Un padre amoroso y perdonador, día 2
Annamarie Sauter: Al ver el pecado de otras personas, piensas algo como...
Pastor Eduardo Saladín: «Yo no soy como él, yo no soy tan malo, yo no he estado en la droga, no he estado en adulterio, no he estado en alcoholismo, no he robado así tan impunemente. Soy un buen hombre».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: En el episodio de ayer escuchamos la primera parte de un sermón predicado por el pastor Eduardo Saladín. El pastor Eduardo es pastor en Santo Domingo, República Dominicana, en la Iglesia Bíblica Sola Gracia, y es conductor del programa llamado, Entendiendo los tiempos.
El mensaje que hemos estado escuchando se titula, Un padre amoroso y perdonador.
Bueno, escuchamos sobre un hijo que, en busca de felicidad, fue a un país lejano y derrochó su vida allí. Pero él regresó a su padre. Y quizás …
Annamarie Sauter: Al ver el pecado de otras personas, piensas algo como...
Pastor Eduardo Saladín: «Yo no soy como él, yo no soy tan malo, yo no he estado en la droga, no he estado en adulterio, no he estado en alcoholismo, no he robado así tan impunemente. Soy un buen hombre».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: En el episodio de ayer escuchamos la primera parte de un sermón predicado por el pastor Eduardo Saladín. El pastor Eduardo es pastor en Santo Domingo, República Dominicana, en la Iglesia Bíblica Sola Gracia, y es conductor del programa llamado, Entendiendo los tiempos.
El mensaje que hemos estado escuchando se titula, Un padre amoroso y perdonador.
Bueno, escuchamos sobre un hijo que, en busca de felicidad, fue a un país lejano y derrochó su vida allí. Pero él regresó a su padre. Y quizás tú te encuentras hoy en un país lejano, lejos de Dios y Su voluntad, y es nuestra oración que lo que vas a escuchar te haga correr a los brazos del Padre celestial, y que seas animada a caminar en Su voluntad.
Iniciemos hoy con la lectura de la porción de la Escritura en la que se basa esta enseñanza.
Pastor Eduardo: Quiero pedirles que abran sus biblias en Lucas capítulo 15. Del versículo 1 al 10, vemos la parábola de la oveja perdida, de la moneda perdida y ahora vamos a ver la parábola que se conoce como el hijo pródigo.
Primero vamos a leer de los versículos 11 al 16:
«Jesús añadió: “Cierto hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió sus bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada”».
Dice el texto que se fue a un país lejano.
Él estaba en un país lejano, y un país lejano es un paso, un solo paso fuera de la voluntad de Dios. Yo te pregunto a ti hoy, ¿qué tan difícil es regresar de un país lejano? Tienes que hacer lo que él hizo. Él dio el primer paso para volver a casa y ese es el paso más difícil. Un viaje de diez mil kilómetros empieza con un solo paso. Si tú estás en un país lejano, mi amado, mi amada, si tú estás lejos de Dios, no digas, «he ido muy lejos», no digas, «he hecho lo malo», no pienses que no tienes perdón de Dios.
Debes dar el primer paso para volver a la casa de tu padre. Esa era la naturaleza del hijo pródigo, el hijo menor. Esa es nuestra naturaleza. Ese fue el primer paso que él dio. Ese es nuestro primer personaje.
Ahora, ¿cómo creen ustedes que él estaba pensando cuando empezó ese paso para ir a la casa de su padre? «¿Cómo me va a recibir papá? ¿Se va a disgustar conmigo? ¿Me cerrará la puerta de la casa en mis narices? ¿Me ignorará? ¿Me pondrá a esperar afuera?» Seguro iba caminando con todas esas dudas, pero veamos lo que dice la Palabra en Lucas 15:20: «Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó».
Su padre lo vio… ¿Cómo lo vio su padre si él estaba en su hacienda, en su finca? Porque seguro ese padre salía todos los días a ver el camino para ver cuándo su muchacho iba a llegar. Así está Dios esperándonos a nosotros. El padre pudo haber dicho, «ahí viene por fin, lo estaba esperando, que me espere fuera de la casa». Dice el texto que cuando estaba lejos su padre lo vio y sintió compasión por él. Sus entrañas se conmovieron, porque cuando los hebreos hablan de compasión nosotros hablamos del corazón.
«Me duele el corazón», y ellos dicen, «mis entrañas se conmovieron».
Y dice el texto que él corrió –y ese era un hombre mayor, y ustedes saben que usaban una batola. Él tuvo que amarrarse y subirse la bata para empezar a correr para ir donde su hijo. Y eso no era algo digno de un anciano en esa época. Pero seguro lo ve por allá y va a pasar por la aldea y quizás pensó, «se van a burlar de mi muchacho, me lo van a satirizar, se van a reír de él». Y él sale corriendo a ver a su hijo y se echa sobre su cuello –dice el texto– lo abraza, no le importó que estaba maloliente, que la ropa estaba raída. Y dice que lo besa tiernamente, fervientemente lo sofoca con sus besos. Mis amados ese es el amor, la aceptación, la misericordia, la gracia y la bondad de Dios para con nosotros cuando nos volvemos a Él. no importa lo que hayamos hecho. En Cristo siempre hay perdón. Nuestro Padre celestial nos está esperando en los cielos. Que demos ese paso para arrepentirnos, para estar en Su presencia.
Y el hijo empieza a decir el discurso que ha ensayado, «Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo»; y la última frase que tenía ensayada, «hazme como uno de tus trabajadores», no la pudo decir…¿por qué? Porque ya no había necesidad de decir nada más. Su padre lo había recibido de vuelta. Él fue perdonado al instante, se le otorgó misericordia, fue reconciliado de inmediato.
Y la recepción de este hijo es el ejemplo de nosotros los creyentes cuando llegamos a Dios en arrepentimiento y fe, no importa lo que tú hayas hecho, mi amado. Óyeme bien, mi amada, no importa lo que haya sido tu vida, en Cristo hay perdón. En Cristo hay perdón, nuestro Padre celestial está esperando que nos volvamos a Él para extender Sus brazos y abrazarnos y perdonarnos todos nuestros pecados.
¡Bendito sea el nombre del Señor! ¡Alabado sea Jesucristo, nuestro Padre celestial! Ese es nuestro Dios. Por eso yo digo que nosotros tenemos un Padre amoroso y perdonador, ese es nuestro Dios. Y ese padre proporciona una evidencia visible de la reconciliación con su hijo. ¿Qué dice él? «Pero el padre dijo a sus siervos: “Pronto; traigan la mejor ropa y vístanlo; pónganle un anillo en su mano y sandalias en los pies. Traigan el becerro engordado, mátenlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron a regocijarse».
Miren el perdón que nuestro Padre celestial nos da: el beso, signo de perdón; la túnica, señal de honor –era la ropa que se utilizaba en ocasiones especiales–; le da el anillo, que era una señal de autoridad, de privilegio, de derecho; le pone sandalias, que son una señal de libertad. ¿Saben por qué es una señal de libertad? Porque generalmente los esclavos caminaban descalzos –y el vino harapiento, descalzo y maloliente– y su padre le puso sus sandalias y prepara una fiesta. «Maten al becerro engordado», el becerro que se utilizaba cuando había una ocasión muy especial, que estaba allí apartado para esto.
Y dice, «porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida. Estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse». ¡Qué imagen del perdón de Dios! ¡Qué imagen del perdón de Dios! Dios nos derrama todo Su amor, toda Su bondad, toda Su misericordia de un golpe cuando vamos a Él arrepentidos por nuestros pecados. Ese es nuestro Dios. Nuestros pecados son borrados, son puestos en la cuenta de Cristo, somos vestidos con el manto de la justicia de Cristo. Yo no tienes que prepararte para decirle, «Padre, he sido un tonto, he sido malo, he sido rebelde».
Allí no hay burlas, solamente nos recibe con los brazos abiertos, con amor para besarnos, para abrazarnos, para ponernos el manto, para ponernos el anillo, para ponernos las sandalias. Ese es el amor del Padre por nosotros. ¡Y cuánto lo necesitamos, mis hermanos! Porque cuántas cosas hemos hecho en nuestras vidas que han ofendido a Dios. Pero qué bueno tener un padre así. Un autor decía, «¿cuánto te ama Dios?» ¿Te has preguntado alguna vez cuánto te ama Dios? Y él decía, «él te ama lo suficiente como para dejarte ir. Él te ama lo suficiente para dejarte tocar fondo. Él te ama lo suficiente como para dejarte volver. Y Él te ama lo suficiente para correr a tu encuentro, para perdonarte cuando tú vas a Sus brazos.
¡Alabado sea el Señor! ¡Eso es lo mucho que mi Padre me ama! ¡Ese es mi Dios amoroso y perdonador! El que ve la historia dice, «guau, y vivieron felices para siempre». Pero hay un tercer personaje más en la historia; y es el otro hijo, el hijo mayor. Aquí vemos la fealdad del orgullo, de aquel que se siente que es bueno y que va a agradar al padre por sus buenas obras.
Dice la Palabra que él estaba en el campo, llega, oye la música, las danzas, y llama a uno de los criados y le pregunta qué pasa. El criado le dice, «tu hermano ha venido, está sano y salvo –o sea vino en paz. ¿Qué debe hacer un hermano mayor? Oh, regocijarse. Llegó mi hermanito. Pero no. Dice la Palabra en el versículo 28 que él se enojó y no quería entrar. ¿Por qué? El padre sale, le ruega que entre, y él se justifica.
Miren lo que dice en el versículo 29: «Pero él le dijo al padre: “Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, (el padre le decía que entrara y no estaba entrando, ahí ya estaba desobedeciendo) y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado”».
«Tantos años te he servido…», y en el original la palabra que se usa ahí es, tantos años te he servido como un esclavo. Tantos años de estar bajo tus órdenes no han sido más que un esclavitud. Él estaba irrespetando a su padre. «Nunca te he desobedecido», ahí lo estaba desobedeciendo, él se había airado también. «Nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos», tú nunca me has felicitado por lo bueno que yo soy, por mi buena conducta. Mira lo bueno que yo soy, mírame aquí como yo estoy. Y acusa a su padre de tener favoritismo con su hermano.
Él se consideraba justo y bueno…«y mi hermano dilapidó todo el dinero, gastó parte de la fortuna, yo no soy como él, yo no soy tan malo, yo no he estado en adulterio, no he estado en la drogadicción, yo no estado en alcoholismo, yo no he robado así tan impunemente. Soy un buen hombre». Eso es lo que él está diciendo.
Y dice el versículo 31: «Y su padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”». El papá no se molestó, no se enojó con su hijo. Así como dejó ir a su hijo menor, así también lo reprende en amor. Y la palabra hijo mío qué se utiliza aquí es mi niño. El hijo está disgustado con él, y él le dice, «mi niño, pero que tu hermano estaba perdido y volvió». «Mi muchacho», lo trata con el mismo cariño y el mismo amor. «Tú siempre has estado conmigo y todo lo mío es tuyo». Aquí hay una ironía, porque el hijo que estaba en la casa hasta ese momento, se queda fuera; y el que estaba afuera se queda dentro participando de la fiesta.
Y la historia se queda ahí. No sabemos si él entró en algún momento, pero aquí hay un ejemplo de nuestro Padre amoroso y perdonador para todos nosotros. Yo no sé cuál es tu condición, quizás eres como ese hijo menor, has dilapidado parte de tu vida…o quizás tú eres muy moralista y estás aquí pensando que por tu moral vas camino a la presencia de Dios. Pero ya seas una persona con una vida disoluta o un moralista, quiero decirte que tú estás en un país lejano.
Estás fuera de la voluntad de Dios porque quieres conseguir la salvación por tu propio esfuerzo. Pero quizás eres un creyente y te has apartado del Señor. Has ido por tus propios caminos, has pecado y tienes vergüenza, temor de volver a tu Padre celestial. Quizás estás pasando hambre… ¿Tienes hambre? Mira lo que te dice el Señor: «Ven a casa». ¿Tienes sed? «Ven a casa». ¿Has estado comiendo con los cerdos, viviendo con ellos? No importa, «ven a casa». ¿Estás cansado de la vida que estás viviendo? «Ven a casa». ¿Te has alejado de Dios? «Ven a casa».
El primer paso es el más difícil, pero recuerda ese paso primero te lleva a la mitad del camino. Quizás estás lejos de Dios, estás en una situación que tú nunca pensaste que iba a suceder pero ha sucedido. Yo te digo algo: tú tienes que volver. Óyeme bien, tienes que volver porque tu Padre amoroso y perdonador te está esperando.
Y hoy, ¡bendita sea la gracia de Dios! Hoy tu Padre te dice con los brazos abiertos: «Ven a tu hogar hijo mío. Ven yo te estoy esperando aquí». Da ese primer paso para estar conmigo, para que te encuentres con ese Padre amoroso y perdonador. Qué bendición tenemos. Qué bendición tan grande el tener un padre así. Qué bueno es saber que sí confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Yo te digo hoy: Ven a casa hijo mío, que tu Padre no te echará fuera. Amén.
Padre, nosotros queremos nuevamente alabar Tu nombre, darte gracias por Tu Palabra, darte gracias por Jesucristo que se dio a Sí mismo para librarnos del presente siglo malo. Oh, Señor, mira a aquellos que están aquí alejados de ti. Yo te oro que Tú puedas mover sus corazones para que ellos vayan a Ti en arrepentimiento y fe. Mira a aquellos que son creyentes que se han apartado de ti. Oh, Padre bendito, también clamamos para que Tú obres en sus corazones y se reconcilien contigo.
Bendito Rey, gracias por Tu Palabra, gracias por Tu Espíritu Santo, gracias porque Tú eres un Dios de primeras, segundas, terceras, cuartas, infinitas oportunidades para que nosotros vayamos a Ti. Gracias Señor por tantas bondades. Queremos pedir Tu bendición en el nombre de aquel que nos amó y nos lavó con Su sangre, nuestro Señor Jesucristo, amén
Patricia: El mensaje que escuchamos del Pastor Eduardo Saladín se titula, Un padre amoroso y perdonador. Si te perdiste la primera parte, encuéntrala en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com; y si esta ha sido de bendición para ti, compártela con más mujeres.
Dios te ama lo suficiente como para perdonarte. Y si has estado tratando de obtener la salvación por tu propio esfuerzo, o de mantener tu salvación por medio de las obras, te animo a buscar a Dios en oración y rendición. Corre a Sus brazos en arrepentimiento por tu pecado y pon tu fe en Jesucristo. No hay nada que puedas hacer para completar el sacrificio de Jesús en tu lugar, Él lo hizo todo, y en Él lo tienes todo.
Y antes de concluir este episodio, nos gustaría compartir contigo testimonios de la obra de la gracia de Dios en las vidas de algunas de nuestras oyentes. Es mi oración que a través de estos seas animada a perseverar en la carrera de la fe, sabiendo que no estás corriendo sola, y que ciertamente tienes un Padre amoroso y perdonador.
Mujer 1: Escuchar Aviva me ha hecho repensar en la búsqueda que impulsivamente tengo de ver ciertas series o leer ciertos libros que sutilmente se desvían de la Palabra, pero que por el hecho de ser entretenidos decido pasarlos por alto. También pienso sobre lo secos que a veces somos para exponer el evangelio, le quitamos la maravilla de la obra del Señor, y sin duda, espantamos a las personas con cosas estrictas y cuadradas, muy alejadas de la forma en que el Señor es con nosotros, la forma en que Él se acerca a nosotros.
Gracias queridas hermanas, el identificarme con las cosas que hablan me hace saber una vez más que hay muchas luchas que son generales, y muchas necesidades silenciosas y sutiles que el enemigo quiere que suplamos con cualquier otra cosa que no sea el Señor.
Mujer 2: Camino a mi grupo de encuentro de mujeres me puse a leer la primera parte del podcast La belleza del perdón; y el Señor trajo una fuerte convicción de pecado por la falta de perdón. Dentro de Su providencia, había leído el Salmo 7, y justamente los versículos del 3 al 5 me habían confrontado un poco. Pero no fue hasta que empecé a leer el audio de ayer, que el Señor trajo convicción de pecado.
Desde hace un buen tiempo, la relación con mi esposo se ha congelado –por así decirlo. Estamos concentrados en la situación con nuestros hijos, especialmente con la mayor, y nos hemos descuidado como pareja. También tengo que decir que mi esposo no conoce al Señor, lo cual a veces es un poco difícil en determinadas áreas y situaciones. Y eso a veces se me olvida, y en vez de otorgarle la misma misericordia y gracia que Dios me ha dado a mí, termino como decía la oradora, siendo igual a ese siervo que no quiso perdonarle la deuda a su siervo, a pesar de que su amo le había perdonado una deuda más grande a él, y eso era lo que estaba haciendo yo con mi esposo.
Gracias por recordarme que el perdón trae libertad y gozo. Dios les bendiga y bendiga tan hermoso ministerio. Gracia y paz. Se les ama en el amor de Cristo.
Mujer 3: Experimentaba una gran recaída y sentía mucho dolor después de una separación de un año y cinco meses. En muchas ocasiones viene el desánimo a mi vida y le preguntó a Dios si es Su propósito que esté sola; pues fue decisión de mi esposo marcharse del hogar. Pero aún así, no dejo de orar por él, para que Dios lo perdone y transforme su corazón. Sé que Cristo lo es todo para mí. Él es mi amado, mi esposo, mi compañero, el padre de mis hijos, y quien me da ánimos para seguir en medio de la tormenta. Es quien me acompaña día a día en medio del dolor y quien me anima a seguir. Él es todo para mí.
Muchísimas gracias por su ministerio, y gracias por ser de bendición en nuestras vidas. Dios les bendiga para que sigan alentándonos por medio de la sagrada Palabra y por tratar de confortar nuestros corazones al compartir sus testimonios para hacernos reflexionar que no somos las únicas que experimentamos soledad y dolor. Un abrazo de corazón.
Mujer 4: Al ver mi pecado delante de Dios, me inundó un miedo profundo pensando que Dios me lo estaba mostrando para dejarme caer desde las alturas y sin paracaídas. Veía a un Dios que estaba ansioso por aplastarme cuando en realidad me estaba extendiendo Su mano de gracia para salvarme de mis terribles pecados. Hoy no puedo más que decir, gracias a Dios y a ustedes, por irme mostrando los ojos con los que Dios me mira y el propósito de mi rescate. Gracias.
Patricia: Gloria a Dios por Su obra en las vidas de cada una de estas mujeres, y por Su obra en tu vida.
Sabes, a veces pienso que nos vamos a un país lejano, no necesariamente por lo atractivo que pueda lucir, sino porque el lugar en el que nos encontramos –la realidad del mundo donde estamos en este momento– es tan seca, tan árida, que pensamos que debe haber algo mejor en otro lugar. Así que, en lugar de enfrentar la verdadera causa de nuestra sequía e ir a la raíz del problema, hacemos lo que el hijo pródigo hizo; corremos a un país lejano.
Y tú, ¿has conocido el poder transformador del amor de Cristo? ¿Realmente crees que Él te conoce y puede satisfacer tu verdadera necesidad en cada etapa de la vida? Mañana, únete a nosotras en un viaje en el que estaremos profundizando en estas cosas y en la redención que Dios ha obrado a nuestro favor. Asegúrate de acompañarnos aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Invitándote, no solo a sobrevivir en la vida cristiana, sino a tener una vida abundante en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
Libre y Salvo, Dámaris Carbaugh, Yo Cantaré ℗ 1994 Damaris Music.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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