías encontraron a esa mujer, a Rahab la prostituta. Él nos buscó para dejarnos saber cómo podríamos escapar de la destrucción venidera.
Él asumió nuestra sentencia, cuando murió en la cruz (ese cordón escarlata del que hemos estado hablando), y nos dijo que debemos creer en Él como nuestro refugio para ser librados del juicio por venir. Luego Él se fue, al igual que los espías se fueron de la casa de Rahab y de Jericó. Pero Él hizo un juramento antes de irse, como los espías lo habían hecho con Rahab, que un día volvería. Él no nos dijo cuánto tiempo sería o cuándo volvería. Él solo nos dijo que volvería.
- Mientras esperamos ese día, a veces parece que no está sucediendo nada, como si las tropas de Dios no estuvieran haciendo nada acerca del mal en este mundo.
- Algunos días podemos tener la tentación de preguntarnos si todo esto realmente va a suceder. Parecería que hay que esperar mucho tiempo, y tan pocas personas a nuestro alrededor creen lo que Él dijo.
Entonces, ¿en qué basamos nuestra fe? Nos basamos en las promesas que Él hizo antes de irse.
Después leemos en el capítulo 6 de Josué, empezando con el versículo 15,
«Al séptimo día se levantaron temprano (el ejército israelita), al despuntar el día, y marcharon alrededor de la ciudad de la misma manera (esta vez no solo una vez sino) siete veces. Solo aquel día marcharon siete veces alrededor de la ciudad.
Y sucedió que, a la séptima vez, cuando los sacerdotes tocaron las trompetas, Josué dijo al pueblo: ¡Gritad! Pues el SEÑOR os ha dado la ciudad. Y la ciudad será dedicada al anatema, ella y todo lo que hay en ella pertenece al SEÑOR; solo Rahab la ramera y todos los que están en su casa vivirán, porque ella escondió a los mensajeros que enviamos (vv. 15-17).
Entonces el pueblo gritó y los sacerdotes tocaron las trompetas; y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, el pueblo gritó a gran voz y la muralla se vino abajo, y el pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad...» (vv. 15-17, 20).
Ahora, esto nos da una idea, un atisbo, un presagio del juicio que vendrá a este mundo pecaminoso algún día, y entonces vemos el milagro de esos muros cayendo…
He estado pensado durante años sobre el milagro de los muros que cayeron, pero lo que me pareció asombroso mientras estudiaba el pasaje la semana pasada fue el milagro de que la sección del muro donde estaba la casa de Rahan no se cayó. Se mantuvo intacto. Qué imagen es esa del milagro de la redención. Hebreos 7 nos dice: «Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios» (v. 25).
Después el versículo 21 nos dice,
«Y destruyeron por completo, a filo de espada, todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, bueyes, ovejas y asnos. Pero Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en la casa de la ramera, y sacad de allí a la mujer y todo lo que posea, tal como se lo jurasteis. Entraron, pues, los jóvenes espías y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que poseía; también sacaron a todos sus parientes, y los colocaron fuera del campamento de Israel» (vv. 21-23).
Ella tuvo que ser puesta fuera del campamento, de manera temporal, porque era ceremonialmente impura de la contaminación de haber vivido este estilo de vida idólatra e inmoral. Tenía que ser limpiada. Pero, como vamos a ver, ella no se quedó fuera del campamento.
Versículo 24,
«Y prendieron fuego a la ciudad y a todo lo que en ella había. Sólo pusieron en el tesoro de la casa del SEÑOR, la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro. Pero Josué dejó vivir a Rahab la ramera, a la casa de su padre y todo lo que ella tenía; y ella ha habitado en medio de Israel hasta hoy, (no fuera del campamento) porque escondió a los mensajeros a quienes Josué había enviado a reconocer a Jericó. (vv. 24-25)
Ahora, al pensar en la destrucción de la ciudad, la destrucción de aquellos que se habían resistido a Dios por tanto tiempo, algunos podrían preguntarse: «¿Por qué acabó Dios con ellos?» Permítanme recordarles que la gente de Jericó había escuchado las mismas historias de los milagros de Dios que Rahab había oído, y toda persona en esa ciudad, a excepción de Rahab y de su familia, escogió rechazar la luz y la oportunidad que Dios les dio de arrepentirse y creer.
Rahab, ten esto en mente, no era menos pecadora que cualquier otra persona en Jericó, pero Dios le dio fe y le perdonó la vida a fin de demostrar que la inclinación del corazón de Dios es tener misericordia. Dios no ama el juzgar a los impíos. Dios odia juzgar a los impíos. Dios tiene que juzgar a los malvados, pero la inclinación de Su corazón es mostrar misericordia hacia los pecadores que se arrepienten y creen.
Así que antes de que Dios destruya la ciudad y derrame Su juicio sobre Canaán, Dios primero tiene misericordia. ¿Y a quién muestra misericordia? A una prostituta. A una mujer que no merece la misericordia de Dios.
Ahora bien, Rahab no merecía vivir más que el resto de los cananeos, porque habían rechazado la oportunidad que Dios les dio de creer y ser salvos. Así que Rahab merece morir como cualquier cananeo. Dios había dicho que estaban bajo maldición, que estaban bajo Su juicio, pero ella no solo merecía morir como cananea, sino como un ser humano que nació pecador. Como hemos dicho en esta serie, «la paga del pecado es muerte» (Rom. 6:23). No solo el pecado de la prostitución, pero la paga de tu pecado (sea lo que sea, como sea que se llame), la paga de mi pecado, es la muerte.
Carmen: Nancy regresará en breve con nosotras.
Ella nos ha estado mostrando una historia llena de acción: soldados, una prostituta, un rescate… Todo esto nos ha llevado a considerar la historia de historias: Cristo muriendo en la cruz, llevando nuestro pecado.
Esta enseñanza es parte de la serie, «Rahab y el hilo de la redención». Hemos estado viendo la última parte de Josué capítulo 2 y nos hemos puesto en las sandalias de Rahab.
Ella se encuentra en una ciudad fortificada, pero que ha sido sitiada por el ejército de Israel. Todos los habitantes tienen miedo. Esta ciudad fuerte tenía temor por lo que habían oído que Dios había hecho a favor de Su pueblo.
Los espías cumplieron la promesa que le hicieron a Rahab y guardaron su vida y la de aquellos que creyeron junto con ella. No porque ella fuera mejor que los demás habitantes de Jericó (¡ella era una prostituta!), sino por su fe.
Y así como Dios preservó su corazón porque ella confió en la promesa, nosotras hoy también podemos confiar en Sus promesas. Si nos arrepentimos de nuestro pecado, Dios se complacerá en mostrar misericordia.
Para escuchar otros programas y buscar recursos relacionados a la fe o al arrepentimiento, visítanos en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí podrás buscar recursos por tema.
Bien, aquí está Nancy de regreso con nosotras para concluir la enseñanza de hoy.
Nancy: Ahora, solo quiero hacer una apelación a quienes hayan escuchado Aviva Nuestros Corazones por un largo período de tiempo. Has oído el evangelio. Tenemos la Escritura; tenemos la cruz que Rahab no tenía. La esperaban; nosotros podemos mirar hacia atrás. Hay algunos que están escuchando el sonido de mi voz hoy que han escuchado la verdad una y otra y otra vez, pero nunca han estado dispuestos a arrepentirse; a ondear la bandera blanca de rendición, a creer en Cristo.
Sé de algunas personas que se sientan en la iglesia semana tras semana, en iglesias que predican la Biblia, pero están perdidas. Están bajo el juicio de Dios, y yo solo quiero dar una advertencia a alguien que pueda estar escuchando este programa en esa condición. El juicio viene, y perecerás si no crees, tan ciertamente como pereció el pueblo de Jericó.
Tenemos ventajas espirituales que Rahab nunca tuvo. Tenemos la Palabra de Dios que nos dice, por ejemplo, en 2 Pedro capítulo 3, «los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego (como Jericó fue quemada con fuego). Guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos» (v. 7). En ese pasaje, la Escritura nos dice: «Algunos se burlan de esto, y dicen: No he visto ningún juicio. ¿Cuándo será la sentencia que viene? Puedo seguir adelante con mi vida tal cual es» (v. 3).
Pero, Pedro dice en el versículo 8,
«Pero, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda en cumplir su promesa, (¿Cuál es esa promesa? Es una promesa de juicio. Él no se tarda) según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.
Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas» (vv. 8-10).
Recuerda el libro de Génesis, cuando el diluvio destruyó el mundo, pero Noé y su familia corrieron al arca. ¿A dónde corrieron ese día? Al lugar que Dios les había dicho que corrieran. Fue allí donde encontraron su refugio. Ahí fue donde estuvieron a salvo. Por eso fue que no perecieron.
Hemos hablado de la Pascua, cómo los hijos de Israel salieron de Egipto y cómo el Ángel de la Muerte destruyó el hijo primogénito de todo hogar egipcio, pero los israelitas corrieron al refugio de sus casas con la sangre del cordero sobre los postes y el dintel de las puertas y el Ángel de la Muerte vio esa sangre y pasó sobre las casas. Esa gente corrió hacia la sangre, y se salvaron.
Los muros de Jericó se derrumbaron.
Hay imágenes de juicio a través de toda la Escritura, pero ¿a dónde corrieron Rahab y su familia? Ellos corrieron a su casa en el muro con el cordón escarlata colgando por la ventana, y encontraron refugio.
- ¿Dónde vas a encontrar refugio en aquel día?
- ¿Se quedará la casa de tu corazón en pie en medio de los escombros?
Un comentarista dijo que Josué sería un salvador para Rahab pero un juez para el resto de Jericó. De la misma manera, Jesús es un salvador para los que confían en Él, pero un juez para aquellos que lo rechazan.
La buena nueva, el evangelio, es que aquellos que creen en Jesucristo, nuestro cordón escarlata, no perecerán. Ellos serán salvados. ¿A dónde vas a correr? ¿Estás confiando en tu asistencia a la iglesia? ¿En tus buenas obras? ¿En tu personalidad agradable? ¿En tus antecedentes religiosos? Déjame decirte que nada de eso va a ser un refugio seguro en ese día. Corre a Jesús. Huye a Él. Encuentra en Él el refugio que te permitirá ser salvo cuando los que te rodean perezcan en aquel día.
Padre, concede el regalo de la fe y el arrepentimiento a los muchos corazones que escuchan hoy en este día, salva a aquellos que has elegido y has llamado. Gracias por la sangre de Cristo; corremos a Él y estamos seguras en Él. En Su gran nombre oramos, amén.
Carmen: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
He oído varias veces la historia sobre los muros de Jericó, pero durante esta serie he visto esta historia con nuevos ojos. Me he dado cuenta de lo mucho que esta nos dice sobre el evangelio, la libertad y el perdón.
Conoce más sobre las buenas nuevas del evangelio y lo que esto implica para tu vida. Visitanos en AvivaNuestrosCorazones.com y encuentra recursos que te ayudarán a entender la obra de Jesucristo a tu favor.
Tal vez has estado escuchando esta serie, «Rahab y el hilo de la redención» pensando, «Mi pecado no es tan malo como el de Rahab; yo no soy una prostituta». Bueno, todos necesitamos la gracia de Dios. Averigua por qué, mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Corriendo la carrera de la fe juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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